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dimarts, 20 de setembre del 2011

188 días después.

Barcelona, 19 de Septiembre de 2.011.
188 días después de aquel 16 de Marzo. 188 días después de cerrar la puerta de casa y dejar, tras de mí, excusas, temores, anhelos, problemas, personas. 188 días después, vuelvo a pasear por Barcelona, mi Barcelona. 188 días después, con sus correspondientes noches, con todas y cada una de sus horas. Con su primavera. Y su verano. A las puertas, ya, de un nuevo otoño. Otro más, en un ciclo imparable e inevitable. 6.970 fotos después. Siempre podré decir que aquella primavera y aquel verano del 2.011, cumplí el sueño de mi vida: viajar, viajar, viajar… sin tiempo, sin destino fijo, sin prisa, sin agobios, sin obligaciones. Un viaje a algún lugar. Pero no a un lugar físico, sino a un lugar en lo más profundo de mi ser. Allá donde nunca había llegado nadie, ni tan siquiera yo.
Y estoy de vuelta. Ya estoy en casa. Y paseo por Barcelona. Mi Barcelona. Han pasado 188 días. Una eternidad. O un suspiro. A mí me parece muy lejana en el tiempo aquella mañana en el aeropuerto del Prat, con mi mochila y despidiéndome de mi madre, mi hermana, mi sobrina. Me parece tan lejano en el tiempo, que me parece otra vida. Desde entonces me han sucedido tantas y tantas cosas… he conocido a tantas y tantas personas. He visto tantos y tantos soles. He admirado tantos y tantos templos. He recorrido miles y miles de kilómetros. Y vuelvo a Barcelona. Mi Barcelona. Pero para ella, no parecen haber pasado ni dos días. Sigue igual. Igual como la dejé. Igual como la pensé. Y su gente. Todo sigue igual. Es como si el tiempo se hubiera detenido para ellos (vosotros) y si se borraran los meses anteriores y el 16 de marzo hubiera sido ayer mismo, sería igual. Para todos. Bueno, para quienes se casaron, no (¿verdad, amigos?). Ni para quienes perdieron a un ser querido (incluida mi familia). Tampoco para mi sobrina, Ainara. La dejé siendo una niña, con dos añitos recién cumplidos y vuelvo y parece una mujercita. Preciosa ella. Ha crecido muchísimo. En ella sí advierto cambios sustanciales. Los demás… igual.
Me monto en el metro. Las mismas caras. Las mismas prisas. El mismo agobio. Enciendo la tele: los mismos problemas, las mismas chorradas, la misma telebasura. Es ahora, más que nunca, cuando tengo la sensación de que alargué mi vida 6 meses, como si de un bonus extra se tratara. Un regalo, algo que no estaba planeado. Surgió la oportunidad y no la desaproveché. Y me crucé con personas extraordinarias que, espero, me enriquezcan en el futuro. De momento, Barcelona…
Todo sigue igual. Y no sé si eso es para bien o para mal. Al menos, sabré a qué atenerme, cuáles son las reglas del juego. Adiós a los viajes en autobús interminables. Al fried rice. A la noodles soup. A cargar con la mochila. A buscar alojamiento. A mirar la guía. A cargar con la cámara, hacer fotos. Adiós a la incertidumbre del “y mañana, ¿qué quieres hacer?”. He vuelto.
Y vuelvo cargado de energía tras este paréntesis en el que he crecido. Aún más.
Esta es la última entrada, al menos de este viaje. El siguiente viaje, si lo hay, no sé cuándo será. Ni dónde. Ni con quién. Hay planes, esbozos… pero nada que no pueda cambiar de un día para otro. En un segundo nuestra vida cambia y tú tienes que adaptarte. De momento, cierro este blog de manera temporal, hasta el siguiente destino.
Había pensado varias maneras de concluirlo… Por supuesto, agradecer a todas las personas que me escribieron, me animaron, me apoyaron, me hicieron compañía desde la distancia. Agradeceros vuestras palabras, vuestra preocupación, vuestro tiempo. Alguna de esas personas no se imaginan cuánto tengo que agradecerles. Empezando, cómo no, por mi familia. Gracias por entenderme y, aunque a regañadientes a menudo, apoyarme y preocuparos, solucionarme algún tema y teneros como hilo conductor de mi día a día.
 A Gio y Vale. Fue una suerte cruzarme con este italiano de Brescia en tierras mexicanas, hace ya 4 años, ahora afincado en BCN desde el año pasado. ¡¡Grande, Giovanni!!.
Oswaldo… gracias por tus comentarios, gracias por tus ánimos y, gracias sobre todo, por todos estos viajes que hemos compartido juntos: México y Guatemala, India, Estambul, Tanzania y Zanzíbar, New York, Vietnam… Seguro que vendrán muchos más, amigo.
Verónica Galán: por tus mails, tus sonrisas, tus comentarios, tus ánimos… Y gracias por ser un corazón andante.
Martita: por esas conversaciones en MSN, por esos ánimos, por ese punto de vista tan original, por tu sensibilidad, por tu inteligencia, por las horas que hemos pasado “juntos”. Y por tu blog… ¡ánimo!.
Mon: contigo necesitaría una entrada completa. Seguramente eres la persona con quien más he hablado de mil cosas que luego me han sucedido, he pensado o he sentido. Simplemente decirte que es un placer haber compartido contigo tantas y tantas cosas pero, especialmente, tenerte a mi lado, en mi vida. Eres un tesoro y, como tal, te cuidaré.
Jordi Rius: por alguno de tus sabios consejos previos al inicio del viaje y que luego yo te sirviera de inspiración para tu viaje en solitario por India (tu blog, me encantó… espectacular, con ese punto de vista tan particularmente tuyo. Inimitable, tío).
Carlos: no esperaba que mi video te emocionara tanto, cabezón… Nunca sabes cuánto quieres a una persona hasta que no la tienes muy lejos de ti. Tras 26 años de amistad, me parece que sobran las palabras. Te quiero, amigo.
Isaac: que tú fueras el máximo goleador de las 24 h. indica el nivel que tenemos, jajaja… Ya tengo ganas de calzarme las botas y darte algunas asistencias (ya sabes: tú corres y yo te la paso). Gracias, nuevamente, por mantenerme al día de todo, enlaces a las fotos de las bodas, trofeos del fútbol sala y por no dejar de acordarte de mí en esos momentos que me hubiera gustado compartir con vosotros. ¿Tengo que entrenar a pádel antes de ir a jugar con vosotros otra vez?.
Miguel: tú cuidaste la choza y me hablaste más claro que nadie diciendo que me odiabas por viajar, ver, conocer, disfrutar… Me pensaré mucho eso de quedar un día a un café, jajajaja… Te pico un día en tu casa, que estás dos plantas debajo mío, jejeje.
Vanessa L.: ¿qué decirte?. Que tengo muchas ganas de verte y abrazarte. Que te debo mucho, especialmente tus palabras, tu coraje, tus ánimos, tu admiración… Es mutuo y, por ello, te quiero siempre en mi vida.
Saha: ¿qué decir del “guapo”, que se lleva bien con todo el mundo y todo lo que hace le sale bien?.Pues está todo dicho: que, como le dije a Valdi, es un placer viajar contigo, aunque cuando salimos a tomar algo tenga que decirte dónde está la mujer más guapa porque no ves tres en un burro de noche, jajaja… Menos mal que ya llego, que te veía perdiendo el rumbo, los papeles y hasta el apellido, nen. Las malas compañías…
Miquel: per a tu necessitaria, igual que com amb Mon, un capítol a part. T’admiro. Admiro la teva capacitat de fer sentir bé a les persones, la teva intel·ligència emocional… i et dono les gràcies per tot el que m’aportes a la meva vida, per tot el que m’has ensenyat i, sobretot, per estimar-me tal i com sóc, ajudar-me quan ho he necessitat i fer-me veure que la vida es pot pendre amb molta menys serietat. Tio, vigila a Luanda, que t’esperem a BCN. I quan tu facis algo semblant per sudamèrica… qui sap, qui sap…
Vicen y Dani: creo que tengo una deuda grande con vosotros (y con vuestras mujeres, claro) por no haber podido acudir a vuestras bodas. Espero poder compensarlo con una amistad a prueba de bombas. ¿Cuela?.
Roser: em fa por veure’t… l’abraçada aquesta gegant que vols fer-me’n potser em farà més mal que carregar la motxilla per Àsia durant mesos… Aix, petitona… jejeje… Gràcies per tot, per les teves paraules i per sapiguer mirar cap endavant, tot i les errades que un pot haver comés. T’estimo molt, ho saps, oi?.
Cañete: aunque nuestras ideas políticas sean taaaaaaaaaaaaaaan alejadas, el respeto siempre debe ir por delante pero, ante todo, nuestra amistad. Gracias por ser uno de los más fieles seguidores del blog.
Loli: tú y tus conversaciones por MSN. Tú y tus frases. Tú y tus historias… Gracias por hacerme reír tantas y tantas veces.
Joana: eres un regalo caído del cielo. En este caso, directamente al delta del Mekong. Gracias por estas semanas de contacto, por esa visión tuya tan particular, por esas palabras, por tu preocupación, por tus mensajes… gracias…
Y  otros que también me fueron siguiendo: Fayna, Lia (quan fem el mojito i los natxos????), Ana Medina, Enrique M., Felipe N., Mónica G. (me alegro que te animaras a irte a Malasia sola), Susana C. (os llamo un día y comemos con Chelo, ok?), Marc S. (apuntat al mojito, noi!!), Sonia V. (¿cuánto hace que no nos vemos, Sonieta?),David (el amigo de un amigo que todavía no sé quién es pero me ha ido siguiendo), Carlos O. (amigo de Miquel… otro crack!!), Neus (en NY, de Ses Ferreries… gracias por seguirme. Ya sabes: envidia mutua), Iñaki y Elena (grande haberos conocido de viaje…), Elena (la de laaventuradepabloyelena… seguid disfrutando por Norteamérica!!), Mónica (mi querida vecina, seguramente la que más envidia me ha profesado, jeje), José F. (por alguno de tus mails ofreciéndome información y animándome a seguir, desde USA), Ceci y Gustavo (Argentina me esperaaaaaaaaaaaa), Rodri, Eva G. (tu catalán creo que es una buena influencia, jejejeje), Irene G., Tamar (¡¡esa barriguita cómo crece!!) Conxa V. (¡¡¡nos vemos pronto!!!) y otros excompañeros de Porce y todos aquellos con quienes me crucé en esta aventura, en alguno de estos maravillosos países del sudeste asiático, a las personas anónimas que llegaron a mi blog y a quienes me escribieron personalmente a mi correo para darme la enhorabuena o solicitarme alguna información… Personalmente, es cuando más satisfacción he sentido. Que tus familiares o tus amigos más cercanos sigan tu blog, no es tampoco un gran mérito (aunque nadie tenía ninguna obligación). Que lo hagan personas que son totalmente desconocidas, que inviertan su tiempo en leerte y, más aún, en escribirte provoca una sensación maravillosa, os lo aseguro.
Si me he dejado a alguien (fijo, vamos), que me disculpe…  Y ahora, viendo la lista de personas que me siguieron, que me apoyaron, que me animaron, que de un modo u otro han esperado a mi vuelta… no os podéis imaginar qué feliz me siento por teneros a mi lado, por haberme sabido rodear de gente como vosotros y haber apartado aquellas amistades tóxicas que nada aportaban a mi vida, más al contrario. Soy inmensamente afortunado de tener amigos como los que tengo…
Finalmente, os dejo los enlaces a dos de mis canciones inspiradoras, en mi vida, en mi viaje… “La lluvia nunca vuelve hacia arriba” de Pedro Guerra y “Sin miedo” de Rosana Arbelo. Hablan, cómo no, de las oportunidades que se nos presentan en la vida, que quizás no vuelvan, de cómo aprovecharlas… y de vivir sin temor a nada, siendo valiente, mirando tu destino de frente. Os dejo los enlaces… y acabo con algunas de sus frases, que me parecen un hermoso canto a la libertad de vivir nuestra vida como deseemos.
“La lluvia nunca vuelve hacia arriba”, Pedro Guerra:
“ Y si estuviste ahora y luego no estás,
y nunca más te vi y no fui nada en tu vida…
y si no dudas todo puede pasar,
y si no pasa siempre sana la herida”
“No pienses tanto lo que debes hacer,
que el tiempo corre y luego es ave perdida,
la lluvia nunca vuelve hacia arriba...”

