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dimarts, 5 de juliol del 2011

Robin y el norte de Thailandia.

Chiang Mai, 5 de Julio de 2.011.
Nos instalamos en Lampang en una guest house junto al río, con un acogedor porche donde podíamos sentarnos a conectarnos a internet, charlar o tomar una cerveza.
Uno de los templos de Lampang.
Lampang no es una ciudad grande. Tampoco bonita. Ni muy turística. Seguramente, atrae poco la atención. Pero fue un acierto llegar a ella. Al día siguiente a nuestra llegada, alquilamos una bicicleta (por apenas 1,30 € todo el día) y recorrimos esta apacible ciudad a dos ruedas. Robin hacía de guía y yo con la cámara detrás, ambos cómodos en nuestro papel, jeje. Y así fuimos descubriendo decenas y decenas de templos preciosos, diseminados por toda la ciudad, adentrándonos en callejuelas pequeñas y poco transitadas, saludando a los locales o devolviendo sus saludos y sus sonrisas, disfrutando de un agradable y tranquilo paseo. Sin esperar mucho de ella, fue todo un descubrimiento de esos que a menudo realizas cuando viajas sin destino fijo, improvisando un poco y dejándote llevar. Nos gustó muchísimo, sinceramente.
 
En el centro de conservación de elefantes.
Robin quería ir a ver el centro de conservación de elefantes, a medio camino entre Lampang y Chiang Mai. Así que allí nos fuimos… Llegamos a las 9.45, justo cuando los estaban bañando, pero no  pudimos verlos porque entramos hacia donde realizaban el espectáculo (más propio de un circo que de otra cosa) y no hacia el lago. Es curioso de ver, pero cuando has visto decenas de elefantes ya deja de impresionarte. Lo que me sigue sorprendiendo es la capacidad humana de habituarse a según qué estímulos y que dejen de ser relevantes para nosotros. Es como con las ciudades y los templos: al principio, los quieres ver todos, haces mil fotos y tienes que cerrarte las mandíbulas para no parecer lo que no eres. Cuando has visto 15 templos magníficos, llega un punto en el que estás un poco saturado y los ves desde la calle, quizás, con suerte para el templo, le haces una foto, y sigues tu camino. Ya lo decían los griegos: nada en exceso… y aquí hay exceso de templos!!!. Qué empacho, por dios!!.

En fin, que tras los elefantes y su espectáculo circense, salimos de nuevo a la autopista (3 carriles, lo que no está nada mal) a esperar a que pasara el siguiente bus con destino a Chiang Mai. Esperamos algo más de media hora y alrededor del mediodía llegamos a esta ciudad.
Buscamos alojamiento en el interior de la ciudad amurallada, la Old City, con callejones y casitas realmente acogedoras. Pasamos por uno donde estaba Pedro, un portugués que conocimos en Ayutthaya, pero no nos acabó de convencer y tras visitar dos o tres más, paramos en uno que es genial, con su jardincito a la sombra, muy tranquilo, conexión wi-fi… y todo por apenas 4 € cada uno. Ah, claro… además, limpio y baño en la habitación, separado de la ducha, lo que es todo un acontecimiento aquí.
Al rato, Robin escribió a Pedro un mensaje sobre dónde estábamos y poco después llegó éste. Tras charlar un rato, nos comentó que había quedado con 3 brasileños, un francés y 4 inglesas para cenar que si queríamos ir. Sí, claro, puede ser divertido. Nos duchamos y demás y vamos a buscar a Pedro. En el camino, noto que unas chicas me miran, cuando voy hablando en castellano con Robin y le comento: “españolas”. Recogemos a Pedro y mientras esperamos al francés, llegan las tres chicas españolas. Nos miran y saludan en castellano… qué ojo tengo!. Son Ana, Marta y Alejandra, que estarán 15 días por Thailandia. La típica charla de cuál es vuestro viaje, cuánto tiempo, etc… así que como iban también a cenar, las invitamos a que se unan a nosotros. Llega el francés… ya estamos todos en esta parte. Ale, a buscar un taxi-van para 7 personas. Durante la cena, la verdad, hablas con quien tienes al lado, porque con los brasileños y las inglesas creo que sólo intercambié una frase. De hecho, al final de la cena comentaron algo del Barça, el fútbol y demás y le dije a Pedro en voz baja y al oído: “Pedro, tú que eres quien nos ha unido a todos, propón de irnos a otro sitio ya… que como sigamos hablando de fútbol se nos van las mujeres”, jajajajajaja…
Como anécdota, el nivel de inglés del francés. A Alejandra le pasó un poco como a mí (ella lo tenía al lado): pensamos que hablaba francés… bueno, ella le llegó a decir que no entendía el francés y éste le dijo que no, que le estaba hablando en inglés!!!. Ufffff… debió ser tan cortante para él como el comentario que me hicieron los australianos en Katmandú: “el próximo viaje quizás mejor vas a Suramérica que allí podrás hablar en español”. Pero es que realmente parecía que hablaba francés…
Estuvimos tomando unas copas en una zona donde hay varios pubs aquí en Chiang Mai, pero en algunos momentos la sensación de padre es tremenda, porque la mayoría son veinteañeros con ganas de fiesta y emborracharse. Y uno, que ya peina canas, pues como que se siente algo fuera de lugar. Así que con las chicas de ZGZ buscamos un lugar algo más tranquilo para poder charlar.
En uno de los templos principales de Chiang Mai.
Volvimos a alquilar una bicicleta (y van ya 4 tras Ayutthaya, Sukhothai y Lampang) para recorrer la infinidad de templos del interior de la ciudad vieja de Chiang Mai. Algunos realmente preciosos, pero una vez más, la sensación de libertad, de callejear, recorrer la ciudad libremente, perderte y reencontrarte, pasar por donde no pasa nadie, llegar a un templo totalmente aislado alejado del templo más visitado, es realmente especial. Justo en el último, en el más importante, nos volvimos a encontrar con las chicas y quedamos para cenar con ellas. La conversación fue realmente interesante, con temas tan dispares como Alemania, los valores del budismo vs. valores del cristianismo, la comida tailandesa, etc. Alejandra y yo alargamos la charla cuando los demás ya se retiraron. Con lo que me gustan a mí las conversaciones profundas e interesantes, os podéis imaginar que no han sido muchas las ocasiones en mi idioma, así que poder disfrutar de esa conversación con ella fue realmente magnífico.

