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dissabte, 6 d’agost del 2011

De Vieng Xhay (Laos) a Tam Nhoa (Vietnam).

Vietnam, 6 de Agosto de 2.011.
Como os decía en una entrada anterior, Vieng Xhay no es un lugar especialmente visitado por turistas, ya que queda algo apartado de las rutas turísticas habituales de Laos y para pasar a Vietnam, seguramente sea el peor paso fronterizo. Pero ahí llegué con Yoan (el francés al que conocí al llegar a Phonsavan). Mis amigos no llegaban hasta el 31 de Julio, así que solicité la entrada para Vietnam en Luang Prabang para el 27 de Julio y así poder visitar Tam Coc y Ninh Binh antes de que llegaran ellos.
El día que Yoan y yo visitamos las cuevas de Vieng Xhay preguntamos para ver tema de horarios y demás para poder cruzar la frontera. Y teníamos dos opciones. La primera era coger un bemo público que te lleva hasta la frontera por 25.000 kips (2,5 €) en unas 2 horas y que parte de la plaza del mercado a las 7.15 h. La otra sería esperar en la carretera principal a que llegara el autobús procedente de Sam Neua con destino final Tam Nhoa, que pasa sobre las 8.30/8.45 h. por Vieng Xhay y cuyo precio total era de 180.000 kips (18 €). Yoan y yo decidimos que sería mejor coger el bemo público hasta la frontera, cruzarla y, una vez en el lado vietnamita, buscar otro autobús que nos llevara hasta Tam Nhoa.
La carretera desde Vieng Xhay hasta la frontera (y mucho después, igualmente, en el lado vietnamita), debe tener como un millón de curvas. Uf, increíble. Laos debe ser el país con más curvas en sus carreteras del mundo, así que si eres propenso/a a marearte en carreteras con curvas, olvídate de Laos. En compensación por la tortura en la conducción, tienes unos paisajes espectaculares que admirar a través de la ventana: pequeñas aldeas, arrozales, pequeñas cascadas, montañas majestuosas que se recortan sobre un cielo azul (si tienes un poco de suerte), búfalos de agua pastando a ambos lados de la carretera, gente amable que te saluda al pasar, ritmos pausados que puedes apreciar desde la bemo, personas que caminan cargadas por esa sinuosa carretera… una delicia en una de las zonas más recónditas del país, sin duda.
Una vez en la frontera, tras unas dos horas desde Vieng Xhay, y tras pasar todos los controles pertinentes (enseña el visado adquirido previamente), que te hagan la ficha, te pongan el sello, te vacíen la mochila, etc, (y creo que al llegar a primera hora y haber muchos policías fronterizos, no nos pidieron más dinero, práctica habitual en las fronteras vietnamitas, por lo que me han explicado otros viajeros), caminamos hasta el primer pueblo vietnamita tras la frontera de Na Maew, llamado Nam Xoi. Lo primero que me sorprendió es que no había personas para cambiar dinero de Kips de Laos a Dongs de Vietnam. Tampoco vimos casas de cambio…
Pues eso, a apenas 50 metros de la frontera, ya en el lado vietnamita, se nos acerca un chico para preguntarnos si vamos a Tam Nhoa. Exacto, ahí queremos ir… Nos dice que 200.000 Dongs (son poco más de 6 €). El precio es muy bueno, pero… el autobús sale a las 14 h. y son las 10!!!. Decidimos que tenemos tiempo todavía de buscar otro autobús o, a unas malas, esperar al que vendrá detrás nuestro procedente de Sam Neua (que era la 2ª opción). Yoan y yo seguimos caminando y poco después encontramos otro autobús. El mismo procedimiento: “Tam Nhoa?”. Sí, sí… “60 dollars”. Ja… me lo miro con cara de pocos amigos (ya me habían contado que esto en Vietnam es habitual). O sea, nos piden unas 6 veces el precio que nos acababa de dar el anterior. Nos reímos y seguimos caminando. A los dos minutos, el autobús, que nos viene siguiendo, nos pitan con el claxon y nos dicen… “ok, 50 dollars”. Jajaja… “¿Pero no has visto que llevo la mochila?. ¿O acaso llevo la Visa Oro pegada en la frente y no me di cuenta?”. Declinamos y nos dice que cuánto queremos pagar… “10 dollars”. Dice que no con la cabeza… Ok, seguimos caminando. A los 2 minutos, otra vez el autobús, con el conductor y los 3 acompañantes cuyo cometido es cobrar el ticket y mover bultos, cajas, maletas y pasajeros (literalmente), nos dicen que “25 dollars”… Ya no les hacemos ni caso y seguimos caminando. Un minuto después, y por cuarta vez, se nos acercan con una liberta y nos dicen “¿cuánto?”. Como tampoco tenemos dongs, saco los kips que tengo y le enseño 100.000 (unos 10 €), que teniendo en cuenta que salíamos ya, pues era un poco más que el primer precio del otro autobús y bastante menos que el autobús que venía de Sam Neua, pero por no esperarnos allí 4 horas más sin hacer nada y no poder tomar ni un café… Creo que cuando vieron los dos billetes de 50.000 kips, los ojos les hicieron chiribitas y aceptaron. Bien, ya tenemos autobús.
