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dimecres, 31 d’agost del 2011

Las atrocidades de la guerra en el sur de Vietnam.

Chau Doc, delta del Mekong, cerca de la frontera con Camboya, 16 de Agosto de 2.011.

Procrastinar. Sí, eso es lo que he hecho con esta entrada: procrastinar. ¿Qué narices será eso?, se preguntará más de uno. Bueno, resumiendo, sería: dejar para más tarde alguna tarea que nos es incómoda, no nos gusta o, simplemente, no sabemos, dejar algo para “más adelante”. Es algo que todos hemos hecho y hacemos habitualmente, autoengañándonos y pensando que igual se resolverá por arte de magia, vendrá un sabio que nos ayudará o los astros se alinearán de tal modo que el problema desaparezca.
Yo, a medio camino entre la voluntariedad y la involuntariedad, he ido dilatando la escritura de esta entrada. El motivo… hummmm… Debería ponerlo en perspectiva. De aquí a unos años, si alguien me pregunta: “¿qué recuerdas del sur de Vietnam?”, probablemente le responda algo parecido a “el museo de la guerra en Saigón y las atrocidades de ésta, la locura humana, el imperialismo desbocado, el genocidio…”… Y eso, amigos, no es fácil de plasmar en una entrada de un blog que, habitualmente, está plagado de anécdotas y comentarios jocosos, ironías, desvaríos varios. No, plasmar eso es más complicado. Mucho. Muchísimo más.
Así que voy a procrastinar en esta entrada y voy a alterar el orden cronológico, dejando para el final lo más escabroso, complejo, delicado y difícil de tratar.
Si hablamos del sur de Vietnam de nuestro viaje, podemos hablar, básicamente, de: Saigón (Ho Chi Minh City… me resisto a llamarla así, oye, Saigón me parece un nombre mucho más ajustado a mis sueños de niño, a lo exótico que sonaba ese nombre, a las películas de Hollywood, a Oriente… El nombre actual no me gusta y como este es mi blog, la llamo Saigón y no hay más que hablar); el Delta del Mekong (con las ciudades de My Tho, Can Tho y Chau Doc), el paso hacia Camboya; y todo lo relacionado con la guerra: el museo de la guerra de Saigón, los túneles de Cu Chi.
Remontando el Mekong, rumbo a Camboya.
Con vuestro permiso (y sin él), comenzaré por el final: el Delta del Mekong. Más que nada porque es fácil, rápido e indoloro. Hablemos claro: es una turistada indigna. Y lo digo no por el entorno, sino por la manera en que lo tienen montado. Así como Halong Bay, pese a las multitudes, era agradable y el entorno espectacular, el tour de 3 días por el Delta del Mekong y cruzar a Camboya fue decepcionante, al menos para mí, hablando en términos generales. Te llevan de visita en visita, a toque de trompeta, enseñándote cómo fabrican dulces de coco, algunas plantaciones, cómo fabrican los noodles de arroz, cómo tejen ropa… por supuesto, si picas y compras, pues eso que se llevan. Pasear, lo que se dice pasear en barca por entre juncos, que es la imagen típica que asociamos al delta, creo que fueron unos 12 minutos, por un canal estrecho, chocando con un montón de barcas y sin ver apenas nada más. Luego en el barquito así un poco más grande, remontar una parte del río, ver el enorme mercado flotante (sinceramente, me pareció mucho más bonito el de Banjarmassin, en el Borneo Indonesio) y ver tres ciudades realmente feas (siendo generoso en el adjetivo). Además, el primer día, nos llevan a un restaurante donde sólo había animales en el menú: anguila, serpiente, ardilla, búfalo,… y alguno más que no recuerdo, habiendo sólo pollo y pescado como asumible para nosotros. Que me parece muy bien que ellos lo coman, pero vamos, mi intrepidez tiene un límite. Lo peor era que no estaban los precios, sino que te ponían un precio por Kg. y, como nos temíamos, seguro que nos inflaron el precio diciendo que el pollo y el pescado que nos comimos pesaba más de lo real. Encima, se equivocaron calculando kilos*dongs, intentando cobrarnos unos 8 € más de lo que tocaba. A mí me indignó y así se lo hice saber al guía que teníamos: sólo animales a los que no estamos acostumbrados, precio en kilos, carísimo… y lo que nos comimos, bastante lamentable. La comida más cara del viaje y en la que peor comimos. Triste…
El breve paseo en barca por el Delta.

