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diumenge, 29 de setembre del 2019

Kashan y una decisión de última hora: Tabriz.

Teherán, 23 de Septiembre de 2019

Hay veces en las que, sin saber por qué, una persona, un lugar, una situación, no acaban de encajarte y esa sensación ya es casi imposible de cambiar. 
Un poco así me pasó a mí con Kashan: 3 ó 4 detalles anecdóticos me pusieron de culo con esta ciudad. Afortunadamente, se recondujo y hasta le cogí gusto.

Kashan es gris, ruidosa y a primera vista, me pareció incluso desagradable. Mucho cambió al día siguiente de mi llegada, cuando disfruté de las maravillosas casas tradicionales: auténticas joyas que compensan, con creces, el resto. Ver Khan-e Boroujerdi, Khan-e Tabatabaei y Khan-e Abbasian es una delicia y en algún momento te dejan sin respiración. Igualmente delicioso el Hammam-e Sultan Mir Ahmad, un remanso de paz con sus azulejos, sus baños, sus columnas profusamente decoradas, las pinturas...


Por la tarde aprovecho y me voy al Bagh-e Fin, el típico jardín persa que hemos idealizado con canales, fuentes, pabellones, sombras, paz... No en vano, ha ingresado en la lista de Patrimonio de la Humanidad de la Unesco.
                              Bagh-e Fin

Al volver, no aparecen taxis por ningún lado. Cuando llevo un rato caminando decido subirme a un autobús que parece que va hacia el centro de la ciudad. Mi brújula, lo confirma.
Cuando estoy a la altura (pienso yo, con mi orientación y según el plano de la ciudad) del Bazar, me apeo y camino apenas 10 minutos. Efectivamente, llego al Bazar, son sobre las 17:45 y está prácticamente vacío.

Quedo con un conductor para que me lleve al día siguiente a visitar Abyaneh, a unos 80 km de Kashan.

Después de un viaje quasi suicida (incluso le digo al conductor que no tenemos prisa, vamos), visito Abyaneh que parece haberse detenido en el tiempo. Sus calles recorridas por personas muy mayores que guían a burros cargados en sus alforjas. Camina  parsimoniosamente, se saludan brevemente entre ellos. A los turistas, los ignoran. El pueblo, enclavado entre dos montañas, con casas de adobe rojizo y muchas semiderruidas o directamente en escombros, se recorre fácil en dos horas y merece mucho la pena detenerse a observar detalles, calles vacías, la mirada pensativa de la anciana apostada en su puerta...

                                   Abyaneh

Por cierto, la visita a la ciudad subterránea de Nushabad (cerca de Kashan) ya la podeis descartar. Decepción máxima.

Vuelvo a la Traditional Guesthouse donde me hospedo y, sorpresa, justo acaba de llegar Toby, el amigo rumano. Los gajes de viajar ambos con la Lonely Planet unido a la escasez de alojamientos decentes y asequibles (en una guesthouse me llegaron a pedir casi 6 millones de riales por noche, y en la que duermo será por menos de 2 millones y está genial) nos hacen coincidir nuevamente.

Tras una breve conversación, quedamos para ir a visitar el Bazar a las 18 h. Me ducho, descanso un poco y la visita al Bazar es muy interesante, ya anocheciendo.

Al día siguiente, salgo de Kashan. Idea inicial: parar en Qom día y medio y luego otro día y medio en Teherán... Pero la idea no me apasiona. Subo al bus dirección a Teherán y casi sin pensar, decido que cambio de planes: me voy a Tabriz. Ello implica 3'5 horas de Kashan a Teherán y luego el viaje a Tabriz. Puedo ir en bus o, preferible, ir en tren nocturno. Así que tras llegar a la estación de trenes, ya tengo billete para el tren de las 19:20, con litera.

Tras hacer tiempo, leer, comer algo, subo al tren. Mi ticket está todo en farsi, así que no entiendo nada. Le hago una foto y le pregunto a Marzi, que me indica vía, coche y compartimento.

