Sucede, a veces, que tenemos la sensación de que los astros se alinearon en una conjunción planetaria inaudita, casual y extraordinaria, como confabulando a nuestro favor o contra nosotros y no sabemos bien a qué se deben ese cúmulo de circunstancias. Sucede, a menudo, que apelamos a algo que no depende de nosotros como culpable o causante de nuestros males. Y rara vez sucede que asumamos nuestra responsabilidad en lo que acontece en nuestra vida. En psicología se le llama “locus de control”. Pero no os quiero hablar de eso en esta entrada. Va a ser atípica, eso sí, donde me gustaría hablaros de mi viaje, de literatura, de psicología, de sueños…
“El secreto” es un libro que se convirtió en best-seller hará un par de años, aproximadamente. Un libro típico de esos que muchos denominan, despectivamente, “de autoayuda”. Me hace gracia cuando se etiqueta a algo o a alguien de una manera despectiva sin pararse a pensar o analizar cómo nos podrían etiquetar a nosotros, pero bueno. Sin ser un gran defensor de los libros de autoayuda, tampoco vamos a negar que algunos nos pueden aportar valiosas lecciones en nuestro día a día, claves, pistas, orientaciones… Así, a vuela pluma, recuerdo uno que os serviría a muchos y que la mayoría conoceréis: “¿Quién se ha llevado mi queso?”. Una interesante fábula que nos habla de cómo adaptarse a un mundo en constante cambio. Si no lo conocéis, estáis tardando. Otros como Bucay o Coelho, pues... no me entusiasman mucho. Sin embargo recuerdo uno que sí me gustó mucho "El caballero de la armadura oxidada". Y otro que leí hace muuuuuchos años, en un momento delicado, titulado: "No te ahogues en un vaso de agua". A menudo pienso en decenas de personas a mi alrededor a quien les iría genial este último libro que les sirva de flotador en su pequeño vaso de agua...
Como iba diciendo, “El secreto”, un best-seller de Rhonda Byrne, nos habla de (en términos así algo rimbombantes) cómo el universo conspira a nuestro favor para cumplir nuestros deseos. Sí, suena pretencioso, aunque acaba por ser otra denominación a lo que los psicólogos llamamos “profecía del autocumplimiento”. Si piensas que algo te saldrá mal, acabará saliéndote mal. Y si piensas que algo saldrá bien, acabará saliéndote bien. Ahora que recuerdo, mi profesor de judo, cuando tenía 7 añitos, ya nos decía algo parecido…
Yo, y no pretendo ser más listo que nadie ni nada por el estilo, ya conocía el efecto de este “secreto”, pues lo experimenté de manera muy fuerte en dos ocasiones: deseé tanto algo que acabé por obtenerlo. Quizás fue mi deseo, mi convencimiento, mi fe en que eso acabaría de esa manera lo que me ayudó a que “el universo conspirara a mi favor”. Allá por el 2.002 empecé a ubicar los muebles , la distribución del piso, etc. sobre un plano de un piso que aún no tenía y al que optaban más de 20.000 personas. Ese deseo extra, ese plus, seguro que ayudó. Otra vez fue con mi último trabajo: quería exactamente ese trabajo (aunque luego salió rana por motivos que no vienen al caso). Algunas personas cercanas me dicen a menudo “qué suerte tienes”. Dejadme que os diga que no creo en la suerte. Existe el azar, claro, pero la suerte, per se, es una invención de quienes pretenden autoexculparse de las cosas que les suceden, sea porque “he tenido suerte” (en términos positivos) o “he tenido mala suerte” (en términos negativos)… total, para no asumir su parte de responsabilidad en muchas cosas. Sí, claro, existen variables que no controlamos, pero la suerte se busca, se persigue. Como dijo aquel genio: “la inspiración existe, pero siempre trato de que me pille trabajando”.
Y vosotros os preguntaréis: “¿Y a mí este tío para qué narices me explica todo esto?”. Bien, te respondo, querido lector: pienso que de una manera inconsciente, he ido preparando el camino para llegar al punto en el que estoy ahora, días antes de partir de viaje por unos meses.
Como os comentaba en una entrada anterior, la idea me rondaba desde hace años por la cabeza. El mundo me parecía tan amplio, tan fascinante, tan atrayente, que algún día quería hacer algo así. El otro día Miquel me recordó una anécdota casi premonitoria. Debía ser junio del 2.010, quizás. Le envié un sms diciéndole que pensaba que me iban a despedir y que, si eso pasaba, con el dinero del finiquito me iba a dar la vuelta al mundo. No se alejará mucho la realidad de aquel deseo de entonces…
Es como si los astros interplanetarios conspiraran a mi favor… tiempo disponible, sin gastos ni deudas, sin lazos sentimentales con nadie, con el dinero suficiente (que no se necesita mucho, os lo puedo asegurar), unas ganas tremendas y hasta un casualidad imprevista (¿verdad, Irene?) que también ayuda… y mucho!!!. Al final, será verdad eso de que el universo conspira a tu favor cuando tú quieres algo con todas tus fuerzas. Llegado a este punto, con todas las circunstancias de cara, no podía mirar hacia otro lado (que me perdonen los ciegos), hacerme el sueco (que me perdonen los suecos), no coger el toro por los cuernos (que me perdonen los antitaurinos) o no tener el valor suficiente (que me perdonen los cobardes). Estaba ahí, delante de mí y yo sólo debía seguir el camino natural… preparar la mochila, subirme al avión y recorrer mundo.
La idea inicial son seis meses, pero no descarto alargarlo algún mes más. Quizás añadir Myanmar. O Nepal. O China con Tíbet. Incluso parar por Turquía a la vuelta. O ver una parte de India que me falta. Ya veremos. Sé a dónde llegaré (Tokio), el recorrido aproximado, que a finales de Julio tengo que estar en Hanoi porque llegan Valdi, José y Miquel para ver Vietnam… pero falta taaaaaaanto para eso. Pueden pasar taaaaaaantas cosas… Es la vida, no?. De eso se trata, de vivir sin miedo y transitar por el camino que nosotros elijamos con el convencimiento de que todo va a salir bien y que, principalmente, depende de nosotros.
Este es mi momento. Es el momento que tanto deseaba. Quizás no vuelva a tener otra oportunidad parecida. Quizás deba aprovecharla al máximo...
El tiempo, tan sabio como implacable, pondrá las cosas en su sitio. Así sea.