“Sin miedo”, Rosana Arbelo.
 “Sin miedo sientes que la suerte está contigo…”
“mejor vivir sin miedo…
Sin miedo, lo malo se nos va volviendo bueno…”
“las manos se nos llenan de deseos,
que no son imposibles ni están lejos,
si somos como niños, sin miedo a la ternura,
sin miedo a ser feliz”
“haciendo a cada paso lo mejor de lo vivido”
“sin miedo a la locura,
sin miedo a sonreír”

Si te he hecho sonreír. Si te he hecho reír. Si te he hecho pensar. Si he conseguido que mires tu vida con otros ojos. Si te he hecho viajar con tu mente, imaginar, cerrar los ojos y trasladarte a miles de kilómetros… Si he conseguido captar tu atención, que inviertas tu tiempo (eso tan preciado y tan desaprovechado llamado “tiempo”), tus energías y hasta tus horas de sueño en leerme… Si he conseguido que sigas mis disertaciones, mis relatos, mis sentimientos, mis pensamientos, mis anhelos, mis temores, mis deseos… Si he conseguido compartir una parte de todo ello contigo, eso me hace feliz. Ojalá haya podido trasladarte aunque sólo sea una pequeña parte de mi optimismo, de mi positivismo, de mi ilusión por vivir, conocer, descubrir… Ojalá haya podido transmitirte lo afortunados que somos por vivir como vivimos pero, sobre todo, por vivir, fuente de la que manan el resto de aspectos vitales. Y tú, amigo/a, también vives. Es lo más preciado que tienes. ¿Vas a desaprovecharlo?.
Pues eso: no desaproveches oportunidades, no malgastes tu vida y vive sin miedo a ser feliz. Nos vemos en el siguiente destino, sea cual sea… y si tú quieres, por supuesto.
Enormemente agradecido…
Sergio Rodríguez Cobos.

dissabte, 17 de setembre del 2011

Y ahora, ¿qué?.

Bangkok, 17 de Septiembre de 2.011.


Las horas pensando en mí, en lo que quiero y lo que espero en el futuro más inmediato. La vuelta y el “ahora, ¿qué?”. Dejar atrás la vida nómada de los últimos meses para volver a mi modesto pero tan estimado piso. Mi cama. Mi sofá. Mi ordenador. Mis libros. Mi espacio. Buscar trabajo de Responsable de RRHH en BCN (o fuera si hiciera falta. Ya no me da respeto irme fuera), encontrarlo y volver a tener unos horarios, unas rutinas, unas obligaciones. Y volver a la sensación de que los días se te escurren de las manos, se deslizan y por mucho que trates de asirlos, se burlan de ti. Volver a las tardes de pádel, los sábados de fútbol sala, el gimnasio. Y las comidas en familia. Conducir mi coche. Saludar a mis vecinos. Ver a mi abuela. A mis tíos, a mis primos. Salir a cenar un viernes noche, ir al teatro el domingo por la tarde, ir al cine o pasear descalzo por la playa. Degustar un buen vino, una buena paella, escuchar la risa de mi sobrina, la tele en mis idiomas, mis clases de inglés. El olor de mi casa, mi ropa, mis zapatos. Revisar las fotos, preparar los videos y torturar con mis batallitas a familiares y amigos. Las celebraciones de cumpleaños. Alguna inmersión en la costa brava, algún fin de semana fuera. Los sms intempestivos que te roban una sonrisa. Barcelona. El barrio gótico, la sagrada familia, el port, Montjuich. Pasear por el Born o Pg. De Gràcia. El metro de BCN. Barcelona, la meva estimada Barcelona… Catalunya, el meu país. El sabor a mar, el olor a mediterráneo. Serrat, Pedro Guerra. Sílvio Rodríguez. Ismael Serrano. El Barça. El barrio donde me crié. Mis amigos de la infancia, del colegio. Alguna discusión política. La intolerancia, la crispación y la manipulación de la derecha más rancia, intolerante e impositiva. La xenofobia de algunos ignorantes (siendo gentil y suave en el término). La crisis. El paro. El consumismo. Los agobios para llegar a final de mes. La cola en el supermercado. El APM, Crackòvia y Polonia. Redes. El Tu diràs, los especialistas secundarios, L’ofici de viure y el Telenotícies. El blog de Paradigma Guardiola, una delicia para todos los amantes del fútbol. Una taza de café. Uffff… ¡¡café!!. Las discusiones vehementes. Personas que llegan a tu vida. Personas que se van. Pensar en el siguiente viaje. Mirarlo. Observarlo. Planificarlo. Irte… y volver nuevamente.
Esa es mi BCN. Es mi vida. Así la dibujé, así la vivo. A veces la sufro. Casi siempre la gozo. Tan sencilla y tan pequeña. En mi diminuto mundo, tratando de dar sentido a todos y cada uno de mis días, a mis horas, mis minutos, mis segundos. Y, supongo, la seguiré viendo con los mismos ojos, con la misma mirada, con la misma sonrisa. La seguiré viviendo con la misma intensidad y sencillez. La seguiré paladeando con los mismos labios, con la misma lengua. Seguiré cerrando los ojos para captar la esencia del momento, el extremo puro de la conexión mágica con ese momento, con esa persona. Y no, no pienso que yo haya cambiado. A BCN vuelve Sergio, el mismo que se fue. Quizás pequeños cambios se produjeron en mi interior, pero serán imperceptibles para la mayoría de personas. Muchas personas dicen que una experiencia así te cambia como persona, tu vida, tu visión de lo que te rodea… No estoy de acuerdo a no ser que añadamos una coletilla: “una experiencia así, te cambia… si no tenías un trabajo interior previo realizado”. Como cuando uno viaja a la India, ve miseria y se da cuenta (to realize, cómo me gusta ese verbo en inglés) de lo afortunado que somos. Muchas personas vuelven de la India transformadas, cambiadas, como iluminadas repentinamente por una luz que antes era difusa. Poco trabajo interior habían hecho, pienso yo. De igual modo, un viaje como el mío. Soy el mismo que partió de BCN hace ya más de 6 meses, quizás vuelvo más consciente de lo diminuto que soy, de lo diminuto que es nuestro mundo en el día a día… si acaso, se confirma algo que ya venía pensando: cómo malgastamos nuestras vidas en tareas ridículas, preocupaciones absurdas, personas tóxicas, planes sin futuro, enriquecemos a algunos y los demás seguimos tan pobres como siempre, nos encerramos en trampas mentales para no afrontar situaciones nuevas. Excusas, siempre excusas. Si no existieran las excusas el mundo viviría mil años por delante de lo que lo hace. Pero sí, siempre hay una excusa para no intentar algo. Siempre hay una excusa para no amar a esa persona. Siempre hay una excusa para no cometer una locura. Siempre hay una excusa para no dejarse llevar. Siempre hay una excusa para protegernos de lo desconocido. Siempre hay una excusa… para no ser feliz y seguir instalados en el gris de algunas vidas… Pero, sí, en esencia, vuelve el mismo Sergio, quizás aún más puro, más convencido de su camino.
Y quiero llegar a BCN. Y encontrarme contigo, darte un abrazo. Sentirte. Sonreír y agradecerte que formes parte de mi vida como yo de la tuya. Sonreír y agradecerte que siguieras mis aventuras en este modesto blog, comentaras mis fotos y me animaras en los momentos que fueron especialmente complicados. Mirarte, admirarte y apoyarte.
Todo eso y muchísimo más es lo que me espera. Es lo que deseo. Es mi vida. La explico como la siento, como la pienso, como la veo. Es mi vida. La he elegido yo. Orgulloso estoy de ella. Y feliz, inmensamente feliz. Es mi vida. ¿Puedo pedir más?. Claro, mucho más. Todo lo que yo quiera. Absolutamente todo lo que yo quiera. Sólo hace falta desearlo con todas tus fuerzas para hacerlo realidad. De momento, tomemos aire, hagamos un alto en el camino y un reset emocional. Coloquemos cada figura en su sitio, decoremos nuestros días y el futuro será escrito con nuestros actos de cada día. Porque mi viaje ha sido de ida y vuelta, pero nuestra vida es un trayecto de sólo ida. Conviene no olvidar este detalle para no malgastarla. Es tu responsabilidad para contigo mismo. Si no aceptas esa responsabilidad y no te comprometes a mejorar todo aquello que no te guste en tu vida, luego no pidas que te devuelvan el importe del billete. Este trayecto es un regalo, con sus ventajas e inconvenientes, claro, pero de ti depende hacerlo un viaje inolvidable o un suceso anodino, gris e insulso. Yo, por supuesto, elegí la primera opción. ¿Tú qué eliges?.
Mucha suerte, amig@s.
PD: esta es la penúltima entrada del blog…

