Bangkok, sábado 18 de Junio de 2.011.
Tras casi 10 horas de camino desde Koh Tao, llegué a Bangkok de madrugada (5 de la mañana) y tuve que buscar un hotel a esa hora, cayendo donde caí, claro… A la mañana siguiente, tras dormir apenas 5 horas, busqué otro sitio y, evidente, me cambié de hotel.
Ese primer día, apenas hice mucho más. Tras el cambio de hotel, me subieron unas décimas de fiebre y no me apetecía mucho salir… así que tras descansar en la nueva habitación, salí a comer casi a las 16 h., pero me sentó genial. Y el resto de la tarde, poco más, callejeando por la zona más mochilera de Bangkok, una auténtica amalgama de culturas, razas y personas, un caos controlado. En sí, esta zona no tiene mucho qué ofrecer a quien no se hospede por aquí, pero una vez en ella, la oferta es importante a todos los niveles (todos).
Tras un par de días en la ciudad, puedes hacerte una idea de cuál es su ritmo, de cómo respira, de cómo es su gente. Una de las cosas que llama la atención es su endiablado tráfico (con la polución y contaminación que ello implica). Es increíblemente caótico, con atascos casi allá donde mires y la contaminación se hace patente, como dijo Dani, en lo negros que se ven las zonas inferiores de algunos puentes o pasos aéreos. Columnas tintadas de negro, con churretones de suciedad…
Es una ciudad llena de contrastes de todos tipos, algunos de los cuales intentaré retratar en esta entrada.
Quedé con Dani y Eli ayer 17 de Junio, su último día en Bangkok. Ahora se van hacia el norte para ver varias ciudades de Thailandia… en 5 días!!. Menuda maratón chicos!!. Yo haré eso en unas dos semanas largas…
|
Con la pareja de lunamieleros!!. |
Nos habíamos citado en Chinatown, que más o menos era a medio camino del hotel lujoso donde ellos se hospedan y la zona mochilera donde estoy yo. Como me desperté temprano, me dio tiempo a afeitarme, ducharme, desayunar y hasta llevar la ropa a la lavandería, además pude ir caminando hasta allí, casi una hora de camino. Pero está bien caminar y palpar la ciudad, callejear por donde no pasan turistas, ver ese puesto callejero tan curioso o escenas realmente extraña a ojos occidentales. Yo les había dicho de quedar en el mercado de los ladrones, en Chinatown. Cuando llegué a la zona, intenté preguntar por el citado mercado, pero fue misión casi imposible… o del todo imposible. Tras preguntar como a 10 personas, una chapurreaba a duras penas inglés y tampoco acabó de entenderme. El plano de la zona de la Lonely Planet es como si hubiera tenido uno de San Petersburgo, o sea, no me servía de nada. En esas, recibo un sms de Dani, que están en tal calle con tal otra. Bien, tengo localizada una, voy a buscar la otra. Además, buscando un gran letrero de una marca de relojes (lo siento, no haré publicidad porque no me han pagado por ello, jejeje). Camino arriba y abajo pero no encuentro ni el letrero, ni la segunda calle. Pregunto nuevamente a un montón de personas y… la misma sensación de impotencia. Hasta les enseño el sms de Dani y les señalo el nombre de la calle que no tengo localizada. Nada. Ufffff… Finalmente, uno me dice que cree que está a unos 10 minutos caminando. ¿10 minutos?. Vaya, no pensaba que fuera Chinatown tan grande. Comienzo a caminar y… fueron algo más de 10 minutos, claro. 20 minutos más tarde de la hora que quedamos llego donde están esperándome Dani y Eli. Claro, los habían dejado en un extremo de la ciudad china (ya me he cansado de escribir Chinatown, oye) y yo había entrado por el otro. Os podéis imaginar la alegría que he sentido al verlos, tres meses después de mi marcha y 6 días después de su boda. Tenemos prisa por explicarnos cosas, por saber ellos de mí y yo de ellos, claro. Caminamos sin rumbo buscando un lugar donde sentarnos a tomarnos un zumo, un café, un batido o algo por el estilo… pero sentarnos!!. La empresa nos cuesta como 20 minutos, aunque parezca una broma. Me explican de su boda, de qué rápido se les han pasado estos últimos meses, de anécdotas del día de la boda, sus recuerdos a veces difusos, las despedidas de soltero/a, anécdotas diversas, los primeros días de su luna de miel… y yo les explico algunas anécdotas de viaje, de cómo me siento ahora, el recorrido, personas que he conocido, si vuelvo en septiembre o alargo, etc… Vaya, un rato genial.
