Contacta conmigo.

Escríbeme a: sergi_rodco@hotmail.com (en el asunto haz constar "Blog").

dijous, 30 de juny del 2011

El recorrido en mapas y enlaces a las fotos por países.

Chiang Mai, 30 de Junio de 2.011.

Pues ya hemos llegado a Chiang Mai, al norte de Thailandia. Seguramente la última ciudad que veré antes de pasar a Laos. En los próximos días intentaré colgar una entrada explicándoos lo que han sido estos últimos 10 días, muy interesantes.

De momento, os actualizo el recorrido en mapas y acceso a las fotos por países que tengo colgadas en mi facebook y que todos podéis ver aunque no tengáis cuenta en facebook o no me tengáis en vuestra lista de amigos. Espero que las disfrutéis...

ASIA:
Nepal, Singapur, Indonesia (Bali, Sulawesi y Borneo), Malasia y Thailandia hasta el momento.
 NEPAL:
Katmandú, Nagarkot, Pokhara, Tansen (Palpa), Lumbini, Katmandú, Patan y Bodnath.
 INDONESIA:
Bali y Nusa Lembongan, Makassar, Rantepao, Makassar, Balikpapan, Banjarmassin, PN Tanjung Puting, vuelta a Balikpapan y avión a Taraka, para cruzar a Malasia.
 MALASIA:
Tawau, Semporna y Kota Kinabalu (Borneo), Kuala Lumpur, Malacca, Mersing, Pulau Tioman, Kuala Terengganu, Pulau Perhentian Kecil y Kota Bharu.
 THAILANDIA:
Hay Tai, Krabi, Ao Nang, Koh Tao, Bangkok, Kanchannaburi, Ayuthaya, Sukhothai, Lampang y Chiang Mai.

ENLACES A LAS FOTOS POR PAISES:
NEPAL:

SINGAPUR:

INDONESIA:
 
MALASIA:

THAILANDIA:

Cualquier comentario será bienvenido!!. 
Saludos a todos.

diumenge, 26 de juny del 2011

Lo que no crece, ¿mengua?.

Sukhotai (Thailandia), 26 de Junio de 2.011
Las personas utilizamos, frecuentemente, expresiones o maneras de entender lo que nos rodea de una manera un tanto peculiar. Y una de esas expresiones se refiere al ciclo de los hechos que acontecen. Y estos ciclos, siendo extremadamente simplistas, se reducirían a crecer o menguar. Así, la luna o crece o mengua. Cuando uno trabaja (entiéndase como jornada laboral la más usual de lunes a viernes) uno dice que es lunes o martes, que ha trabajado ya uno o dos días… pero una vez pasa el miércoles a menudo decimos: “me faltan 2 días o sólo un día para el fin de semana”. Con las horas, lo mismo. Son las 15.25 h. o las cuatro menos cuarto, pero rara vez decimos las tres y cuarenta y cinco. Sería algo así como el ecuador de los hechos, los ciclos, los acontecimientos. Actualmente llevo 103 días de viaje, que se dice pronto. La idea inicial eran 180 días, ergo… lo que no crece, ¿mengua?. He ahí la cuestión. Si vuelvo a mitad de septiembre, como estaba previsto, es obvio que ya he sobrepasado el ecuador de mi viaje y ahora, inconscientemente, dejaría de contar sumando (llevo un mes de viaje, llevo 40 días de viaje o llevo 2 meses y medio de viaje) para expresarme en términos parecidos a: me faltan 2 meses para volver a casa, sólo me quedan 15 días de viaje o expresiones similares.
Actualmente tengo la duda de cómo expresarme, pues no sé si mi viaje sigue creciendo o comienza a menguar. En las últimas semanas he conocido a mucha gente y me siento muy cómodo en el papel este de viajero itinerante. Bueno, para ser exactos, tal y como les dije a Eli y Dani, no me siento como un viajero, sino que siento como si viviera en movimiento. Sí, podéis pensar que es lo mismo, pero hay pequeños matices. Por ejemplo: el viajero quiere ver todos los sitios posibles en un espacio de tiempo determinado. Pero yo no siento eso. Es más, en algunas ciudades descarto voluntariamente ver todo lo que se podría ver, aún teniendo casi todo el tiempo del mundo. No, no es mi intención en absoluto verlo todo. Como bien me apuntó Elena, cuando viajas un tiempo, el ritmo se ralentiza y hay días en los que no te apetece moverte. Efectivamente, hay días en los que tu única misión es descansar, tomar un café sentado en una agradable terraza, conversar con alguien que hayas conocido o gente local, leer la prensa, ver fotos o alguna película… Por tanto, aunque algunos se me tirarán al cuello, hay días en los que te apetece descansar del viaje. Sí, sí… viajar también es cansado. Claro, todos preferimos cansarnos de esta manera, pero no es tampoco una actividad relajada: carga con mochilas, camina horas bajo un sol de justicia, regístrate en cada hotel, deshaz mochila, negocia prácticamente todo, aguanta a algunas personas pesadas, viaja horas y horas en autobuses, ferrys, tráfico intenso, mosquitos… pues sí, no es trabajar, está claro, pero también es cansado. Ah,… y luego está el tema de estar tirado en la playa unas horas. Todos sabéis lo mucho que cansa estar en la playa, jajajajjaa… (esto último es broma, aunque siempre decimos que “la playa, cansa”).
En fin, retomo el tema inicial… que no sé si mi viaje sigue creciendo y sigo sumando días o debería comenzar a restarlos si vuelvo a mitad de septiembre. Por un lado, pienso que estoy en una ocasión única de poder ver algunos países más, todo está en orden en BCN y si vuelvo en septiembre, nadie garantiza que encuentre trabajo enseguida, por lo que me tiraría de los pelos si estoy en casa sin “trabajar”. Por otro lado, está claro que tengo ganas de ver a mi familia especialmente y a los amigos, que también quiero hacer cosas a mi vuelta, etc… pero, ¿irá de unas semanas más?. ¿Cambiaría mucho si en vez de mediados de septiembre vuelvo a mediados o finales de octubre?. Y si me decido a extender mi viaje, ¿qué puedo hacer?. Nuevamente, como cuando me planteé esta aventura, las posibilidades son infinitas, un mundo nuevo se abre ante ti. El recorrido inicial lo tenía bastante claro, pese a los cambios forzosos que hubo por el terremoto y posterior tsunami en Japón al principio, o la imposibilidad de acceder a Tíbet desde Nepal durante el viaje, pero tenía claro que Indonesia, Singapur, Malasia, Thailandia, Laos, Vietnam y Camboya los vería… Ahora que nombro los países… me pasa con ellos lo mismo que con el tiempo: los voy descontando. Al principio era: estoy en Nepal y todavía quiero ver… Ahora es: ya he visto Nepal, Singapur, Indonesia, Malasia y casi Thailandia, así que sólo me faltarían Laos, Vietnam y Camboya… Ya veis, trampas mentales.
Ays…. Que me voy. Pues eso, que las posibilidades son infinitas. Y barajo varias opciones, completamente diferentes unas de otras. Tres personas diferentes me han dicho que tienen vacaciones en septiembre, que están solas y que no saben qué hacer, que igual se unirían a mí dependiendo de dónde estuviera yo. Bueno, todavía no he decidido si alargo, menos aún, qué haría en tal caso. Y las opciones que barajo son (sin orden establecido ni prioridades aún)…
Por un lado, podría volver al sur de Thailandia, a las islas, a pasar las últimas semanas en playitas paradisíacas, poder ver Phi-Phi y Phuket, que no he podido ahora por el tema del monzón y quizás obtener mi Advanced Diver en alguno de los múltiples centros que hay en Thailandia y que son baratísimos. Opción de unos 15 días más.
Una segunda opción, sería visitar Myanmar,  como una extensión por otro país de la zona. Y en esta opción se podría añadir una subopción de ver el sur de China, desde la frontera con Myanmar hasta Hong Kong. Esto llevaría entre mes y medio y dos meses.
Otra opción, sería dar el salto, finalmente, a Japón. No os negaré que, a priori, es mi opción soñada. Japón es un país que me atrae mucho, su gente, su cultura, sus tradiciones, sus paisajes, sus megaciudades… El inconveniente de esta opción es el tema económico, pese a que el vuelo Bangkok-Tokio es barato (apenas 240 €), pero luego habría que sumar el Shinkanshen Rail Pass (unos 500 €… y que ya he visto dónde podría conseguirlo en Bangkok) y la vuelta a BCN (mínimo otros 450 € más). Por tanto, es mi opción preferida y la más cara. El tema de las radiaciones nucleares y demás, creo que ya está bastante controlado, aunque si me decidiera, debería informarme bien antes de ir. Japón añadiría unas tres semanas más al viaje.
Una opción intermedia sería hacer alguna parada de vuelta a BCN, estilo Egipto. Sí, me gustaría ir a Egipto también, quizás luego por la Capadocia turca, Grecia, Bulgaria, Croacia… esta opción podría alargarse entre mes y medio y dos meses más.
Y la opción más loca y más descabellada, sería dar el salto a Suramérica. Sería ideal ir a Argentina en septiembre/inicios de octubre, con la posibilidad de alargar hacia Perú. Pero esta opción requeriría dos meses más y, sobre todo, más dinero, porque los vuelos que he visto desde el sudeste asiático hacia Buenos Aires son carísimos.
Ahora estoy en Sukhothai, al norte de Thailandia. Me quedarán unos 10 días por este país, tras visitar Chiang Mai e ir hacia el este, para entrar en Laos alrededor del 7 u 8 de Julio, pasar tres semanas allí antes de cruzar a Vietnam y llegar a Hanoi a finales de Julio, que llegan los tres mosqueteros para sus vacaciones estivales. Salí de BCN en marzo, cuando ellos veían muy lejos sus vacaciones. Sus vacaciones, las haré junto a ellos… Ellos volverán al trabajo y yo… seguiré de viaje. Supongo que en esas comparaciones es cuando uno realmente se da cuenta de cuán importante es lo que se está haciendo. Y tampoco soy un bicho raro, he encontrado a personas que viajan por más de un año, dos años y hasta varios años. Es un modo de vida diferente. Eso sí, españoles haciendo eso, poquitos… pero bueno, estamos empeñados en pagar hipotecas desorbitadas para tener un piso propio y eso excluye casi por completo poder viajar tanto tiempo. Cuestión de prioridades, querido Watson.
Yo me siento bien, feliz, contento, confiado, ilusionado. Llevo un par de días con Robin, un holandés, con el que estaré varios días más pues nuestros viajes coinciden bastante en esta etapa. Así que también ayuda.
Mientras tanto, sed felices, ya os queda muy poquito para vuestras merecidísimas vacaciones.
Un abrazo fuerte.
Sergio.