Nos montamos en el autobús y avanzamos 100 metros. Se para y bajan los 4 tipos. Cuando llevamos cinco minutos parados, me da por bajar y asomarme donde habían entrado… vaya, están desayunando, qué bien… Sonríen. Bueno, pues a tomarlo con filosofía. Esperamos pacientemente. Nosotros colocamos las mochilas en una especie de plataforma entre el asiento del conductor y el del acompañante, para tenerlas controladas en todo momento. Acaban de desayunar/comer, se suben al bus y nosotros nos subimos con ellos, pensando que nos íbamos. Craso error. Uno que intenta coger la mochila de Yoan para subirla al techo y éste le frena y le dice que no, que su mochila ahí. El tipo empieza a hablar en vietnamita y con malas maneras. Se bajan y volvemos a bajarnos. A todo esto, habían metido ya un montón de sacos de una especie de planta secada al sol, como de un metro de altura. Y un montón de sacos son no menos de 12, dentro del autobús, en el pasillo, en algunos asientos… Y el techo del autobús, vacío. Se suben y nos subimos nuevamente. A esto veo que uno de ellos está en la escalera para subir al techo, justo al lado de la puerta, y otro se dirige a las mochilas. Coge la mía y le freno, le digo que la mochila ahí. El tipo coge y me empuja para que me siente. Ay, amigo, hasta aquí podíamos llegar. Le doy un manotazo para que deje de empujarme y le digo que ni me toque, que no toque tampoco las mochilas y que si falta espacio, que ponga todos los sacos esos que han metido ahí en el techo, pero que las mochilas se quedan dentro. Evidentemente, la situación es tensa y mi cara paga (me han tocado las narices, por no decir otra cosa) y no tengo ganas de bromas. Se vuelven a bajar y uno hace como que me rodea con una cuerda las piernas, bromeando con los amigos y haciendo el gesto como que si tira de la cuerda, me tira al suelo. Me lo miro serio y le hago el gesto de que se la ponga él al cuello y se suba al autobús. Parece que entiende que no estoy para ostias, deja de hacer bromas con los amigos y se aparta. Primero intentan timarnos con el precio y luego a saber lo que harían con las mochilas en el techo (no me fío de esta gente ni un pelo).
Una hora más tarde y unos 25 sacos después, arrancamos. El trayecto hasta Tam Nhoa es largo, sinuoso y realmente tortuoso. La carretera es tan estrecha que sólo cabe un vehículo grande y cuando se cruzan dos vehículos se tienen que parar y circular medio vehículo de cada uno por el arcén, lleno de maleza. El claxon suena en cada curva sin visibilidad (el 90%, vamos) para avisar si viene otro vehículo en sentido contrario. Son unas 5 horas de camino. Suena música techno a toda pastilla y en la tele que tienen aparecen videos de fiestas de Ibiza: Amnesia, Pacha… vaya tela…
Finalmente, llegamos a nuestro destino inicial. La idea, entonces, era irnos hacia Ninh Binh, donde queríamos pasar un par de noches, pero en Tam Nhoa fue otra aventura. Buscamos en los alrededores de la estación de autobuses algún cajero para sacar dinero vietnamita al menos. Imposible. Decidimos dirigirnos hacia la estación de trenes con un plano que había conseguido Yoan. Así, comenzamos a caminar, cargados y ligeramente desorientados. Intentamos preguntar a los locales sobre un cajero y sobre la estación de trenes pero cuando nadie, absolutamente nadie, te habla en inglés, es realmente complicado. Para el cajero, al final, se me ocurrió enseñar la tarjeta de crédito y, ¡¡bingo!!... así nos entendieron. Caminamos cargados más de media hora hasta dar con el cajero y conseguir dongs vietnamitas. Otra prueba superada. Ahora tocaba ir a la estación para coger el tren hacia Ninh Binh (en Tam Nhoa no hay absolutamente nada que hacer). Y en la estación nos dijeron, no sin pocos problemas para encontrar a alguien que chapurreara algo de inglés, que el siguiente tren era a las 22.50 y eran… ¡¡las 17.30 de la tarde!!!. Bueno, Yoan propuso de ir a un café con wi-fi que vimos caminando y comer algo, porque desde primera hora de la mañana no habíamos comido nada tampoco. Una buena idea, así que nos pasamos unas horitas en ese café consultando nuestro correo, nuestro blog, las noticias en los periódicos digitales… y luego cenamos una sopa de fideos (la sempiterna noodles soup) junto a la estación. Por cierto, que pudimos acceder a nuestro blog y a facebook gracias a un programa piratilla que nos pasó en Phonsavan una chica de Quebec, porque blogger y facebook están censuradas en Vietnam (igual que en China), así que cuando quiero entrar en esas páginas, debo abrir primero ese programa que evita el bloqueo. Por supuesto, en ordenadores de cybers y demás, no puedes acceder (salvo en contadísimas ocasiones porque los tengan desbloqueados especialmente para los turistas, imagino).
El trayecto entre Tam Nhoa y Ninh-Binh en tren es un pelín surrealista. Dura una hora y cuarto aproximadamente. Te subes al tren y cierran las puertas con candados para que nadie baje en marcha y menos aún, se suban, la gente duerme en el suelo del tren, fuman dentro, se tiran en los pasillos, un montón de adultos jóvenes vistiendo ropa militar, unos apagan las luces, otros las encienden, unos apagan ventiladores, otros los encienden… es realmente curioso. Y turistas… Yoan y yo.
Finalmente, llegamos a Ninh Binh pasadas las 0.15 de la noche. Otra media horita caminando hasta encontrar nuestro hotel, donde pasaremos tres noches antes de ir hacia Hanoi.
Un día realmente movidito. Ya lo decía la guía: se recomienda utilizar otro paso fronterizo que no el de Na Maew, que es apartado, sinuoso y tortuoso. Ahí “las clavao”.

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