|
Dani y Eli bajando del templo. |
Nos vamos a visitar el Wat Arun, al otro lado del río y poco masificado. Regateamos el precio del tuc-tuc y luego nos decantamos por un taxi que ponga en marcha el taxímetro. Sale mucho más a cuenta esta segunda opción (luego amplío). En el templo, Dani comienza sus primeras clases de fotografía, con la Nikon que le han regalado. Le explico cuatro conceptos básicos de fotografía (luz, balance de blancos, encuadre y profundidad de campo) para que comience a practicar y a cogerle gusto a esto de la fotografía. Empieza a emocionarse y todo!!. Jejeje… Subimos al imponente templo. Las escaleras son realmente empinadas, tanto que Eli al ir a bajar confiesa que… le tiemblan las piernas!!. ¿Seguro que es por las escaleras?. Mira que estáis en vuestra luna de miel… jajajajajjajaja.
Acabamos la visita y queremos ir a comer. En esas, comienza a chispear… Nos subimos a un tuc-tuc y… se pone a diluviar!!. Los lateras y la parte trasera, abiertos, así que Eli a un lado y yo a otro, protegiendo a Dani, no se vaya a mojar él, pobre. Ella tiene su pierna izquierda totalmente empapada. Yo mi lado derecho. Llegamos a la estación de trenes, donde hay algunos puestos de comida rápida tailandesa y tras varios equívocos sobre dónde pedir, dónde se paga, dónde se sienta uno… conseguimos ponernos a comer algo. De ahí, comentamos que podríamos ir a la pequeña Arabia, que ellos en principio no habían contemplado. Montamos en metro y caminamos un rato. La pequeña Arabia de Bangkok son 2 calles y 3 callejones, con un montón de comercios árabes, algunos bares con terraza donde se fuma shisha, mucho árabe por la calle, mujeres con velo a las que sólo les ves los ojos y algunos puestos de kebabs. El ambiente se percibe diferente a las calles anteriores, sin duda. Y no entraré a valorar otros aspectos, simplemente diré que… diferente. Yo paso bastante de algunas cosas, claro, así que no me siento incómodo ni atemorizado, ni tan siquiera fuera de lugar. Pero es evidente que hay matices, sutiles y no tanto, que pueden llegar a incomodarte… a no ser que pases tres pueblos del tema, como hago yo.
Un rato más tarde, me despido de Dani y Eli. Ellos marchan mañana y yo aún permaneceré dos o tres días más aquí. Nos veremos a la vuelta… que para ellos será muy pronto y para mí será de aquí a taaaaaaaaaanto tiempo (ya os hablé de la relatividad del tiempo cuando se trabaja y cuando se viaja en otra entrada).
Pregunto a un taxi para que me lleve de vuelta a Kao Sahn. Me pide 150 baths. Ni de coña. Pregunto a otro… 150 baths. Le digo que me ponga el taxímetro y me dice que no. Pues ale, ya puedes seguir, majo. Pregunto a un tercero y le digo, directamente, Kao Sahn con taxímetro. Un poco a regañadientes, pero acepta. Precio final: 89 baths. Así que si vienes a Bangkok, los del tuc-tuc te intentarán timar siempre inflando los precios muchísimo… o, su otra estrategia, es intentar timarte. Te pueden decir, por ejemplo, “vale, 20 baths pero con una parada” y te intentan llevar a una joyería o tienda para que compres algo. Te dicen que no es obligado, pero vamos… ni un pelo me fío y cuando me dicen “con una parada”, me río y los ignoro directamente, dejándolos atrás.
Las calles de Bangkok son hervideros, allá por donde pases. Hay mercados bajo puentes sobre las calles y por donde caminan los peatones. Y si no vas por el puente, caminas bajo tenderetes, en un estrecho paso, con puestos de estos ambulantes a cada paso, donde se venden todas las marcas habidas y por haber, falsificadas, por supuesto. Yo creo que las marcas que todavía no existen también están falsificadas aquí ya. Es increíble.