Lo único que salvo de aquellos tres días, a nivel de visita, fue el último trayecto, en bote lento, remontando el Mekong hacia Camboya, que fue realmente delicioso viendo pueblos flotantes, pescadores, arrozales… eso sí fue bonito. Ah, claro, y las personas que conocimos: Tim y Solene (él alemán, ella francesa, jovencitos que viajaban juntos); a Eva, una francesa que conocí en el autobús y que luego estuvo con nosotros como 4 días más, llegando a visitar con nosotros también Angkor Wat y Siem Reap; y las chicas de Mallorca: Mª Antònia, Chipi y Joana.
Respecto a Saigón, nos gustó bastante más que Hanoi, quizás por la mala experiencia asociada a los taxistas, pero en esta gran metrópoli, nos sentimos más cómodos, se respira un ambiente un poco distinto,… Además, cenamos una noche con Trini y su marido estadounidense (ella malacitana y él de Colorado). Era gracioso escucharlo a él con un acento americano-andaluz (lleva 4 años viviendo en Málaga). Los conocimos el último día de nuestros días en Halong Bay y nos los volvimos a encontrar en el Museo de la Guerra de Saigón (luego me extenderé en esto).
En los túneles de Cu Chi.
Además, desde Saigón hicimos una excursión a la iglesia caodaista y los túneles de Cu Chi. La primera, fundada a inicios del siglo pasado, es curiosa, recargada su iglesia principal (a unas dos horas de Saigón en autobús), asistimos a una de sus ceremonias (que se celebran cada día), con los fieles todos vestidos con túnicas blancas, las mujeres a un lado, los hombres a otro. Lo de esta religión es curioso, porque veneran a Charlie Chaplin y Víctor Hugo, entre otros.
En fin… aprétense los cinturones, que comienza lo duro, lo áspero, lo desagradable. Los túneles de Cu Chi, donde los vietnamitas, a escasos 35 km. de Saigón donde había miles de americanos durante la guerra, se refugiaron en túneles subterráneos, de hasta tres niveles, para luchar contra ellos, vivir y… sobrevivir. Con una lluvia incesante, fuimos recorriendo diversas zonas del complejo, con trampas mortales dispersas: espacios donde al pisar, caes a un hoyo repleto de pinchos, estacas, te puedes estrangular, trampas tras puertas, refugios donde apenas cabe una persona cavados en la tierra y con una trampilla por donde asomarse para disparar; cómo disimulaban el humo producido por las cocinas, un tanque americano, un campo de tiro por si quieres practicar (1 $ el disparo), una sala donde proyectan un interesante video… Y un túnel de unos 150 metros de largo por donde debes avanzar a cuclillas e, incluso, arrodillado, porque no hay manera de mantenerse en pie, subiendo y bajando niveles, con un calor asfixiante, una humedad terrible y una sensación de claustrofobia brutal. Yo que no padezco ningún tipo de problema de espacios cerrados, ni con los calores, ni la humedad… y realmente pensé: “¡¿¡¿¡¿qué narices es esto?!?!?!”. Si eres grande o estás rellenito, olvídate de entrar: probablemente te quedarías atascado en algún lado. Hay que pensar que los vietnamitas, por lo general, son gente de constitución delgada y bajos, por lo que estos túneles eran ideales para ellos e impedían, así, entrar a según qué estadounidenses (de esos que comen hamburguesas, pizzas y litro y medio de coca-cola para desayunar).
Sin ser espectacular visitar Cu Chi, sí que ayuda a contextualizar la historia más reciente de este país, un poco como os expliqué que pasaba en Phonsavan y Vieng Xhay (Laos), con las UXO y las cuevas donde se refugiaron los miembros del Pathet Lao,… y lo que puedes conocer al visitar Kanchannaburi (Thailandia) y el death railway. O visitando los Killing Fields de Phonm Penh, donde el régimen de Pol Pot mató a miles y miles de camboyanos en los 70.
Pues para entender un poco la historia reciente de Vietnam, debes ir a los túneles de Cu Chi y, sobre todo, al Museo de la Guerra de Saigón.
Entrada al Museo de la Guerra, Saigón.
¿Por dónde empezar?. ¿Qué decir?. ¿Qué callar?. ¿Qué imagen queda en mi retina?. ¿Qué siento cuando lo recuerdo?. ¿Cómo me quedó el cuerpo tras salir de allí?. ¿Es este el lugar adecuado para reflexionar acerca de ello?. Las respuestas son tan difíciles que acaba siendo fácil: no lo sé. No sé por dónde empezar, ni qué decir, qué no decir, qué imagen quedará en mi retina, cómo me siento cuando lo recuerdo, cómo me sentí al salir de allí o si este es el lugar adecuado para la reflexión.