dimecres, 14 de setembre del 2011

Colección de recuerdos.

Chaloklum (Koh Phangan, Thailandia), 14 de Septiembre de 2.011.

Chaloklum, el lugar elegido para los últimos
días del viaje.
El viaje toca a su fin, dejando tras de sí una colección de anécdotas, una ristra interminable de situaciones, un gran número de rostros y sonrisas, estampas bellas y fugaces momentos de incertidumbre y emoción. Momentos no tan agradables, por supuesto, también los hubo. El poso será, espero, indeleble en mis retinas, permanente en mis labios y bella cicatriz en mi piel. Las lecciones, los malos momentos, los aprendizajes, las evidencias, los descubrimientos e, incluso, los días para olvidar, pasarán a formar parte de mi bagaje personal y existencial, llevando conmigo un auténtico tesoro. Un regalo para los sentidos, para la mente y el corazón.
Echo la vista atrás y comienzo a recordar… aquellos días en Thamel, el barrio de Kathmandú, donde conocí a Bhadra, con aquellas cenas en el tibetano. El momo y la thukpa. La agencia donde conversé con Rahjeendra, el de la agencia de viajes, con quien tanto me reí hablando de fútbol y de otros temas. Qué encanto de persona. Espero volver algún día a Nepal para hacer algún trekking y visitar Tíbet con él y con su agencia. Aquellas calles que dejaron de ser una ciudad ajena y donde pasé a fundirme en ellas; o el safari en Chitwan, viendo al rinoceronte negro o descendiendo por el río observando cocodrilos; el viaje en autobús con Abel y Sergio; cruzar el lago en barca en Pokhara, bajo una fuerte tormenta y con mi poncho cedido a mis tres pequeños guías hasta la pagoda de la paz mundial; o en Patán, cuando me acompañaron dos chicas de seguridad a la taquilla para que pagara la entrada que tan hábilmente había burlado previamente. Aún resuenan en mis oídos los cantos tibetanos, allí en aquel monasterio de Bodnath, donde me embelesé con el sonido celestial de sus instrumentos; Cómo olvidar el estresante día de la embajada India y el vuelo a Singapur. O los días en el dormitorio compartido, en esa preciosa metropolis; la llegada a Bali y los días en Ubud, con aquella conversación deliciosa con S. y Fariba; el Babi Goling del Oka y las danzas balinesas en el palacio de Ubud; el atardecer en Tanah Lot o la inmersión en Nusa Lembongan, inolvidable, quasi mágica. Cruzar caminando Nusa Lembongan hasta Dream Beach y que una vez estirado en la arena, suba la marea con una ola exagerada y me empape la toalla, la mochila y hasta medio libro de “Los miserables” de Víctor Hugo, ante las risas de una pareja australiana que se disculparon por no avisarme… ejem.
 Sufrir los viajes en autobús, como el de Makassar hasta Rantepao, ya en Sulawesi, acompañado de Roland, el sexagenario alemán, o la detestable cerveza de hoja de palma que probamos con Jens y Kirsten, los ciclistas de Dresde; el “aló, míster” batiendo las manos y esbozando sonrisas de los adolescentes rantepaenses; la solemnidad y crueldad del funeral toraja, con el sacrificio de cerdos y bueyes, la sangre manando a borbotones, el olor a tabaco, el grito de los niños, las risas calladas de las mujeres; el delicioso Pamarrasan de Sulawesi, una especie de cochinillo con una salsa negra mínimamente especiada; darte cuenta de que en el aeropuerto debieron abrirte la mochila y robarte la tarjeta de crédito de repuesto que llevabas por si acaso; y viajar 5 meses con esa inquietud: como pierdas la tarjeta, estás perdido…; aquella primera gastroenteritis en la gris Makassar o el trayecto interminable en moto, bajo un diluvio, camino del aeropuerto; La llegada a Borneo, con el taxista impertinente, malencarado y desagradable, con el que perdí hasta la paciencia y que envié a freír espárragos en castellano (nótese el eufemismo, pues los espárragos merecen otra boca). Qué decir de la experiencia de ver el Barça-Madrid con 40 indonesios en Banjarmassin, fanáticos del Barça, para quienes yo era un semi-dios simplemente por ser de Barcelona, haciéndose fotos conmigo, dándome la mano, animando y gritando más que la propia afición culé; de cómo he visto esos enfrentamientos a altas horas de la madrugada, en cualquier tele y en solitario, conectado a la radio y a facebook, yéndome a dormir cuando la ciudad comienza a despertar; el trayecto agotador en dos autobuses hasta Pangkalan Bun, de más de 20 horas, sin poder dormir, estrecho, tragando humo de muchos que fuman dentro del autobús… las experiencias de los autobuses indonesios son una aventura en sí mismas: pinchazos, retrasos, sobrecalentamientos de motores, mil paradas, averías… Traté de sobrellevarlos un poquito mejor, escuchando los programas que me descargaba de internet: el “Tu diràs” de RAC1 del día (o días) anterior (es), los Especialistas secundarios o las más de 40 películas que he visto en estos meses en mi netbook; el Mie Goreng y el Nasi Goreng; Uno de los momentos culminantes, con el tour de 3 días por Tanjung Puting, con Ana, observando esa maravilla de la evolución, llamada orangutanes. Cómo olvidar sus gestos, sus miradas curiosas, su habilidad para deslizarse de un árbol a otro por la espesura de la jungla; dormir en una embarcación, en el río, en medio de la jungla, con las estrellas cubriéndonos y los sonidos salvajes envolviéndonos; las mil picaduras de mosquitos y la rama que utilicé para autofustigarme.
Los dos instructores de submarinismo que se ofrecieron a echarme una mano para encontrar alojamiento en Tarakan, ya de noche, llevándome de un hostal a otro, todos completos, mientras hablábamos, cómo no, del Barça y del Madrid. Las tardes y noches conectado a internet cuando disponía de wi-fi y no disponía de compañía, a través de mi netbook, revisando vuestros comentarios en el blog, en mis fotos o las noticias del mundo. Seguir desde la distancia las despedidas de soltero de Dani y de Vicen (siento no haber podido estar en vuestras bodas, chicos…);  Seguir los resultados del equipo de fútbol sala cada semana (¡¡felicidades por la temporada, amigos!!). Los mails de Saha, Miquel y Valdi preparando su viaje por Vietnam; Kuala Lumpur con sus torres Petronás y sus tormentas vespertinas; Malaca y su encanto colonial, asociado ya de por vida a mi tío, pues allí estaba cuando nos dejó en Mayo y cómo asumí su pérdida en esas ciudad; las islas malayas, Tioman y Perhentian, con los chicos de Donosti: Xabi, Omar y Maitane; o las chicas en Perhentian: Graine, Elise, Sevda, Çannan… los días en Kota Bharu con Elise y Scott. Los días en Koh Tao con Carles y Xisca y la maravilla de playa de Nanyuang; el reencuentro con Dani y Eli en Bangkok, en su luna de miel; los excesos de Kao San, la locura de ciudad, con su prostitución, ladyboys y turistas con calcetines hasta las rodillas; Kanchannaburi, con su cementerio de la guerra, su puente sobre el río Kwai; dormir en el Jelly Frogg por 1,7 €; las Erawan Waterfalls con la pareja vietnamita y la británica resacosa; recorrer en bicicleta Ayutthaya con Robin, Li y Steffen; los días con Robin visitando Sukhothai, Lampang y Chiang Mai; subir al Dui Sothep en moto y con el chubasquero puesto; los masajes thailandeses; las cenas con las chicas de Zaragoza y la conversación deliciosa con Alejandra; la separación de Robin; revisar todas las fotos, una a una, seleccionarlas; las partidas de póker; el durísimo trekking y las caídas de la bajada; el trayecto bordeando el río y el descenso en rafting; de cómo cruzar la frontera thailando-laosiana por el Mekong; aquella conversación con Maledi, el chico marroquí que rompe esquemas; La conducción en moto por el norte de Laos, en los alrededores de Luang Nam Tha, admirando arrozales, montañas, naturaleza; la cena en el night market con Tatiana y Jorge; de cómo llegamos los tres a Nong Khiaw y el desagradable incidente con el holandés errante;  remontar el río hacia Muang Ngoi por entre un paisaje de belleza sublime y llegar a este pueblo casi sin ni electricidad; La cena multitudinaria, con la pareja de San Francisco, los jóvenes franceses, Iñaki, Elena, Tatiana y Jorge; y Luang Prabang. Sobran las palabras con esta ciudad, donde además creo que me hicieron el mejor masaje de todo el viaje (bueno, bastante igualado con el de piedras calientes y aceites esenciales que nos hicimos en Hué); pasear por sus calles, su mercado hmong nocturno y las cenas copiosas y baratas de su night market, con Tiffany, John, Tatiana, Jorge, Li, Robin y Fanny. El gris de Vientián; y la guest house china por 3 €. El larguísimo trayecto nocturno hasta Phonsavan, donde conocí a Yoann. Y esta ciudad, que si no fuera por la Plain of Jars, podría pasar desapercibida. Pero no, no lo está. Y la Plain of Jars no es nada del otro mundo, pero creo que fue donde mejor comprendí el drama de este país, con las UXO (Unexploded Bombs), igual que visitando, con Yoann, las cuevas y las grutas de Vieng Xhay, donde se refugiaron durante más de 9 años los líderes del Pathet Lao y miles de civiles. De cómo cruzamos la frontera Yoann y yo, con el incidente con aquellos del autobús, empujones y gritos; coger un tren de línea vietnamita a las 22.30 y ver a gente fumando, tirados en los pasillos, luces de los vagones apagadas, teniendo que sortear a gente por todos sitios… Aquellas excursiones en barca por Trang An y Tam Coc, qué delicia, especialmente la primera. Desayunar con Yoann en Hanoi, esperando a que lleguen mis amigos. Verlos por entre los callejones, meses después, el abrazo en el que nos fundimos. Y sus mochilas perdidas. La primera visita juntos al templo de la literatura, comprándose un chubasquero/bolsa de basura de color azul para protegerse de la tormenta. Y los taxistas de Hanoi. Malditos taxistas de Hanoi. El trayecto en tren hacia Sapa, jugando a cartas. Llegar a Sapa y comenzar el trekking de inmediato, con decenas de personas alrededor. Los arrozales verdes. Y nuestra guía. Las montañas que te guían. El valle. Barro. Resbalones. El baño en el río en ropa interior. Volver al día siguiente. La Bahía de Halong. Y nuestra hora en kayak en un entorno magnífico. Los saltos desde la cubierta, a 6 metros de altura. Y mi caída de costado, tras un resbalón. Sus risas. Y mi caída por la escalera cargado con las cámaras. La japonesa que nos acompañaba en las comidas. La joven pareja holandesa. Pedalear por el PN de Cat Ba. Los rice noodles. Morning Glory. Tofu. Rice, always rice. Y otro autobús nocturno. Hue y su ciudadela. El masaje de piedras calientes y aceites esenciales. Qué delicia. Miquel llegando siempre tarde a la vuelta de las visitas en la excursión por las tumbas y mausoleos. Pasar unas horas con Li en Hoi An. Ver “El padrino” en el bus nocturno con Miquel. Y ver de nuevo a Yoann con su amiga en Nha Trang. Bañarnos en aquella deliciosa playa. Salir por la noche y darte cuenta de aspectos culturales vietnamitas comportándose en grupo. La inmersión junto a Miquel allí. Y los videos que grababa Saha. Ho Chi Minh. Mejor decir Saigón, ¿no?. El estremecedor Museo de la Guerra. Quedarte sin palabras, estupefacto, compungido, consternado ante tanta barbarie. Y compartir una cena con Trini y Andrew, su marido americano, que nos animó a ir a visitar la costa oeste de USA. La iglesia caodasiana, con sus fieles vestidos con túnicas blancas. Los túneles de Cu Chi. Las trampas contra los americanos. Caminar de cuclillas y hasta de rodillas por 150 m. de galería subterránea realmente claustrofóbica. Y el Delta del Mekong, una turistada en toda regla. Las chicas de Palma. Y Eva, que tras cenar con nosotros decidió pasar unos días junto a los chicos españoles. Debió pasarlo bien…  La estafa de la comida, a elegir entre ardilla, anguila, rata, serpiente, búfalo, pescado o pollo. Tim y Solene. Olvidarme y perder mi móvil en la minivan. Y Phnom Penh, con su palacio real y el Tonlé Sap recorriéndola. Sus mototaxis. Y el bus de 6 horas hasta Siemp Reap. Angkor. Sus templos. Un paseo en bicicleta. La magnificencia. El momento culminante del viaje junto a los orangutanes. La despedida de los tres. Otra vez sólo. Pero todavía está Eva. Y a los dos días, vuelve a aparecer Yoann. Las cenas en el mercado nocturno. Y los relojes. Y los desayunos en aquella deliciosa cafetería francesa. Ir a Battambang y… no disfrutar mucho allí. Volver a Phnom Penh. Eva. Yoann. Iñaki. Las cenas junto al río. Ir a tomar una copa y jugar al futbolín. Al billar. Tener la sensación de que empiezo a tener la cabeza más allí que aquí, que pienso más en mi vuelta que en lo que me queda de viaje. Ir a Sihanoukville. Y no hacer absolutamente nada allí durante varios días. Volver en un viaje eterno hacia Thailandia. Elegir isla. Y encontrar un rinconcito de Koh Phangan que es una delicia, justo lo que quería, lo que necesitaba.
Una playa tranquila, de aguas turquesas, arena blanca, palmeras. Una playa donde sentarme a mirar a mi espalda y admirar aquel tiempo que fue, pero que ya no es. Este viaje que ha sido, pero pronto será un recuerdo. Sentarme en la playa, de noche, en silencio, con un manto de estrellas cubriendo majestuoso el inmenso cielo, que me observan quietas, quizás pensativas, como yo. Ya sólo faltan unos días para volver…
Los momentos de expiación de mi culpa, colgando fotos en facebook para que las pudiérais contemplar, siendo esto un desagravio para mí, intentando compartir con vosotros esta maravillosa experiencia, aunque a algunos la envidia les provocara úlcera; cada “me gusta” en facebook fue revisado, valorado y tenido en cuenta; un simple comentario en una foto era motivo de orgullo; el publicar una entrada cuando había algo interesante que contar, vuestros comentarios en el blog o en el enlace que cuelgo en facebook eran alentadores, motivantes, agradables; cada interacción con vosotros vía red social, MSN, sms al móvil, skype ha sido un granito de arena que iba añadiendo a la vasija de los motivos para volver. Volver, claro… ir y volver... moverse, no permanecer; las llamadas por skype a mi familia, esas conexiones a menudo desesperantemente lentas; esas palabras de ánimo y admiración por mis hermanas y mi cuñado, de incertidumbre y súplica encubierta de mis padres (“vuelve ya”, me decían en cada palabra, aunque me preguntaran por “cómo estaba”, el fondo era… “¿por qué no vuelves ya, hijo?”); ver cómo en cada conexión por skype, Ainara va creciendo, cambiando. Y me pregunto cómo reaccionará cuando me vuelva a ver, si me reconocerá, si saldrá corriendo, si vendrá y me dará un abrazo o se pondrá a correr para que la siga, como hicimos el día de mi partida, que estuve detrás de ella por el aeropuerto más de 20 minutos, ante las risas de los extranjeros allí presentes, totalmente ajena al concepto “tiempo”, a que su tito ha estado muchos meses fuera de casa. Y le preguntan: “¿dónde está el tito?” y ella ha aprendido a responder… “de viaje”.
Pues el viaje ya acaba, Ainara. Muy pronto podrás volver a jugar con el tito.
La última foto del viaje... No está mal,
¿verdad?.