Coincido con un chico joven y un entrañable matrimonio de unos 70 años. No tardan en sacar pan chapati y una tortilla deliciosa. Como no podía ser de otra manera, ofrecen la cena al chico joven y a mí, así que allí estamos los 4 cenando.

La noche se hace larga. La litera es estrecha y hace frío. No ha sido peor que el tren nocturno en India o Egipto, pero llego molido a Tabriz.

Ciudad de paso de la ruta de la seda, rica en su momento y mencionada por Marco Polo en sus viajes, actualmente es una mezcla curiosa de azerbayanos, kurdos, turcos e iraníes, con una bazar impresionante y algún otro punto interesante. 

Recorro su bazar, me dejo perder en él, paso de las especias a las alfombras, a la plata y el cobre, a las frutas, al cuero...todo en una sucesión laberíntica de pasillos, bóvedas, caravasares, recovecos, teterías ambulantes... Gente deambulando por todos lados, escenas entrañables, olores hipnóticos, alfombras mágicas de bellos bordados.

El segundo día, no me encuentro muy bien. Creo que temgo algo de fiebre y necesito descansar más de lo esperado. Salgo a comprar el billete de avión Tabriz-Teherán para el día siguiente (26€), recorro la mezquita azul, vuelvo al Bazar y me como medio pollo asado delicioso, junto a dos chicos que me invitan a sentarme con ellos. Son de origen azerbayano y viven cerca de Tabriz.
                            Bazar de Tabriz

El viaje toca a su fin y mil sensaciones se agolpan. A ver cómo acabo de digerirlas.

Teherán, de paso, y mi querida Barcelona, ya asoman.

dijous, 26 de setembre del 2019

Yazd, un espejismo en el desierto.

Yazd, 16 de Septiembre de 2019

Aunque el inicio en Yazd fue agotador, el sueño fue reparador.

     
                Masjed-e Jameh de madrugada

                Atardecer en la Masjed-e Jameh

Y me dispuse a visitar la Old City, dejándome llevar, sorprender, perdiéndome en sus callejones de paredes altas y color ocre. Poca gente en la calle, el sol azota implacable, así que voy buscando la sombra, arrimándome a una pared o a otra, según proyectara sombra, aprovechando la sombra de algún árbol, deteniéndome cada poco.

Y empiezo a admirar esta ciudad cargada de historia (unos 5.000 años hace que esta zona está habitada), quizás no tan reluciente como Isfahán o Shiraz, pero de rincones cargados de historia, con sus badgirs (torres de viento) y sus ba anbar (depósitos de agua) por todos lados.

Siendo este un clima tan árido, tan seco, el ingenio se agudiza y eso hicieron aquí hace varios siglos para combatir dos handicaps que dificultan  muchísimo una vida estable en este punto: la falta de agua y el calor infernal.

Para el primero, hay un Museo del Agua en la ciudad que, aunque modesto, ayuda a entender cómo ha conseguido la ciudad abastecerse de agua de manera regular durante cientos de años. Y es sorprendente. Y es admirable. Los pozos subterráneos canalizados a través de túneles de decenas de kilómetros donde se jugaban la vida en su construcción, han aportado algo esencial para poder sobrevivir aquí. Y así sigue siendo, sin duda.

Respecto al calor infernal que puede hacer, si subes a una azotea (la ciudad está repleta de ellas en tiendas, restaurantes, hoteles, etc.) se ven una estructuras llamadas badgirs (torres de viento). Con un ingenioso sistema, recogen la brisa y la canalizan hacia el interior de las casas, aportando una temperatura muy agradable que, de lo contrario, sería insoportable. 

Incluso hay estructuras mixtas, enormes ba anbar (depósitos) en forma de cuenco invertido y de ladrillo, que combinan el uso del agua con badgirs que ayudan a mantener la temperatura del agua y que esta no se caliente.