dissabte, 18 de juny del 2011

Bangkok: contrastes y reencuentros.

Bangkok, sábado 18 de Junio de 2.011.
Tras casi 10 horas de camino desde Koh Tao, llegué a Bangkok de madrugada (5 de la mañana) y tuve que buscar un hotel a esa hora, cayendo donde caí, claro… A la mañana siguiente, tras dormir apenas 5 horas, busqué otro sitio y, evidente, me cambié de hotel.
Ese primer día, apenas hice mucho más. Tras el cambio de hotel, me subieron unas décimas de fiebre y no me apetecía mucho salir… así que tras descansar en la nueva habitación, salí a comer casi a las 16 h., pero me sentó genial. Y el resto de la tarde, poco más, callejeando por la zona más mochilera de Bangkok, una auténtica amalgama de culturas, razas y personas, un caos controlado. En sí, esta zona no tiene mucho qué ofrecer a quien no se hospede por aquí, pero una vez en ella, la oferta es importante a todos los niveles (todos).
Tras un par de días en la ciudad, puedes hacerte una idea de cuál es su ritmo, de cómo respira, de cómo es su gente. Una de las cosas que llama la atención es su endiablado tráfico (con la polución y contaminación que ello implica). Es increíblemente caótico, con atascos casi allá donde mires y la contaminación se hace patente, como dijo Dani, en lo negros que se ven las zonas inferiores de algunos puentes o pasos aéreos. Columnas tintadas de negro, con churretones de suciedad…
Es una ciudad llena de contrastes de todos tipos, algunos de los cuales intentaré retratar en esta entrada.
Quedé con Dani y Eli ayer 17 de Junio, su último día en Bangkok. Ahora se van hacia el norte para ver varias ciudades de Thailandia… en 5 días!!. Menuda maratón chicos!!. Yo haré eso en unas dos semanas largas…
Con la pareja de lunamieleros!!.
Nos habíamos citado en Chinatown, que más o menos era a medio camino del hotel lujoso donde ellos se hospedan y la zona mochilera donde estoy yo. Como me desperté temprano, me dio tiempo a afeitarme, ducharme, desayunar y hasta llevar la ropa a la lavandería, además pude ir caminando hasta allí, casi una hora de camino. Pero está bien caminar y palpar la ciudad, callejear por donde no pasan turistas, ver ese puesto callejero tan curioso o escenas realmente extraña a ojos occidentales. Yo les había dicho de quedar en el mercado de los ladrones, en Chinatown. Cuando llegué a la zona, intenté preguntar por el citado mercado, pero fue misión casi imposible… o del todo imposible. Tras preguntar como a 10 personas, una chapurreaba a duras penas inglés y tampoco acabó de entenderme. El plano de la zona de la Lonely Planet es como si hubiera tenido uno de San Petersburgo, o sea, no me servía de nada. En esas, recibo un sms de Dani, que están en tal calle con tal otra. Bien, tengo localizada una, voy a buscar la otra. Además, buscando un gran letrero de una marca de relojes (lo siento, no haré publicidad porque no me han pagado por ello, jejeje). Camino arriba y abajo pero no encuentro ni el letrero, ni la segunda calle. Pregunto nuevamente a un montón de personas y… la misma sensación de impotencia. Hasta les enseño el sms de Dani y les señalo el nombre de la calle que no tengo localizada. Nada. Ufffff… Finalmente, uno me dice que cree que está a unos 10 minutos caminando. ¿10 minutos?. Vaya, no pensaba que fuera Chinatown tan grande. Comienzo a caminar y… fueron algo más de 10 minutos, claro. 20 minutos más tarde de la hora que quedamos llego donde están esperándome Dani y Eli. Claro, los habían dejado en un extremo de la ciudad china (ya me he cansado de escribir Chinatown, oye) y yo había entrado por el otro. Os podéis imaginar la alegría que he sentido al verlos, tres meses después de mi marcha y 6 días después de su boda. Tenemos prisa por explicarnos cosas, por saber ellos de mí y yo de ellos, claro. Caminamos sin rumbo buscando un lugar donde sentarnos a tomarnos un zumo, un café, un batido o algo por el estilo… pero sentarnos!!. La empresa nos cuesta como 20 minutos, aunque parezca una broma. Me explican de su boda, de qué rápido se les han pasado estos últimos meses, de anécdotas del día de la boda, sus recuerdos a veces difusos, las despedidas de soltero/a, anécdotas diversas, los primeros días de su luna de miel… y yo les explico algunas anécdotas de viaje, de cómo me siento ahora, el recorrido, personas que he conocido, si vuelvo en septiembre o alargo, etc… Vaya, un rato genial.