De inicio, cuando entras, en un gran patio hay expuestos helicópteros, pequeños aviones de combate americanos, tanques, bombas… También hay una pequeña reconstrucción de una cárcel para prisioneros de guerra con algunas fotografías y reconstrucciones sobre métodos de tortura, jaulas, armas, testimonios de supervivientes en paneles informativos y fotografías…
Y luego, el interior del Museo. Tal y como entras, a la izquierda un grupo de adolescentes toca diversos instrumentos y tejen… No dejaría de ser curioso, sin más, a no ser que te acerques. Si lo haces, verás a uno que le falta una mano, el otro que en sus cuencas oculares, donde debería haber ojos para poder ver el mundo como tú, como yo, como todos, sólo tiene carne. Nació sin ojos. Otro que tiene las piernas diminutas y… así podríamos seguir. Son hijos de la guerra. Herederos de la barbarie. Llevan impregnados en sus genes la locura humana. Y lo sufren. Lo padecen.
Tras ese primer impacto, decido subir al último piso y comenzar la visita de arriba hacia abajo (los cuatro nos separamos nada más entrar y cada uno fue haciendo la visita a su aire).
Probablemente esta sea la fotografía más conocida
de aquella guerra.
En el interior del museo sólo hay fotografías, carteles explicativos y algunas armas de muestra (rifles, granadas, etc.). Creo que nunca, nunca, nunca en mi vida había sentido un silencio tan sobrecogedor en un museo. A medida que vas viendo fotografías, tú mismo te sumes en ese lamento profundo de los presentes y, por extensión de toda la humanidad. Ves fotografías de reporteros que dieron a conocer al mundo el conflicto y la guerra de Vietnam, que tanto hemos visto desde la visión norteamericana con sus películas hollywoodienses, pero pocas veces hemos observado el conflicto desde el punto de vista vietnamita. Y, ay, qué dolor… Algunas fotografías que se publicaron aquellos años, ganaron diversos premios internacionales al ser portada de las principales revistas europeas y americanas, consecuencia de la publicación de las cuales a finales de los 60 hubo una ola de manifestaciones a nivel mundial para detener el conflicto. Los americanos, cómo no, a lo suyo.
Hay fotos de todos los tipos que os podáis imaginar: de explosiones, de caras con rostro desencajado, funerales, ejecuciones, vistas aéreas, ríos, junglas devastadas… Pero no. No fue eso lo que me impresionó. Fueron las siguientes fotografías las que me hicieron daño. USA bombardeó sistemáticamente Vietnam con armas químicas ignorando multitud de convenciones internacionales que prohíben explícitamente su uso. Así, los fósforos y el agente naranja, el napalm…, causaron miles de muertes y, además, alteraron la secuencia genética de las personas que vivían entonces, condenando a sus descendientes a mutilaciones, tumores, deformaciones, malformaciones, etc. de todo tipo. No hay mente humana capaz de imaginar cómo han nacido según qué personas muchos años después del conflicto. Las imágenes son estremecedoras. Desgarradoras. Escalofriantes. Personas que no vivieron aquellos años, que nacieron mucho después, y que han nacido condenadas por una guerra, otra más, por la locura humana. Por el imperialismo. Por la codicia.
Los visitantes, en silencio. Sus rostros hablan
por sí mismos.
Llevaba un rato abstraído en mis pensamientos, totalmente deprimido por lo que estaba viendo, cuando pude cambiar mi enfoque y dejar de examinar fotos y ver qué sentía yo, a ver cómo se comportaba la gente, sus caras, sus rostros, sus expresiones. El silencio, infinito. Los movimientos, lentos. El aire, espeso. Alguna chica, lloraba. Lágrimas que acudían a otros ojos, ajenos para mí, pero que compartían el mismo sentimiento de vacío que yo tenía en aquel momento.
Cuando llevaba un rato observando a la gente, topamos con el estadounidense y la malacitana, Trini. Me acerqué a él y le pregunté que cómo estaba: estaba bien, habían estado por Dalat, etc… Luego le pregunté: “¿Y ahora qué sientes?”. Su respuesta lo dice todo y no voy a añadir nada más: “Me estoy muriendo por dentro viendo esto”.
Si alguien quiere profundizar un poco en esta ignominia, puede consultar por ejemplo: http://es.wikipedia.org/wiki/Guerra_de_vietnam .
Y, por último, os dejo unos retazos de un correo electrónico que uno de mis tres amigos (no voy a revelar su nombre por deseo expreso suyo) envió a sus familiares y amigos tras la visita al Museo de la Guerra. Si eres sensible, finaliza aquí la lectura de esta entrada.