                           Amir Chakhmagh

Cae ya la tarde. Subo a una azotea dispuesto a admirar la puesta de sol, recortando su luz el perfil tan característico de esta maravillosa ciudad. Las paredes van tornándose anaranjadas. Unos niños juegan una especie de partido de fútbol en una pista improvisada. Les escucho reír... Hago fotos. Respiro. Intento aprehender este momento. Es casi mágico.

                           Atardecer en Yazd

Ceno en la azotea del hotel, en el restaurante. He pedido carne de camello asada con berenjenas. Una delicia, muy parecido al estofado. Tengo la Masjed-e Jameh a un lado y la preciosa cúpula de Bogheh-ye Sayydd Roknaddin al otro, ambas iluminadas.  Un remanso de paz, una tranquilidad absoluta.

Al día siguiente completo la visita a las zonas que me quedan, comparto kebab con un hombre mayor que se sienta en mi mesa y no deja de mirarme. Hago algunos kilómetros caminando para ir a Bagh-e Dolat Abad, un jardín persa precioso.

El último día, excursión fuera de la ciudad: vamos a ver Meybod, Chak Chak y Kharanaq, además de una puesta de sol en el desierto. Y lo digo en plural porque en este tour conozco a Toby, un rumano que vive en Inglaterra. Un tipo muy interesante, de 44 años, con el que acabaría hablando de mil cosas. Nos llevaba Hassan, un veterano taxista y guía cuyo lema es que disfrutes y no mires el tiempo, que si tú eres feliz, él es feliz. Por la noche, compartimos cena los tres y acabamos hablando de la guerra Irán-Irak, del bloqueo de armas que les inflingió USA, de la marioneta que era Saddam Hussein en Irak, del bloqueo económico actual, de los intereses que hay de otras potencias (China, Corea, Rusia, Israel), de religión, de Catalunya, del Brexit... De esas charlas que siempre aportan y que tan escasas son.

La excursión, sí... Meybod es interesante, con casas de ladrillos de adobe de 1800 años, un castillo en ruinas, un caravasar precioso que se utilizaba en la época de la ruta de la seda y hasta un edificio donde eran capaces de congelar agua para los meses de verano con métodos naturales, sin electricidad. Flipa!

Chak Chak es un lugar aisladísimo en lo alto de una montaña, que acoge una llama que no se apaga nunca, de los zoroastristas. El calor casi nos derrite pero las vistas son espectaculares desde el pequeño templo.

Finalmente, Kharanaq. Poco a poco sus habitantes se fueron trasladando a la ciudad nueva, a apenas 50 metros, dejando atrás estas casa de adobe, en muchos casos semiderruidas, con escombros... Toby y yo vamos explorando, entramos en una casa, nos metemos en otra, unos escombros que saltamos por aquí, un pasillo por allí, unas escaleras que exigen precaución más allá... Nos ha gustado mucho esta antigua ciudad ahora en estado de descomposición.

                                Kharanaq

El atardecer en el desierto, regular. Quizás es que yo tengo el listón muy alto tras el Thar (India), Wadi Rum (Jordania) y Erg Chebbi (en Marruecos).

Ha sido una lástima no alargar algún día más en esta entrañable ciudad del desierto, que para mí es imprescindible en una viaje por el centro de Irán, sin duda alguna.

Próxima parada: Kashan.


En el corazón persa: Shiraz y Persépolis.

Shiraz, 13 de Septiembre de 2019

Tras el inicio casi inmejorable de Isfahán, llegaba a Shiraz, considerada el corazón de la cultura persa durante muchos siglos.

Según la LP (Lonely Planet, para los noveles en este blog), Shiraz "es sinónimo de refinamiento, ruiseñores, poesía y vino" y aunque a primera vista cuesta tomar ese pulso, poco a poco vas adentrándote en esta ciudad. Como sucede con decenas de ciudades a lo largo y ancho del planeta, se debate entre la modernidad y el arraigo a las tradiciones, entre dar el salto adelante pero sin perder la esencia o arrollar su historia sin compasión... Y eso es muy complejo, sin duda. 