dilluns, 12 de setembre del 2011

Fotomusical resumen del viaje.

Uffffff... cuántos recuerdos... Son dos videos. Aquí va el primero...



Y aquí va el segundo...






Todo el recorrido en mapas.

Pues sí, echando la vista atrás, revisando mapas, países, rutas... uno se da cuenta realmente de cuántos lugares ha visitado, qué de ciudades, monumentos, paisajes poblaron esos días. Así que, para ir cerrando el blog (tengo pensadas dos o tres entradas más), qué mejor manera que colgar, en orden cronológico, el recorrido de mi viaje. El viaje de mi vida.

Nepal: del 17 de Marzo al 11 de Abril.
Kathmandú, Nagarkot, PN Chitwan, Pokhara, Tansen Palpa, Lumbini, Patan, Bodnath.


SINGAPUR: del 11 al 15 de Abril.

INDONESIA (Bali, Sulawesi y Borneo): del 15 de Abril al 9 de Mayo.

Bali, Sulawesi (Makassar, Rantepao), Borneo (Banjarmassin, PN Tanjung Putin, Balikpapan y Tarakan).


MALASIA: del 9 de Mayo al 7 de Junio.

Tawau, Semporna, Kota Kinabalu, Kuala Lumpur, Malaca, Mersing, Pulau Tioman,
Kuala Terengganu, Pulau Perhentian Kecil y Kota Bahru.


THAILANDIA: del 7 de Junio al 6 de Julio.



Krabi, Ao Nang, Koh Tao, Bangkok, Damnoen Saduak, Kanchannaburi, Ayutthaya,
Sukhothai, Lampang y Chiang Mai. Y en septiembre, Koh Phangan.

LAOS: del 6 al 26 de Julio.

Huay Chay, Luang Nam Tha, Nong Khiaw, Muang Ngoi, Luang Prabang, Vientiane,
Phonsavan, Plain of Jars, Sam Neua y Vieng Xhay.


VIETNAM: del 26 de Julio al 17 de Agosto.

Tham Nhoa, Trang An, Hoa Lu, Tam Coc, Hanoi, Pagoda del Perfume, Sapa, Halong Bay,
Hue, Hoi An, Nha Trang, Saigón (Ho Chi Minh City) y delta del Mekong
(My Tho, Can Tho y Chau Doc).


CAMBOYA: del 17 de Agosto al 5 de Septiembre.

Phnom Penh, Siem Reap, Angkor, Battambang, Phnom Sampeau, Wat Banan,
Phnom Penh y Sihanoukville.

Vuelta a Thailandia para pasar los últimos días antes de volver a casa... Koh Phangan...