Dani y Eli bajando del templo.
Nos vamos a visitar el Wat Arun, al otro lado del río y poco masificado. Regateamos el precio del tuc-tuc y luego nos decantamos por un taxi que ponga en marcha el taxímetro. Sale mucho más a cuenta esta segunda opción (luego amplío). En el templo, Dani comienza sus primeras clases de fotografía, con la Nikon que le han regalado. Le explico cuatro conceptos básicos de fotografía (luz, balance de blancos, encuadre y profundidad de campo) para que comience a practicar y a cogerle gusto a esto de la fotografía. Empieza a emocionarse y todo!!. Jejeje… Subimos al imponente templo. Las escaleras son realmente empinadas, tanto que Eli al ir a bajar confiesa que… le tiemblan las piernas!!. ¿Seguro que es por las escaleras?. Mira que estáis en vuestra luna de miel… jajajajajjajaja.
Acabamos la visita y queremos ir a comer. En esas, comienza a chispear… Nos subimos a un tuc-tuc y… se pone a diluviar!!. Los lateras y la parte trasera, abiertos, así que Eli a un lado y yo a otro, protegiendo a Dani, no se vaya a mojar él, pobre. Ella tiene su pierna izquierda totalmente empapada. Yo mi lado derecho. Llegamos a la estación de trenes, donde hay algunos puestos de comida rápida tailandesa y tras varios equívocos sobre dónde pedir, dónde se paga, dónde se sienta uno… conseguimos ponernos a comer algo. De ahí, comentamos que podríamos ir a la pequeña Arabia, que ellos en principio no habían contemplado. Montamos en metro y caminamos un rato. La pequeña Arabia de Bangkok son 2 calles y 3 callejones, con un montón de comercios árabes, algunos bares con terraza donde se fuma shisha, mucho árabe por la calle, mujeres con velo a las que sólo les ves los ojos y algunos puestos de kebabs. El ambiente se percibe diferente a las calles anteriores, sin duda. Y no entraré a valorar otros aspectos, simplemente diré que… diferente. Yo paso bastante de algunas cosas, claro, así que no me siento incómodo ni atemorizado, ni tan siquiera fuera de lugar. Pero es evidente que hay matices, sutiles y no tanto, que pueden llegar a incomodarte… a no ser que pases tres pueblos del tema, como hago yo.
Un rato más tarde, me despido de Dani y Eli. Ellos marchan mañana y yo aún permaneceré dos o tres días más aquí. Nos veremos a la vuelta… que para ellos será muy pronto y para mí será de aquí a taaaaaaaaaanto tiempo (ya os hablé de la relatividad del tiempo cuando se trabaja y cuando se viaja en otra entrada).
Pregunto a un taxi para que me lleve de vuelta a Kao Sahn. Me pide 150 baths. Ni de coña. Pregunto a otro… 150 baths. Le digo que me ponga el taxímetro y me dice que no. Pues ale, ya puedes seguir, majo. Pregunto a un tercero y le digo, directamente, Kao Sahn con taxímetro. Un poco a regañadientes, pero acepta. Precio final: 89 baths. Así que si vienes a Bangkok, los del tuc-tuc te intentarán timar siempre inflando los precios muchísimo… o, su otra estrategia, es intentar timarte. Te pueden decir, por ejemplo, “vale, 20 baths pero con una parada” y te intentan llevar a una joyería o tienda para que compres algo. Te dicen que no es obligado, pero vamos… ni un pelo me fío y cuando me dicen “con una parada”, me río y los ignoro directamente, dejándolos atrás.
Las calles de Bangkok son hervideros, allá por donde pases. Hay mercados bajo puentes sobre las calles y por donde caminan los peatones. Y si no vas por el puente, caminas bajo tenderetes, en un estrecho paso, con puestos de estos ambulantes a cada paso, donde se venden todas las marcas habidas y por haber, falsificadas, por supuesto. Yo creo que las marcas que todavía no existen también están falsificadas aquí ya. Es increíble.
Pero estas calles aguardan sorpresas, contrastes, imágenes grotescas, algunas freakis (a mis ojos, obvio), desagradables, tiernas, surrealistas… Ves a jóvenes thailandesas con hombres mayores blancos (y da lo mismo si son europeos, norteamericanos o australianos), lo que es patético para ambos, ella por lo que está con él y él por venir aquí a pagar a una mujer. Denigrante. Ves a lo que ellos llaman “ladyboys”, que son un ser híbrido, del cual cuesta diferenciar su sexo. No sabes si es hombre, mujer, chico, chica o todo junto. Algunas de estas personas con una imagen un poco grotesca, con un cuerpo totalmente de hombre, vestido de mujer, maquillado de mujer, con algunos pelos en la barba… Me resulta curioso, vamos.