“… Pero toda esta exhuberante naturaleza queda sepultada por los horrores de su reciente guerra con los americanos. No lo percibes hasta que llegas a Saigón, pues Vietnam parece haber perdonado, aunque no olvidado, y mira hacia adelante, hacia un futuro esperanzador. Pero entonces intentas acercarte a lo que aconteció aquí apenas unas décadas atrás, y, si alguna vez creíste en la bondad humana, esa creencia se esfuma para siempre en unos instantes.”
 

“Las imágenes de la guerra son contundentes. La vida de un vietnamita no vale nada para un soldado americano. Quemados por el napalm, mutilados por las minas, deformados por los efectos devastadores de los defoliantes. La guerra ha acabado, pero los desórdenes genéticos generados por el agente naranja perdurarán durante generaciones. Cuerpos con múltiples deformaciones, miembros sin ninguna simetría, muchos de ellos ciegos, sin capacidad para expresarse con otras personas debido a los tumores y deformaciones de sus caras. Personas que no parecen personas…”

“Nunca vi un museo donde la gente mantuviera un silencio tan lleno de significado, porque en el museo de los recuerdos de la Guerra de Vietnam no hay nada que decir o comentar. Solo deseas llorar de rabia al ver las fotos de los niños corriendo atemorizados por las carreteras, huyendo de los bombardeos, las vidas fulminadas sin compasión, las aldeas arrasadas, los rostros inexpresivos de los soldados pues ya no queda el menor atisbo de alma en su cuerpo. La guerra ha devorado sus corazones. Una guerra que no significaba nada para ellos y que ha destrozado sus vidas, como al pueblo de Vietnam. ¿Cómo se puede llegar tan lejos por una idea tan estúpida? ¿Cómo se pueden cometer estas atrocidades sin que los remordimientos ahoguen tu vida para siempre? ¿Cómo se puede vivir en paz contigo mismo ante esta barbarie? Y todas estas vidas perdidas y destruidas, ¿para qué?”

“No tenemos nada que enseñarles, pues nuestras almas están manchadas de sangre y olvido...

Vietnam es mucho más que sus paisajes salpicados de cocoteros. Es toda una enseñanza para la humanidad. La de que el hombre es insaciable y de que nunca parará hasta destruirlo absolutamente todo sin la menor compasión... Pero también de que se puede luchar hasta el final por sobrevivir y que, si lo consigues, se puede abrir ante ti una nueva oportunidad.”



Ante esta contundencia, sólo puedo añadir: Amén, amigo.

dimarts, 30 d’agost del 2011

Fotomusical de Laos.

El fotomusical de Laos, donde aparecen tantas personas con las que tanto compartí: Robin, Li, Tatiana, Jorge, John, Tiffany, Yoann.. Grandes momentos, sí señor...



dissabte, 27 d’agost del 2011

Fotomusical de Thailandia.

Y aquí dejo el fotomusical de Thailandia. No me preguntéis por qué, pero ver este video me llena de energía, me trae muy gratos recuerdos, seguramente, el que más... Y gracias a Yoann Lecointre por la cesión musical... Disfrutadlo.


dimecres, 24 d’agost del 2011

Mapa del recorrido por Vietnam... ¡y todo el viaje!

