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diumenge, 31 de desembre del 2017

Surcando el Nilo en falúa

Luxor, 28 de Diciembre de 2017


Antes de la hora acordada, Ramadhan ya está en el hotel para llevarme en taxi a la falúa. Este era uno de los puntos que quería hacer en este viaje: surcar el Nilo del modo más tradicional posible.
Ramadhan me explica, con pena, que ahora tiene que hacer de conductor porque no hay turistas, pero que él es capitán de barco. Mientras me lo explica, noto cómo su mirada tiene un punto de tristeza. Tras casi una hora de taxi, trámites y permisos incluidos, llegamos a un punto fuera de la ciudad de Aswan donde me espera la falúa. Al verla ya pienso que va a ser interesante. Además, subo desde la misma orilla, a través de unas dunas. Voy a ir sólo, con el capitán, Nahjah, un nubio que lleva 20 años descendiendo el río. Por espacio pueden ir hasta 6-8 personas en la falúa. "Es todo un lujo", pienso.

Hago dos días en falúa entre Aswan y Kom Ombo y desde ahí a Luxor en coche, parando en Edfu, el tercer día. La alternativa era hacerlo en un crucero de estos mastodónticos de 4-5 plantas, con camarote, menú buffet libre, piscina y decenas de turistas... En sólo dos días, visitas milimetradas y el doble de caro. Pues cada uno que elija y opine...

Nahjah y Bassam (que nos acompaña un tramo del trayecto), deasanudan las cuerdas, izan la vela y empujan la barcaza hacia el centro del Nilo. La falúa baja el río impulsada por el viento en su enorme mástil con vela y los movimientos del timón, por lo que bajamos zigzagueando el río, de una orilla a otra, calmados, lentos, saboreando la inmensidad del río. 

Se escucha el oleaje rompiendo contra el casco de la falúa, el viento que hace ondular la bandera egipcia en la popa. Se respira calma. Recogimiento. Paz. Poco a poco desaparecen restos de ciudades (aunque alguna casita se ve), para ir apareciendo cabras, ovejas, vacas, asnos, perros, niños que te saludan, pescadores, vegetación... Estas aguas que ya surcaban los antiguos egipcios continúan insuflando vida a este país.


Como me explica Nahjah más tarde, ahora hay poca agua y se navega muy despacio. Es mejor en verano, cuando el río baja con más fuerza. Esto afectará a mi crucero... Y es que desde la construcción de las presas en el Alto Nilo, los ciclos vitales se han modificado, ya no hay épocas de crecidas, sino que la mano del hombre ha domesticado esta fuerza de la naturaleza, para bien y... Para mal.

El viento acaricia mi rostro. Inspiro profundamente. Respiro aire. Respiro Nilo. Observo bandadas de pájaros sobrevolándonos. No quedan cocodrilos en el bajo Nilo. Los que quedan viven más al sur de la presa de Aswan.

Poco más tarde, paramos a comer. Bassam ha preparado un queso delicioso, albóndigas de falafel y un puré de lentejas, todo acompañado de pan de pita... Y a comer a base de pellizco de pan junto a lo que quieras de los tres platos. Después, un té rojo fuerte, intenso.

El día es azul, claro, caluroso. Es el primer día que paso calor desde que aterricé unos días atrás. Me estiro en cubierta, el sol calienta mi rostro y me quedo adormilado. Cuánto he dormido? 10 minutos? 30? Una hora? No lo sé. Ni me interesa.
Dos días de aislamiento, para difrutar del suave vaivén del río. En algunos momentos es tan suave que uno diría que se ha detenido.
El desierto se intuye en la orilla occidental...


Algún crucero de estos inmensos nos adelanta con su motor rugiendo y removiendo las aguas de manera bestial. No veo gente en cubierta. Quizás estén en el comedor. O durmiendo en los camarotes. O en el bar. "Qué pena, perderse estas sensaciones metido en un barco impersonal que igual está en el Nilo, como en el Caribe como en Halong Bay", pienso.

Sobre las 17 horas cae el sol y la tonalidad del cielo cambia, anaranjándose, coloreándose y azulándose finalmente. Un precioso atardecer sobre la orilla occidental. La temperatura empieza a descender y toca abrigarse porque duermo al raso, sobre la cubierta de la falúa. Me pongo dos calcetines, dos pantalones largos, una camiseta de manga corta, una de manga larga, una sudadera y el cortavientos...