No está mal, nada mal..




diumenge, 11 de setembre del 2011

De Sihanoukville (Camboya) a Koh Phangan (Thailandia).

Chalom Luk (Koh Phangan, Thailandia), 11 de Septiembre de 2.011.

 
Y así, como quien no quiere la cosa, he llegado a mi último destino, que era un destino inconcreto, abstracto, sin nombre, difuso en mi mente… Pero sabía qué quería y aquí lo he encontrado. Acierto total…
De Sihanoukville ya quería volver a Thailandia para pasar los últimos 10 días de mi viaje. Finalmente descarté subir a Kratie a ver los delfines rosados del Mekong, ir hacia el noreste de Camboya, una zona más salvaje, agreste y exigente de aventura, esfuerzos y dinero y continuar un poco más al norte para ver las 4.000 islas en el sur de Laos. Podía haber ido para acabar de peinar todos estos países pero antes que esa voluntad de ver todo lo bonito de esta zona, había otra voluntad que se imponía: la mía. Y a mi voluntad no le apetecía tragar más polvo en carreteras secundarias, palizas de autobuses, pueblos perdidos y ruinas olvidadas. Por ese motivo decidí que de Sihanoukville a Thailandia y tiro porque me toca.
Comencé el viaje en esta ciudad al sur de Camboya, destino Bangkok. Autobús nocturno. Eran las 20 h. cuando me subí a él. Primera ingrata sorpresa: iba vía P. Penh con cambio de autobús. “Bueno, pues luego dormiré”, pensé… El trayecto Sihanoukville-P.Penh de 4 horas y media en cama, no estuvo mal y me dio tiempo a ver la segunda parte del Padrino (las dos partes, Valdi: la 1ª parte de la 2ª parte y la 2ª parte de la 2ª parte). A las 0.30, ya en P. Penh, cambio de autobús. Vaya, subo al autobús que debía llevarnos a Bangkok y… no es de camas, sino de butacas, grandes y cómodas, sí, pero butacas… Y hay unas 10 horas por delante. “Menudo fastidio”, pienso. Al instante, la realidad, tozuda, dura y desagradable en algunos momentos, golpea mi conciencia de una manera brutal. No hacía ni dos minutos que yo mismo había cruzado la calle para cambiar de autobús, cuando veo que los que ya estaban en él comienzan a asomarse a la ventana. Me asomo y… un chico yace tendido en el suelo. Ha tenido un accidente con la moto. Está inconsciente. Parece que ha chocado contra un gran cubo de basura que hay a un lado. Tiene muy mala pinta… Lo levantan y un charco de sangre donde estaba su cabeza mancha el suelo. Parece un guiñapo y creo que tiene algunos huesos rotos. Muy mala pinta… Mi conciencia me golpea y me trae recuerdos del 21 de Marzo de 2.010, cuando yo mismo volví a nacer. Vuelvo a tomar conciencia de qué frágiles somos, qué débiles y qué estúpidamente vivimos nuestras vidas, quejándonos de todo, por todo sin dar gracias por lo más preciado que tenemos: nuestra vida. Todo puede acabar en un suspiro. Ahora estás aquí, dentro de 10 segundos quizás no. La vida es un soplo y puede apagarse en cualquier instante. Un chico joven, con toda una vida por delante y… ojalá pueda salir de esta, pero lo veo realmente peliagudo. Su imagen me acompaña durante horas y apenas puedo conciliar el sueño. La vida… qué afortunados somos de estar aquí y cuántas personas desaprovechan la suya con lamentos ridículos o encerrados en los muros de sus indecisiones, miedos, fobias, inseguridades… ¡¡Vive, joder, vive!!. Hay mucha gente que ya no está que seguro que hubiera aprovechado mucho más su vida, no desperdicies tú la tuya…
Pasadas las 8.30 de la mañana cruzamos la frontera entre Camboya y Thailandia. Voy con una pareja escocesa, de Glasgow (creo que son los primeros escoceses que he visto viajando en todos estos años) y una chica holandesa que… parece hawaiana, la verdad. Con el escocés, mientras esperamos ya al otro lado de la frontera, hablo un rato (me cuesta entenderle algunas cosas, sinceramente) sobre la situación en Escocia, en Catalunya, el accidente del chico la noche anterior…
Nos dicen que esperemos media hora, que vienen 5 personas más detrás nuestro y nos llevarán a todos a Bangkok. No es media hora. Ni una hora. Son dos horas de espera, tras haber dormido muy poco en el autobús… Se nos hace eterno. A las 11 nos meten en una minivan y… ni rastro de las 5 personas que venían detrás nuestro. Igual les denegaron la entrada a Thailandia por haberse retrasado, vete a saber (broma, claro).
Y de la frontera hasta Bangkok, nos dijeron que unas dos horas y media. Ja… ríete tú. El conductor creo que fue el peor que he conocido en estos meses y no porque fuera antipático, al contrario, no paraba de sonreír, pero era lamentable. Conducía 50 minutos y parábamos 15. Un trayecto que debía ser de 2 horas, tardamos 3 horas y cuarto. Y cuando llegamos a Bangkok, unos atascos impresionantes. En la minivan íbamos un hombre australiano, dos japoneses, la pareja escocesa, la holandesa (hawaiana), un tailandés que iba con un tipo europeo un tanto extraño y yo. Tras un rato por Bangkok, nos damos cuenta de que el tipo está dando una vuelta de narices. Ah, claro… íbamos a dejar a su acompañante, a la mujer que iba con él. Los japoneses y yo sacamos nuestro plano de Bangkok y vimos que no iba hacia Kao San Road, sino que estaba haciendo como eses por la ciudad, de atasco en atasco. El australiano quería llegar al aeropuerto, por lo que, ni corto ni perezoso, en medio del atasco comenzó a gritarle al conductor, se bajó, abrió el maletero, cogió sus mochilas y se fue hacia el metro. Al rato, tras más atascos y más vueltas, el extraño europeo y el tailandés, deciden bajarse también, y los japoneses, que también iban a Kao San Road, como los demás que quedábamos allí, se bajan ante nuestro asombro. Total, que quedamos la holandesa, los escoceses y yo. Eran ya más de las 15 h., llevábamos 4 horas en la minivan, metidos en un atasco detrás de otro, 19 horas de viaje a nuestras espaldas y bastante alejados de nuestro destino aún. Comenzamos a sospechar que este hombre no sabe ni dónde va. Le pregunto dos veces si realmente sabe dónde está Kao San Road (lugar turístico y de concentración de mochileros en Bangkok). El tipo sonríe, pero se para dos o tres veces, dudando de por dónde seguir. Hablo con el escocés y estamos de acuerdo en que el tipo no sabe llegar. Ya un poco cansado, le digo al conductor que me parece increíble que yo conozca mejor Bangkok que él… Sí, fui muy desagradable, pero es que era como para cabrerarse, os lo aseguro. Preguntamos a algún peatón por el camino a Kao San. Llegamos a nuestro destino a las 16 h., ya desesperados… 20 horas de viaje, más de 4 horas de retraso. Había quedado con Marianela que está por aquí con su novio, pero imposible, claro.
Nada más llegar, pienso que tampoco quiero estar ni un día en Kao San, que ya conozco la zona y Bangkok y que cuanto antes llegue a la isla, mejor. En el camino miro la guía para decidirme: Ko Phi Phi y Pukhet, Koh Tao, Koh Phangan… ¿qué hacer?. ¿Dónde ir?. A última hora decido que me voy al norte de Koh Phangan, que tiene buena pinta. Así que a las 16.15 pregunto en una agencia si es posible coger un autobús nocturno hacia el golfo de Thailandia y me dice que sí, que el autobús sale a las 18 h.” Pufff… esto sí que va a ser una paliza”, pienso, pero vamos, ¿quién ha dicho miedo?. Ok, pues a las 18 h., el siguiente. Dejo mi mochila y me voy a comer algo (que ni había desayunado ni comido nada aún).
A las 18 h., inicio del viaje. A mi alrededor todo son jovencitos, parejas y demás… La gran mayoría se dirigen hacia Koh Phangan. Hummm… ah, claro, el 12 es luna llena. Ah, claro, la full moon party, famosa a nivel mundial. Pero es en el sur de la isla, yo voy al norte, ya no tengo edad de ir a fiestas de adolescentes…
En una parada que hacemos para cenar, conozco a una chica belga, de Gante. Hablamos un rato. Ella va hacia Koh Tao para hacer un curso de submarinismo. Seguimos camino…
Y llegamos a las 2.30 a nuestro destino final del bus para coger el ferry… Pero, un momento, ¡¡nos dijeron que llegaríamos aquí sobre las 6 de la mañana!!. Hummm… trato de situarme y, efectivamente, descubro el secreto: habíamos llegado a Chumpon, que está bastante más al norte que Surat Thani, el lugar al que nos dijeron que llegaríamos para coger el ferry. Varios jóvenes se muestran sorprendidos por lo rápido que hemos llegado y les explico que no estamos en Surat Thani, sino en Chumpon. Efectivamente, este es el lugar al que llegué cuando vine de Koh Tao en dirección a Bangkok, en Junio pasado y eso explica las 3 horas de adelanto según lo previsto. Ya me parecía a mí algo ridículo ir desde Bangkok a Surat Thani, mucho más alejado que Chumpon, para coger un ferry que podíamos coger desde ésta última...
Y allí me encuentro con un alemán… Me sonaba su cara y lo ubico enseguida: estaba en la misma Guest House en la que estuve con Robin en… Chiang Mai, a inicios de Julio. Guau… dos meses después. Resulta que el tipo había vuelto a Alemania un mes y medio, había llegado a Bangkok justo el día anterior y ahora iba a estar unas semanas por Thailandia para luego visitar Laos, Vietnam y Camboya de aquí a navidad. Total, que habiendo llegado sobre las 2.40 a Chumpon, teníamos que esperar hasta las 7 de la mañana que salía el ferry hacia las islas. Obviamente, comodidades cero, allí. Unos duros bancos de madera… El alemán y yo estuvimos hablando de los países que yo había visitado y él visitaría, de su vida en Alemania, de mi búsqueda de trabajo cuando vuelva (me dio algún consejo realmente útil), etc. No dormí nada esas horas. Luego recuperé tres horitas en el ferry, hasta llegar a Koh Tao y ya el trayecto Koh Tao Koh Phangan, despierto. Como era de esperar, los jóvenes se fueron hacia el sur de la isla y el alemán, otra pareja alemana y yo, hacia el norte.
Llegué a Chalom Luk, un tranquilo pueblecito de pescadores al norte de Koh Phangan,  sobre las 14 h., es decir, 42 horas después de haber salido de Sihanoukville. No está mal el tute… Chalom Luk está a medio camino entre un lugar tranquilo pero no en el exceso de llegar a ser muy aburrido, pues se puede hacer un poquito de todo, y un lugar muy turístico. La playa, de arena fina blanca, palmeras y aguas turquesas, con embarcaciones pesqueras salpicando la bahía es, seguramente, muy aproximado a lo que buscaba. Ya estoy en mis últimos días de viaje y quería eso, un lugar tranquilo, playa, buena conexión a internet, multitud de diferentes restaurantes para todos los bolsillos, cajeros automáticos… comodidades, vaya, sin ser muy turístico, con una buena playa en la que tostarse un poquito, una buena base para recorrer el norte de la isla…
Y ahora es lo que estoy haciendo, últimos días de relax, de asumir el fin del sueño, con la satisfacción de haberlo realizado, una vez más. Horas de contextualización, de encajar piezas, ensamblar ideas, aposentar recuerdos. Horas de viaje mental a lugares y situaciones. Voces que me acompañaron. Personas que eran ajenas, desconocidas, que formaron parte de mi viaje como yo del suyo. Días de asumir que esto toca a su fin. Días de pensar y sentir. Días de sonreír. Días de cuenta atrás. Y mirar fotos. Fotos de personas anónimas. Y de amigos. Viejos amigos. Y otros que espero que algún día se conviertan también en viejos amigos. Y paisajes. Fotos de ríos. De montañas. Cielos azules. Cielos grises. Amaneceres. Atardeceres. Playas paradisíacas. Junglas. Animales. Caminar bajo la lluvia. Estar perdido en una ciudad. Horas de espera… Días de pensar en eso y en mucho más… Días de pensar… “¿y ahora, qué?”.