Pero estas calles aguardan sorpresas, contrastes, imágenes grotescas, algunas freakis (a mis ojos, obvio), desagradables, tiernas, surrealistas… Ves a jóvenes thailandesas con hombres mayores blancos (y da lo mismo si son europeos, norteamericanos o australianos), lo que es patético para ambos, ella por lo que está con él y él por venir aquí a pagar a una mujer. Denigrante. Ves a lo que ellos llaman “ladyboys”, que son un ser híbrido, del cual cuesta diferenciar su sexo. No sabes si es hombre, mujer, chico, chica o todo junto. Algunas de estas personas con una imagen un poco grotesca, con un cuerpo totalmente de hombre, vestido de mujer, maquillado de mujer, con algunos pelos en la barba… Me resulta curioso, vamos.
|
Entrada al Gran Palacio. |
Y qué decir de los puestos callejeros de comida. Tienes para comer todo lo que se te ocurra y hasta lo que no se te pase por la imaginación, desde los clásicos perritos calientes y kebabs, hasta los más exóticos manjares de insectos, pasando por todo el abanico intermedio, a saber: noodles y arroz, cómo no; frutas (deliciosas) y bebidas; palomitas; pizzas; brochetas de carne (pollo o ternera) o marisco (sepias, gambas, calamares); crepes; helados; batidos de frutas; orugas, cucarachas y escorpiones bien frititos… Anoche vi a una chica europea comprando insectos de estos. Me la miré sorprendido, porque hay que tener un buen estómago y cero escrúpulos. La amiga me miró y comenzó a reír, encogiendo los hombros como diciendo: “a ver qué sale de esto…”.
Dani me decía que les sorprendía el olor a comida. Es cierto, huele a comida en todas partes, en todos los rincones. Pero es que los thailandeses adoran la comida, están todo el día comiendo, en cualquier rincón, sentados en una mesa o en el suelo, trabajando o por ocio. Es increíble… eso sí, por mucho que huela, está a años luz de los olores de India, vamos.
|
En el Gran Palacio de Bangkok. |
Veo a un ciego que camina mientras toca un instrumento de cuerda y siendo guiado por un niño que lleva un altavoz en una mano y el vaso para recoger limosnas en la otra; o una furgoneta con el portón trasero abierto y una pantalla plana de unas 42’’ con una película de acción. Taxistas y tuc-tucs allá donde mires, intentando discernir cuál será el próximo turista (y si puede ser timado, mucho mejor). Puestos callejeros donde preparan combinados alcohólicos; centros de masaje con las tumbonas en la misma calle, habiendo hasta 8 ó 9 clientes tumbados y 8 ó 9 trabajadores con el preceptivo masaje de pies. Los masajes son muy baratos (sin final feliz… jajajajjaa… que ya veo a mis amigos que seguro que están ahí pensándolo) y alguno seguro que me hago antes de marcharme de la ciudad. Tiendas de intercambio o compra/venta de libros usados (me desharé de “Los miserables” de Víctor Hugo y cogeré alguno no muy extenso en inglés). Gente que camina cargada con sus mochilas a todas horas y en cualquier rincón. Tiendas de lujo junto a puestos callejeros modestos; las mismas gafas por 300 € en la tienda, 4 € en la calle (eso sí, sin retina te quedas luego); gente que te mira y te sonríe a menudo; que te saludan o te ayudan cuando ven que estás intentando situarte en un plano o buscando el nombre de alguna calle. El río que serpentea por la ciudad, con su color chocolate. El cielo que se nubla cada día anunciando lluvia. El calor sofocante. Los niños que juegan. Los que trabajan. Las prostitutas (las que lo son y las que lo parecen). El fuego del puesto callejero donde preparan cualquier plato que puedas imaginarte; por supuesto, el palacio real y los templos dispersos por la ciudad, con sus budas relucientes y venerados; los 7eleven; los farolillos encendidos a media noche; el turista que lleva dos copas de más y hace el ridículo cantando una canción en la que desentonaría si fuera sobrio, así que yendo ebrio… Los escuadrones de limpieza; algunas patrullas motorizadas de policía.
Bangkok, nunca un nombre fue tan evocador y exótico como el de esta metrópolis donde se fusionan y combinan los ritmos más desenfrenados de oriente y occidente. Para muchos, puerta de entrada a Asia, para otros, lugar de superviviencia. Para todos, una URBE, con mayúsculas, donde todo es posible, a cualquier hora y en cualquier lugar. Es Bangkok y únicamente con su nombre, todo lo demás, redunda.