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divendres, 25 de març del 2011

"Estoy en sombra"

Pokhara, 25 de Marzo de 2.011.
Acabo de llegar a Pokhara, la puerta de entrada al famoso circuito del Annapurna. Ya he encontrado un hotel, por 500 rupias (unos 5 €) en una habitación espaciosa, con baño propio y buenas vistas de las montañas. El viaje desde Sauraha (Chitwan) ha sido largo, más o menos unas 5 horas, en tramos con carretera sin asfaltar, sin apenas espacio…
Pero voy a recapitular un poco estos últimos días. Las dos últimas noches en Kathmandú cené con Pahbra, una chica californiana que está viviendo en Thailandia este año pero ahora está un mes aquí. Mi inglés ha mejorado mucho porque la entendía perfectamente y… hablar tantas horas seguidas en inglés… guau!!. Una chica muy agradable. Quizás la vea en Thailandia cuando pase por allí. Visité también Swayambhunath (el templo de los monos, vamos), una preciosidad, y Durbar Square, patrimonio de la Humanidad.
En el autoús a Chitwan, un parque nacional con rinocerontes, tigres, osos, etc., conocí a Sergio (un chico chilerno) y a Abel (un chico de Barcelona, el hombre del tiempo de RAC1). Me sonaba su nombre y cuando le pregunté si se apellidaba “Queralt” alucinó un poco. No sé, me vino el flash de algún día que lo habré escuchado. En Chitwan he hecho un safari de dos horas en elefante, pero un fiasco. El paseo está bien, pero cuando vas con 20 elefantes más, cuatro personas en cada uno de ellos y personas que se conocían en diferentes elefantes, gritándose unos a otros, pues como que era complicado ver animales. Me tocó con una pareja nepalí y el tío hablando por teléfono. Qué digo hablando, gritando!!!. Aggggggggggggg… Así vimos lo que vimos: un monito a lo lejos, dos cocodrilos al pasar el río y un facóquero (pumba). Desastre!!. Como las oportunidades de ver tigres y rinocerontes no son habituales, contraté un safari de 4 horas en jeep, descartando el “walking tour”. No me hacía mucha gracia meterme caminando en la jungla con la posibilidad de encontrarte con un tigre o un rinoceronte ahí delante de ti. Bueno, no estuvo mal: vimos un rinoceronte. Depende mucho del azar, aunque estás siempre en tensión ansiando que aparezca ante ti un tigre de bengala, pero no tuve suerte. De hecho, iba con dos parejas de turcos y otra persona (la llamo así porque después de día y medio incluso hablando con ella, no sé si es él o ella), y los turcos también hablaban en un tono que no podríamos decir que fuera suave. Creo que estar en el Serengeti y Ngorongoro en agosto ha hecho mucho daño a mis expectativas reales en los safaris: no se pueden ver tantos animales siempre!!!. Y esta mañana, antes de partir hacia Pokhara, un paseo en canoa por el río donde vimos varios cocodrilos muy cerca y una visita al centro de cría de elefante.
En el autobús, me he vuelto a encontrar a Sergio, el chileno. Y estaba con otro chico irlandés, así que no he estado sólo, tampoco.  Después de comer, Sergio me dijo: “estoy en sombra”. Lo miré, medio curioso, porque estaba debajo de un árbol y, era evidente, estaba en sombra. “Ya, ya te veo”, contesté. “No, no… que estoy hasta arriba de comida”. Mi mirada ya se torció. Fruncí el ceño como pidiendo aclaraciones. Él, solícito, pronto las ofreció: “¿Cómo se dice estar en sombra en inglés?”. “In shadow”, respondí. “Pues eso, estoy hinshadou….” (hinchado, comer, estar lleno….). Os podéis imaginar, que no he parado de reír. Y a propósito de esta anécdota, he hecho un recordatorio de varias que ya me han sucedido y he pensado que podía ser un buen post: algo gracioso.
Ahí van.
Para llegar al templo de los monos (no me hagáis repetir su nombre original), hay que subir una empinada cuesta, con cientos de escalones. Sin exagerar, como subir a un 20º piso. Así que cuando llegas arriba, vas con la lengua fuera, agotado. Bien, después de visitar el templo y adyacentes durante un par de horas, me dispuse a bajar. Dos chicos subían al templo, les quedaban pocos escalones ya, y uno de ellos, así más regordete, lo estaba pasando realmente mal. Yo sonreí, como condescendiente. Me miró, se paró y me dijo (en inglés, claro): “qué suerte la tuya, que vas de bajada”. Me lo miré, seguí sonriendo y pensé: “¿Acaso te piensas que yo he nacido aquí arriba?”.