dissabte, 10 de setembre del 2011

Camboya en una entrada.

Sihanoukville (Camboya), 3 de Septiembre de 2.011.


Debería haber escrito esta entrada antes, bastante antes, pero por unas cosas u otras, se fue demorando. Y ahora tengo la sensación de que cualquier cosa que escriba acerca de Camboya no será justa, ni adecuada, ni tan siquiera muy descriptiva acerca de un país que he conocido en una pequeñísima parte. Pero comencemos…
Entramos Miquel, Saha, Valdi y yo a Camboya desde Vietnam en slow boat y luego 2 horas más en minivan hasta Phnom Penh, la capital del país. Comencé fatal mi entrada en este país, porque me dejé el teléfono en la minivan (iba escuchando música y algún programa de radio) y por muchas gestiones que intenté hacer con la guest house, llamando a la agencia, etc, no fue posible recuperar mi teléfono. Así que si alguien me ha llamado o enviado sms, que sepa a qué se debe mi silencio. Las últimas semanas “incomunicado” vía móvil y hasta que no llegue a BCN, haga un duplicado y consiga otra terminal, pues casi lo mismo…
En P.Penh estuvimos un día y medio, lo justo para pasear un poco por la zona junto al río y visitar el Palacio Real, el monumento a la Independencia y el de la Amistad con Vietnam. A ellos tres les impresionó el palacio real y a mí, me gustó, pero no quedé maravillado. Ya sabéis: los efectos perniciosos de haber visto otros palacios reales y miles de templos, tanto en este viaje en otros países como hace un par de años en India.
Aquella última noche en P.Penh cenamos con Tim (el alemán), Solene (la jovencita francesa) y Eva (de la Bretaña francesa), que se unió a nosotros en el Mekong y estaría varios días más disfrutando de nuestra compañía, tal y como me confesó a mí días después.
Tras un viaje un tanto incómodo por el calor del autobús, llegamos a Siem Reap, la ciudad cercana a los templos de Angkor. Tal y como llegamos, ya alquilamos las bicicletas para el día siguiente ir a los templos, cenamos con Eva, que nos preguntó si podía venir con nosotros y… así fue: al día siguiente, en pie a las 4.45 de la mañana, a las 5.15 salíamos los 5 en bicicleta hacia los templos. De Siem Reap a los templos hay como 4-5 kilómetros y tardamos unos 25 minutos, porque pedaleábamos a oscuras, casi sin luces en la calle ni luz diurna. En las taquillas tuvimos un problema con el dinero y las previsiones que habíamos hecho, algún malentendido y… bueno, menos mal que siempre hay alguien previsor y llevaba más dólares, que si no hubiéramos tenido que volver a la ciudad a sacar dinero o que Eva nos invitara, jejeje.
Angkor Wat
Los templos de Angkor… La sola mención evoca exotismo, civilizaciones perdidas, jungla, templos engullidos por la selva… Recuerdo que la primera vez que leí algo acerca de Angkor, debía tener yo 15 ó 16 años, no más, en alguna de las revistas de viajes que ya me compraba entonces. Las fotos eran espectaculares y hablaba de un antiguo reino (el khmer) que dominó una gran extensión de lo que ahora es esta zona de Camboya, noreste de Thailandia, sur de Laos y algo de Vietnam. Y recuerdo las fotos de los árboles, de sus raíces, devorando literalmente los muros, unos muros cansados del paso de los años, cansado del peso de los árboles, árboles gigantescos, raíces gruesas… todo mezclado en un conjunto de aspecto salvaje. Y siempre pensamos en las fotos de los árboles encima de los muros y lo asociamos a Angkor Wat… primer error. Angkor Wat es el mayor edificio religioso del mundo, enorme, con varias estancias, murales esculpidos de más de 100 metros, con guerreros, apsaras, etc… pero en Angkor Wat no hay árboles que sometan con su fuerza viva a la fuerza inerte de las rocas. No, no es en Angkor Wat. Es en otros templos menos conocidos, como el de Ta Prohm.
Nos dirigimos con nuestras bicicletas hacia Angkor Wat y estuvimos caminando por allí, un poco cada uno a su libre albedrío, como dos horas y media. Y aunque la multitud de turistas deslucía en parte su encanto, no es menos cierto que sigue impresionando. No en vano, es el símbolo de este país, de su pasado esplendoroso, de su pasado guerrero y la silueta de Angkor Wat aparece en la bandera nacional.
Ta Prohm
Hasta ese día, no tenía dudas de cuál había sido el momento culminante, el más emocionante de mi viaje: ver los orangutanes en el PN de Tanjung Puting (Borneo Indonesio). Tras ver Angkor… tengo dudas, porque es realmente espectacular. Pero creo que me sigo quedando con los orangutanes por muy poquito, supongo que por la impresión que causa semejante animal semisalvaje a escasos centímetros tuyos y… porque es un animal realmente precioso.
Total, que con nuestras bicicletas y algún contratiempo en forma rueda desinflada(que hacía que tuviéramos que soportar las quejas constantes de Valdi), hicimos el recorrido corto para ver los templos. La idea inicial era hacer el largo ese día y al día siguiente, el corto, pero cuando pedaleábamos nos dábamos cuenta de las distancias, el calor sofocante… así que nos decantamos por el recorrido corto (un gran acierto). Pese a ser el recorrido corto, estuvimos pedaleando y visitando templos desde las 5.45 de la mañana que llegamos a Angkor Wat, hasta las 16.30 de la tarde, que comenzábamos el camino de vuelta a Siem Reap. Mención especial a Eva, que no se quejó en ningún momento, ni por la bicicleta, ni por el calor, ni por alguna espera, ni por subir a templos… una todoterreno la chica (bueno, tiene 33 años, así que nunca sabes cómo llamar a una mujer de esa edad: si le dices chica, parece más joven de lo que es; si le dices mujer, parece más mayor… en fin, dejémoslo en chica, que al menos queda más caballeroso, jejeje).
El día siguiente hicimos el recorrido largo los 5, pero esta vez en dos mototaxis. Y vimos templos anteriores a Angkor Wat, con estilos diferentes, pero algunos los disfrutamos en solitario (o casi), con vistas sublimes de los bosques de alrededor, árboles también devorando la piedra…
Y esa tarde mis tres amigos comenzaban su regreso a casa. Nos despedimos en la puerta de la guest house y tuve sensaciones extrañas. Por un lado, había estado meses sin ellos y había conocido a mucha gente, yendo a mi ritmo, decidiendo, con momentos de soledad (en algunos casos intencionadamente),… tras llegar ellos, no hubo momentos de soledad, ni de silencio, ni de mi ritmo, ni de decidir nada (ya les dije que yo en Vietnam era un invitado a su viaje y no quería decidir nada)… semanas de risas, de confidencias, de bromas, de conversaciones en algunos casos muy profundas acerca del sentido de nuestras vidas, de nuestro futuro, nuestros proyectos, nuestras ambiciones, nuestros deseos… las partidas de póker con cartas y fichas improvisadas (¡qué malos sois jugando a póker, macho!, jajajaja)… a Valdi durmiéndose por las esquinas, Saha grabando sus videos, Miquel mejorando sus aptitudes fotográficas a pasos agigantados… para ellos, un break, unas breves vacaciones dentro de unas vidas organizadas, establecidas, ritmos, rutinas… para ellos, unas semanas de velocidad, acción, turismo, viaje, descubrimiento. Para mí… para mí no era nada de eso. Para mí fueron semanas de reencuentro con ellos que, de algún modo, me acercaban a casa, a mis orígenes y me hacían revivir la sensación de formar parte de un equipo, más que de un grupo. Un equipo para todo. 4 amigos que se juntan para viajar y que el resto del año (salvo Saha y yo) apenas pueden verse por las distancias (Valdi en Tenerife, Miquel en Angola) pero cuando están juntos funcionan de manera sincronizada, cada uno aportando lo mejor de sí mismo. Y para mí fue muy bonito pasar del YO al NOSOTROS, del “estoy sólo” al “estamos juntos”… Así que cuando los vi alejarse montados en el mototaxi tuve la sensación de que se iban emocionados por dejarme allí, cada uno expresándolo de una manera diferente, pero todos con un punto de tristeza (más por acabar sus vacaciones que por despedirse de mí, seguro, jeje). Lo que no sé es si vieron en mi mirada el orgullo de ser su amigo, de haber disfrutado de su compañía y de la añoranza que ya me producía el verlos alejarse. El año que viene, ¿costa oeste de USA?. Eso es lo que hemos decidido, veremos si puede ser. En definitiva, se me hizo un nudo en el estómago por unos segundos y contuve la emoción lo mejor que pude…
