Mostar, Herzegovina, Bosnia-Herzegovina, 15 de Septiembre de 2021.
"Las cicatrices de Mostar" es el título de un recorrido a pie que recomiendan en la LP para ver y visitar aquellas cicatrices que pueden pasar desapercibidas en una visita superficial de esta ciudad.
No en vano, su famoso Stari Most fue reconstruido tras bombardearlo los croatas. Y es que la historia, tanto la pasada, como la más reciente, es muy compleja en esta zona de Europa. Así, Yugoslavia como país duró menos de 70 años y necesitaríamos profundizar mucho para entender la Guerra de los Balcanes de principios de los 90, porque acaban siendo bosnios, croatas, eslovenos, serbios, montenegrinos, cristianos, musulmanes, en un constante baile de alianzas, guerras, ocupaciones, matanzas, invasiones, misiones de paz... Una auténtica tragedia, vamos.
Y en Mostar se palpan esas cicatrices. Aún. Todavía. Quién sabe hasta cuándo. Por toda la ciudad y a pocos metros de la zona más céntrica y turística (prácticamente toda reconstruida) se ven edificios medio en ruinas, donce crece la vegetación, con avisos de peligro de derrumbe. Ventanales sin cristales y con cielo azul al otro lado. Fantasmagóricos. Vigilantes. Amenazantes. Testimonios mudos de la barbarie. Esqueletos de aquello que fue y que dejó de ser.
Todos tenemos cicatrices. La vida nos va dejando huellas, inevitablemente. A veces esas cicatrices son invisibles al ojo humano, pero se manifiestan indirectamente en actitudes, miedos, recelos, complejos.
Pues en la piel de Mostar hay cicatrices visibles a los ojos de cualquiera, pero las emocionales yacen ocultas en el día a día de estas personas que tratan de asumir lo que sucedió hace menos de 30 años aquí, las pérdidas irreparables que sufrieron, al mismo tiempo que recuperan el pulso y la esperanza en un nuevo futuro.
Paseo por la ciudad y veo muchos jóvenes que no vivieron la guerra y que representan la regeneración, la esperanza, nuevas ilusiones y sueños. Ellos conviven con una generación, la de sus padres, marcada por el sonido de la metralla, las bombas, la destrucción, el pánico, la muerte y la desesperación. Seguramente algo similar a la generación de nuestros padres, nacidos en los 40-50 y que se criaron en un entorno post guerra civil.
Sin darse cuenta, las generaciones que sufrieron tamaña tragedia, seguramente trasladarán sus miedos, sus pesadillas y sus recuerdos a las nuevas generaciones. Es ley de vida, supongo.
Mostar se debate entre la regeneración y la muerte, que poco a poco va alejándose en el tiempo y ayudando a cicatrizar todas aquellas heridas.
La ciudad, si bien gran parte reconstruida, es una delicia para ser visitada, con el epicentro en su famoso Stari Most. Seguramente, una vez que pises esta ciudad, dejarás una parte de tu alma aquí.
Mañana, hacia Sarajevo.
PS: también he visitado Blagaj y Pocitelj, en los alrededores de Mostar. Merece la pena pasar una mañana entre ambas, si tienes tiempo.
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