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dimecres, 26 de desembre del 2018

Meknés, Volubilis y el camino al desierto...

Merzouga, 26 de Diciembre de 2018

Meknés (o Mequínez en castellano) fue ciudad imperial unos siglos atrás y respira ese aire decadente de lo que un día fue pero ya no es. La ciudad, amurallada en gran parte, alberga una Medina mucho más pequeña pero también mucho más agradable que la locura de Fez.

En el tren Fez-Meknés conocí a Pascal, un francés de Perpignan, con el que charlé un rato. Cuando le dije que estuve en el Visa Pour l'Image de Septiembre en su ciudad, se enorgulleció (si os gusta la fotografía, os lo recomiendo 100%).

Esa misma tarde recorrí todos los puntos de interés de la ciudad (los puntos importantes están muy próximos), incluyendo callejear y perderme por la Medina, alejado de El Hedim y la puerta de Ab Mansour, que es donde se concentran los turistas). Y cuando te alejas, descubres... Y lo que descubrí fue una Medina agradable, de gente amable, rincones de postal, talleres de artesanía, niños corriendo y jugando, ancianos asomados a la calle viendo lo poco que les queda de vida pasar... Seguramente, a nivel arquitectónico o puntos de interés, Meknés está muy lejos de Fez pero, por contra, es más enriquecedora y amable, por lo que puede ser un buen complemento a esta. Además, y sin duda, es una buena base desde la cual visitar la impresionante Volubilis.


El segundo día en Meknés lo empleé en una excursión a la ciudad romana de Volubilis, que es una auténtica joya. Cogiendo el autobús n.15 hacia Mulay Idriss (7 MAD) llegas en poco más de 40 minutos a esta. Y desde ahí, puedes coger un taxi (a negociar) o hacer los casi 5 km que separan a esta de Volubilis. 

Como decía, esta ciudad romana es realmente preciosa, con casas que aún conservan mosaicos y algunos en muy buen estado. Como suele ser costumbre en mí, preferí hacerla por mi cuenta, sin guía, parando, haciendo fotos, observando, admirando, alejándome de los grupos ... Le dediqué unas 3 horas a la visita. El cielo azulado, moteado con algunas nubes, ofrecía un telón de fondo espectacular. La temperatura, agradable... Y sentado en el Capitolio, evoqué aquella escena frente a la Gran Pirámide de Egipto hace ahora un año: estar, sin más;  Respirar calma, admirar belleza antigua, imaginar la vida aquí hace tantos siglos... Y agradecer poder llenar mi vida de estos momentos mágicos, únicos e inigualables.




Al salir de Volubilis, tomé el camino secundario para volver a Mulay Idriss, poco más de 30 minutos caminando, observando cómo recogen aceitunas, casas desperdigadas, burros cargando pesados fardos... Al llegar a la rotonda que sube hacia Mulay Idriss, pues nada, allí a esperar a que bajara el bus para volver a Meknés. Y al subir, todo la gente mirándome: era el único occidental. Por la tarde aún me dio tiempo de visitar el Mellah judío de la ciudad.

Hoy he hecho el camino de Meknés a Merzouga. En el Riad Idrissi me dijeron desde dónde salía el bus a Midelt, que está a medio camino, pero los planos son de aquella manera y las explicaciones en francés no las acabo de entender del todo. Así que más o menos sabía la zona y a las 7:30, aún de noche, iba buscándola. Tras preguntar varias veces (y como casi nadie habla inglés y yo no hablo ni árabe ni francés, acabas saludando con un "salaa male kum" de rigor, el nombre de donde quieres ir y ahí ya el poder de la comunicación no verbal, de los gestos, lo puede todo) un hombre me dijo que estaba muy cerca y se pone a acompañarme... La última vez que me pasó esto fue en Hiroshima, que me había perdido mucho, y un hombre me acompañó más de 45 minutos... Pues este hombre me acompaña unos 200 metros y luego le dice a una mujer si me puede acompañar... Desconozco si se conocían o no, pero la mujer me ha acompañado los últimos 400 metros y me ha llevado, literalmente, hasta el autobús, que estaba arrancando ya... Y me ha dicho que en vez de ir a Midelt, vaya mejor hasta Errachidia... El autobús, típico en estos países, que para para recoger y dejar pasajeros en casi cualquier esquina. "No desesperes, déjate llevar"...

El viaje se ha hecho eterno: 8 horas, con múltiples paradas, gente discutiendo, cambios de pasajeros... El paisaje, por momentos, de postal: pequeños ríos que cruzan macizos montañosos en medio del desierto, cumbres nevadas más allá, palmerales que salpican el horizonte, pueblos bereberes en medio de la nada...

Una vez en Errachidia, pregunto por un bus a Merzouga y me dicen que dentro de dos horas hay uno. Me voy al bar a tomar un café y se sienta conmigo Hassan, un medio bereber que habla muy bien castellano. Cuando le pregunto qué ver en el desierto de Erg Chebbi, me da unos consejos que son siempre bienvenidos. Y tras comprar el billete de bus para llegar hoy mismo a Merzouga, salgo a la esquina donde debe parar. De pronto veo a un chico rubio, alto, que ya de lejos me mira y sé que va a venir a decirme algo ... Somos los únicos occidentales aquí, así que es normal. Es Mathias, un chico de Salzburgo que hace un recorrido similar al mío. Departimos un rato, aparece de nuevo Hassan y charlamos los tres un rato... Mathias no visitará el desierto, prefiere ir tirando hacia Agadir o Essaouira para hacer surfing. Y es que el surfing en Austria no se estila...

Aparece el bus. Me despido de ellos y abandono Errachidia...

Viajar por libre te regala momentos deliciosos y cruzarte con gente interesante que hacen de los días un punto anodinos, días especiales.

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