Siguiendo la línea de Isfahán, pocos turistas en esta época. Conocí a dos chicos y una chica que los escuché hablar en francés y al saludarlos y decirles que era de Barcelona, entonces me dijeron que eran "del País Vasco-francés". Las complicidades ya fueron evidentes. Venían de la zona del Kurdistán (zona noroeste de Irán, fronteras con Armenia, Turquía e Irak) y me han hablado maravillas, aunque, claro, ellos viajan 5 semanas...

En Shiraz vas visitando mezquitas, museos, castillos, jardines, bazares... Y te vas sumergiendo en ella, intuyendo lo que debió ser unos siglos atrás y el legado que arrastra. El Bazar e Vakil, siendo bonito y recogido, es menos impresionante que el de Isfahán, pero es una delicia perderse en él.

Recorro sus calles de manera pausada. Este viaje me lo estoy planteando algo diferente. Recuerdo otros en los que quería aprovechar el tiempo al máximo, despertar temprano, recorrer mil sitios, salir corriendo para ver otra ciudad... En este, he bajado revoluciones. Quizás es que he llegado agotado de un año duro, laboralmente hablando. Quizás es que ya no tengo 30 años. Quizás es el calor. Quizás es que, simplemente, me apetece visitar menos y paladear más. No lo sé exactamente. Y tampoco me preocupa. La suerte es poder elegir qué haces, cómo lo haces y cuándo lo haces...

El segundo día, arranco visitando la Masjed-e Nasir al-Molk, una mezquita pequeña, pero preciosa, aunque su principal atractivo es la luz matinal que se filtra por sus coloridas vidrieras que otorgan un efecto caleidoscópico tan mágico e hipnótico que el alud de visitas entre las 8:30 y las 10:30 h consiguen restar gran parte de ese encanto por la masiva afluencia de gente. Ha sido, de largo, el sitio donde más extranjeros he visto (unos 20). Y, siendo precioso ese interior, yo pensaba en nuestra Sagrada Familia y ese efecto lumínico a través de vidrieras increíbles.

               Masjed-e Nasir al Molk, patio

               Masjed-e Nasir al Molk, interior

De ahí, me dirijo a Persépolis y Naqsh-e Rostam.
Para un apasionado de la Historia, es un auténtico lujo visitar un lugar así. He visto la Acrópolis de Atenas, el Coliseo de Roma, Tikal y Chichén Itzá de los mayas, las pirámides y templos de Egipto, Petra y los nabateos en Jordania, el Taj Mahal en India, Angkor Wat en Camboya, templos milenarios en Japón, la Medina de Fez y Marrakech en Marruecos la Alhambra de Granada en el país vecino... Así que Persépolis es otra muesca en ese viaje al pasado.

La ciudad, construida por los aqueménidas, debió ser realmente impresionante en su momento de apogeo... Hasta que llegó Alejandro Magno y la arrasó.

Fue declarada Patrimonio de la Humanidad por la Unesco hace ya algunas décadas.
Sin duda, la puerta de Jerjes con sus figuras mitológicas clásicas de estilo asirio es una entrada que promete mucho, aunque el plato fuerte son los grabado en piedra de la Escalera de la Apadana: hombres armados, reyes, animales en un estado de conservación exquisito y con un nivel de precisión y detalle realmente admirables. Me deleito admirando esos detalles, tomando fotos, tratando de comprender los grabados, su simbolismo...

Recorro la ciudad, subo a las tumbas de Artajerjes II y Artajerjes III, excavadas en la montaña, algo más arriba que la propia Persépolis. Si no muero de calor e insolación aquí, ya puedo sobrevivir en cualquier lugar... más tarde, breve escapada a Naqsh-e Rostam, donde hay excavadas de manera impresionante en la misma montaña 4 tumbas de varias decenas de metros de altura, con escenas grabadas en relieves sasánidas de episodios míticos de la historia persa relacionadas con el rey que hay allí enterrado: Darío I, Darío II, Jerjes I y Artajerjes I. Aunque sólo puedes verlas desde fuera, son impresionantes e imprescindibles.

