Barcelona, 19 de Diciembre de 2017
(crónica de los últimos días por Japón)
Mi última entrada fue escrita tras pasar unos días por los
Alpes Japoneses y ver Kanazawa, Shirakawa-go y Takayama.
Después me dirigí a Kyoto, Matsuyama, vuelta a Kyoto,
Hiroshima y Miyajima… Del por qué no cerré adecuadamente las entradas
japonesas, dos motivos: el primero, que no encontré ordenadores donde subir las
entradas que tenía en mente… y la segunda, y principal, el empeoramiento de
salud de mi abuela durante aquellos días y que falleció apenas 12 días después
de mi vuelta.
Por partes y tratando de abreviar un poco.
KYOTO:
Imprescindible en cualquier visita al país nipón. De hecho,
estuve dos veces, aunque la segunda fue por la imposibilidad de encontrar
alojamiento en Hiroshima/Miyajima en las fechas alrededor de las cuales
conmemoraban la caída de la bomba atómica, así que decidí volver a Kyoto para
ver zonas que aún me faltaban y, desde allí, en excursión de un día, visita ida
y vuelta a Hiroshima/Miyajima y otra a Nara.
Para ver bien Kyoto necesitas, al menos, 5 días. Es inmensa
y aunque a simple vista parece una ciudad occidental más, la verdad es que está
repleta de rincones, de templos, monasterios, barrios increíbles donde si no
fuera por los turistas y los coches pensarías que se ha detenido el tiempo…
Puedes pasear por las zonas de Gion y Pontocho, esperando
cruzarte con una geisha, aunque es algo más probable que lo hagas con una
maiko. Estuve en un espectáculo en Pontocho de dos maikos y, aunque entraña
cierto misterio, cautiva a la mirada y a los sentidos, no deja de ser un poco
turistada. Me gustó mucho más pasear por la noche por Gion, alejado de
turistas, haciendo fotos nocturnas en calles solitarias que durante el día
estaban rebosantes… pero no hubo suerte para captar la magia de esa geisha
saliendo/entrando de algún local, restaurante, vivienda.
El primer día que visité Kyoto fue algo desangelado, pues la
azotaba la cola de un tifón con vientos muy fuertes, rachas de lluvia, frío,
etc, por lo que no pude disfrutarlo bien. Me pasé la tarde en una cafetería
local, leyendo y admirando la vida desde la cristalera.
El día realmente duro fue el segundo, que caminé más de 10
horas con un calor y una humedad insoportables. Hablo de memoria, pero creo
recordar que la temperatura era sobre unos 37ªC con una humedad relativa del
94%, lo que implicaba que a las 9 de la mañana, a la sombra, ya sudaba como si
no hubiera mañana. Las máquinas estas que se encuentran en cada rincón de
Japón, por las calles, te salvan la vida, porque necesitas ingerir líquidos
cada poco. Aquel día debí beber unos 5 litros de agua, bebidas isotónicas,
zumos, coca-colas… y finalicé en el Kinkaku-Ji, el pabellón de oro. Años atrás
había leído la novela homónima de Yukio Mishima y debo reconocer que este era uno
de los hits de mi viaje. No decepciona en absoluto. Y lo dejé para el final del
día a propósito. Es precioso, recortado en el lago, como suspendido, con el oro
reluciente, el cielo de nubes negras que presagiaban tormenta en breve dotaban
de un mayor encanto la estampa imaginada años atrás. Y, como presagiaba el
cielo, comenzó a diluviar justo cuando salía del recinto y esperaba el bus para
volver a la guest-house.
Otros lugares bonitos para ver, sin duda, el Fushimi Inari
(cientos de toriis rojas ascendiendo por la montaña), Arashiyama (el bosque de
bambú), el Ryoan-Ji (templo con un jardín zen seco), Toji Temple, el Kyomizu
Dera (precioso si entras por la parte de atrás, por un camino casi solitario
recorriendo un cementerio)… lo que me decepcionó mucho fue el Jinkaku-Ji (el
templo de plata). Es cierto que los jardines que lo rodean son muy bonitos,
pero me decepcionó, sinceramente.