Entrada al Gran Palacio.
Y qué decir de los puestos callejeros de comida. Tienes para comer todo lo que se te ocurra y hasta lo que no se te pase por la imaginación, desde los clásicos perritos calientes y kebabs, hasta los más exóticos manjares de insectos, pasando por todo el abanico intermedio, a saber: noodles y arroz, cómo no; frutas (deliciosas) y bebidas; palomitas; pizzas; brochetas de carne (pollo o ternera) o marisco (sepias, gambas, calamares); crepes; helados; batidos de frutas; orugas, cucarachas y escorpiones bien frititos… Anoche vi a una chica europea comprando insectos de estos. Me la miré sorprendido, porque hay que tener un buen estómago y cero escrúpulos. La amiga me miró y comenzó a reír, encogiendo los hombros como diciendo: “a ver qué sale de esto…”.
Dani me decía que les sorprendía el olor a comida. Es cierto, huele a comida en todas partes, en todos los rincones. Pero es que los thailandeses adoran la comida, están todo el día comiendo, en cualquier rincón, sentados en una mesa o en el suelo, trabajando o por ocio. Es increíble… eso sí, por mucho que huela, está a años luz de los olores de India, vamos.
En el Gran Palacio de Bangkok.
Veo a un ciego que camina mientras toca un instrumento de cuerda y siendo guiado por un niño que lleva un altavoz en una mano y el vaso para recoger limosnas en la otra; o una furgoneta con el portón trasero abierto y una pantalla plana de unas 42’’ con una película de acción. Taxistas y tuc-tucs allá donde mires, intentando discernir cuál será el próximo turista (y si puede ser timado, mucho mejor). Puestos callejeros donde preparan combinados alcohólicos; centros de masaje con las tumbonas en la misma calle, habiendo hasta 8 ó 9 clientes tumbados y 8 ó 9 trabajadores con el preceptivo masaje de pies. Los masajes son muy baratos (sin final feliz… jajajajjaa… que ya veo a mis amigos que seguro que están ahí pensándolo) y alguno seguro que me hago antes de marcharme de la ciudad. Tiendas de intercambio o compra/venta de libros usados (me desharé de “Los miserables” de Víctor Hugo y cogeré alguno no muy extenso en inglés). Gente que camina cargada con sus mochilas a todas horas y en cualquier rincón. Tiendas de lujo junto a puestos callejeros modestos; las mismas gafas por 300 € en la tienda, 4 € en la calle (eso sí, sin retina te quedas luego); gente que te mira y te sonríe a menudo; que te saludan o te ayudan cuando ven que estás intentando situarte en un plano o buscando el nombre de alguna calle. El río que serpentea por la ciudad, con su color chocolate. El cielo que se nubla cada día anunciando lluvia. El calor sofocante. Los niños que juegan. Los que trabajan. Las prostitutas (las que lo son y las que lo parecen). El fuego del puesto callejero donde preparan cualquier plato que puedas imaginarte; por supuesto, el palacio real y los templos dispersos por la ciudad, con sus budas relucientes y venerados; los 7eleven; los farolillos encendidos a media noche; el turista que lleva dos copas de más y hace el ridículo cantando una canción en la que desentonaría si fuera sobrio, así que yendo ebrio… Los escuadrones de limpieza; algunas patrullas motorizadas de policía.
Bangkok, nunca un nombre fue tan evocador y exótico como el de esta metrópolis donde se fusionan y combinan los ritmos más desenfrenados de oriente y occidente. Para muchos, puerta de entrada a Asia, para otros, lugar de superviviencia. Para todos, una URBE, con mayúsculas, donde todo es posible, a cualquier hora y en cualquier lugar. Es Bangkok y únicamente con su nombre, todo lo demás, redunda.

dimarts, 14 de juny del 2011

Koh Tao.

Koh Tao (Thailandia), 14 de Junio de 2.011.
Tras despedirme de las chicas y de Pulau Perhentian Kecil (Malasia), paré en Kota Bharu, con Elise y Scott (un chico americano). Cuando entras por tierra a Thailandia sólo te dan 15 días de visado y yo quiero estar sobre un mes aquí. El día siguiente a nuestra llegada, cuando pretendíamos obtener el visado de 60 días (30 no sé por qué, no dan), era el cumpleaños del rey de Thailandia por lo que en el consulado no trabajaban. Debimos ir al día siguiente y esperar 24 h. a que nos lo devolvieran. Fueron dos días “perdidos”, aunque menos pérdida que si los 15 días se me cumplieran en el centro del país y tuviera que salir por una frontera terrestre para volver a entrar y tener 15 días más, lo que hubiera supuesto un mayor desembolso en dinero y, por supuesto, en pérdida de tiempo.
El día que entrábamos en Thailandia, Scott quería ir más tarde y coger una mini-van… Total, que yo me fui antes. Cruzo la frontera a pie y los típicos papeleos de las fronteras terrestres: comprobación de la fecha de salida en el país que abandonas, comprobación de datos y permiso del visado (u obtención de este si no lo tienes) en el país de entrada, cambio de moneda donde puedas (y que no te timen)… Llegué al lugar de donde salen los autobuses hacia Krabi, lugar que me habían recomendado Xabi y Maitane (la pareja de Donosti que conocí en Tioman). Me dijeron que el siguiente bus era 5 horas más tarde, llegando a Krabi sobre las 0.30 de la madrugada… Había leído y escuchado que como hay pocos autobuses hasta esa ciudad, una opción era llegar a Hay Tai, una población mayor y mejor comunicada algo más al norte, y desde ahí hay más autobuses hasta Krabi. La mujer de la ventanilla me dijo que podía ir en mini-van hasta Hay Tai, que me recogían en media hora. Bueno, pues mira, algo que avanzo, pensé. Y 45 minutos más tarde, la mini-van… meto la mochila en la parte trasera y cuando entro… ¿quién había allí?. Scott… nos pusimos a reír, claro. En esa mini-van también iban Max (alemán) y Baris (alemán de origen turco). Llegamos a Krabi sobre las 22.30 (al menos ganamos 2 horas) y buscamos un alojamiento que resultó ser un acierto: dormitorios compartidos (3 literas… ergo, 6 camas), super limpio, tranquilo y muy barato (no llegaba a 5 € la noche).
Mi intención era ir de Krabi en ferry hasta Phi-Phi (lugar de “The Beach”). Scott que ya conocía la zona, nos dijo de ir a una playa, Ao-Nang, unos kilómetros al norte de Krabi y que desde ahí había ferrys a Phi-Phi. Mientras esperábamos al bus, llegaron 3 turistas que venían de Phi-Phi y nos comentaron que no estaba muy limpia ahora, el monzón afectaba a la claridad de las aguas, etc… Así que a Ao-Nang nos fuimos los cuatro. Encontramos alojamiento por… 1,8 € por cabeza. Es temporada baja y los precios también se notan. Y ojo, que estaba muy bien el sitio. Por la tarde nos fuimos a la playa y, ciertamente, la claridad dejaba que desear: el agua por mi pecho y no me veía el ombligo. En ese momento tomé la decisión: no iba ni a Phi-Phi ni a Pukhet y me iba hacia el golfo de Thailandia a Koh Tao, una isla de la cual todo el mundo habla maravillas, situada al norte de Ko Samui (más elitista, para parejas de recién casados y demás) y Ko Phangan (donde tiene lugar la famosa full-moon party, isla más de fiesta, digamos). Y como el 15-16 quería estar en Bangkok porque llegan Eli y Dani para iniciar su viaje de luna de miel, pues tenía unos 5-6 días en una isla… 2 islas como que iba a ir corriendo de un lado a otro y no me apetece absolutamente nada. En fin, que mientras ellos se iban a hacer un masaje (por 5 €), yo me iba a preguntar horarios y precios para irme justo al día siguiente. Dicho… y hecho.