                                  Persépolis

Y me despido de Shiraz con una miniaventura. A veces, cuando uno viaja improvisando todo, pues hay ligeros contratiempos. Llego a la estación de autobuses de Shiraz para coger el bus hacia Yazd, mi siguiente destino. Hay uno a las 11:30 y cuando voy a comprarlo, me dicen que está lleno. Voy a otra agencia y el siguiente libre es a las 23 h!!! Finalmente, encuentro el siguiente bus con plaza libre para Yazd a las 22 h.. y faltan más de 11 horas!!

Me siento en la sala de espera y comienzo a barajar opciones: me vuelvo a la ciudad, voy a visitar algo, me quedo aquí leyendo,... En esas estaba, cuando una chica que estaba sentada al otro lado de la sala, viene y se sienta detrás mío. Al poco me pregunta si necesito ayuda, porque ha notado mi decepción por este contratiempo. Le explico lo que me ha pasado y empezamos a hablar. Ella es Marzieh, una encantadora profesora de 34 años, con un excelente inglés, una mirada cautivadora y una sonrisa descomunal.

Hablamos algo más de media hora, intercambiamos whatsapp e Instagram y se despide al llegar la hora de salida de su bus.
Siempre se pueden sacar cosas positivas de los imprevistos, verdad?

Finalmente, decido no moverme de la estación y paso el día allí. Escucho música, algún programa de radio, leo en mi ebook, alguna charla con algún local, comer... Pero se hace interminable, os lo aseguro.

El viaje en bus se convierte en la siguiente minipesadilla: aire acondicionado a todo trapo, asiento algo incómodo y un chico invadiendo mi espacio personal de manera que ni alguna de mis parejas se ha atrevido jamás!! Brgggg... Qué pesado!! En serio, sólo le faltó acunarse sobre mis piernas...

Llego a Yazd a las 5 de la mañana. Con un taxi, en 15 minutos estoy en el centro y comienzo a caminar por las calles vacías, buscando un sitio donde alojarme. Llamo a la puerta en 4-5 hoteles/hostels, pero todos están cerrados y nadie responde. Total, que asumo que, mínimo, hasta las 7 no abrirán. Y me dedico a hacer alguna foto nocturna en las calles de la Old City y de la Masjed-e Jameh. De hecho, en esta llego a entrar y la tengo para mí sólo... Curioso que al día siguiente volviera, entrara por la puerta noreste y al salir por la principal me cobraran la entrada...

Finalmente, pasadas las 7:15 de la mañana, consigo entrar en el Orient Hotel, con un precioso patio interior, un restaurante (Marco Polo) en la azotea con impresionantes vistas de la Old City y las mezquitas y unas habitaciones amplias, limpias y con baño propio, me hacen un buen precio (10€ la noche) y me dejan entrar ya, que dado mi estado de agotamiento, era casi mi prioridad.

Me ducho y me voy a dormir pasadas las 7 de la mañana. Gajes del viajero.

dimecres, 25 de setembre del 2019

Ceremonias en Isfahan

Isfahan, 9 de Septiembre de 2019

En el centro de Irán se encuentra esta ciudad, destino turístico por excelencia a la que se le pueden dedicar dos días completos, visitando sus mezquitas, su bazar, la impresionante Plaza de Naqsh-e Jahan (Patrimonio Mundial de la Unesco) y los puentes del período safávida que cruzan el río Zayandeh a su paso por Isfahan.

Pasear por el Bazar-e Bozorg es agradable, tranquilo y casi hipnótico, con sus pasillos abovedados coronados por cúpulas que proporcionan una agradable sensación térmica. En ningún caso es comparable a grandes bazares que uno pueda conocer, como pudiera ser el de Marrackech o el de Estambul. Aquí no te agobian, te saludan, te ofrecen té y agua gratis, puedes ver a los artesanos trabajar las telas, el hierro o el vidrio... Al final, cruzando desde la Plaza Naqsh-e Jahan, llegas a Masjed-e Jameh que es un centro de culto con varios siglos de evolución, desde selyúcidas a safávidas,  plasmados en los delicados murales, sus minaretes, sus iwan... convirtiéndola en la mezquita más grande de Irán.