Kinkaku-Ji
Kyoto
También merece mucho la pena pasear por la orilla del río Kamo, frente a los
restaurantes que se asoman de Pontocho. Pura delicia… las parejas, los grupos
de amigos, cenas de negocio, todo se mezcla allí, en un entorno de
tranquilidad, junto al río en una estampa magnífica. Y las fotos nocturnas,
increíbles!
Por cierto, la segunda vez que estuve, me alojé en el
Comicap Kyoto, muy cerca de Pontocho. Hotel cápsula hiper limpio, a buen
precio, tranquilo, bien comunicado, céntrico… 100% recomendable si viajas
sólo/a o en pequeños grupos.
MATSUYAMA:
Llegar a Matsuyama ya sale un poco del recorrido habitual
que forman el eje Tokio-Kyoto con diversas extensiones, excursiones y
variaciones. Pero a Matsuyama ya no llegan tantos turistas. Y eso, qué quereis
que os diga, es un punto interesante. Creo que en mis dos días y medio allí,
apenas me crucé con 10-12 en toda la ciudad y eso, en pleno agosto, está muy
bien. ¿Y qué hay en Matsuyama?.
Pues comparada con Tokio o Kyoto, Matsuyama no tiene nada. O
sí… Es conocida, básicamente, por su castillo y por el Dogo Onsen, que aparece
en la novela de “Botchan” de Natsume Soseki y que yo leí un par de meses antes
de ir a Japón.
Por partes… El Dogo Onsen es una maravilla, arquitectónicamente
una joya, bello, de estructura de madera y hierro. De hecho, es uno de los
onsen más antiguos de todo Japón. Eso sí, disfrutar es algo más complejo,
puesto que las colas para entrar son constantes y a todas horas. Lo bueno es
que la mayoría son japos y hay pocos turistas, pero vaya, que está a petar. Si
no recuerdo mal, hay hasta tres tipos de visita con baño incluido y es un poco
como Port Aventura, con líneas de colores marcadas en el suelo que te indican
el camino y te ayudan. Además, hay miembros del staff casi en cada esquina y
cuando ven a alguien medio perdido, le ayudan e indican en todo momento. Estilo
made in Japan, ya sabéis.
La ciudad está conectada por tranvías, algunos antiguos, lo
que es una manera agradable de recorrerla. Y muy cerca del Dogo Onsen están el
reloj de Botchan (que cada hora, si no recuerdo mal, se transforma en una obra
de marionetas que ambientan la novela de Soseki, con música, colores,
plataformas… y ante el cual se concentran cada hora decenas de japos) y el tren
de Botchan (copia de una locomotora de vapor que funcionaba antiguamente).
En el centro de la ciudad, el castillo (Katsuyama) que me
pareció realmente fascinante. Me gustó mucho más que el de Kanazawa. Vas
subiendo la colina (aunque puedes acceder también por funicular), que domina la
ciudad, ganando perspectiva hasta llegar a dominar toda la vista desde la torre
más alta del castillo, que es el punto más alto de la ciudad, con una visión del
Mar de Japón realmente preciosa. De hecho, pensaba ir en barco desde Matsuyama
a Hiroshima, pero al estar completo, lo tuve que descartar y volver a Kyoto.
Dogo Onsen, Matsuyama
También cerca de la ciudad puedes ir al Templo Ishite. Queda
a unos 20 minutos caminando desde el Dogo Onsen y es uno de los 88 templos de
la ruta de peregrinación de la escuela Shingon de Shikoku. Ni qué decir, ni un
turista extranjero. Curioso, por ejemplo, un túnel que cruza la montaña repleta
de estatuas Jizo (figuras con forma de niño, de piedra, coronadas con gorros
rojos). Parece algo tétrico, pero cruzar la montaña subterráneamente le da un toque
de magia…
Como curiosidad, una cena en un callejón junto a una de las
calles comerciales de la ciudad (peatonal y cubierta), donde entré en un
restaurante sin fotos ni nada en alfabeto latino. Así que me encontré en el
restaurante sin poder comunicarme más que con gestos, señalando platos de otros
comensales, con un “sushi”… y dejándome sorprender. Os puedo asegurar que fue
la mejor cena de mi viaje, con un sashimi espectacular.