Creo que el primer día que estuve en Kathmandú, tuve un encuentro con una entrañable pareja de semi-jubilados australianos. Claro, viajando sólo, normalmente no me hago fotos a mí mismo, así que como mi cámara tampoco es darle al botón y ya está, sino que hay que enfocar, etc. , pues cuando veo a alguien con una cámara parecida, pienso que debe entender. Pues estaba yo en una placita con un templo precioso haciendo unas fotos, cuando llegaron estos amables señores australianos. Su cámara, Nikon, réflex digital. Me acerqué para pedirles que me hicieran una foto. La foto, un desastre. Pero eso no fue lo peor. Hablamos apenas 3 minutos de la ciudad, el tráfico, los atascos, la contaminación… y el hombre, avispado él, se dio cuenta de que mi dominio de la lengua shakespeariana tampoco es para tirar cohetes. Además, me costaba mucho entender su cerrado acento australiano. Así que cuando nos despedíamos, el hombre me dice: “quizás el próximo viaje que hagas, puedes ir a Argentina que hablan español”. Me quedé boquiabierto y pensé: “Y a Australia iré cuando tú te quites la zapatilla de la boca para hablar!!”.
En el autobús Kathmandú-Chitwan, me tocó en la última fila. Entré de los primeros. Al poco, llegan dos chicos y se ponen a hablar en castellano. Así que comencé a hablar con ellos (Sergio y Abel, de los que ya os he hablado). Empezamos a hablar de muchas cosas, porque ellos se había conocido un rato antes, también. Total, que no recuerdo por qué (quizás porque vimos subir a dos japonesas al autobús, no sé), les comento que yo debería haber estado ahora en Japón y no en Nepal. Sergio, me mira, y me pregunta: “¿Y a qué se debe tu cambio de planes?”. Me lo quedo mirando, atónito, y le respondo: “Bueno, un terremoto y un tsunami, entre otras cosas. Soy un poco cobarde, claro”… Se le subieron los colores por la pregunta y añadió: “Qué pregunta más absurda la mía!!. Por no hablar de un desastre nuclear!!”. Así que empezamos a reír y estuvimos, sin exagerar, como dos minutos. Yo lloraba de la risa, os lo juro. Un recuerdo para Japón… Aunque Nepal me está encantando, ojalá lo hubiera conocido en otra situación, vamos.
A todo esto, comenzamos a contar anécdotas de nuestros viajes. Yo les expliqué la de la hiena en el Serengeti, el bautismo de buceo en Zanzíbar, alguna experiencia con conductores y sus peripecias en India, etc…. Y Abel, el de RAC1, nos cuenta que en Vietnam (uno de los próximos destinos), iba un día en autobús y se sube un oficial del ejército, borracho. Se sienta a su lado y, al poco, se cae a su lado, como un saco de patatas, apoyando su cabeza en las piernas de Abel. Dice que comenzó a acariciarle la cabeza como si fuera un niño pequeño!!. Jejeje.
Finalmente, os explico la última vivencia, de anoche mismo. Tras el safari en jeep, ducharme y cenar, nos llevaron a un espectáculo tradicional de la etnia Tharu: bailes y músicas regionales. Aparecen chicos jóvenes bailando, cantando, golpeando bastones unos contra otros (al estilo dels bastoners catalans), mientras tres hombre mayores tocan una especie de tambores. De entre los más jóvenes, destaca uno: alto, fuerte, con el pelo así más largo y de tez oscura. Bien, en uno de los bailes, que se presenta por el speaker-presentador (con voz así bien-bien aguda, ahí lo dejo) como un baile tradicional femenino, yo espero ver a las mujeres bailando. Cuál es mi sorpresa, que aparece el chico este más mayor, de unos 25 años (los otros deben rondar los 20) y otro hombre ya de unos 55 años… vestidos de mujeres!!!. Lo peor no es eso, no. El chico de los 25 años, empieza a dar vueltas como un poseso y el otro… el otro, pos eso… pufffff… No sé si he visto alguna vez una imagen más grotesca en mi vida. Este, el de los 55 años, iba vestido con una especie de camisón, del que llevan nuestras abuelas. Baila dando saltitos, cogiéndose el camisón a la altura de los muslos. Y, para rematar la imagen surrealista, lleva un gorro alto, rojo, del estilo David el gnomo. Vamos, grotesco, de verdad.
Y durante el baile final, formando un círculo y con ciertos movimientos que podríamos considerar “básicos”, animaban a la gente a subir al escenario. Los primeros que se animan son tres jóvenes, con vaqueros, chaqueta “guays” y gorra estilo rapero medio calada. Curioso el contraste con los chicos que bailaban, todos de blanco inmaculado con un pañuelo rojo a la cintura. Pero aquí no acaba la cosa, porque empiezan a subir personajes de lo más variopintos: hombres mayores arrítmicos totales, mujeres con bebés en brazos y, cómo no, los turistas más desenfadados y que más hacen por integrarse con la cultura local, que acaban por provocar risas hilarantes en quien esto escribe por su descaro, su nulo sentido del ritmo y su ausencia total de vergüenza. Así que ya podéis ver el escenario: chicos jóvenes de blanco y expertos en el baile, personas mayores arrítmicas, jóvenes medio raperos y turistas desenfadados con ganas de hacer el ridículo. Llamadme “tiquismiquis”… Pero es que yo tengo el sentido del ridículo afinado hasta donde no me conoce nadie.

1 comentari:

  1. Realmente interesante y curioso que vayas encontrando a personas conocidas por el camino, vamos que aprece que te has ido a la barceloneta, jejeje

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