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dilluns, 15 d’agost del 2011

MyM: Maravillas naturales y multitudes en el norte de Vietnam.

Halong Bay, 7 de Agosto de 2.011.

Mi ritmo de viaje ha cambiado. Ni mejor, ni peor. Diferente. Y ese ritmo, inevitablemente, afecta a las actualizaciones en el blog, selección de fotos, mapas, correos, etc. Desde que llegaron Miquel, Valdi y Saha a Vietnam, el 31 de Julio, hemos cogido un night train y cuatro sleeping bus, lo que implica viajar de noche (muchas horas), llegar al destino, visitar ciudad y/o iniciar excursión…
Sus mochilas llegaron el 2 de agosto. Esa misma noche, tren nocturno hacia Sapa, donde coincidimos con algunos catalanes en el mismo vagón. Nosotros, cosas del azar, íbamos en el último compartimento del último vagón de un total de 21. Vamos, en el culo del tren. Apenas dormimos 5-6 horas y, al llegar a Sapa, entramos a desayunar en un restaurante de un hotel. Allí mismo contratamos la excursión de trekking para dos días por Sapa, volviendo al día siguiente por la tarde-noche hacia Hanoi, para llegar el 5 por la mañana y coger, sin descanso, la mini-van para iniciar el tour por Halong Bay. Así que contratamos ya el trekking para dos días y compramos los billetes de bus para volver por la noche hacia Hanoi. Tras desayunar y preparar nuestra mochila pequeña para el trekking, allá que nos fuimos. A caminar, que hay que estirar las piernas.
Terrazas de arroz alrededor de Sapa.
Sapa es un pueblo montañoso, con unas vistas impresionantes del valle, repleto de terrazas de arroz, altas montañas cuyas cumbres aparecen cubiertas por esporádicas nubes, mujeres de la etnia hmong vestidas con trajes tradicionales por todos lados… y unas mil quinientas tiendas, restaurantes, hoteles, masajes, etc. Vamos, paquete turístico para que sin mucho esfuerzo te sientas cómodo quemando tu tarjeta de crédito o, en su defecto, los cajeros automáticos. Yo vi uno que sacaba humo del trabajo que le daban los turistas (nótese la hipérbole).
En fin, que tras llegar a las 6:30, desayunar y preparar nuestras mochilas pequeñas, comenzamos nuestro trekking. Nos esperaban unas 6-7 horas de caminata por delante. La primera sorpresa era ver grupos de viajeros/turistas desfilando por el mismo camino. A decenas. Para más inri, cada grupo era custodiado por un grupo de mujeres en igual número al grupo de turistas: o sea, prácticamente una mujer hmong con su cesta colgada de la cabeza y pendiendo en su espalda, vestida con sus trajes tradicionales y sus modestas sandalias, caminando junto a nosotros. Puedo asegurar y aseguro (sí, Scarlett O’Hara, te he plagiado) que en algún momento pensé: “hay más gente aquí que en el metro de BCN en hora punta”. Joder… Y las mujeres que nos acompañaban, curiosamente, es como si eligieran a su turista para acompañarlo, como si de ángeles de la guarda se tratara, sin prácticamente hablar inglés, sonriendo constantemente y atentas por si necesitabas ayuda para subir o bajar en algún lado. Llevabas a la misma todo el rato a tu lado, un metro por delante, un metro por detrás… y no hacían nada más que sonreír e intentar ayudarte si lo necesitabas. Era un poco extraño.
Una chica caminando entre las terrazas de arroz.
El camino, tras salir de la carretera, comenzó una bajada empinada y embarrada, muy resbaladiza y peligrosa, por lo que cada paso había de medirse con extrema cautela si no querías  acabar con tus posaderas manchadas de barro o con algún mal mayor.
Pronto el paisaje comenzó a desvanecer la sensación de turismo enlatado, porque el entorno era espectacular: terrazas de plantaciones de arroz de un verde intenso allá donde miraras; ríos que discurrían serpenteantes silenciosos, elegantes, por entre riscos y villas; montañas altas vigilantes y majestuosas; pequeños pueblecitos con personas que sonríen, niños que juegan descalzos, se bañan desnudos en una fuente, saltan al río o te miran curiosos sentados junto a un gran búfalo. Así, subíamos y bajábamos, cruzábamos un campo de arroz, salíamos al sol o una sombra espesa nos cubría.
Cada poco rato nos deteníamos en una especie de cabañas estratégicamente situadas donde podías comprar comida y bebida (a precios turísticos, claro). Volvimos a ver a los catalanes del tren, cómo no.