A Bassam lo dejamos un rato antes y subió a bordo el sobrino de Nahjah, que ha preparado una sopa de pollo que sabe a gloria con este frío.
La noche cae y aparece un firmamento estrellado imponente, majestuoso, a la altura del misticismo egipcio. Ese cielo estrellado que en las grandes ciudades estamos privados de disfrutar. Observo un rato este cielo que me recuerda al de la reserva de Sian K'aan en México, hace ya 10 años. Y duermo en cubierta, con dos mantas encima, como aquella noche en Tanjung Puting National Park de Indonesia... Sensaciones parecidas. Sonidos diferentes.
El ritmo del Nilo. El pueblo nubio. El Antiguo Egipto. La inmensidad del firmamento. Otra experiencia impagable...

El segundo día bajamos durante gran parte del día dejándonos arrastrar por la quietud del río. Casi parados. Esto hace que en dos días no pudiéramos llegar a Edfú y dos días para Aswan-Kom Ombo es demasiado tiempo, por lo que pasamos muchas horas anclados en la orilla. Ha sido el punto menos interesante, porque parar sobre las 17 horas y no volver a navegar hasta las 9 horas del día siguiente, son demasiadas horas yendo sólo. No obstante aprovecho para escribir, leer ("Sinuhé, el egipcio", cómo no), leer la guía de lo que me espera, pensar, escuchar los sonidos del Alto Nilo, hablar con Nahjah, ver el firmamento estrellado y dormir...

A la mañana del tercer día, me recoge en la otra orilla el conductor, que me llevará a Kom Ombo, Edfú y a Luxor, donde llegamos sobre las 14:30 h.
En Kom Ombo coincido con varios cruceros atracados y visitando las ruinas en ese momento, lo que empaña un poco la visita.
En Edfu, estoy prácticamente sólo...


La próxima estación, Luxor, la joya y guinda del viaje egipcio.


Ps: normalmente no pongo referencias de nadie, pero siempre se pueden hacer excepciones.
Aquí os dejo el telf de Nahjah por si queréis acordar el crucero en falúa con él: +002001004986390.
De este modo os ahorrarés intermediarios y conseguiréis mejor precio.

divendres, 29 de desembre del 2017

Atardecer en Aswan y esplendor en Abu Simbel

Aswan, 25 de Diciembre de 2017

El viaje en sleeping train El Cairo-Aswan duró 12 horas, aproximadamente. Al final, compré billete en cabina doble compartida. Mi compañero de viaje fue un filipino, que viajaba con la familia y que había pagado para ir sólo en la cabina doble.
El tipo habló con el revisor y no sé cómo quedaron. El caso es que estuvimos hablando un rato y se extrañó de que habiendo viajado 6 meses por Asia no fuera a Filipinas. "No se puede hacer todo, amigo".

Te sirven cena, te despiertan antes de llegar a Aswan (el tren sale de Gizah station sobre las 19:45, llegando a Luxor sobre las 5 de la mañana y a Aswan sobre las 8. El billete es de 80 US$ en cabina doble y 110US$ en individual) y te sirven también el desayuno.

Al llegar a Aswan, a buscar hotel. El primero que quería, ocupado, lleno. Así que tocaba buscar otro. Tras caminar como media hora buscando alternativas, llego a uno que sale en la LP, aunque los precios está completamente desactualizados. Este pasa por los pelos mis mínimos (que son muy bajos, creedme) y acabo pagando 150EGP, que al cambio son unos 7'5€ por noche, desayuno incluido.
Tras descansar un rato, ducharme y esas cosas, me voy a ver el Philae Temple. Está a unos 10 minutos desde Aswan, así que viaje baratito.
Una vez en el muelle, los primeros barqueros me piden 250EGP por cruzar a la isla donde está Philae Temple. Ni de coña, vamos. Al final, pago 140, que son como 5€ menos de lo que me pedían los otros.

En Philae Temple empiezas a saborear aquello de templos egipcios, inscripciones grabadas en las paredes, mosaicos, pilones, columnas, salas hipóstilas, altares, escenas dibujadas... Empiezas a sentir Egipto de verdad.

