Jiva, Uzbekistán, 2 de Octubre de 2024.
El tren a Jiva (Khiva) de Bukhara pasaba a las 3:52 h. Tras buscar mi vagón, tenía yo en mente buscar mi asiento. Pero al entrar me sorprendió porque no tenía ni idea: era tren con literas!! El olor a humanidad era importante. Tenías que esquivar pies que caían de las literas, maletas en el suelo. En mi litera, había un niño pequeño, que tuvo que moverse con su madre... 6 horas de viaje con sueño interrumpido varias veces. Al menos, algo dormí. Y mi antifaz ayudó mucho!!
Al llegar a Jiva (Khiva), me fui a comprar el billete para Samarcanda. Me decido por uno que sale de aquí a las 17 h. el jueves, llegando de madrugada. Ya me dice que es lo único que queda, "Economic Class", en la litera de arriba. Quién dijo miedo....
No sé si iré a visitar Elliq Qala, los 50 fuertes en el desierto. He descartado visitar el Mar de Aral y ver la tragedia ecológica. Y estoy mirando si tras Samarcanda puedo cruzar hacia los Montes Fann en Tayikistán o bien acabar el viaje en la región de Fergana, en Uzbekistán. Parece que la frontera terrestre más cercana a Samarcada y muy cerca de los Montes Fann está cerrada. Si es así, casi debo descartar esta visita.
De Jiva dicen que es como una ciudad museo, poco auténtica... no ocupaba una ruta principal en la Ruta de la seda, por lo que era algo secundaria, pero fue importante como punto de venta de esclavos. A finales del siglo XVI se convirtió en la capital de Corasmia, derivado del imperio Timúrida y fue ahí donde consolidó su relevancia histórica.
La primera tarde, salgo a pasear con esta luz tan maravillosa para hacer fotografías. El atardecer sobre la ciudad es una delicia, bañando las fachadas de adobe, los pórticos azulejados de las madrazas, creando sombras curiosas...
Jiva de nocheUn chico se me acerca y me pregunta de dónde soy. Al decirle de Barcelona, me dice que quizás a final de año vaya a visitarla. El es de Hiroshima, Japón, y cuando le digo que estuve allí hace 7 años, se le ilumina el rostro.
La Ichon-Qala de Jiva (Khiva), ciudad amurallada medieval es donde se entrecruza su esencia con su realidad...
En muchas cosas me recuerda a Yazd, en Irán.. Hablando de Irán, los Persas destruyeron parte de esta ciudad, así que el esfuerzo en reconstruirla ha sido importante. Algunos critican esta reconstrucción, como otorgando sellos de autenticidad y/o falsedad.
Pero, qué es verdad y qué es ilusión. Y no ya en Jiva, sino en la vida. Qué noticias son ciertas y qué noticias son edulcoradas? Quienes somos socialmente y quienes somos íntimamente?... qué es realidad y qué es mentira?. Dónde está el punto en el que se cruza este umbral y entras en el siguiente? En una sociedad tan cortoplacista, de dopamina a tope, consumismo impulsivo, pérdida de valores, memoria frágil, desconocimiento de los orígenes, artificialidad en redes sociales, superficialidad imperante... me parece frívolo llegar a criticar a una ciudad por haber sido reconstruida. Es todo un debate, pero para mí, volver a la esencia, recuerdo de nuestros orígenes, honrar la memoria de lo que fuimos y por qué estamos así ahora... me parece un ejercicio de responsabilidad con las generaciones que nos precedieron. Así que si se respeta la esencia, se es fiel a lo que fue y se intenta mostrar el esplendor de antaño, no veo nada negativo. Y repartir carnets de autenticidad es, cuanto menos, inquietante.
Además, estamos en una sociedad que lo critica todo. Si la reconstruyes, que por qué lo haces, que parece artificial... si no lo haces, que está descuidado, que no honran su pasado, que no enlazan el pasado con el presente...
Tras visitar varios de los puntos emblemáticos de la ciudad, llego al Mausoleo de Pahlavon Mahmud: azulejos en todas las paredes y el techo, suelo de parquet, tumbas de Kanes... es de estilo persa e impresionante. En la de la izquierda, una sala de 5x5m, hay una puerta de cristal tras la cual reposa el Kan Pahlavon Mahmud.
