Sihanoukville (Camboya), 3 de Septiembre de 2.011.
Debería haber escrito esta entrada antes, bastante antes, pero por unas cosas u otras, se fue demorando. Y ahora tengo la sensación de que cualquier cosa que escriba acerca de Camboya no será justa, ni adecuada, ni tan siquiera muy descriptiva acerca de un país que he conocido en una pequeñísima parte. Pero comencemos…
Debería haber escrito esta entrada antes, bastante antes, pero por unas cosas u otras, se fue demorando. Y ahora tengo la sensación de que cualquier cosa que escriba acerca de Camboya no será justa, ni adecuada, ni tan siquiera muy descriptiva acerca de un país que he conocido en una pequeñísima parte. Pero comencemos…
Entramos Miquel, Saha, Valdi y yo a Camboya desde Vietnam en slow boat y luego 2 horas más en minivan hasta Phnom Penh, la capital del país. Comencé fatal mi entrada en este país, porque me dejé el teléfono en la minivan (iba escuchando música y algún programa de radio) y por muchas gestiones que intenté hacer con la guest house, llamando a la agencia, etc, no fue posible recuperar mi teléfono. Así que si alguien me ha llamado o enviado sms, que sepa a qué se debe mi silencio. Las últimas semanas “incomunicado” vía móvil y hasta que no llegue a BCN, haga un duplicado y consiga otra terminal, pues casi lo mismo…
En P.Penh estuvimos un día y medio, lo justo para pasear un poco por la zona junto al río y visitar el Palacio Real, el monumento a la Independencia y el de la Amistad con Vietnam. A ellos tres les impresionó el palacio real y a mí, me gustó, pero no quedé maravillado. Ya sabéis: los efectos perniciosos de haber visto otros palacios reales y miles de templos, tanto en este viaje en otros países como hace un par de años en India.
Aquella última noche en P.Penh cenamos con Tim (el alemán), Solene (la jovencita francesa) y Eva (de la Bretaña francesa), que se unió a nosotros en el Mekong y estaría varios días más disfrutando de nuestra compañía, tal y como me confesó a mí días después.
Tras un viaje un tanto incómodo por el calor del autobús, llegamos a Siem Reap, la ciudad cercana a los templos de Angkor. Tal y como llegamos, ya alquilamos las bicicletas para el día siguiente ir a los templos, cenamos con Eva, que nos preguntó si podía venir con nosotros y… así fue: al día siguiente, en pie a las 4.45 de la mañana, a las 5.15 salíamos los 5 en bicicleta hacia los templos. De Siem Reap a los templos hay como 4-5 kilómetros y tardamos unos 25 minutos, porque pedaleábamos a oscuras, casi sin luces en la calle ni luz diurna. En las taquillas tuvimos un problema con el dinero y las previsiones que habíamos hecho, algún malentendido y… bueno, menos mal que siempre hay alguien previsor y llevaba más dólares, que si no hubiéramos tenido que volver a la ciudad a sacar dinero o que Eva nos invitara, jejeje.
Angkor Wat |
Los templos de Angkor… La sola mención evoca exotismo, civilizaciones perdidas, jungla, templos engullidos por la selva… Recuerdo que la primera vez que leí algo acerca de Angkor, debía tener yo 15 ó 16 años, no más, en alguna de las revistas de viajes que ya me compraba entonces. Las fotos eran espectaculares y hablaba de un antiguo reino (el khmer) que dominó una gran extensión de lo que ahora es esta zona de Camboya, noreste de Thailandia, sur de Laos y algo de Vietnam. Y recuerdo las fotos de los árboles, de sus raíces, devorando literalmente los muros, unos muros cansados del paso de los años, cansado del peso de los árboles, árboles gigantescos, raíces gruesas… todo mezclado en un conjunto de aspecto salvaje. Y siempre pensamos en las fotos de los árboles encima de los muros y lo asociamos a Angkor Wat… primer error. Angkor Wat es el mayor edificio religioso del mundo, enorme, con varias estancias, murales esculpidos de más de 100 metros, con guerreros, apsaras, etc… pero en Angkor Wat no hay árboles que sometan con su fuerza viva a la fuerza inerte de las rocas. No, no es en Angkor Wat. Es en otros templos menos conocidos, como el de Ta Prohm.