Lamentablemente, mis presagios en el Museo Egipcio se confirman aquí: la gente no respeta nada. Es muy triste ver turistas, incluso egipcios, tocando las paredes, apoyándose en las mismas, fotos con flash junto a mosaicos de colores, subiéndose a ventanales, restregando mochilas contra las paredes... En más de un momento me encontré diciéndole a gente que no tocaran, que lo iban a estropear. Lo más triste de todo es que los vigilantes a menudo se saltan también las normas básicas de conservación y si les das algo de dinero, te dejan tocar, hacer fotos donde se supone que está prohibido, hacen la vista gorda ante salvajadas... En serio, muy triste. He tenido estos días más de una conversación con guías y gente local sobre la importancia de que protejan todo esto, que es su Historia pero también, paradójicamente, su futuro. Así que, desde este humilde blog, os pido que si venís a visitar Egipto deis ejemplo y respetéis su patrimonio, que es el  de toda la Humanidad. 

Por la tarde, paseo por La Corniche de Aswan, con la isla Elefantina delante y las tumbas de los Nobles al otro lado. Insistentemente te intentan meter un paseo faluca, ir a Isla Elefantina, etc. Son algo pesados, aunque también hay que entender su desesperación porque el turismo ha caído en picado. No obstante, como tengo planeado descender un tramo del Nilo en faluca, declino cualquier oferta. Tampoco visito Elefantina, porque voy justo de tiempo para ver Philae Temple, el zoco de la ciudad, Abu Simbel, pasear por la Corniche.

Entro en un restaurante flotante junto al Nilo. Cae la tarde, la Isla Elefantina ante mí. Las falucas surcan el Nilo. Bandas de pájaros sobrevuelan el río. Pido cordero asado al estilo nubio. Lo saboreo y anochece junto al Nilo. Degustas el tiempo, la luz africana, los olores nubios, la esencia del país...
Después paseo por el zoco y, nuevamente, soy objeto de miradas curiosas, de sonrisas y de infinidad de "welcome to Egypt". Si no lo había dicho ya, los egipcios son encantadores, más allá de que quieran venderte cosas, te sonríen en todos sitios. Ayer lo pensaba y creo que después de Thailandia, es el país donde más sonrisas recibo.

A la mañana siguiente, madrugón: a las 3:15 ya me pican a la puerta, Abu Simbel espera. A las 4 ya estoy abajo y conozco a Eric, un letón profesor de IT en Estocolmo. Un tipo particular. Pasamos con la minivan a buscar a 6 chinos y 3 horas de camino hasta Abu Simbel. 
Por el camino, los controles policiales se suceden. Confieso que me he dormido un rato, pero diría que hemos pasado al menos cuatro durante el trayecto.

Llegamos sobre las 8 de la mañana y nos dan dos horas para visitar ambos templos.  Recomiendo encarecidemte, visitar primero el templo de Hathor y después el de Ramsés II, el más grande y famoso. De lo contrario, el de Hathor, que está muy bien, os parecerá insignificante.
Y digo esto porque el templo de Ramsés II es espectacular. Los colosos, de más de 20 m de altura, ya anuncian el esplendor interno. Simplemente brutal. Los relieves, las pinturas, las columnas, las inscripciones están muy bien conservados. El juego de luces y sombras crea una atmósfera mágica (rota por todos los turistas que creía que no había en Egipto y que entraron al templo al mismo tiempo que yo). Todo es sublime. Sin duda alguna, 100% recomendable, aunque al estar tan al sur, muy cerca de la frontera con Sudán, haya mucha gente que no llegue hasta aquí.
Por cierto, para los más aventureros, me comentaron que han abierto una carretera que desde Abu Simbel te lleva a Jartum en 6 horas.

Las 3 horas de vuelta se pasaron rápido. Morfeo, que era griego por eso, me visitó nuevamente.

A la vuelta a Aswan, cerré el crucero en faluca por el Nilo para los próximos días que me llevarán por el río sagrado hasta Luxor, parando en Kom Ombo y Edfú.

Será en la próxima entrada egipcia...

dilluns, 25 de desembre del 2017

El Cairo y la Gran Pirámide.