A las 6 de la mañana del día siguiente me iba de Ao-Nang hacia Koh Tao, donde llegué 8 horas después. En el mismo ferry, un montón de “comerciales” intentando captar clientes para los centros de submarinismo con descuentos en sus guest-house si haces inmersiones con ellos. Cuando me dijeron los precios, no salí corriendo porque estaba en alta mar, pero les dediqué una amable sonrisa que lo decía todo. Uno, así más agradable, estaba merodeando más tarde por donde yo estaba sentado y aproveché para preguntarle dónde podía ir en Koh Tao, que fuera una buena playa, tranquila, etc. Y me recomendó, amablemente, Tanote Bay, en la otra punta de la isla. En Koh Tao, tal y como llegas a Mae Haad, es un aluvión de tiendas, centros de submarinismo, ATM (cajeros, para los no angloparlantes), etc. Un poco más al norte, está Sairee Village. Pero yo no la vi entonces, ya que me subí en un 4X4 camino a Tanote Bay. Las carreteras, en muchos tramos simples caminos terrosos, pueden provocar cierto respeto, con cuestas muy, muy, muy empinadas. De hecho, hay personas que no pueden subir montadas en la moto y tienen que bajarse de ella y empujar con gran penosidad (la imagen puede llegar a ser patética: una moto de alquiler y empujándola porque no tienes narices a llegar arriba con ella)… pero igual que las subidas, las bajadas. No os diré que tan inclinadas como la primera bajada del Dragon Khan de Port Aventura (una montaña rusa de un parque de atracciones de Catalunya) pero casi, casi… Ya os digo: mucho respeto.
Lo típico es que el taxista te deja al lado del resort donde quizás tiene comisión por llevar clientes. La mujer que salió a atendernos (en el taxi iba con una joven pareja francesa) estaba muy presta y contenta… hasta que le pregunté el precio: 500 THB (unos 12 €). Ja… vengo de pagar 75, mujer… Ok, entiendo que los precios aquí no serán esos, pero 500, ni de coña. No le di opción a nada más: giré y me fui cargado con mis mochilas por la playita… y enseguida caí en Poseidón, que me había dicho el del ferry que eran baratos y estaban bien. Efectivamente… un bungalow de madera, con baño (básico, eso sí), ventilador, a 50 metros de la bahía (preciosa) y con wi-fi… por 300 THB (unos 6,5 €). Esto ya es otra cosa… Y ahí me he quedado 4 días con sus respectivas noches.
Playa de Nanyuang, frente a Koh Tao.
A la mañana siguiente conocí a Carles y Xisca, una pareja de BCN que está prácticamente comenzando su viaje. Para ellos este viaje es una liberación, un reset a todos los niveles que lo necesitan y se lo merecen, después de un 2.010 bastante duro… me suena esto de 2.010 duro, aunque también debo decir que mi año 2.010 al lado del suyo fue un año memorable (y yo lo considero uno de los que peor recuerdo me dejará en mi vida, así que…). En fin, que con ellos he estado algunos días, coincidíamos para desayunar, comer o cenar, hicimos un tour alrededor de la isla con varias paradas para hacer snorkel… El snorkel es increíble, precioso. A pocos metros de las playas (y unas calitas impresionantes) tienes una vida marina espectacular, unas formaciones de coral preciosas y unas aguas deliciosas. Nos dejaron en el primer snorkel en Shark bay aunque yo no tuve la suerte (o el acierto) de ver ningún tiburón, Carles y Xisca sí vieron dos (o uno dos veces). El tour estuvo muy bien y acabamos en la playa de los sueños de tanta y tanta gente… Nanyuang, dos islas unidas por un brazo de tierra, con aguas totalmente cristalinas. Por suerte, todo lo que había sido un día nublado y mar picado (lo que no ayudó a tomar buenas fotos de las calas porque para apreciar bien el color de esas aguas es necesario un día soleado) se convirtió justo al llegar a Nanyuang en sol y disfrutamos de eso que conocemos vulgarmente como “paraíso”. Y digo “vulgarmente” porque ninguna palabra podría hacer justicia a semejante belleza.
 

Carles me dijo que él quería hacer todavía alguna inmersión y cuando fuimos a preguntar al centro de submarinismo que había en Tanote Bay, al día siguiente lo tenían lleno. Carles iba esa tarde al otro lado de la isla con Xisca (tienen moto alquilada) y allí preguntó para inmersiones. A los lugares donde queríamos ir había un par de centros que lo hacían dos días después, aunque el que mejor le pareció a él, comenzaba a las 7 h. de la mañana. En otra decisión de esas instantáneas, pensé que al día siguiente me cambiaba de alojamiento y me iba a la zona más turística, en Sairee Village, para estar cerca del centro al día siguiente. Y me cambié… Entre Mae Haad y Sairee Village… un promontorio rocoso que se asoma al mar, con un atardecer espectacular y muy tranquilo… por 250 THB (unos 5,5 €).

Esta mañana hemos hecho las dos inmersiones aunque no hemos tenido tampoco suerte a la hora de ver algún tiburón ballena, reef shark o peces de estos grandes. Eso sí, una vez más, agradecido por poder ver esos lugares tan mágicos, llenos de vida marina, peces de todos los colores y formas, formaciones coralinas… Y encima, que comienzo a notar que domino ya bastante en todo esto del submarinismo (próximo paso: el advanced… y ya veremos si no me lo saco por aquí antes de volver a casa…).

La idea era llegar el 15 a Bangkok, pero eso hubiera supuesto salir hoy 14, justo después de las inmersiones, corriendo y demás… Decidí quedarme un día más, salir mañana día 15 con un ferry hasta Chumpon y luego un autobús nocturno con llegada a Bangkok al día siguiente, 16. Allí tendrá lugar el primer reencuentro del viaje: con Eli y Dani… que me expliquen cómo fue su boda hace 3 días  y con mil historias que explicarnos. Ya me apetece…
Estos días he podido hablar con mi familia por skype. Cuando le insinué a mi madre que igual alargaba el viaje, se cagó en todo la mujer. Sí… estoy pensando que igual lo alargo algunas semanas más, quizás uno o dos meses más. No tengo prisa por volver y, como me decía mi hermana, después de tres meses que te has ido, por aquí todo sigue igual que entonces. Debo presuponer, y presupongo, que no tiene por qué cambiar mucho dentro de tres, cuatro o cinco meses más.
Y en esas estoy, pensando si vuelvo en septiembre o alargo… y si alargo, ¿hacia dónde voy?. Las opciones son múltiples: quizás ver Myanmar e incluso algo de China, que están aquí al lado… quizás viajar hacia Egipto y luego volver por Turquía, Croacia… quizás dar un salto hacia Sudamérica y ver Argentina y Perú (aunque los billetes que he visto salen carísimos)… o quizás visitar Japón (aquí el problema sería cómo conseguir el Japan Railpass, que no lo venden en Japón, si no que debes conseguirlo antes). Esos son mis dilemas ahora mismo.
Por lo demás, disfrutando. Días sin horarios y flexibilidad total. Un día me apetece no hacer nada… pues me levanto cuando el cuerpo me lo pide, igual un bañito en la playa, comer frente al mar, quizás conectarme a internet, responder algún correo, hablar por MSN o facebook, leer la prensa, escuchar música… hablar con gente, tanto locales como turistas… el tiempo se escurre, lentamente, pero tienes la sensación de que lo acaricias y eres tú el que lo dejas ir, no él el que te abandona sin remisión. Aquí estoy, señor tiempo, y soy yo el que lo deja ir a usted, no al revés… porque ahora yo soy el dueño de mi vida. No sé por cuánto tiempo, pero aquí y ahora, decido yo qué, cuándo, cómo y por qué y usted es un simple invitado. Si usted entiende eso, venga, siéntese aquí a mi lado, tómese un zumo, un café o lo que le plazca y piense si no es cruel por su parte, abandonar de manera tan cruel a quienes le necesitan, sr. Tiempo. Ahora, conmigo, lo siento, no puede actuar así. Yo decidiré cuándo ponerme en sus manos nuevamente. Ahora llevo tres meses de viaje, así que…
Todavía… NO!!!.