Bajamos por un camino terroso, cruzamos un puente herrumbroso, nos llovió un poco… pero el sol abrasador reinó durante prácticamente todo el día. Al parar a comer, nuestro angel de la guarda-mujer hmong, se nos acercó y nos rebeló su secreto: cómprame algo. Ya decía yo que contratar un guardia de seguridad tenía un coste, no podía ser gratuito. De todos modos, lo siento mucho, pero no voy a comprar pulseritas, collares, piedras, tabaco, monederos que destiñen o bolsitos estilo hippie. Mis amigos sí que compraron alguna que otra pulserita, pero yo, teniendo mes y medio de viaje aún por delante, no compro nada. Qué mala elección la de mi ángel de la guarda…
Tras comer y caminar un par de horas, nuestra guía nos propuso parar en un pueblecito antes del que estaba previsto para dormir en una casa de una familia. Después de cinco minutos hablando decidimos quedarnos allí. Como era pronto, nos bajamos al río, con rocas justo en medio de él y, como habíamos dejado el bañador en la mochila grande, si queríamos bañarnos tenía que ser en ropa interior. Pensábamos que estaríamos solos pero es que no aprendemos… debía haber como 15 personas más. Y tras vencer la vergüenza inicial (cuestiones culturales, porque a ver cuál es la diferencia entre un calzoncillo y un bañador ajustado… enseñas lo mismo, vamos), nos tiramos los 4 al río. Uffffffff… ¡¡qué fría!!. La corriente era bastante fuerte y alguno intentó nadar contra corriente, un minutito nadando y unos 12 metros de río remontados… jajajaja… Luego ya, desatados en nuestra locura exhibicionista, nos tumbamos en las rocas que se interponían en el curso natural del río a tomar el sol.
Observando el paisaje de Sapa desde la cascada.
El segundo día de trekking fue más suave, pasando por una cascada, arrozales, más montañas, pueblecitos… una delicia, sin duda.
Tal y como llegamos a Sapa, ellos tres se fueron a visitar un poco el pueblo, pero yo, con mi ritmo pausado cambiado a “modo frenético”, decidí quedarme a tomar un capuccino, esperándolos una hora en la cafetería, antes de tomar el autobús nocturno que nos llevaría de vuelta a Hanoi, donde llegamos a las 5.30 de la mañana. Era tan temprano, que no estaban ni las cafeterías abiertas, así que estuvimos más de una hora en la calle, contemplando el lento despertar de la gran urbe vietnamita, junto a la St. Joseph Cathedral. Tras reponer fuerzas, minivan y hacia Halong Bay.
Halong Bay… la bahía del dragón descendiente, según la leyenda vietnamita, que bajó de los cielos para ayudar a este pueblo a defenderse de la invasión china, hace bastantes siglos (una de tantas), formada por 1.966 islas e islotes, destino turístico por excelencia de Vietnam. Y, siendo turístico, en pleno mes de agosto, ¿qué puedes esperar?. Pues sencillo: islas e islotes a cientos (hasta llegar a 1.966), barcos y barcas a decenas surcando esa bahía y turistas para dar y vender: centenares y centenares…
Tras superar la prueba del conductor suicida, llegamos a la bahía a media mañana, nos empaquetaron en un barco y ale, uno más. Parecíamos el ejército español llegando a América en el siglo XV: mirabas a un lado y a otro y un montón de barcos, parecidos a galeones, de madera, navegando en la misma dirección. Sólo faltaban los cañones y las velas, porque el Jack Sparrow ya lo llevábamos a bordo, jajajajajaja… Tras un rato de navegación, nos detuvieron para visitar la gran cueva, que es espectacular, con una iluminación acorde a la majestuosidad del entorno. Posteriormente, una hora de kayak con más desorden que otra cosa, porque podías ir por cualquier lugar con tu pequeño kayak, moviéndote por entre los grandes barcos, barcas rápidas y demás. Un poco caótico…
Halong Bay. ¿Hace falta decir algo más?.
Después, ya, navegación lenta hacia otra parte de la bahía donde el barco se detuvo para pasar la noche a bordo. Era precioso navegar por la bahía durante el atardecer, tiñéndose el cielo de tonos azulados a naranjas y rojos, oscureciendo lentamente y nosotros observando semejante espectáculo en cubierta. Uno de esos momentos que se te quedan grabados a fuego en tu memoria.
Saha saltando desde la cubierta del barco.
Cuando ya anochecía, nuestro guía nos propuso saltar desde la cubierta del barco a bañarnos al mar. Estuvimos discutiendo sobre cuál sería la altura y al final llegamos a una estimación aproximada de 6 a 7 metros de altura, que aunque numéricamente no es muy alto, cuando estás ahí arriba y miras para abajo, es alto de narices. El que rompió el hielo fue Saha, que saltó sin pensárselo mucho. Y luego fueron saltando los demás hombres que había por allí, alguno incluso con cierta edad… La sensación de vértigo que te entra cuando te lanzas al agua de esa altura es importante, el estómago se te encoge…
