Cuzco, 24 de Septiembre de 2022.
DIA 3: 10 km. 5 h. (en estado normal). Desnivel acumulado: -920 metros. Dificultad: media.
Las malas sensaciones de anoche se han confirmado: apenas he dormido, con escalofríos, fiebre y diarrea toda la noche. Ha sido horrible.
Cuando Nilton nos pasa a despertar, le aviso que me encuentro muy mal. Me va a buscar té de coca y agua con sales rehidratantes. No desayuno. Soy el último en abandonar la tienda de campaña y, literalmente, me arrastro.
He podido preparar mis cosas y vestirme, lo que empieza a ser una victoria dado mi estado.
Salimos a las 6:05 y en las primeras rampas veo que voy a sufrir mucho hoy. Ascendemos rápidamente hasta los 3.700 m. y siempre me quedo el último por mucho, además. Me van pasando otros grupos, porteadores... Tengo apretones cada poco y debo buscar rincones en medio de la jungla y al lado del camino donde poder aliviarme.
Esto se va a hacer eterno.
Pasamos por un tramo con vistas preciosas sobre Salkantay. El camino se va suavizando, ondulado, con precipicio a selva a un lado y montaña al otro. Se pasa por algún túnel inca, alguna vista panorámica y se llega hasta un mirador y un poco más adelante, el sitio inca de Phuyupatamarca, a 3.680 m.
He llegado no sé ni cómo, caminando a un ritmo de 1 kilómetro al día... brutal. Arrastrándome de una manera lastimosa, pero es que estoy tan débil... Voy tomando agua con sales rehidratantes, pero la diarrea continúa presente. Mauro y María (la pareja argentina) se preocupan mucho por mí, además de Elisban y Nilton. El resto también va preguntando cómo me encuentro...
Mientras, en el sitio inca Elisban hace gala de sus conocimientos y ejerce de guía, yo me acurruco sentado en una roca, mirando al horizonte y con mi forro polar. Casi me quedo dormido.
Foto gentileza de nuestro compañero de trail, Mauro.
Al salir del sitio, si ya venía arrastrándome, lo que ha venido desde aquí hasta el final ha sido el mayor ejercicio de supervivencia física que recuerdo en mi vida.
Para empezar, la salida de Phuyupatamarca es infernal: debe haber como 400 escalones muy verticales. Pero mucho!! Hay que ir con extremo cuidado porque son tan inclinados y la piedra resbaladiza (hay humedad) que una caída puede ser fatal. Cada paso es medido y en cada escalón hay que apoyar los dos pies. Los dos.
Dejo que pase mi grupo y otros que venían por detrás y comienza mi calvario. La cuestión es que hay que descender 1.000 metros en pocos kilómetros, lo que implica mucha inclinación. Si a ello le unimos mi fiebre, mi diarrea, mi falta de sueño y mi debilidad, tenéis el cóctel perfecto para describir una auténtica pesadilla.
Nilton se queda conmigo.
N- Cómo vamos?
S- He tenido días mejores, Nilton.
Cada paso es un suplicio. Cada escalón me retuerce el alma. Me arrastro. No tengo fuerzas. Debo parar a menudo, o por la diarrea o porque necesito tomar aire.
Acabamos los escalones empinados. Parece que hay una tregua en tramo plano. Falsa alarma.
Cada vez que veo por delante que el camino desaparece porque hay más escalones maldigo a los incas.
Bajo cada escalón apoyando mis dos pies en cada uno. Es una tortura.
Y sigo descendiendo de manera gradual, pero taaaaan lentamente...
N- Cómo vamos?
S- He tenido días mejores, no te lo voy a negar.
Sonríe. Y yo en muchos momentos pienso en por qué coño me habré metido en este embolado. Continuamos muy lentamente. Nilton a veces va conmigo y a veces se queda sentado un rato atrás. Igual me deja 10 minutos sólo, porque luego me alcanza en apenas dos. Lamentable. Exhibición de patetismo máximo. Pero ahí sigo. No hay posibilidad de llamar a un taxi. Ni de volver. Sólo se puede seguir.
N- Cómo vamos?
S- He tenido días mejores.
N- Bueno, poco a poco, que no hay prisa. Descansa lo que necesites.
Además, siendo jungla, no ves a lo lejos, no tienes referencias, no hay señales de distancia a ningún sitio. Así que es todo muy etéreo. Miro el reloj, el altímetro para ver cuánto hemos descendido y cuánto me puede quedar de suplicio.
N- Ya, has tenido días mejores (y sonríe el tío!!!).
S- Qué paciencia tienes, Nilton.
En algún momento le pregunto cuánto nos queda y me dice que sería una hora, pero a nuestro ritmo pueden ser dos. Al menos es sincero. Y qué paciencia tiene conmigo.