El Dui Sothep de Chiang Mai.
Al día siguiente alquilamos una motocicleta para subir a Sui Dothep, el templo en la montaña, a unos 20 km. de la ciudad. Fue una pequeña aventura en sí misma porque nos llovía, íbamos en moto con los chubasqueros, de pronto salía el sol… el templo es el más bonito de los que hay en Chiang Mai, a mi entender, especialmente por su ubicación y es lugar de peregrinaje para los budistas de la zona.
En moto con Robin.
Y ese mismo día contratamos un tour de dos días para salir ya al día siguiente. Realmente una experiencia un tanto desconcertante. Por un lado, genial, porque vimos muchas cosas, lugares preciosos, con la gente que nos unimos muy bien… pero la falta de información es alarmante. Te dicen que el primer día vas a ver a las mujeres de cuello largo (refugiadas birmanas), después hay un paseo en elefante (estoy ya de elefantes hasta la trompa), luego un trekking de 3 horas, duermes en una aldea tribal… y el segundo día, trekking de dos horas, una cascada, un rafting y una bajada de un tramo en bamboo. Sobre el papel, todo pinta genial, pero luego hay que mirar, rascar un poco y comprobar in situ. Ya cuando recogimos a algunas personas, Robin y yo comentamos que algunas no iban muy preparadas para un trekking. Yo con pantalón largo, botas de trekking… y alguna con pantaloncitos, chanclas, camisetas de tirantes… vamos a la selva!!!. Por si fuera poco, el trekking del primer día fue realmente duro, con tramos constantes de subida proncunciada, embarrado el camino, resbaladizo… y así más de tres horas. Realmente duro. Además, las chicas menos preparadas, se iban rezagando y había que esperarlas cada poco. En un tramo, había una zona empantanada por la que había que atravesar sí o sí. Yo pasé el segundo y mi pierna se hundió hasta por encima del tobillo. Tras pasar, ayudé a los demás, pero fue imposible que no acabaran con el pie cubierto de barro hasta el tobillo… 
Ayudando a pasar la zona en cuestión...

Una longneck refugiada birmana.
Después, lo de las long-necks, refugiados birmanos cuyas mujeres son famosas por los aros en su cuello, realmente largo, es un tanto deprimente, bajo mi punto de vista, porque acaba más pareciendo un zoo humano que otra cosa. Si viven de eso, pues mira… pero la sensación que te queda es de vacío.
Ya el año pasado no quisimos ir a una aldea masai en Tanzania por evitar esa sensación… en fin, que si quieres ver las long-necks, mejor te vas un poco más al noroeste de Thai por tu cuenta y te buscas poblados más auténticos que no en los alrededores de Chiang Mai. Bueno, claro, todo esto si tienes un poco de escrúpulos y habiéndote explicado esto. Si no te importa, entonces no te rompas la cabeza y hazles una foto como hacemos todos (yo incluido).
Con la gente que hicimos el trekking, bastante bien. Un inglés y dos inglesas, un alemán, un neozelandés, dos australianas, una americana, una hongkonesa, Robin (neerlandés, no holandés) y yo. En algunos momentos (a menudo, para qué engañarnos) me perdía en los acentos australianos, neozelandés y algo también con los ingleses y me costaba seguir la conversación. Cuánto tengo que mejorar aún mi inglés.

