Juba, 12 de Marzo de 2.012.
Algunos consejos se te quedan grabados en la memoria a fuego
vivo. Algunas frases, se te quedan clavadas en el corazón, como un puñal que te
desgarra de arriba abajo. Algunos recuerdos martillean tu memoria de manera
insistente. Algunas imágenes siguen vivas en tus retinas cuando cierras los
ojos. Y todas esas situaciones, todas, son inevitables. La única diferencia es
el uso que nosotros hagamos de esos consejos, cómo manejemos el dolor de
aquellas frases hirientes, cómo aceptemos aquello que sucedió y que ahora solo
es un recuerdo o cómo compaginemos la doble visión de aquella imagen que quedó
en tu retina con la visión que tienes delante de ti.
Un poco de todo eso y muchas cosas más me voy a llevar yo de
esta experiencia africana. Quién sabe si la última… quién sabe si solo un punto
y aparte. Ha sido así y así deberé aceptarla con el paso del tiempo. Y con el
tiempo, acudirán a mí imágenes, sonidos, recuerdos, palabras, situaciones… lo
que yo haga con ellas en el futuro, está por ver.
Nadie dijo que sería fácil. Tampoco imaginé que fuera tan
difícil. Pero la vida, tozuda, se empeña en ponerme a prueba en situaciones que
me ponen al límite. Y yo tampoco me
arrugo. Como he escrito muchas veces en este blog, la elección de un camino
implica la renuncia al otro. Todo lo asociado a esa decisión, es
responsabilidad nuestra. Y yo asumo mis decisiones, al 100%. Con todas sus
consecuencias.
Asumí el riesgo de dejarlo todo en BCN y venirme a Sur
Sudán, en un trabajo que iba a exigir lo mejor de mí mismo. Y a nivel personal
y profesional, he superado todas y cada una de las situaciones que se han ido
presentando, que fueron muchas. Algunas muy duras. Todas… bueno, menos una.
Esa, precisamente, no la he superado porque debía elegir entre dos caminos:
renunciar a mí mismo y a mis valores o tragármelos para seguir aquí. Dos
elecciones tenía. Y nunca, nunca en mi vida, he actuado contrariamente a lo que
pensaba o lo que sentía. Nunca lo he hecho. Nunca lo voy a hacer. No hay
trabajo en el mundo que esté por encima de mis valores, de mi conciencia, de
mis principios. Y no hablo de estos relacionados con MSF, para nada, porque me
siento muy orgulloso de haber trabajado para esta ONG, con todo lo que ello
conlleva. Es encomiable la labor que se realiza en estos entornos tan complejos
para ayudar a refugiados, víctimas de conflictos bélicos, personas sin acceso a
servicios básicos de salud, etc… no, no me refiero a esos valores, porque me
identifico al 100% con ellos. Me refiero a valores y principios en las
relaciones personales. Hay cosas que no las acepto, no las tolero… y ponerme
entre la espada y la pared no me hace cambiar de opinión.
No voy a explicar aquí los motivos por los que abandono MSF
Sudán del Sur. Quizás haya otro país, otra misión esperándome. Ya veremos. Sé
que están muy contentos conmigo a nivel personal y profesional, pero esta
situación ha sido insostenible y el bloqueo existente imposible de compaginar
con un desarrollo normal de la actividad laboral.
De momento, este viernes me subo al avión para volver a
casa. Eran dos semanas para un curso, volviendo a inicios de Abril. La cosa, ha
vuelto a cambiar.
Adiós a Juba y a Sudán del Sur. Adiós a esta gente que te
recibe con una sonrisa. Adiós a tantas personas que te miran, sonríen, te
aprecian. Adiós a tantas y tantas personas que me recibieron con los brazos
abiertos, mirada limpia y apoyo máximo. Adiós a sus abrazos, a sus
interminables saludos, a sus miradas discretas.
Este año quería ir desde aquí a tres destinos en África: en
mayo a Egipto; en agosto a Sudáfrica con mis amigos (de momento, no va a poder
ser, amigos); en octubre quería ir a ver los gorilas de montaña a Uganda (uno
de mis últimos sueños por cumplir)… añado: no hay trabajo ni sueño que me hagan
desviarme de mis valores y mis principios. No quiero que, de aquí a unos años,
cuando recuerde esta situación, me pueda reprochar absolutamente nada a mí
mismo. No quiero que, de aquí a unos años, cuando piense en esto, pueda llegar
a pensar: “no hiciste lo que querías o sentías”. No quiero que, de aquí a unos
años, pueda tener no ésta, sino otra espina clavada: la de la infidelidad con
uno mismo. Siempre he sido fiel a lo que pensaba y sentía. Y eso, a menudo, me
ha costado enemistades, enfados o distanciamientos. Puedo decir las cosas de
muchas maneras y, a menudo, debería decirlas mejor de lo que lo hago, pero si
de algo nadie me puede acusar, ni ahora, ni nunca, es de ir con dobleces,
hipocresías, dobles raseros, insinuaciones o mentiras. Yo, a ese juego, lo
siento, ni sé jugar ni estoy dispuesto.
Recuerdo en mi anterior trabajo, cuando comenzamos con los
ajustes de plantilla y venían a mí muchas personas preocupadas por la
posibilidad de perder su trabajo, que yo siempre les decía que trabajaran de
manera exquisita para que, si llegaba ese momento, siempre pudieran irse con la
cabeza alta, la conciencia tranquila y pudiendo mirar a los ojos de la gente.
Yo me voy de Sur Sudán orgulloso de mi trabajo y las
personas que he conocido y los vínculos que he establecido con ellas, con la
cabeza bien alta, la conciencia muy tranquila y pudiendo mirar a los ojos de
todo el mundo. Nada tengo que reprocharme. Una ventana se cierra. Otra se abre.
Un futuro mejor está por venir, aunque hoy me sienta inmensamente triste y
abatido. Es un nuevo aprendizaje en esta aventura diaria. Una nueva lección.
De todos los consejos que he recibido en mi vida (de mis
padres principalmente, claro), siempre recordaré uno que lo llevo grabado en mi
retina, cuando mi profesora de 4º de EGB escribió el último día de clase en mi
carpesano: “Sé siempre tú mismo”.
Por eso y porque estoy orgulloso… seguiré siendo, siempre,
yo mismo.
Nos vemos en BCN, muy pronto.