La segunda vez que nos tiramos, el guía propuso que lo hiciéramos todos de golpe, aunque había alguno ya en el agua, entre los que estaban los tres mosqueteros. Así que los que quedábamos arriba pasamos al otro lado de la valla y nos situamos sobre la visera. “Cuidado que resbala”, dijeron. Cierto… y además, mojados. Total, que cuando dijeron a la de tres, a mí se me resbaló el pie izquierdo y caí de lado desde esa altura. A medida que iba cayendo iba pensando “qué ostia, qué ostia, qué ostia”… Splashhhhhhhhhhhhhhhhhh… caí como un escarabajo pelotero de esos que los pones del revés y mueven las patas pero no pueden darse la vuelta, pues así. Movía mis brazos y mis piernas, pero fue imposible enderezarme, por lo que el tortazo que me di en el costado izquierdo fue importante. Ellos lo vieron desde el agua y al principio no osaron reírse porque me podía haber hecho daño. Cuando nadé los 4 metros que me separaban de la escalerilla y vieron que sonreí (pese al dolor), estallaron en una carcajada… Evidentemente, decidí no tirarme más desde cubierta.
Subí a bordo, recogí las cámaras de Miquel, Saha y mía que estaban en cubierta y volvía para la habitación. Chanclas mojadas, escalones mojados… “Sergio, esto resbala, cuidado”, exclamaba mi vocecita prudente. Un escalón. Dos escalones. Tres escalones… el pie que me resbala. La llave, vuela. Mis reflejos me hacen abrir los codos, lo que no impide que mis posaderas golpeen los escalones. Bajo los 5 escalones que me faltaban de golpe, cayendo de pie… ¡¡menudo ostión!!. Miquel me ve a lo lejos y se parte de risa…. El dolor en el glúteo izquierdo me dura días. "Mejor me voy a dormir", pienso...
El segundo día lo pasamos entre la bahía de Halong y el PN Cat Ba, visitándolo en bicicleta y durmiendo en lo que sería el Benidorm vietnamita. Teníamos la posibilidad de dormir en bungalow u hotel y al final, yendo 4 hombres, decidimos que lo del bungalow igual era más para parejas. Y el hotel era de bastante lujo para lo que está siendo mi viaje (incluido en el tour por la bahía, claro). Esa tarde salimos a la playa que hay cerca del pueblo, creo que era Cat Ba 2. Alucinamos un poco con lo que vimos allí: en una franja de unos 200 metros, no había toallas en la arena, pero el agua estaba llena de gente, el 95% vietnamitas (o asiáticos que a nuestros ojos eran como vietnamitas, claro), siendo poquísimos los no asiáticos… pero es que en el agua había como 2.000 personas o más. Increíble. Estaba a tope de gente, bañándose en tejanos, con vestidos, hasta con chanclas, mientras en la arena había algunos grupos que jugaban a juegos diversos, con un par de organizadores gritando por un megáfono. Ellos se descojonaban de la risa, se tiraban a la arena, se arrastraban, gritaban… todo un poco surrealista, vamos.
Última navegación por Halong Bay.
Al día siguiente, ya de vuelta hacia Hanoi, pasando de un autobús a otro, de un barco a otro, cambiando compañeros de tour constantemente, pero todo de una manera suave, sin retrasos, sin esperas. Es algo que nos sorprendió gratamente: pese a haber cientos y cientos de turistas, todo es fácil, te mueven como fichas, te cambian de un lado a otro, todo de una manera aparentemente planificada. Organizar tanta gente, cada día y de una manera tan precisa no debe ser tarea sencilla. Pero lo consiguen.
El norte de Vietnam, demasiado turístico para mi gusto pero, pese a todo, espectacular, y recomendable. Si vienes a Vietnam, no te puedes perder la doble M: MyM: maravillas y multitudes en Vietnam.

2 comentaris:

  1. Hola, Sergio, enhorabuena por tu blog. He pasado unos momentos muy buenos leyéndolo. Yo conozco algunos de los lugares que has visitado y que he vuelto a revivir gracias a tus relatos tan personales. Coincido en muchas cosas contigo y tu forma de ver la vida, tambien me encantan tu humor y fina ironía. Espero que sigas disfrutando del viaje. Ya para el final te envio un abrazo por los buenos momentos que me has hecho pasar leyendo tu blog. Un saludo

    Juanjo.

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  2. Hola, Juanjo!!!. Gracias por seguir mi blog y por tus comentarios acerca de él.
    He tratado de que el blog fuera una visión personal, emotiva, alejada de estereotipos, prejuicios y clichés, para que quien lo leyera pudiera imaginarse esos lugares o esas situaciones. Además, es necesario ese punto de humor para que te sigan leyendo y, por mi parte, si a ti te ha servido para pasar buenos momentos y recordar esos lugares, para mí eso tiene un valor incalculable. Que alguien desconocido se pare a leer tu blog, invirtiendo parte de su tiempo y hasta de dejarte un comentario, es algo que valoro muchísimo.
    Mil gracias desde Camboya.
    Un saludo.

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