Llegamos a la torre eléctrica, que marca el desvío al Campamento de la última noche. Desde aquí, a ritmo normal, serían unos 20 minutos. Pues bien, yo tardo una hora y cuarto. Sigo parando a descansar porque mi cuerpo está al límite.
A falta de apenas 15 minutos (a mi patético ritmo), tengo que volver a sentarme 5 minutos. Así estaba... Derrumbado.
Finalmente, llego a las 13:20 h. al Campamento Wiñay Wayna, a 2.680 m.
Mis compañeros de Trial y muchos porteadores me reciben con aplausos.
Me han preparado una tienda para mí sólo. Ni como. Me meto en ella a intentar dormir porque estoy exhausto.
A las 18:30 me encuentro mejor y salgo a cenar con el resto, que me vuelven a recibir con aplausos. Jordan, el canadiense con quien compartí tienda, duerme esta noche con Brianna, de California.
Me alimento bien y parece que salvo el Match Ball.
A las 20 h. me meto en la tienda ya para dormir, que nos despertamos a las 3:00 h. para la guinda del Inka Trail y de mi viaje: Machu Picchu.
DIA 4: 5 Km. 2 h. Desnivel acumulado: -280 metros. Dificultad: baja.
Nos despiertan a las 3:00 para salir a las 3:20, caminar 5 minutos y sentarnos en la última puerta de control del Inka Trail. Allí hay un techado y bancos de madera, a oscuras. Nos dan el desayuno preparado para más tarde.
Así que estamos unas dos horas así, aunque los últimos minutos la gente ya se activa antes de la apertura a las 5:30 h. Detrás nuestro han ido llegando muchos grupos, lo que haría que las vistas durante el camino final y en puntos clave estuvieran abarrotadas de senderistas del Inka Trail. Delante, sólo tenemos un grupo privado de 4 personas.
Además, por si fuera poco, en cuanto abren el control, Elisban se pone a tirar del grupo como si fuera el final de la carrera. Y yo pensaba que sería bastante plano o con bajadas, pero hay varios tramos de escaleras estilo inca que te dejan sin aliento. Y el ritmo es frenético. Tanto, que el grupo se parte en 3. Y yo en medio. Por suerte, me he recuperado bastante bien y rápido.
Sobre las 7:10 llegamos a la Inkti Puntu (Puerta del Sol) después de una escalinata mortal.
Foto gentileza de nuestro amigo Mauro.
Y ahí, delante, tenemos nuestra primera visión de Machu Picchu. Por dios, qué belleza!! Ves la ciudad construida rodeada de montañas gigantes y te alucina.
Continuamos bajando en un descenso suave y prolongado, hasta que sobre las 7:50 empezamos a entrar a Machu Picchu.
Y me emociono, no lo niego. Me acuerdo de ti, mama. Y lo que te hubiera gustado ver estas fotos.
Otro sueño cumplido, estar aquí, por fin.
La ciudad es una maravilla y Elisban nos explica muchas cosas: arqueología, sociedad inca, historia, naturaleza, etc. Después hacemos una ruta guiada.
Yo tenía la entrada para Wayna Picchu, la montaña alta de enfrente, pero entre que me apetece seguir visitando la ciudad y que subir allí pinta a agotador, me quedo en la visita. Y acierto total, porque vemos casi todos sus rincones, edificios emblemáticos, fotos preciosas... Y comienza a llenarse de visitantes.
Pero la belleza del entorno sobrecoge. La perfección de algunas de sus construcciones, sigue fascinando.
Por suerte, los españoles no llegaron aquí. De lo contrario, la habrían mutilado de tal manera que ahora no sería nada. Todo lo que tocan estos lo destrozan. Y yo llevo todo el viaje haciendo pedagogía de que soy de BCN y que es Catalunya, no España, a la que tienen idealizada pero que cuando les cuentas según qué cosas te dicen que no lo sabían y que es igual que en Latinoamérica: Dictadura encubierta.
Finalizamos la visita sobre las 11:30 h. Bajamos a Aguascalientes, donde comemos, en un bus por una carretera angosta de tierra.
Luego tomamos el tren de vista panorámica a Ollantaytambo, donde nos recoge un bus que nos lleva hasta Cuzco, a donde llegamos sobre las 19 h. Las despedidas después de experiencias así, siempre emocionan y esta, sin duda, ha sido de las experiencias más intensas que he vivido viajando.
Y así, poco a poco, languidece este viaje por Perú.
Un viaje agotador, pero estimulante. Un lugar donde el pasado se entremezcla con el presente de una manera sobrecogedora a la par que mágica.
Hasta el próximo destino!
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