El Cairo, 23 de Diciembre de 2017


El Cairo se cae a trozos. Es sucia. Contaminada. Ruidosa. Tiene un tráfico horrible. Sentadas estas bases, a partir de aquí todo va a mejor.

Aterricé en la capital egipcia de madrugada y entre unas cosas y otras, me acostaba pasadas las 3 de la mañana. Además tuve que ponerme los tapones de los oídos para poder conciliar el sueño. El primer día en Egipto iba a ser durillo...

A la mañana siguiente me dirigí al Museo Egipcio. No se pueden tener tesoros más valiosos peor conservados. Qué pena!! Es imprescindible su visita, sin duda, pero a ver si acaban ya de una vez el nuevo museo egipcio (llevan varios años de retraso) y empiezan a conservar mejor su principal tesoro, que es su patrimonio arqueológico y su historia. Lamentablemente, si esto pensaba cuando visitaba el Museo, con las visitas a diferentes recintos arqueológicos, los temores casi que empeoraban.

El Museo Egipcio tiene auténticas joyas, como la famosa máscara de Tutankamon y su trono, una docena de momias (algunas de ellas extremadamente bien conservadas de unos 3500 años de antigüedad), esfinges, tumbas reales, palanquines, joyas, cánopes (donde se conservaran las vísceras de los difuntos durante el proceso de momificación), estatuas, pilares, sarcófagos, murales inscritos, etc... pero en un Museo sucio, desordenado, muchas cosas sin etiquetar, pudiendo ser manoseadas por cualquiera (y es algo que ocurre a menudo, creedme), sin las condiciones térmicas y lumínicas ideales, etc. Así que sales con la sensación de que has visto patrimonio de la humanidad que está guardado como si fuera un almacén de estos del Bluespace. Una pena, vaya.

De ahí me fuí caminando a Kahn El Khalili, el gran bazar cairota. Y si bien en el Museo Egipcio vi algunos turistas extranjeros (aunque me parecieron pocos), en el bazar no vi ninguno. Perdón, sí, vi dos chicas que parecían del norte de Europa. De tal modo, uno cuando viaja está acostumbrado a observar, hasta que entras en sitios donde no hay apenas turistas y pasas de observar a ser el observado. Guardé la guía y me dediqué a deambular por los callejones estrechos, atestados de gente, de olores intensos, de miradas curiosas, de sonrisas divertidas... en más de una ocasión tuve que dar media vuelta por estar en callejones sin salida. Igual te venden telas, que carne, que fuman sheesha, que te venden motocicletas, que bollería, que animales vivos, que unos electrodomésticos... todo se concentra aquí. Pasas de El Cairo más moderno y occidental a la parte más tradicional islámica y con ella cambian las vestimentas, las formas de relación, las oraciones en las mezquitas más cercanas que resuenan con potentes altavoces en todo el barrio.

Si hubiera tenido más tiempo hubiera visitado la Ciudadela y El Cairo Copto, pero no había ni tiempo ni fuerzas. Al día siguiente madrugaba: la Gran Pirámide aguardaba.

Y allí me planté a las 7:20 h, aunque no abrían hasta las 8 h. Estos son los gajes de viajar con una Lonely Planet editada en 2010. La primera impresión desde el taxi de la Gran Pirámide, es impactante. Y cuando estás allí delante, a sus pies, miles de años contemplándote, te sientes diminuto e insignificante y lo único que aciertas a balbucear es un “Guau!!”. Ese momento de conversión en can que todos hemos vivido alguna vez en nuestra vida. Llegan algunos autobuses de turistas, mayoritariamente asiáticos (chinos y japoneses), algunos americanos (mexicanos), algún reducido grupo de españoles y poco más. Como he comprobado  después, la reducción del turismo les está sangrando la economía.

Si quieres entrar en la Gran Pirámide, 300 EGP tienen la culpa (unos 15€ al cambio). Y sí, sirve para tener la sensación de que estás en el corazón de la Gran Pirámide, ascendiendo por una empinadísima rampa interior, claustrofóbica, pero no hay nada más. Cuando llegas a la cámara funeraria es emocionante... pero es una sala rectangular que si le pones cajas fuertes a los lados parecería la cámara acorazada de un gran banco de Manhattan. Tiene su gracia... especialmente  los 10 minutos que estuve allí sólo, en silencio, sin perturbaciones. Hasta que llegaron 3 grupos  y nos juntamos allí como 20 personas. Era el momento de salir.
Después la visita exterior a la Pirámide de Kefrén, el Museo de la Barca Solar y el momento zen del día. Justo delante de la Gran Pirámide, con una magnífica vista de las tres pirámides, hay un asentamieno con antiguas tumbas que no visita nadie. Yo, para variar, allí que me fuí. Y la recompensa fue encontrar un sitio donde sentarme como media hora, aislado de todos los turistas y pudiendo contemplar las tres pirámides en absoluta calma. Esos momento mágico de los viajes, ya sabéis.