Si vas justo de tiempo, seguramente puedas saltarte
Matsuyama… pero si te sobran días, no la descartes así a priori.
EXCURSIONES DESDE KYOTO:
NARA:
La excursión a Nara fue realmente extraña. Para empezar, un
trayecto que dura unos 45 minutos, fue de casi 2 horas y media. La puntualidad
japonesa, rota por un día. Ese día, casualmente. Y en vez de un tren, hasta 4
trenes, con cambio de estación (sí, sí, cambio de estación: o sea, bajar en una
estación, caminar 10 minutos e ir a otra estación de otra línea) incluida en
medio del trayecto. Algún problema había sucedido (un accidente, creo) y fue
una pequeña odisea. Así que de la gente que iba en el tren inicial, cada vez
íbamos quedando menos, porque algunos caminábamos más rápido, otros más lentos,
unos preferían esperar a un tren más directo, otros avanzar lo que pudiéramos…
y llegó un momento que quedamos una chica estadounidense y yo. Llegamos a Nara,
hizo 4 fotos a los ciervos y dijo que ya tenía suficiente, que se volvía… Hay
situaciones que escapan a mi comprensión, disculpadme.
Total, que la visita fue de unas 3 horas, recorriendo el
recinto, los caminos por la zona norte, el buda gigante, los ciervos, los
templos en el camino… Es una excursión típica y merece la pena, sin duda.
Para rematar, me comí un okonimyaki, que sería lo conocido
como la pizza japonesa, aunque es de base vegetal y huevos. Un poco empalagosa,
para mi gusto.
Nara
MIYAJIMA E HIROSHIMA:
Seguramente este día fue el más complicado de todo el viaje,
porque mi abuela estaba muy mal aquellos días, no sabría si la volvería a ver e
Hiroshima… puede ser un punto impactante.
Desde Kyoto es totalmente factible realizar la excursión ida
y vuelta el mismo día. En muchos sitios aconsejan dormir en Miyajima porque
luego se puede subir a la montaña que domina la isla. Pero vamos, que la puedes
ver durante una mañana. Y en Miyajima entendí por qué Matsuyama estaba vacía:
porque estaban todos los turistas aquí. Qué bestia… en masa!!. Llega el barco y
todos en plan manada… un poco agobiante.
Intenté desmarcarme un poco haciendo el camino un poco atípico y en sentido
contrario a como la visitan todos los turistas. Algo mejoré, pero vamos.
Está bien y la torii en el mar es una de las estampas
típicas de los viajes a Japón.
De vuelta, visita a Hiroshima. Como ya sabéis, aquí hay que
visitar el Parque de la Paz, el Museo y poco más… Destaca, cómo no, la Cúpula
de la Bomba Atómica, antigua sede de Promoción Industrial de la Prefectura de
Hiroshima, y el único edificio que se mantuvo en pie tras el lanzamiento de la
bomba atómica desde el Enola Gay, el 6 de Agosto de 1945. La bomba se lanzó en
paracaídas y explotó a unos 580 metros del suelo. Instantáneamente murieron
entre 60 y 80 mil personas y el calor era tan intenso que algunas simplemente
desaparecieron. El conteo final es de aproximadamente 135.000 personas y muchas
murieron por la radiación a largo término, que causó enfermedades
irreversibles.
Impacta, sin duda, entrar en el Museo y ver los horrores de
aquel día, vidas truncadas, nombres de fallecidos, objetos que un día fueron,
etc. Pero vamos, que ir exclusivamente a Hiroshima tampoco tendría mucho
sentido.
Hiroshima
Y así pasaron los últimos días de mi viaje a Japón. 100%
recomendable, seguro, sorprendente, divertido, exótico, cultural, gastronómico…
brutal!!!
Creo que será un destino al cual volveré en el futuro.
Sayonara!
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