                    Entrada al Bazar-e Bozorg

Vuelvo hacia la magnífica plaza, corazón de Isfahan y visitos los 3 edificios emblemáticos: Masjed-e Sheikh Loftollah, Masjed-e Shah y Kakh-e Ali Qapu. Además me han comentado que estos días hay una ceremonia religiosa y todo estará cerrado. Este detalle, imprevisto, alterará un poco mis planes en el segundo día aquí.

Al atardecer, vuelvo a la plaza para recrearme con fotografía al atardecer y ya de noche, con la plaza tenuemente iluminada y los edificios, majestuosos, flanqueándola. Punto de reunión de familias, amigos, parejas, es muy agradable observar, pasear, ... 

Se acercan de vez en cuando algún joven, con ganas de practicar su inglés (que de los adultos, casi nadie habla), saber de dónde vienes, a qué te dedicas... Pero todo de una manera muy educada y tranquila.

              Plaza Naqsh-e Jahan al atardecer

El segundo día es ya ceremonial, corresponde la Ashura, conmemorando el martirio y la muerte del imán Hussein. El 99% de comercios, restaurantes y monumentos están cerrados, lo que me complica un poco los planes. Me voy a Masjed-e Shah y entro en plena ceremonia. En una especie de carpa que ya ví preparada ayer, hombres a un lado, mujeres a otro. Todos de riguroso negro. Un hombre cantando y retumbando por los altavoces. Comienzan a golpearse rítmicamente el pecho. Una mano. La otra. Golpes cruzados, mano derecha sobre el pecho izquierdo. Mano izquierda sobre el pecho derecho. Todo ello acompañado de un gesto que ocupa el espacio justo temporalmente para seguir el ritmo. Y ahí estoy yo, observando cómo cientos de hombres, sentados en las alfombras, pies descalzos, mirando en la misma dirección, cantan al unísono y se golpean de manera sincronizada sus pechos. Hipnótico, sorprendente, casi mágico. Pregunto a dos hombres diferentes si puedo hacer fotos y cuando ambos me confirman que sí, discretamente hago algunas. Es un auténtico privilegio vivir esto, aunque modifique mis planes.

      Ceremonia de la Ashura en Masjed-e Shah

Salgo de allí y me lanzo en la búsqueda imposible de algún lugar para comer. Tras caminar casi una hora en dirección al río, me compro unas galletas y me siento en una ladera de césped junto al río Zayandeh. Una pareja de hermanos, de unos 5-6 años, se ponen a jugar a mi lado, reímos... Más tarde, se acerca uno de los hombres y me ofrece sandía recién cortada en un plato. Me preguntan de dónde vengo, se hacen fotos conmigo, me piden mi Instagram... Iran's different!

Y aquí paso la tarde, esperando que caiga el sol para volver hacia la plaza, para la ceremonia nocturna.

Como curiosidad, un chico que lleva una identificación como guía, me explica algunas cosas de la ceremonia y al final me pide que lea unas frases para una especie de spot antiyankee que está grabando. Leo por encima y veo nombres de Sadam Hussein, USA, etc. Sí, Hussein era iraquí, no iraní, pero acaba siendo un justificante, junto a muchos otros, de su odio americano. No en vano, en la misma plaza, hay pancartas que explican motivos para la guerra contra USA. Total, que declino amablemente formar parte de un spot que vete a saber dónde acaba llegando. 

Y es que, además, aquí hay una gran multitud de grupos étnicos, influencias árabes, persas. Es una amalgama de pueblos, tradiciones, culturas, idiomas, etnias... una auténtica riqueza de la que habría que aprender.