A la vuelta, ver la victoria culé en el Bernabéu y ver con qué pasión lo viven ellos también...

Dos últimas cosas: los taxis y la seguridad.

Respecto a la taxis, hay que coger siempre los blancos y exigir que pongan el contador, que comienza en 5 EGP (unos 0’25€). Así que trayectos de unos 30 minutos acaban costando sobre 30-35 EGP (menos de 2€). El tema es que de estos casi ninguno habla inglés y a veces  cuesta entenderse. Una vez que ya has aclarado el destino y el contador, toca relajarse, dejarse llevar y acordarse de Horus, Anubis, Ra y todo el panteón  egipcio porque madre mía... y en este punto pienso que esto ya lo he vivido en Índia, Vietnam, Nepal... lo mismo que para cruzar las calles: o te lanzas  sin miedo a cruzar o acabas momificado  y expuesto en el Museo Egipcio...

Finalmente, la seguridad. Actualmente todo el mundo en Europa piensa en Egipto como un destino inseguro. Yo, de momento, no he tenido esa sensación. Es cierto que hay policías armados  y protegidos con chalecos antibalas y escudos en muchísimos sitios (edificios gubernamentales, estaciones de tren, lugares turísticos, etc), pero no pasa de eso. También hay muchos controles de seguridad, lo que es lógico. La pena es que ves que esta gente lo está pasando mal por esa falta de turismo y es triste.
Si el ver mucha policía por las calles te da seguridad o te crea inseguridad, ya es cosa tuya. En una calle ví varios convoyes  de policía y me acerqué a ver si es que había catalanes intentando votar o algo parecido...

Ah, todo el que quiere venderte algo te pregunta de dónde eres... y te lo preguntan  unas 3.500 veces al día. Yo, sin complejos, respondo: “from Catalonia”. Y si dicen “España?”, insisto: “Barcelona, Catalonia”.

Esta noche tren nocturno de 12 horas hasta Asuán. Comienza la ruta por el Antiguo Egipto.






dimecres, 20 de desembre del 2017

Navidad en Egipto y Jordania

Barcelona, 20 de Diciembre de 2017

Después de varios años sin poder viajar, este año 2017 lo voy a cerrar a lo grande. Tras el viaje a Japón que cerraba el círculo, hubo una escapada de 4 días a Estocolmo (muy recomendable, aunque para bolsillos pudientes, que es bastante caro todo y un frío en octubre que ni os cuento!!) y cierro el año con otro de aquellos antiguos sueños: Egipto!. Además, como por días hay más que suficientes, aquello de mirar y remirar, se abrió la posibilidad de alargar para ver Petra en Jordania. Pues tal cual: aterrizo en El Cairo el 21 a última hora de la noche y vuelvo el 7 de Enero desde Amman.

Tengo el viaje más o menos en la cabeza, pero abierto por completo a variaciones.

Mi intención sería un par de días por El Cairo, tren nocturno a Asuán, escapada a Abu Simbel, crucero por el Nilo (Edfú, Esna, Kom Ombo) hasta Luxor (Karnak, Luxor, valle de los Reyes, valle de las Reinas, Hatshepshut…) y a partir de ahí, ver hacia dónde voy. La idea inicial sería ir hacia Hurghada, cruzar a Sharm el Sheik, Monte Sinaí, cruzar por el Mar Rojo hacia Jordania y ver Petra y Wadi Rum, antes de llegar a Amman. Pero es algo que decidiré una vez esté allí, según vea la situación en la Península del Sinaí. La otra opción sería volver a El Cairo y viajar desde ahí en avión a Amman.
Jordi también me ha recomendado Madaba y el Mar Muerto, pero hay que ver cómo voy de tiempo.