Nos dirigimos con nuestras bicicletas hacia Angkor Wat y estuvimos caminando por allí, un poco cada uno a su libre albedrío, como dos horas y media. Y aunque la multitud de turistas deslucía en parte su encanto, no es menos cierto que sigue impresionando. No en vano, es el símbolo de este país, de su pasado esplendoroso, de su pasado guerrero y la silueta de Angkor Wat aparece en la bandera nacional.
Ta Prohm |
Hasta ese día, no tenía dudas de cuál había sido el momento culminante, el más emocionante de mi viaje: ver los orangutanes en el PN de Tanjung Puting (Borneo Indonesio). Tras ver Angkor… tengo dudas, porque es realmente espectacular. Pero creo que me sigo quedando con los orangutanes por muy poquito, supongo que por la impresión que causa semejante animal semisalvaje a escasos centímetros tuyos y… porque es un animal realmente precioso.
Total, que con nuestras bicicletas y algún contratiempo en forma rueda desinflada(que hacía que tuviéramos que soportar las quejas constantes de Valdi), hicimos el recorrido corto para ver los templos. La idea inicial era hacer el largo ese día y al día siguiente, el corto, pero cuando pedaleábamos nos dábamos cuenta de las distancias, el calor sofocante… así que nos decantamos por el recorrido corto (un gran acierto). Pese a ser el recorrido corto, estuvimos pedaleando y visitando templos desde las 5.45 de la mañana que llegamos a Angkor Wat, hasta las 16.30 de la tarde, que comenzábamos el camino de vuelta a Siem Reap. Mención especial a Eva, que no se quejó en ningún momento, ni por la bicicleta, ni por el calor, ni por alguna espera, ni por subir a templos… una todoterreno la chica (bueno, tiene 33 años, así que nunca sabes cómo llamar a una mujer de esa edad: si le dices chica, parece más joven de lo que es; si le dices mujer, parece más mayor… en fin, dejémoslo en chica, que al menos queda más caballeroso, jejeje).
El día siguiente hicimos el recorrido largo los 5, pero esta vez en dos mototaxis. Y vimos templos anteriores a Angkor Wat, con estilos diferentes, pero algunos los disfrutamos en solitario (o casi), con vistas sublimes de los bosques de alrededor, árboles también devorando la piedra…
Y esa tarde mis tres amigos comenzaban su regreso a casa. Nos despedimos en la puerta de la guest house y tuve sensaciones extrañas. Por un lado, había estado meses sin ellos y había conocido a mucha gente, yendo a mi ritmo, decidiendo, con momentos de soledad (en algunos casos intencionadamente),… tras llegar ellos, no hubo momentos de soledad, ni de silencio, ni de mi ritmo, ni de decidir nada (ya les dije que yo en Vietnam era un invitado a su viaje y no quería decidir nada)… semanas de risas, de confidencias, de bromas, de conversaciones en algunos casos muy profundas acerca del sentido de nuestras vidas, de nuestro futuro, nuestros proyectos, nuestras ambiciones, nuestros deseos… las partidas de póker con cartas y fichas improvisadas (¡qué malos sois jugando a póker, macho!, jajajaja)… a Valdi durmiéndose por las esquinas, Saha grabando sus videos, Miquel mejorando sus aptitudes fotográficas a pasos agigantados… para ellos, un break, unas