Seguiré mi camino hacia  Shiraz...

Aterrizando en Irán.

Isfahan, 7 de Septiembre de 2019

Como ya os comentaba en la previa del viaje, la pre-ocupación de todo el que sabía que venía a Irán era evidente. Mi pre-ocupación era pensar en cómo solucionar los primeros temas logísticos a la llegada. Y eso fue lento, pero más fácil de lo esperado.

El vuelo BCN-Doha iba lleno de catalanes y españoles, pero en el Doha-Teherán me quedé sólo. O eso pensaba yo.

Aterrizamos en Teherán sobre las 11:30 h. Apenas dormí 5 horas entre los dos vuelos.
Antes de llegar al control de pasaporte, hay una puerta a la izquierda para tramitar la "Visa on Arrival". Así que allí entré, incluso antes de recoger mi mochila.

Te dan un formulario con 3 datos que rellenar en 1 minuto, lo devuelves con el pasaporte y a esperar.

Así que, paciencia... En un momento determinado, llega un chico y pregunta por "spanish" y se levanta un hombre que estaba allí (de hecho, la sala estaba casi vacía, él, yo y 4-5 personas más)... Y aunque me dolió, me levanté también (mi pasaporte aún es español, lamentablemente). 

Total, que con esas viene un hombre y nos pregunta a Felipe (así se llama, de Huelva) y a mí en un más que correcto español, que cuántos días vamos a estar, qué recorrido vamos a hacer, si tenemos sitio para dormir y algún contacto... Y aquí es donde llega el momento de ocuparse de lo que me pre-ocupaba.

Dos días antes, a través de un blog de viajes (no recuerdo cuál) llegué a la web de un hotel en Teherán. Rellené el formulario y lancé la solicitud. Nunca me respondieron, pero con aquel pantallazo y el plano de la ubicación del hotel, dije que yo iba ahí y asunto resuelto. Tampoco os voy a mentir, que cuando yo veía al de los pasaportes hablando por teléfono, pensaba: "como esté llamando al hotel que les he dicho, vas listo, Sergio!". Falsa alarma.

Más tarde hay que pagar la Visa (75€) y comprueban si tienes seguro médico. Si no lo tienes, a pagarlo ahí también. Yo cogí uno opcional en el momento de la compra del billete de avión y lo llevaba impreso junto al destino y las fechas. Lo enseñé y otro asunto resuelto.

El rato de espera (algo más de una hora) estuve charlando con Felipe, contándonos anécdotas de viajes ambos. Fue muy agradable porque te relajas un poco. Nuestra preocupación en ese momento era nuestro equipaje, ya que después de tanto rato con el visado, la cinta transportadora podía haberse quemado dando vueltas... Pero como siempre, deja atrás tus prejuicios y deja que pasen las cosas.

En el control de pasaporte volvimos a coincidir, ya que cuando yo iba a pasarlo, no había ningún policía, todos los accesos cerrados. Mientras esperaba, llegó Felipe del visado y el seguro médico. Pasamos el control sin mayores problemas y ya estábamos oficialmente en Irán, aunque él ya tiene algo más de experiencia.

Bajamos a por el equipaje y tuvimos que enseñar nuestra tarjeta de embarque con los nombres para recuperar el equipaje, que habían dejado a un lado.

Faltaban aún varios detalles logísticos: el dinero, una sim card y llegar a Teherán... Aunque yo había cambiado de idea antes de aterrizar...

Desde el embargo comercial de los yankees, hay muchas webs bloqueadas, las tarjetas de crédito no sirven en los cajeros que hay por el país, etc., así que hay que traer dinero en efectivo y cambiarlo aquí. Subimos a la zona de embarque y allí hay una casa de cambio. 
Yo cambié 500€ a Riales iraníes y me dieron un fajo de billetes que ni Al Capone... 1€ equivale a 125.000 IRR, los billetes más grandes que me dieron eran de un valor de 500.000 IRR, pues ya podéis hacer cuentas... Salí de allí que me había hecho millonario!!