Playa de la isla de Nanyuang (al noroeste de Koh Tao).

dijous, 9 de juny del 2011

A través de una ventana.

Krabi, 8 de Junio de 2.011
Llevo algunas semanas pensando en este post, en cómo enfocarlo, qué explicar, cómo transmitir mis pensamientos o expresar mis emociones en algo que, aparentemente, es tan ordinario como viajar en coche o, más frecuentemente durante un viaje, en un autobús.
Personalmente, es una de las experiencias ordinarias que más me gustan, me deleitan y me provocan curiosidad. Cuando a alguien le insinúas el hecho de pasar unas cuantas horas metido en un espacio relativamente pequeño, sin poder moverte mucho y sin nada que hacer, no parece especialmente atractivo. Pues a mí, me encanta.
Las carreteras son como venas o arterias que se abren por el país, que dan vida (a veces destrucción) y llegan a puntos remotos. Es una vena por la cual todo llega y se va, puntos de tránsito, movimiento, vida. Sucede, a menudo, que estas carreteras o caminos son el eje vertebrador de una ciudad o un pueblo, o simplemente la sucesión continua de hogares más o menos acogedores, pero hogares al fin y al cabo. Sucede, a menudo, que la vida se vuelca y cobra sentido asomándose a las carreteras. Sucede, claro, que esos hogares están ahí porque esa carretera pasa por ahí. Si no hubiera carretera, cual vena en el cuerpo humano, no llegaría allí el oxígeno suficiente para cobrar vida. Sí, hay vida sin carretera, por supuesto, como todos sabemos en tribus que viven prácticamente aisladas en la selva, en desiertos, islas o montañas… pero bueno, yo hablo por lo que conozco y cuando llegue a estos últimos, ya os lo explicaré.
Me gusta viajar asomado a una ventana. Me siento junto a ella y observo. Todos los que me conocéis sabéis de mi actitud y aptitud para la observación. Captar ese detalle aparentemente invisible, ese pequeño contraste que tanto enseña a quien observa. Y esa es la esencia de esta entrada: la observación. Porque cuando viajas, debes observar. Estás obligado a ello. Si no quieres observar, tu viaje es diferente: habrás estado en tal o cual sitio, tendrás un sello en tu pasaporte, pero no captarás muchas de las esencias, matices y delicias del lugar que has visitado. El típico ejemplo es el de viajar a un país caribeño y no salir del resort cinco estrellas. Pues sí: has estado en Cuba, Jamaica, México o República Dominicana, pero no tienes ni puñetera idea de qué hay en ese país, de cómo es su gente, cómo viven, qué problemas tienen, cuál es su gastronomía, si tienen agua corriente o no, de qué trabajan, etc. (obviamente, tienes que bajar ahí, callejear, hablar con ellos, mezclarte, sentirlos tratarlos… pero ahora estoy subido a un autobús, recordad…). El día que yo haga un viaje así, de esos resort *****, por favor, autorizo a quien sea a darme un golpe en la cabeza, porque algo habrá sucedido en mi mente, sin duda. Y debería, en tal caso, ser reparado urgentemente.
Como os decía, me encantan viajar en autobús (coche también serviría) y observar cómo el paisaje se abre ante ti, te engulle, lo recorres, lo observas, te fundes en él. Pasas del gris de la ciudad, al verde del campo; de las grandes tierras de cultivo a bosques espesos; de lugares deforestados lamentablemente, a plantaciones de palma, arroz o lo que se os pueda ocurrir. Cruzas ríos marrones (aquí en Asia casi todos los ríos que he visto son de un marrón chocolate espeso), riachuelos o la carretera que recorre una costa agreste, con el horizonte del mar acompañándote. El azul del cielo se puede ir transformando en grises cuando se nubla; o en un negro de noche cerrada. Es entonces cuando las  luces artificiales cobran protagonismo e insinúan, en la espesura de la noche, la mano humana. Recuerdo en este sentido, dos trayectos especialmente bonitos. El primero, ascendiendo desde el valle del Motagua hacia el Petén guatemalteco en furgoneta, sin luces en la carretera, algunas luces en el valle y un cielo precioso estrellado sobre nosotros, con una tormenta descargando en el horizonte, relámpagos y sonidos de la jungla. El otro que me viene a la cabeza fue hace un par de meses, subiendo por el valle de Katmandú, al llegar a la cima, mirar hacia él por la ventana y observar la hilera de luces que recorrían la oscuridad del valle. Dos imágenes preciosas.
Cuando viajas en autobús, se va abriendo el país ante ti y comienzas a descubrir qué es aquello que habías leído, aquello que te habían explicado. El autobús disminuye su marcha. Incluso se detiene como queriendo enseñarte ese detalle que a otra velocidad hubiera pasado desapercibido. Las personas apostadas al borde de la arteria, que viven ahí, te miran, a menudo te saludan y te dedican una sonrisa que muchas personas que conoces en tu día a día no te han dedicado en su vida. Y les miras, les saludas, les sonríes… y observas su mundo. Ese es su mundo. Quizás un pequeño puesto de comida rápida. Quizás ese pequeño cuarto que da a la calle. Quizás la sombra de ese árbol. Ese es su universo. Por un momento, tú entras en él, aunque sea como espectador en este caso. Más allá, un restaurante de estos típicos en Asia, abiertos por tres de sus lados o bajo una modesta carpa, con mesas y sillas amontonadas, gente que entra y sale, reuniones de amigos, compañeros o parejas que están en la fase del cortejo. Niños que salen del colegio y te miran, te sonríen. El autocar avanza y sigues descubriendo matices. Su forma de vestir. Su forma de comer. Su forma de observar a quien les observa. Su afabilidad. El semáforo cambia a verde y sigues recorriendo esa arteria. Un coche aparcado al borde de la carretera. Un camino terroso que gira. Una pequeña casa en medio de lo que para ti es ningún lugar pero para ellos es su lugar. Sí, ese lugar al cual es probable que nunca vuelvas, que para ti supuso unos segundos de observación, es la vida de esa persona que te acaba de sonreír.
Escribo esto en el trayecto entre Hay Tai y Krabi, en el sur de Thailandia. La lluvia nos ha acompañado gran parte del trayecto. Personas en motocicletas con chubasquero. Otras empapándose. Pequeños pueblos que apenas son nombrados o han sido merecedores de aparecer en el mapa de su país. Pueblos que nadie conoce… salvo quienes allí viven. Adelantas a una furgoneta cargada hasta algunos metros por encima de su techo de objetos de cualquier índole. Controles policiales cada pocos kilómetros (en los últimos años ha habido estallidos de violencia por grupos separatistas musulmanes).
Y ahí estás tú: en el interior de un autobús, viendo cómo el país se abre ante ti, cómo tus ojos lo recorren desde la comodidad (o incomodidad, según el país/autobús en el que viajes, porque los viajes en autobús por Indonesia fueron torturas). Intento reclinar un poco  el asiento. Me coloco los auriculares para escuchar música, o algún programa de radio (Especialistas secundarios, Tu diràs, L’ofici de viure) que me haya descargado. Van pasando las horas y tu situación va variando en el mapa, vas adentrándote en el país, viendo sus casas, puestos de comida rápida o pequeños comercios; gasolineras; casas con jardines; ciudades grises o de grandes avenidas; gente que te observa sentada en la puerta de su casa; grupos de personas que caminan junto a la carretera.
Para mí han sido de los mejores momentos en mis viajes… viajar por Europa en coche, por carreteras secundarias y llegar a dormir en una estación de servicio de una autopista por no llegar a tiempo a la siguiente ciudad; bajar por una angosta carretera en Chiapas (México) o ascender hacia el Petén guatemalteco rodeado de selva; observar el amarillo intenso de algunas zonas del centro de Tanzania o pasar por pequeñas poblaciones con niños jugando en  la calle con unos palos; o ver rodeado tu vehículo de cientos de vacas en India, sin poder avanzar; ascender/descender por el valle de Katmandú viendo el precipicio a tu lado; contemplar desolado la deforestación en Borneo; atravesar ríos, puentes, ciudades, bosques; pasar del sol a la lluvia intensa en minutos; de aglomeraciones absolutas a la soledad; de los carteles de neón y las luces artificiales a la luz de la luna y las estrellas; ver carteles anunciando conciertos, elecciones, negocios que forman parte de la vida cotidiana; o los coches y su manera de conducir. Motocicletas. Bicicletas. Piernas. Edificios lujosos junto a las más miserable de las chabolas. Blancos, negros, asiáticos. Musulmanes. Católicos. Budistas. Taoístas. Agnósticos. Ateos. Mezquitas. Iglesias. Jardines y vertederos. Policías. Ladronzuelos. Madres e hijos. Escuelas. Granjas. Perros. Gatos. Vacas. Pájaros en gavias o volando libremente. Incluso monos a hombros de su dueño. Gente que espera ad infinitum, sin nada más que hacer en todo el día, sentados al borde de la carretera viendo la vida pasar de manera literal, un día tras otro. Una manifestación. Gente que corre. Gente que llora. Gente que cocina. Gente que ama. Gente que reza. Gente que mira, que baila o canta. Gente como tú, como yo. Aunque yo no rezo, canto fatal y bailo como un pato.
Todo eso y mucho más está ahí fuera. Sólo tienes que subirte a un autobús, observar… y disfrutar.