Sí, es cierto que son unas fechas entrañables, pero este año me apetecía culminarlo con una guinda como esta: 16 días enteros por libre en la cuna del antiguo Egipto con extensión al reino de los nabateos. A todo esto, he puesto mi mochila al día: un lavado intenso, descoser todas las banderas, reorganizarlas… y ha quedado realmente chula! Aquí os dejo una foto… Y en breve, banderitas de Egipto y Jordania! Por cierto, me faltan las banderas de Portugal y Sudán del Sur, que no las he encontrado aún. Y en la parte trasera tengo las de Tanzania y Zanzíbar.



Una vez más, mochila al hombro, los bártulos, la guía y… la libertad.

Nos vemos a la vuelta, después de reyes.


dimarts, 19 de desembre del 2017

Cerrando Japón y enlace a las fotos.


Barcelona, 19 de Diciembre de 2017
(crónica de los últimos días por Japón)


Mi última entrada fue escrita tras pasar unos días por los Alpes Japoneses y ver Kanazawa, Shirakawa-go y Takayama.
Después me dirigí a Kyoto, Matsuyama, vuelta a Kyoto, Hiroshima y Miyajima… Del por qué no cerré adecuadamente las entradas japonesas, dos motivos: el primero, que no encontré ordenadores donde subir las entradas que tenía en mente… y la segunda, y principal, el empeoramiento de salud de mi abuela durante aquellos días y que falleció apenas 12 días después de mi vuelta.

Por partes y tratando de abreviar un poco.

KYOTO:
Imprescindible en cualquier visita al país nipón. De hecho, estuve dos veces, aunque la segunda fue por la imposibilidad de encontrar alojamiento en Hiroshima/Miyajima en las fechas alrededor de las cuales conmemoraban la caída de la bomba atómica, así que decidí volver a Kyoto para ver zonas que aún me faltaban y, desde allí, en excursión de un día, visita ida y vuelta a Hiroshima/Miyajima y otra a Nara.
Para ver bien Kyoto necesitas, al menos, 5 días. Es inmensa y aunque a simple vista parece una ciudad occidental más, la verdad es que está repleta de rincones, de templos, monasterios, barrios increíbles donde si no fuera por los turistas y los coches pensarías que se ha detenido el tiempo…

Puedes pasear por las zonas de Gion y Pontocho, esperando cruzarte con una geisha, aunque es algo más probable que lo hagas con una maiko. Estuve en un espectáculo en Pontocho de dos maikos y, aunque entraña cierto misterio, cautiva a la mirada y a los sentidos, no deja de ser un poco turistada. Me gustó mucho más pasear por la noche por Gion, alejado de turistas, haciendo fotos nocturnas en calles solitarias que durante el día estaban rebosantes… pero no hubo suerte para captar la magia de esa geisha saliendo/entrando de algún local, restaurante, vivienda.

El primer día que visité Kyoto fue algo desangelado, pues la azotaba la cola de un tifón con vientos muy fuertes, rachas de lluvia, frío, etc, por lo que no pude disfrutarlo bien. Me pasé la tarde en una cafetería local, leyendo y admirando la vida desde la cristalera.

El día realmente duro fue el segundo, que caminé más de 10 horas con un calor y una humedad insoportables. Hablo de memoria, pero creo recordar que la temperatura era sobre unos 37ªC con una humedad relativa del 94%, lo que implicaba que a las 9 de la mañana, a la sombra, ya sudaba como si no hubiera mañana. Las máquinas estas que se encuentran en cada rincón de Japón, por las calles, te salvan la vida, porque necesitas ingerir líquidos cada poco. Aquel día debí beber unos 5 litros de agua, bebidas isotónicas, zumos, coca-colas… y finalicé en el Kinkaku-Ji, el pabellón de oro. Años atrás había leído la novela homónima de Yukio Mishima y debo reconocer que este era uno de los hits de mi viaje. No decepciona en absoluto. Y lo dejé para el final del día a propósito. Es precioso, recortado en el lago, como suspendido, con el oro reluciente, el cielo de nubes negras que presagiaban tormenta en breve dotaban de un mayor encanto la estampa imaginada años atrás. Y, como presagiaba el cielo, comenzó a diluviar justo cuando salía del recinto y esperaba el bus para volver a la guest-house.
Otros lugares bonitos para ver, sin duda, el Fushimi Inari (cientos de toriis rojas ascendiendo por la montaña), Arashiyama (el bosque de bambú), el Ryoan-Ji (templo con un jardín zen seco), Toji Temple, el Kyomizu Dera (precioso si entras por la parte de atrás, por un camino casi solitario recorriendo un cementerio)… lo que me decepcionó mucho fue el Jinkaku-Ji (el templo de plata). Es cierto que los jardines que lo rodean son muy bonitos, pero me decepcionó, sinceramente.