Felipe y yo nos despedimos. Él cogía un taxi a su hotel en Teherán y yo, como os decía, había cambiado de idea sobre la marcha: no me quedaba en Teherán, sino que me iba directo a Isfahan. Antes, conseguí una sim card por 1 millón de rieles (todo el mundo tranquilo, eso son 8€) y me la configuraron allí. Tuve que asegurarme que se conectaba por esa y no por mi sim card (mi teléfono es de doble sim card) porque si estuviera mal, la factura sería de varios cientos de euros, que en rieles no da una calculadora científica para darte el resultado, jeje.

Para ir a Isfahan, quería coger el metro, línea roja que para en Jonoob y allí el bus. Desde el aeropuerto son apenas 3 minutos caminando. La estación, vacía. Muy bonita, pero vacía. Y prácticamente todo en farsi, nada en alfabeto latino. Vamos bien... Cuando pregunto, un hombre apenas me dice que el próximo tren es dentro de una hora, que además la persona de la taquilla se ha ido a comer, que para ir a Jonoob tengo que hacer un cambio de tren y que tarda casi una hora. Haciendo números, llegaría a Jonoob sobre las 16 h.!! Muy tarde... Vamos a probar con un taxi... Porque, "qué cojones, soy rico!!!". A precio cerrado con  carteles allí según el destino, lo que facilita que te entiendas. Pues nada, otro millón de rieles para que me lleven a Jonoob. A medio camino por la autopista, el taxista llama a alguien y me pasa el teléfono para que yo hable con ese alguien, que me explica algo (no entendí bus en ningún momento) para ir más rápido. Como no le entendí bien, le dije que no, que a Jonoob station. Un poco más adelante, al otro lado de la autopista, varios buses y el taxista me señala y dice "Isfahan". Al entendernos, aunque no fuera Jonoob, si iba a Isfahan ya me iba bien, le digo que Ok y el tipo para en medio de la autopista, tira marcha atrás y luego cruza, con coches circulando en ambos sentidos, 3 carriles en un sentido, la mediana y 3 carriles en el otro. Con un par!! Pero vamos, en peores plazas hemos toreado...

El bus estaba a punto de salir y casi me subo en marcha. Son las 14:30 h. Me siento al final de todo, con dos chicos jóvenes a mi lado. Más tarde supe que eran de Afghanistán.
Y ahí, con lo mucho que sabéis que me gustan los viajes en bus, me quedé sopa. El paisaje era agreste, monótono, de tonos ocres, arbustos marrones, algo de verde, horizonte pelado, montes rojizos, arena, apenas alguna casa moteando el paisaje... Y la monotonía y el cansancio, me sumieron en un sueño agradable. 


Fajos de billetes de rial.

Tras una breve parada, se suben un chico joven y otro de mi edad, más o menos. Se sientan a mi lado y empiezan a bromear y comunicarse con gestos conmigo. Me ofrecen agua fría, me dan a probar unos frutos secos que no había visto en mi vida... Reímos. Me enseña el de mi edad, una foto de su, entiendo, carnet de identidad. Peinado y con la raya en medio. Me lo miro y le pregunto, con señas, dónde está su pelo, que ahora está calvo... Volvemos a reír. El otro chico me dice que es de Shiraz y que cuando vaya allí, puedo quedarme en su casa. Me apunta su teléfono. Y así estamos un par de horas, mirando la guía, expresiones en farsi, en inglés...

El bus llega a Isfahan sobre las 21 h. Han sido unas 12 h de viaje entre los dos vuelos y la escala, trámites en el aeropuerto y 6'5 horas de viaje en bus, por lo que llego medio exhausto. Aún debo coger un taxi para que me lleve al centro de la ciudad y buscar alojamiento.

Algo perdido al principio, en menos de una hora estoy ya en la habitación por la que pagaré... A que no sabéis cuánto? Efectivamente, 1 millón de rieles.