Cené esa noche con Eva y me volví a sentir un poco como el consultorio de Elena Francis, con sus dudas a nivel sentimental. Ella volvió a P. Penh al día siguiente, justo cuando llegaba Yoann, el francés que conocí en Laos y con el que estuve unos 10 días en el norte de ese país y los primeros de Vietnam. Y con Yoann cené en Siem Reap dos noches. Yo me quedé en esa ciudad tres días sin hacer absolutamente nada. Bueno, sí… descubrí una cafetería francesa deliciosa desde donde consultaba las noticias, respondía algunos mails, subía alguna entrada retrasada al blog… Siem Reap no es espectacular. Ni tan siquiera bonita. Pero es agradable. Y a mí me sirvió para estar tres días de descanso y descompresión. Y es curioso, porque si a partir de las 18 h. la ciudad se llena de turistas, durante el día es muy extraño cruzarte con alguno por la calle… claro, ¡¡están todos en los templos!!.
De Siem Reap me fui hacia Battambang, esperando una bonita ciudad con edificios coloniales franceses a la orilla del río. Sinceramente, muy decepcionante. Hice una excursión de un día a Phnom Sampeau y Wat Banan  La primera es una montaña donde el ejército de los khemeres rojos asesinaba a disidentes políticos, a finales de los 70, golpeándoles en la cabeza y arrojándolos a una cavidad. Ahora es un testigo mudo de la barbarie. Entras en una cueva y en una pequeña habitación de cristal ves huesos humanos, cráneos… Y el segundo es un templo en lo alto de una montaña, con 178 escalones que se hacen realmente duros de subir. En la cima coincidí con 3 mujeres (éstas sí eran mujeres) y un hombre de Tarragona y Valencia y me comentaron que ni Kampot ni el PN de Bokor merecen la pena. Vaya, yo que los tenía en mi lista para visitar… Pues nada, descartado.
Killing Fields de Phnom Penh.
Volví a P. Penh, volví a ver a Eva, se nos unió Yoann (los presente y parece que hubo feeling entre los franceses, jejeje), otra noche también se nos unió Iñaki, estuvimos cenando junto al río y los cuatro estuvimos tomando unas cervezas en un pub-restaurante, jugando al futbolín (ríete de Guardiola y sus tácticas… en los futbolines de Laos juegan con dos defensas contra cuatro delanteros… le diremos a Pep que se pase por Laos y tome nota a ver si lo pone en práctica con nuestro Barça… por cierto, disfrutemos de este equipo y de sus jugadores, Messi a la cabeza, porque estamos contemplando un equipo del cual se hablará de aquí a 50 años), al billar… Eva, Yoann y yo fuimos a los Killing Fields, a 17 km. de la capital, donde los khemeres rojos asesinaron a miles y miles de camboyanos, tras engañarlos, los hacían subir a camiones, los llevaban allí y allí los asesinaban. Luego los enterraban en fosas comunes, sin pudor alguno… y ahora es otro triste recuerdo de aquellos oscuros tiempos. No es nada bonito, ni tiene mucho a ver: un edificio con cientos de cráneos y ropa de los asesinados (esto sucedió entre 1.975 y 1.979, hace cuatro días), un salón donde proyectan una película muy breve (y muy mal hecha, bajo mi punto de vista), otro con una exposición fotográfica y luego una explanada con multitud de grandes agujeros, que se supone que son las fosas donde han ido apareciendo restos humanos. Un poco macabro y muy, muy, muy triste. Para acabar de adobar el sinsentido, el gobierno de Pol Pot (el dictador de esos años) estuvo representando al pueblo Camboyano en las Naciones Unidas durante muchos años. Increíble, pero cierto. Me pregunto dónde estaba USA en aquellos momentos. Ays, idiota de mí. Aquí no hay petróleo. Ni se puede hacer dinero con una guerra. Esto no era Afganistán. Ni Kuwait. Ni tan siquiera Irak. Esto es Camboya y aquí, salvo selva y unos templos, no hay nada más. Camboya, un país pobre, muy pobre (seguramente el país donde más gente he visto pidiendo en la calle de todos los que he visitado en este viaje), que a USA, la ONU y otros organismos internacionales les importa bien poco si no les reporta unos beneficios económicos o geoestratégicos. Y ahora, ante la nueva hambruna en África, ¿dónde están esos salvadores del mundo?. Demagogos. Hipócritas. Manipuladores. Lo peor de todo no es que lo hagan, sino que nosotros lo permitamos (lo mismo que la reforma de la constitución española, los recortes, etc… ). Siempre digo lo mismo: si alguien te falta el respeto, no es su culpa, la culpa es tuya por permitirlo. Y con los políticos, pues lo mismo: la culpa no es suya, la culpa es de quienes les votan y, después, lo consienten todo. Luego no nos quejemos. Y eso no es nada… aquí asesinaron a miles de personas y nadie hizo nada por detenerlo. Indignante…
En fin, que me enciendo…
Finalmente, llegué a Sihanoukville, al sur de Camboya. Prometía playas espectaculares y… tampoco. Imagino que porque llovía día sí, día también y eso influye en la claridad del agua. Sin embargo, debo decir que aunque la ciudad no era una maravilla, estuve muy cómodo y alargué mi estancia más de lo previsto. Cuando hacía un poco de sol, me iba a la playa, un poco de ejercicio, leer, un bañito… y si no, tenía tiempo de leer (menos mal que me dejaste el libro, Saha), escribir, consultar correo, noticias, etc. Y como siempre pasa cuando estás varios días en un lugar, te acaban conociendo los lugareños y tú acabas por descubrir algunos sitios muy chulos. Tomé algunas tardes un delicioso capuccino en una terracita y ya hasta las chicas de la cafetería me preguntaban si es que vivía allí, jeje. Como curiosidad, la última tarde, estaba hablando con una de ellas y al pagar, me atiende la otra y me dice: “vaya, mañana ya te vas, ¿no?”. “Vaya, no ha tardado mucho en decírtelo tu compañera, ¿eh?”, pensé yo…
Así que para mí, Sihanoukville, sin tener nada, lo tuvo todo. Podía ir a la playa a tomar el escaso sol que hizo, tomar un delicioso café, cenar en la misma playa una barbacoa de pescado, salir a tomar una copa a uno de los múltiples locales nocturnos que había, cenar desde platos asiáticos a europeos, sentarme en la terraza de mi guest house a contemplar… Es por eso que, para mí, fue una semana entrañable.
Y de ahí hacia Thailandia… pero eso en la próxima entrada, que ya será de las últimas.
Qué poquito queda…

divendres, 9 de setembre del 2011

El recorrido por Camboya y enlace a las fotos.

Y aquí dejo el mapa del recorrido por Camboya, que no ha sido muy extenso (ya lo explicaré en otra entrada).

Mekong, Phnom Penh, Siem Reap, Angkor, Battambang y Sihanoukville.

Y el enlace a las fotos de Camboya:

dilluns, 5 de setembre del 2011

Fotomusical de Camboya.

Y el fotomusical del último país visitado en mi viaje: Camboya. Cómo no, la canción de Seal no podía faltar... Ya sólo faltará el último pequeño montaje con un resumen de los mejores momentos del viaje.
Disfrutadlo.


 

dissabte, 3 de setembre del 2011

Fotomusical de Vietnam.

Vietnam lo asocio a ritmo vertiginoso, adrenalina, movimiento, energía... Así que debía elegir una canción rompedora, con fuerza. Y aunque la letra no corresponde mucho con las imágenes, el ritmo es brutal. Me encanta y me suben las pulsaciones... ¡¡A disfrutarlo!!



divendres, 2 de setembre del 2011

"I love you".

Siahnoukville (Camboya), 2 de Septiembre de 2.011.