Entro y no hay nadie. Me parece preciosa y decido sentarme unos minutos a leer, pensar, sentir. Me siento frente a la puerta de cristal (cerrada) que da a la tumba de Pahlavon Mahmud. Al poco entra un anciano. Debe tener más de 80 años. Apoyado en un bastón más alto que él, estilo al de Moisés. Camina con dificultad. Mucha dificultad. Detrás suyo, un chico joven, alto. Supongo que es su nieto.
El anciano apoya su bastón en uno se los bancos laterales y me mira. Me dice algo que no comprendo. Me sonríe, se gira hacia la tumba y se arrodilla ante ella (ante la puerta de cristal, vaya).
La tumba de Pahlavon MahmudEl nieto se sienta en el banco junto al que está apoyado el bastón. El anciano se inclina hacia adelante y empieza a hablar o rezar. No sé distinguirlo.
Barbilla al suelo.
Besos al suelo.
Cuando lleva apenas unos segundos noto que su voz empieza a temblar, no es fuerte. Se quiebra. Desconozco qué dice, pero por cómo suena, siento que este anciano está rasgándose por dentro. Su voz se vuelve temblorosa. Solloza. Rompe a llorar. Alarga su mano hasta tocar los azulejos que dan a la tumba. Apenas 3 minutos allí inclinado. He empatizado tanto con él, tanto... El nieto asiente, con la mirada perdida en el suelo.
El anciano se levanta, llorando, y se sienta en el taburete que hay justo en esa esquina. Parece completamente desolado. Le dice algo a su nieto, que esboza una sonrisa triste. Se seca las lágrimas con su camisa rasgada.
Y yo lloro recordándote, mamá.
Poco después, entra un tercer hombre. Bajito. Se sienta en el lado opuesto al anciano. Toca la pared con su cabeza. Junta las manos, con las palmas hacia arriba. Se las pasa por el rostro y empieza a recitar o cantar en voz alta, no acabo de distinguirlo.
El anciano y su nieto, se unen a él. Juntan sus manos, las palmas hacia arriba y se unen a este tercer hombre. Yo presencio la escena atónito. Quizás ha sido el único rato en el que no había turistas allí, invadiendo este espacio sagrado.
Dicho y hecho. Se fastidió... Entra una pareja mayor francesa con una guía. Empiezan a hacer fotos con el teléfono a los azulejos, a la tumba a través de la puerta de cristal, voz alta... Habiendo presenciado unos minutos antes la escena anterior, ver a este señor haciendo fotos es como totalmente desubicado, como dos planos espacio-temporales que se cruzan sin ningún nexo... pero están ahí, conviviendo ante mis ojos. Llega otro pequeño grupo y se esfuma el ambiente tan recogido e íntimo de minutos antes.
Sigo visitando la ciudad con una luz impresionante. Esta ciudad, joya histórica, que nos recuerda que hubo una época en la que fue esplendorosa a la par que temida y ahora, aunque pueda parecer un parque temático, es un privilegio poder recorrerla, sentirla, paladearla...
Paseo al atardecer y acabo presenciando cómo anochece en la Torre del Kuhna Ark. Los edificios van cambiando su tonalidad. El cielo va oscureciendo. Comienzan a iluminarse algunos edificios. La ciudad se transforma.
Allí, dos amigos asiáticos con grandes cámaras fotográficas me preguntan, también, de dónde soy. Al decirle de Barcelona, Catalunya, sonríen y me dicen que estuvieron allí hace unos años. Ellos son de Beijing... y uno me enseña fotos de Barcelona... y de Besalú!!! Estas cosas son maravillosas, vamos!!!
Mañana, rumbo a Samarcanda...
El turista común no es más que un consumidor de destinos, un coleccionista de fotos de lugares, que no sabe observar. Ell@s se lo pierden pero a la vez muchas veces nos estropean ese momento de conexión que estamos experimentando. Que disfrutes de más momentos asi, donde tú seas el único extraño, durante tu viaje.
ResponEliminaTotalmente cierto! Viajando quizás es donde más se acentúa este fenómeno, pero en el día a día también: miramos, pero no nos paramos a observar...
ResponEliminaGracias por tu comentario!! (aunque no dejaste tu nombre y no sé quién eres!!)