Kinkaku-Ji

Kyoto

También merece mucho la pena pasear por la orilla del río Kamo, frente a los restaurantes que se asoman de Pontocho. Pura delicia… las parejas, los grupos de amigos, cenas de negocio, todo se mezcla allí, en un entorno de tranquilidad, junto al río en una estampa magnífica. Y las fotos nocturnas, increíbles!

Por cierto, la segunda vez que estuve, me alojé en el Comicap Kyoto, muy cerca de Pontocho. Hotel cápsula hiper limpio, a buen precio, tranquilo, bien comunicado, céntrico… 100% recomendable si viajas sólo/a o en pequeños grupos.

MATSUYAMA:
Llegar a Matsuyama ya sale un poco del recorrido habitual que forman el eje Tokio-Kyoto con diversas extensiones, excursiones y variaciones. Pero a Matsuyama ya no llegan tantos turistas. Y eso, qué quereis que os diga, es un punto interesante. Creo que en mis dos días y medio allí, apenas me crucé con 10-12 en toda la ciudad y eso, en pleno agosto, está muy bien. ¿Y qué hay en Matsuyama?.
Pues comparada con Tokio o Kyoto, Matsuyama no tiene nada. O sí… Es conocida, básicamente, por su castillo y por el Dogo Onsen, que aparece en la novela de “Botchan” de Natsume Soseki y que yo leí un par de meses antes de ir a Japón.

Por partes… El Dogo Onsen es una maravilla, arquitectónicamente una joya, bello, de estructura de madera y hierro. De hecho, es uno de los onsen más antiguos de todo Japón. Eso sí, disfrutar es algo más complejo, puesto que las colas para entrar son constantes y a todas horas. Lo bueno es que la mayoría son japos y hay pocos turistas, pero vaya, que está a petar. Si no recuerdo mal, hay hasta tres tipos de visita con baño incluido y es un poco como Port Aventura, con líneas de colores marcadas en el suelo que te indican el camino y te ayudan. Además, hay miembros del staff casi en cada esquina y cuando ven a alguien medio perdido, le ayudan e indican en todo momento. Estilo made in Japan, ya sabéis.

La ciudad está conectada por tranvías, algunos antiguos, lo que es una manera agradable de recorrerla. Y muy cerca del Dogo Onsen están el reloj de Botchan (que cada hora, si no recuerdo mal, se transforma en una obra de marionetas que ambientan la novela de Soseki, con música, colores, plataformas… y ante el cual se concentran cada hora decenas de japos) y el tren de Botchan (copia de una locomotora de vapor que funcionaba antiguamente).

En el centro de la ciudad, el castillo (Katsuyama) que me pareció realmente fascinante. Me gustó mucho más que el de Kanazawa. Vas subiendo la colina (aunque puedes acceder también por funicular), que domina la ciudad, ganando perspectiva hasta llegar a dominar toda la vista desde la torre más alta del castillo, que es el punto más alto de la ciudad, con una visión del Mar de Japón realmente preciosa. De hecho, pensaba ir en barco desde Matsuyama a Hiroshima, pero al estar completo, lo tuve que descartar y volver a Kyoto.

                                       
                                                             Dogo Onsen, Matsuyama

También cerca de la ciudad puedes ir al Templo Ishite. Queda a unos 20 minutos caminando desde el Dogo Onsen y es uno de los 88 templos de la ruta de peregrinación de la escuela Shingon de Shikoku. Ni qué decir, ni un turista extranjero. Curioso, por ejemplo, un túnel que cruza la montaña repleta de estatuas Jizo (figuras con forma de niño, de piedra, coronadas con gorros rojos). Parece algo tétrico, pero cruzar la montaña subterráneamente le da un toque de magia…
Como curiosidad, una cena en un callejón junto a una de las calles comerciales de la ciudad (peatonal y cubierta), donde entré en un restaurante sin fotos ni nada en alfabeto latino. Así que me encontré en el restaurante sin poder comunicarme más que con gestos, señalando platos de otros comensales, con un “sushi”… y dejándome sorprender. Os puedo asegurar que fue la mejor cena de mi viaje, con un sashimi espectacular.