breves vacaciones dentro de unas vidas organizadas, establecidas, ritmos, rutinas… para ellos, unas semanas de velocidad, acción, turismo, viaje, descubrimiento. Para mí… para mí no era nada de eso. Para mí fueron semanas de reencuentro con ellos que, de algún modo, me acercaban a casa, a mis orígenes y me hacían revivir la sensación de formar parte de un equipo, más que de un grupo. Un equipo para todo. 4 amigos que se juntan para viajar y que el resto del año (salvo Saha y yo) apenas pueden verse por las distancias (Valdi en Tenerife, Miquel en Angola) pero cuando están juntos funcionan de manera sincronizada, cada uno aportando lo mejor de sí mismo. Y para mí fue muy bonito pasar del YO al NOSOTROS, del “estoy sólo” al “estamos juntos”… Así que cuando los vi alejarse montados en el mototaxi tuve la sensación de que se iban emocionados por dejarme allí, cada uno expresándolo de una manera diferente, pero todos con un punto de tristeza (más por acabar sus vacaciones que por despedirse de mí, seguro, jeje). Lo que no sé es si vieron en mi mirada el orgullo de ser su amigo, de haber disfrutado de su compañía y de la añoranza que ya me producía el verlos alejarse. El año que viene, ¿costa oeste de USA?. Eso es lo que hemos decidido, veremos si puede ser. En definitiva, se me hizo un nudo en el estómago por unos segundos y contuve la emoción lo mejor que pude…
Cené esa noche con Eva y me volví a sentir un poco como el consultorio de Elena Francis, con sus dudas a nivel sentimental. Ella volvió a P. Penh al día siguiente, justo cuando llegaba Yoann, el francés que conocí en Laos y con el que estuve unos 10 días en el norte de ese país y los primeros de Vietnam. Y con Yoann cené en Siem Reap dos noches. Yo me quedé en esa ciudad tres días sin hacer absolutamente nada. Bueno, sí… descubrí una cafetería francesa deliciosa desde donde consultaba las noticias, respondía algunos mails, subía alguna entrada retrasada al blog… Siem Reap no es espectacular. Ni tan siquiera bonita. Pero es agradable. Y a mí me sirvió para estar tres días de descanso y descompresión. Y es curioso, porque si a partir de las 18 h. la ciudad se llena de turistas, durante el día es muy extraño cruzarte con alguno por la calle… claro, ¡¡están todos en los templos!!.
De Siem Reap me fui hacia Battambang, esperando una bonita ciudad con edificios coloniales franceses a la orilla del río. Sinceramente, muy decepcionante. Hice una excursión de un día a Phnom Sampeau y Wat Banan La primera es una montaña donde el ejército de los khemeres rojos asesinaba a disidentes políticos, a finales de los 70, golpeándoles en la cabeza y arrojándolos a una cavidad. Ahora es un testigo mudo de la barbarie. Entras en una cueva y en una pequeña habitación de cristal ves huesos humanos, cráneos… Y el segundo es un templo en lo alto de una montaña, con 178 escalones que se hacen realmente duros de subir. En la cima coincidí con 3 mujeres (éstas sí eran mujeres) y un hombre de Tarragona y Valencia y me comentaron que ni Kampot ni el PN de Bokor merecen la pena. Vaya, yo que los tenía en mi lista para visitar… Pues nada, descartado.