diumenge, 5 de juny del 2011

Últimos días en Malasia.

Kota Bahru, 5 de Junio de 2.011.
Hoy tengo tiempo y vuelvo a tener ganas de escribir en el blog, tras unos días de desconexión casi absoluta del mundo occidental y las noticias de allí provenientes.
Estaba pensando esta mañana que este blog no será, en absoluto, justo con Malasia, pues este será mi segundo y último post en este precioso país. Supongo que las circunstancias personales unidas al hecho de que tampoco he vivido aventuras extraordinarias o dignas de ser explicadas del mismo modo que otras que sucedieron en los países anteriores: Nepal o Indonesia, principalmente. Pero esa omisión no implica decepción por este país. Circunstancias, nada más.


Navío portugués en Malacca.
Por suerte, tras lo de mi tío (estaba en Malaca entonces y el siguiente destino era, y fue, Pulau Tioman), llegué a una isla, Tioman, realmente preciosa, salvaje, verde completamente, con algún asentamiento costero pero sin carreteras, coches o asentamientos humanos en el centro de la isla. Justo la noche anterior, conocí a un chico alemán (otro más… ¿¿cuántos alemanes habré conocido ya en este viaje???) en el autobús llegando a Mersing. Caímos en una guest house con chinches, aunque en nuestro dormitorio no había (yo las vi en otra habitación, que me enseñaron unos australianos… ¡¡enormes como elefantes!!). Era muy barata, era tarde y sólo era una noche. Me metí en el saco-sábana y hasta el día siguiente. El alemán se detuvo en una de las paradas costeras intermedias y yo fui a la última, realmente un acierto. Así que me alojé en Salang. En cuanto llegué, conocí a una pareja de Donosti, Xabi y Maitane, con los que pasé los dos días y medio que estuve en la isla. Al día siguiente también llegó otro amigo suyo, Omar. Tengo muy buenos recuerdos de Pulau Tioman y estar con ellos realmente me ayudó a no pensar demasiado, sin ellos saberlo. Eskerrik asko, chicos… (seguro que leerán este post en breve).
Las aguas de Tioman, cristalinas, cálidas, son lugares perfectos para bucear y hacer snorkel. Yo había buceado pocos días antes en Kota Kinabalu y quería bucear también en la siguiente isla, así que en Tioman sólo hice snorkel, pero fue más que suficiente. Equiparse con el tubo, las aletas y la máscara, comenzar a nadar desde la playa y ver a apenas 50-60 metros, formaciones de coral, cantidad de peces pequeños y grandes, morenas en algunas oquedades,… ¡¡precioso!!.
Ahí también vi la final de la champions, cómo no. Había unos argentinos que querían ver el partido y vieron anunciado que era el 29/05 a las 02.45 h… y pensaron que era la madrugada del domingo al lunes. Gran error, porque aquí son 6 horas más… Se tiraban de los pelos cuando leyeron la prensa al día siguiente con la crónica del partido.
Como anécdota: intenté conectarme a internet en un local que lo anunciaba, pero desistí tras más de 10 minutos sin poder cargar la página…
Resumiendo: Pulau Tioman, gran playa en Salang, gran compañía con la gente de Euskadi, días de sol, snorkel, buenas comidas y cenas en la misma arena de la playa, alojamiento barato (9 € la noche) y desconexión.