Si vas justo de tiempo, seguramente puedas saltarte Matsuyama… pero si te sobran días, no la descartes así a priori.

EXCURSIONES DESDE KYOTO:
NARA:
La excursión a Nara fue realmente extraña. Para empezar, un trayecto que dura unos 45 minutos, fue de casi 2 horas y media. La puntualidad japonesa, rota por un día. Ese día, casualmente. Y en vez de un tren, hasta 4 trenes, con cambio de estación (sí, sí, cambio de estación: o sea, bajar en una estación, caminar 10 minutos e ir a otra estación de otra línea) incluida en medio del trayecto. Algún problema había sucedido (un accidente, creo) y fue una pequeña odisea. Así que de la gente que iba en el tren inicial, cada vez íbamos quedando menos, porque algunos caminábamos más rápido, otros más lentos, unos preferían esperar a un tren más directo, otros avanzar lo que pudiéramos… y llegó un momento que quedamos una chica estadounidense y yo. Llegamos a Nara, hizo 4 fotos a los ciervos y dijo que ya tenía suficiente, que se volvía… Hay situaciones que escapan a mi comprensión, disculpadme.
Total, que la visita fue de unas 3 horas, recorriendo el recinto, los caminos por la zona norte, el buda gigante, los ciervos, los templos en el camino… Es una excursión típica y merece la pena, sin duda.
Para rematar, me comí un okonimyaki, que sería lo conocido como la pizza japonesa, aunque es de base vegetal y huevos. Un poco empalagosa, para mi gusto.

                                   
                                                                         Nara

MIYAJIMA E HIROSHIMA:
Seguramente este día fue el más complicado de todo el viaje, porque mi abuela estaba muy mal aquellos días, no sabría si la volvería a ver e Hiroshima… puede ser un punto impactante.
Desde Kyoto es totalmente factible realizar la excursión ida y vuelta el mismo día. En muchos sitios aconsejan dormir en Miyajima porque luego se puede subir a la montaña que domina la isla. Pero vamos, que la puedes ver durante una mañana. Y en Miyajima entendí por qué Matsuyama estaba vacía: porque estaban todos los turistas aquí. Qué bestia… en masa!!. Llega el barco y todos en plan manada… un poco agobiante.
Intenté desmarcarme un poco haciendo el camino un poco atípico y en sentido contrario a como la visitan todos los turistas. Algo mejoré, pero vamos.

                                       
                                                                           Miyajima

Está bien y la torii en el mar es una de las estampas típicas de los viajes a Japón.
De vuelta, visita a Hiroshima. Como ya sabéis, aquí hay que visitar el Parque de la Paz, el Museo y poco más… Destaca, cómo no, la Cúpula de la Bomba Atómica, antigua sede de Promoción Industrial de la Prefectura de Hiroshima, y el único edificio que se mantuvo en pie tras el lanzamiento de la bomba atómica desde el Enola Gay, el 6 de Agosto de 1945. La bomba se lanzó en paracaídas y explotó a unos 580 metros del suelo. Instantáneamente murieron entre 60 y 80 mil personas y el calor era tan intenso que algunas simplemente desaparecieron. El conteo final es de aproximadamente 135.000 personas y muchas murieron por la radiación a largo término, que causó enfermedades irreversibles.
Impacta, sin duda, entrar en el Museo y ver los horrores de aquel día, vidas truncadas, nombres de fallecidos, objetos que un día fueron, etc. Pero vamos, que ir exclusivamente a Hiroshima tampoco tendría mucho sentido.

                                        
                                                                               Hiroshima

Y así pasaron los últimos días de mi viaje a Japón. 100% recomendable, seguro, sorprendente, divertido, exótico, cultural, gastronómico… brutal!!!
Creo que será un destino al cual volveré en el futuro.

Sayonara!