Quienes me sigan en el blog desde el principio sabrán que, en ciertas ocasiones, me da por desvariar un poco y explicar historias que poco, nada o absolutamente nada tienen que ver con el propósito inicial del blog: mi viaje. Bueno, en esta entrada será un pequeño mixto, con una introducción a lo que es el dinero en Camboya y la historia que puedo imaginar a través de un billete que llegó a mi poder. Además, puede compensar un poquito la dureza de la última entrada. Así que… comencemos.
Lo del dinero en Camboya es digno de estudio. Es algo así como la versión valleinclanesca de “Luces de bohemia” pero a lo camboyano. Esto, traducido al lenguaje coloquial sería: no tiene ni pies ni cabeza.
Desconozco el motivo por el cual conviven los dólares americanos con los rieles camboyanos. Pero conviven de tal manera que todo el mundo tiene de ambos y puedes pagar cualquier cosa en cualquiera de las monedas. Importes pequeños, eso sí, porque el billete de mayor valor que he visto en rieles es de 10.000, que equivale a 2’5 dólares.
En unos sitios, el precio está en dólares. En otros, en rieles. O en ambos. Independientemente de la moneda en la que esté, tú paga con la que quieras. Lo curioso es que el billete de dólar de menor valor que circula aquí es el de 1 dólar. Pero, claro, hay cosas que valen menos de un dólar, ¿verdad?. ¿Cómo lo solucionan?. Pues nada, te dan el cambio en miles o cientos de rieles, que serían como los céntimos del dólar, pero en otra moneda. Por ejemplo, que vas a tomarte un capuccino que puede costarte 1,25 $. Bien, pues tienes varias opciones para pagar y que te devuelvan cambio. A saber:
-          Puedes pagar en dólares, lo que sería entregar al menos dos dólares. El cambio, en este caso, te lo darían en rieles, que serían 3.000 rieles (1.000 rieles=0’25 $).
-          Podrías pagar sólo en rieles, lo que serían 5.000 rieles.
-          Si ya eres un erudito en la materia, puedes combinar y pagar un dólar y 1.000 rieles.
Confieso que me costó un poco, especialmente cuando empiezan a mezclarte cantidades algo más complejas y te dan igual 15.500 rieles con 7 dólares… empieza a hacer cuentas, cambios de moneda, dólares, rieles, euros… En fin, que es divertido. Eso sí, puedes llevar un buen fajo de billetes de rieles y pensar: “soy un ricachón”, porque abulta mucho… pero llevas varios billetes de 100, 500 y 1.000 rieles… lo que sería igual a llevar 6 ó 7 euros en unos 40 billetes.
El otro día me preguntaba Iñaki (iñakibarettini.blogspot.com), cuando cenamos con Yoann y Eva (los franceses) en Phnom Penh, acerca de los cajeros y cuánto dinero daban y en qué moneda. Pues puedes llevarte unos buenos cientos de… dólares. Ni rastro de rieles. La pregunta subsiguiente era: “¿de dónde sacan todos esos dólares?”, “¿inyectará dólares USA aquí por algún motivo”?. Ni idea, pero algo extraño hay.
Pues bien, en uno de esos cambios, llegó a mis manos un billete de 5 dólares. A simple vista, un billete de esos normales. De los dólares de toda la vida. De esos que pasan por las manos anónimas atribuyendo un valor a lo que se compra. Y no debería pasar de ahí, si no fuera porque, no me preguntéis por qué, me paré a observarlo. Sí, ya sé, “¿mirar un billete de 5 dólares??. Este tío está zumbado”. Puede. Normalmente, en un gesto que tenemos totalmente automatizado, tal y como llega un billete a nuestras manos, lo metemos en la cartera, monedero, bolsillo o allá donde cada uno ose guardar el dinero (por favor, algunos billetes huelen muy mal… ahorraros el guardarlos en según qué partes de vuestro cuerpo, ok?), sin pararnos siquiera a mirarlo. Si acaso una comprobación rápida, un chequeo a su valor, pero nada más. Vamos, que si llegara a nuestras manos un billete en el que estuviera escrito en el centro, a letras fosforescentes: “es usted un capullo”, ni nos enfadaríamos, más que nada porque no lo leeríamos. Billete de X valor. Ok. A la cartera.
Así que no me preguntéis por qué, pero lo vi. Vi en aquel billete de 5 $ una frase escrita a bolígrafo azul. Me llamó la atención, pues no es lo usual. Y comencé a imaginar.
La frase decía: “I love you”. Para los muy cerrados con el inglés: “te quiero”. No os riais, que mis padres seguramente no saben su significado y no todo el mundo es tan listo como vosotros…  También hay como un nombre escrito debajo, pero soy incapaz de distinguir de qué nombre se trata. ¿Weisz?. Bueno, ni idea…
“I love you”.
…………………………
“Vaya, este billete seguro que tiene una historia”, pensé. Y mi cerebro, que es proclive a imaginar, especular, crear asociaciones, buscar explicaciones,… comenzó a trabajar.
El billete en cuestión.
¿Quién lo escribió?. ¿Una mujer?. ¿Un hombre?. ¿Joven o mayor?. ¿Solter@ o casad@?. ¿Conocía al/la destinatari@ o sólo de vista?. ¿No se atrevía a decírselo saliendo de sus labios unas palabras tan bonitas?. ¿No podía?.
Y el destinatario o destinataria… ¿vio el mensaje o guardó el billete instintivamente sin pararse a examinarlo?. Y si lo descubrió, ¿qué hizo?. ¿Qué pensó?.
A partir de todas esas preguntas y muchísimas más que seguro que se os ocurren, se puede ir creando una historia de amor o desamor. Quizás fue un último intento de retener a su lado a su marido. Quizás fue un adolescente que compró en una tienda, enamorado de la dependienta. Sea como fuere, este billete tiene historia. Las posibilidades son infinitas y, probablemente, nunca sepamos el desenlace de la misma.
Pero yo, que estos días en Siahnoukville tengo tiempo libre, me sobra, vamos, me he puesto a pensar en cosas relacionadas con este tema, aunque acaben siendo tangenciales. Y una de ellas es lo poco que decimos “te quiero”, lo poco que abrazamos a quienes queremos, lo poco que nos tocamos (hummmmmmm… vaaaaaaaaaaaaaa… que estoy hablando en serio, joder, ya te estás yendo por la vertiente más erótico-festiva). Sí, es algo que sin darnos cuenta, perdemos en nuestros años de adultos jóvenes. Vamos perdiendo la capacidad de ilusionarnos. De soñar. De querer sin condiciones. Si un adulto se enamora y pierde los papeles por una persona, a su alrededor se le critica con frases del estilo “parece un adolescente”, pero así, en el término más peyorativo de la acepción “adolescente”. Parece que estemos obligados a comportarnos según se espera de nosotros, según la sociedad nos ha educado, los demás, nuestros iguales,… tenemos que ser como todo el mundo y cuando te sales un poco del camino marcado, te señalan, te miran extraño. Vivimos inmersos en la voragine de nuestras vidas, nuestros trabajos, nuestras preocupaciones, nuestro estrés... sin mirar, apenas, a quienes tenemos alrededor. "A ver si hacemos un café" o "A ver si nos vemos"... Creo que cuando alguien te dice "A ver si..." implícitamente está lanzándote el mensaje de "no me voy a esforzar en verte, tengo demasiadas cosas que hacer... a ver si el destino nos ayuda y nos cruzamos un día por la calle". Ejem... podríamos ir eliminando "amigos del facebook", no?.
No pocas veces me han dicho (la última anoche mismo), “cómo que viajas ahora con 34 años, sólo, ¿qué ha pasado en tu vida?”. Vaya, ¿tiene que pasar algo extraordinario?. Ah, claro… viajar 6 meses por libre, mochila al hombro, se asocia a veinteañeros. Ya, ya… disculpa, no me acordaba. Es que… verás… un día, Caperucita iba por el bosque, se encontró a Blancanieves y… en fin, que tienes que dar explicaciones de todo, por todo y a todos.
Si eso pasa con un viaje, imaginaos la de filtros sociales que debemos pasar en según qué tipo de declaraciones amorosas. Y siempre habrá quien se crea con el derecho a opinar sobre nuestra vida, nuestras relaciones, sin mirarse el ombligo y darse cuenta de la cara de depresivo/a que lleva a cuestas. “Mira, con esa cara no te permito ni que opines sobre mi vida”, pienso a menudo. Mi frase favorita es: "mi vida es mía y de nadie más". Puede sonar egoísta, pero es una verdad como un templo. Debo vivir mi vida tal y como yo quiera vivirla, según lo que yo desee porque es mía, si no lo hiciera así viviría la vida que los demás quisieran, empezando por mis padres, claro: "bueno, ¿y tú cuándo te vas a echar novia?", "queremos nietos"... uffffffff, qué pesaditos pueden llegar a ponerse sin darse cuenta de que son sus deseos y, quizás también los míos en cierto modo, pero mientras no se den las condiciones y personas, no me preocupa, porque soy FELIZ con mi vida y eso no puede decirlo mucha gente.
Pero volvamos al billete y su mensaje… “I love you”. ¿Qué bonito, verdad?. El simple hecho de escribir un sentimiento tan puro en un billete, es digno de elogio, de admiración. Y ahora me viene a la mente la charla de motivación de Emilio Duró: optimismo e ilusión (http://www.youtube.com/watch?v=zK4sB_rWhF8 ), que me recomendó Miquel  (gràcies, nen!!!. Com no, una recomanació excelent!!. Per cert, has vist ja la 1ª part de la 2ª part del Padrino?. Jajajajaja). Pues he visto esa charla hoy, precisamente. Os la recomiendo encarecidamente, porque habla de ilusión, de optimismo, de pasión, de sueños, de crear tu propia vida, de sonreír, de afectos, de amor, de responsabilidad… Ese camino es el que yo escogí hace tiempo, aunque aún tengo mucho que aprender, pero en ello estoy.
Así, entre el billete con el mensaje de amor y esta charla, hoy estoy de subidón. Subidón. Subidón porque pronto podré decirle a quienes quiero, cuánto les he echado de menos. Subidón porque miro hacia atrás y veo que he cumplido otro sueño. Subidón porque soy dueño de mi vida. Subidón porque me siento bien, feliz con quienes me rodean. Subidón porque, pese a los reveses de la vida, aquí sigo, en pie y disfrutando. Subidón porque yo escojo qué, cuándo y cómo. Subidón porque tengo un futuro maravilloso por delante. Decidí modelar mi vida en esta oportunidad que me brindó el destino, con valor, con ilusión, con coraje, con pasión, independientemente de que mucha gente no lo viera bien, se mostrara contraria o frunciera el ceño. Elegí mi camino y hoy en ese billete que recibí, pensaré que alguien lo escribió para mí: “I love you”…
¿Y qué bonito es escucharlo de los labios de quien amas, verdad?.
Un abrazo.