Killing Fields de Phnom Penh. |
Volví a P. Penh, volví a ver a Eva, se nos unió Yoann (los presente y parece que hubo feeling entre los franceses, jejeje), otra noche también se nos unió Iñaki, estuvimos cenando junto al río y los cuatro estuvimos tomando unas cervezas en un pub-restaurante, jugando al futbolín (ríete de Guardiola y sus tácticas… en los futbolines de Laos juegan con dos defensas contra cuatro delanteros… le diremos a Pep que se pase por Laos y tome nota a ver si lo pone en práctica con nuestro Barça… por cierto, disfrutemos de este equipo y de sus jugadores, Messi a la cabeza, porque estamos contemplando un equipo del cual se hablará de aquí a 50 años), al billar… Eva, Yoann y yo fuimos a los Killing Fields, a 17 km. de la capital, donde los khemeres rojos asesinaron a miles y miles de camboyanos, tras engañarlos, los hacían subir a camiones, los llevaban allí y allí los asesinaban. Luego los enterraban en fosas comunes, sin pudor alguno… y ahora es otro triste recuerdo de aquellos oscuros tiempos. No es nada bonito, ni tiene mucho a ver: un edificio con cientos de cráneos y ropa de los asesinados (esto sucedió entre 1.975 y 1.979, hace cuatro días), un salón donde proyectan una película muy breve (y muy mal hecha, bajo mi punto de vista), otro con una exposición fotográfica y luego una explanada con multitud de grandes agujeros, que se supone que son las fosas donde han ido apareciendo restos humanos. Un poco macabro y muy, muy, muy triste. Para acabar de adobar el sinsentido, el gobierno de Pol Pot (el dictador de esos años) estuvo representando al pueblo Camboyano en las Naciones Unidas durante muchos años. Increíble, pero cierto. Me pregunto dónde estaba USA en aquellos momentos. Ays, idiota de mí. Aquí no hay petróleo. Ni se puede hacer dinero con una guerra. Esto no era Afganistán. Ni Kuwait. Ni tan siquiera Irak. Esto es Camboya y aquí, salvo selva y unos templos, no hay nada más. Camboya, un país pobre, muy pobre (seguramente el país donde más gente he visto pidiendo en la calle de todos los que he visitado en este viaje), que a USA, la ONU y otros organismos internacionales les importa bien poco si no les reporta unos beneficios económicos o geoestratégicos. Y ahora, ante la nueva hambruna en África, ¿dónde están esos salvadores del mundo?. Demagogos. Hipócritas. Manipuladores. Lo peor de todo no es que lo hagan, sino que nosotros lo permitamos (lo mismo que la reforma de la constitución española, los recortes, etc… ). Siempre digo lo mismo: si alguien te falta el respeto, no es su culpa, la culpa es tuya por permitirlo. Y con los políticos, pues lo mismo: la culpa no es suya, la culpa es de quienes les votan y, después, lo consienten todo. Luego no nos quejemos. Y eso no es nada… aquí asesinaron a miles de personas y nadie hizo nada por detenerlo. Indignante…
En fin, que me enciendo…
Finalmente, llegué a Sihanoukville, al sur de Camboya. Prometía playas espectaculares y… tampoco. Imagino que porque llovía día sí, día también y eso influye en la claridad del agua. Sin embargo, debo decir que aunque la ciudad no era una maravilla, estuve muy cómodo y alargué mi estancia más de lo previsto. Cuando hacía un poco de sol, me iba a la playa, un poco de ejercicio, leer, un bañito… y si no, tenía tiempo de leer (menos mal que me dejaste el libro, Saha), escribir, consultar correo, noticias, etc. Y como siempre pasa cuando estás varios días en un lugar, te acaban conociendo los lugareños y tú acabas por descubrir algunos sitios muy chulos. Tomé algunas tardes un delicioso capuccino en una terracita y ya hasta las chicas de la cafetería me preguntaban si es que vivía allí, jeje. Como curiosidad, la última tarde, estaba hablando con una de ellas y al pagar, me atiende la otra y me dice: “vaya, mañana ya te vas, ¿no?”. “Vaya, no ha tardado mucho en decírtelo tu compañera, ¿eh?”, pensé yo…
Así que para mí, Sihanoukville, sin tener nada, lo tuvo todo. Podía ir a la playa a tomar el escaso sol que hizo, tomar un delicioso café, cenar en la misma playa una barbacoa de pescado, salir a tomar una copa a uno de los múltiples locales nocturnos que había, cenar desde platos asiáticos a europeos, sentarme en la terraza de mi guest house a contemplar… Es por eso que, para mí, fue una semana entrañable.
Y de ahí hacia Thailandia… pero eso en la próxima entrada, que ya será de las últimas.
Qué poquito queda…
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