Aguas de Salang, en Pulau Tioman.
Me despedí de Xabi, Maitane, Omar (y otro amigo que también llegó mi última noche allí, Sergio) para dirigirme hacia el norte, siguiendo mi aproximación a Thailandia. Siguiente destino: Pulau Perhentian Kecil. Pensaba llegar el mismo día, pero fue imposible cogiendo el ferry a Mersing y el autobús de más de 8 h. (me helé del aire acondicionado). Llegué a Kota Terengganu donde no tenía ni idea de dónde dormir y tras más de una hora caminando sin rumbo por la ciudad, buscando alojamiento y cargado con las dos mochilas (unos 18 kg. de peso), hostales y hoteles llenos… tuve que pagar el doble que en Tioman por una habitación. Eso sí: con baño en la habitación, aire acondicionado, wi-fi… agggg… lujos innecesarios y gasto que me dolió en el alma.
Ya al día siguiente llegué a Pulau Perhentian Kecil, donde me alojé en Long Beach, una lengua de costa preciosa, con una playa espectacular, buen ambiente, alojamientos de diferentes precios, restaurantes baratos en la misma playa y muchas posibilidades de submarinismo y snorkel. De nuevo tuve suerte, porque esos dos días y medio estuve con 4 chicas y luego otras personas que se unían esporádicamente. Conocí a Graim de Inglaterra, Elisse de Australia y Sef y Jana de Turquía. Con ellas cené por las noches, estuve en la playa, fuimos caminando al otro lado de la isla a Coral Bay a ver la puesta de sol, tomando unas copas en un chiringuito de playa por la noche… Más momentos agradables.
En Perhentian Kecil hice dos inmersiones que no llegaban a 20 € cada una. La primera, en Pinnacle (noroeste de la isla), creo que ha sido la mejor inmersión de las 11 que llevo hasta ahora, probablemente a la altura de la primera en Zanzíbar (es que me marcó aquella primera inmersión…). La segunda fue en Shark Point, en el suroeste de la isla principal. La visibilidad no era muy buena, apenas 6-7 metros y sólo un momento en el que era algo mejor, pudimos ver a un Tiburón de los arrecifes, de unos 3 metros de largo. Apenas una sombra a unos 15 metros nuestro, que se movía rápidamente y que desapareció a los pocos segundos. No estoy teniendo suerte con las inmersiones, porque en Nusa Lembongan (Bali) tampoco pude ver a las mantas en Manta Bay… De todos modos, dos inmersiones preciosas. (Miquel, ja t’enseyaré tots els peixos que vàrem veure: moorish idol, alguns nudibrancs, pipefish, banner longfish, clownfish… molt xulo!!).

Puesta de sol en Coral Bay, P.Perhentian Kecil.

Estuve a punto de alargar mi estancia en la isla porque estaba a gusto, pero me gustaría llegar sobre el 15-16 de Junio a Bangkok para ver a Dani y Eli, que estarán por ahí esos días iniciando su luna de miel… y ya que no podré estar en su boda, pues al menos cenar con ellos algún día en Bangkok, ¿no?.
Elisse, la chica australiana, también se dirigía hacia Thailandia, así que nos vinimos juntos en el autobús. Poco antes conocimos a un americano (Elisse es realmente sociable y extrovertida… va a pasarse dos años viajando por todo el mundo, alucinad un poco, con 23 añitos…) que es profesor de inglés en Taiwan, así que los tres llegamos a Kota Bharu, la ciudad importante más o menos cercana a la frontera con Thailandia. Y callejeando por Kota, conocimos a una chica austríaca, Angelica, que buscaba alojamiento y se vino donde estábamos nosotros.
Hablando con ellos, resulta que el visado para Thailandia sólo te lo dan para 15 días si llegas por tierra, lo que es una putada, hablando pronto y mal, especialmente porque después de 15 días, estaré por el centro de Thailandia y si tengo que salir del país por alguna frontera para volver a entrar y tener 15 días más… uffff… sería una pérdida de tiempo y dinero realmente importante. El americano, Scott, nos dijo que él quería ir al consulado tailandés para obtener un visado de 30 días. Muy bien, me apunto… En la guest house nos dijeron que tardaban 24 h. y que no lo hacían al momento. “Bueno, pues mañana vamos, nos quedamos un día más aquí y el 6 tenemos el visado  para 30 días y cruzamos a Thailandia”.
Ja.
Esta mañana iba yo hacia el consulado cuando me encontré con Scott y me dijo que no fuera, que ya había estado él y que hoy estaba cerrado porque… es el cumpleaños del rey. Joder, ¿tiene que ser precisamente hoy?… Desayunamos los dos en un hindú (apenas una tortilla, que paso de picante, curry y demás a estas horas) y luego, hacia la guest house, a leer, conectarnos a internet, descansar y poco más. En Kota Bharu no hay muchas cosas a hacer, aunque eso sí, el alojamiento es muy barato (no llega a 5 € la noche en esta guest house limpia) y la oferta culinaria es amplia y barata igualmente. Pero me fastidia tener que perder dos días aquí, casi sin hacer nada. Llegamos ayer por la tarde, hoy nada de nada… mañana iremos a preparar el visado, que lo recogeremos el 7, si todo va bien. Con suerte, la madrugada del 7 al 8, llegaré a Krabi para luego ir un par de días hacia las islas Phi-Phi (lugar donde se rodó la película protagonizada por Di Caprio… “La playa” (corregido porque había puesto inicialmente "la isla"... gracias, sister)) y luego a Pukhet. Si tengo tiempo, quiero pasar 2-3 días en Ko Tao, también preciosa. Ko Tao, junto a Ko Panhgan y Ko Samui, son 3 islas de la costa sureste de Thailandia famosas por sus playas, su submarinismo… y la full-moon party. Cae el 16 de este mes y los precios los días antes y durante, se pueden hasta triplicar. Llega gente de todo el sudeste asiático (turistas que están por aquí) para esa fiesta, desenfreno de alcohol, drogas y, seguro, sexo. No creo que pinte mucho yo ahí, con jovencitos/as medio borrachos (o sin el medio), hasta arriba de pastillas o lo que se metan y carteristas y ladronzuelos prestos a actuar. No suena muy halagüeño… Así que intentaré estar ahí unos días antes y cuando todos vayan a Ko Panhgan para la fiesta, yo me iré, si todo va bien.
Como os digo, Malasia es un país precioso, con gente encantadora y acogedora, precios mucho más baratos que en Indonesia, playas de ensueño, comida realmente deliciosa, muy bien comunicada y con buen transporte, buen clima… un país delicioso, vamos.
Os dejo el enlace a mis fotos del facebook de Malasia, donde he colgado hoy 17 más, ya las últimas de este país:

Y aquí el mapa con el recorrido por este país.
Entré por Tawau para ir a Semporna. Varios días en Kota Kinabalu y vuelo a Kuala Lumpur. Luego Malacca, Mersing, Pulau Tioman, Kuala Terengganu, Pulau Perhentian Kecil y finalmente Kota Bharu.

Hasta el siguiente post, ya desde Thailandia.
Un abrazo a todos/as, especialmente a todas aquellas personas que me escribieron, enviaron algún sms o se preocuparon por mí estos días pasados.