Con el grupo tan internacional...
Tras cenar, el guía se nos puso allí a tocar canciones con su guitarra y la chica de Hong Kong, CiCi, le ayudó poniendo su voz a dichas canciones… Yo me retiré pronto, que estaba cansado porque llevaba 3 noches en las que apenas había dormido 15 horas en total por diferentes motivos.
Me despierto con un ojo casi cerrado. El día anterior me molestaba, pero ahora se confirma: creo que tengo una infección en el ojo. Lo tengo hinchado y morado. Menuda pinta, madre mía…
Si el ascenso fue duro, el descenso fue casi peor, no por la dureza del recorrido, sino por bajar por laderas resbaladizas en las que cada paso era jugarse un buen revolcón. Las chicas, además sin calzado adecuado, iban cayendo como fichas de dominó. Y yo me hubiera salvado de dar con mis posaderas en el suelo de no haber sido por Robin. Llegamos a una ladera con una pendiente inclinada, sin vegetación y con una buena disponibilidad para ponerse de cuclillas y dejarse deslizar por esa pendiente unos metros. Yo iba el primero y lo pensé, comentándoselo al neozelandés. Total, que estaba ya a media bajada cuando me puse a un lado para hacer una foto de ese tramo y cuando tenía ya la cámara en la mano y estaba con el disparador a punto, Robin, que venía por detrás, pensó exactamente lo mismo que yo había pensado un par de minutos antes, pero él sí se atrevió… de verdad, con 42 años y jugando como un niño!!!. Jejeje… Lo que sucedió a continuación fueron apenas 5 segundos. Robin que desciende deslizándose por la ladera empinada a toda velocidad. Percibo que va directo al árbol junto al que estoy y que va muy, muy, muy rápido. Mi instinto es cogerlo del brazo para detener su descenso… pero es mi brazo izquierdo el que está libre y el que es más torpe en mi cuerpo, en el derecho tengo cogida la cámara… intento agarrarlo… pero viene con tanta fuerza, que al agarrarlo, me tumba. Salgo despedido. Él se choca con el árbol, aunque creo que a menor velocidad. Ruedo por el suelo enfangado. Tengo un golpe en la frente. Una herida en la pierna. Mi reloj, roto. La cámara, embarrada… El resto del grupo nos mira atónito. Me levanto, intento limpiarme un poco y… continuamos el descenso. Me quedo el último con una de las chicas australianas a la que le cuesta horrores bajar y yo voy ayudándola. Visitamos una preciosa cascada, caminamos por el borde del río, lo cruzamos varias veces pisando en rocas que sobresalen o por encima de troncos cruzados en el río. Es un trayecto, este sí, bonito, muy bonito.
Robin iniciando el descenso, momentos antes de que
yo intentara detenerlo, sin éxito.
Finalmente llegamos al rafting, que disfrutamos mucho. Del rafting en bamboo, mejor no hablar, porque era realmente complicado mantenerse en pie en esa barca. De hecho volcamos dos o tres veces y el río nos arrastraba corriente abajo.
Despedidas finales, intercambio de algunos e-mails y… “enjoy your trip!!”.
Hoy de descanso total en Chiang Mai. Ahora iremos a darnos un masaje, que tenemos el cuerpo baldado y creo que tengo el cuello contracturado.
Mañana Robin y yo nos separamos, después de unos 10 días juntos. Él va hacia el noroeste de Thailandia en moto y yo ya me dirijo hacia Laos. Iré hacia Chiang Khon y de allí cogeré un barco hasta la primera población Laosiana que visitaré, al noroeste del país. Nos vamos a echar de menos mutuamente, sin duda. No es fácil viajar con alguien que conoces, mucho menos aún compartir tantos días con alguien que es un desconocido para ti. Hemos compartido la mayoría de horas de estos últimos días, muchos planes juntos, hemos decidido entre los dos y cuando él o yo queríamos hacer algo diferente, cada uno lo hacía por su cuenta lo que fuera y todos tan contentos. Es genial conocer a alguien así. Nos veremos pronto, amigo!!. O te vienes a BCN o cuando vaya a Amsterdam.
Y a finales de mes, llegan los tres mosqueteros para ver Vietnam. Qué poquito falta…
Thailandia, cuánto te voy a echar de menos!!.

2 comentaris:

  1. Hola hermano... Ya veo que sigue tu aventura y no falta de nada... Desde aquí te seguimos para no perder detalle de como estas... De tus diAs... De tus vivencias...cada día es mas difícil pq te echamos mucho de menos pero saber q estas bien es lo mas importante y cuando vuelvas aquí estaremos...

    Por aquí todo esta bien... Hoy fue el cumple de la yaya y tu sobri ya no lleva pañal y duerme en cama!!! A este paso cuando vuelvas se sabe el abecedario Jeje.

    Cuidate mucho... Te queremos....

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  2. Hola, hermana!!.
    Sí, pasa un poquito de todo en un viaje así, pero casi todo es positivo, experiencias que enriquecen... aunque también hay algunos momentos algo más desagradables, pero es inevitable.
    Ya queda poco para que vuelva, con verano y vacaciones de por medio, así que pasará rápido.
    Tengo muchas ganas de veros y ver a la enana, que ya será casi una mujercita cuando la vea.
    Os quiero... Muchos besos desde Laos.

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