Y aquí dejo el mapa del recorrido por Vietnam, entrando desde Laos hacia Tham Nhoa y saliendo por Chau Doc (Mekong Delta) hacia Camboya. ¡¡Menudo ritmo!!

Tham Nhoa, Hoa Lu, Trang An, Tam Coc, Hanoi, Pagoda del Perfume, Sapa, Hanoi, Halong Bay, Hanoi, Hue,
Hoi An, Nha Trang, Ho Chi Minh (Saigón) y Delta del Mekong (My Tho, Can Tho y Chau Doc).

Y aquí dejo el mapa de todo mi viaje hasta ahora, que ya son más de 5 meses de viaje y 8 países visitados...

Nepal, Singapur, Indonesia (Bali, Sulawesi y Borneo), Malasia, Thailandia, Laos,
Vietnam y Camboya...

Mapa del recorrido por Laos.


Aquí dejo el mapa de mi recorrido por Laos, por el norte. Dejé el sur para verlo a tras mi paso por Camboya (las cuatro mil islas, Pakse y Savannakhet), pero no sé si iré a esa zona finalmente... Sea como fuere, un gran recorrido por el norte de este precioso país

Entrada desde Thailandia por Huay Xay. Luego: Luang Nam Tha, Nong Khiaw, Muang Ngoi,
Luang Prabang, Vietiane, Phonsavan, Plain of Jars, Sam Neua y Vieng Xhay.
Paso hacia Vietnam.

dilluns, 22 d’agost del 2011

Enlaces a las fotos por países, con Laos y Vietnam.

A ver si me pongo un poquito al día... De momento, os dejo los enlaces a las fotos por álbumes según país y en orden cronológico. De Vietnam aún tengo que subir unas cuantas, jejeje...



Nepal:
Singapur:
Indonesia:
Malasia:
Thailandia:
Laos:

Cuenta atrás en solitario, nuevamente.

Siem Reap, 22 de Agosto de 2.011.

Existen situaciones, problemas, relaciones, dilemas en la vida, a los que en según qué situaciones y circunstancias, es mejor no dedicarle tiempo. Ni energías. Ni pensamientos. Nada. Y no porque no te importen, sino porque esa manera de afrontarlos puede ser la más acertada. No forzar una resolución, dejar que ésta llegue a nosotros de una manera natural, que se resuelva por sí misma, sin aspavientos, esfuerzos, desgaste. Dejar que el camino fluya y te lleve a la decisión acertada. O la que deseas.
Este planteamiento es el que utilicé para resolver mi propio dilema: ¿Cuándo vuelvo a casa?. Desde que inicié el viaje, allá a mediados de marzo, era una pregunta que rondaba de una manera u otra, pues no tenía billete de vuelta. Me preguntaban quienes me iba cruzando en el camino: “¿cuánto tiempo vas a estar viajando?”. “No lo sé”, les respondía. Y cuando me preguntan algo acerca de mi vida, me da mucha rabia decir “no lo sé”, especialmente porque se pueden contar con los dedos de una mano las veces que respondo así, sobre mí, sobre mi vida. Y no confundamos el “no lo sé” con el “ya veremos”, son cosas diferentes. La primera implica un desconocimiento absoluto pese a la voluntad de querer saber, mientras la segunda implica una voluntad de dejar que las cosas fluyan, sin forzar, dejar espacio a las sorpresas de la vida. Por eso cuando respondía “no lo sé” implicaba que, de algún modo, sí quería saberlo.
Durante los primeros meses, no me preocupaba, digamos que hasta finales de Junio era una cuestión secundaria, más que nada porque tenía trazado en mente mi recorrido, estar en Vietnam en Agosto para estar con mis amigos, luego Camboya… y a partir de ahí, “la nada”, como si de la historia interminable se tratara. No me asusta “la nada”, pero era preciso que tomara una decisión acerca de si quería explorar ese territorio llamado “veteadondetedelagana” o quería volver a mi pequeño universo llamado “aquitodoloconoces”. La cuestión era, como si fuera un árbol de decisión:
-          ¿Me apetece alargar mi viaje?. Sí o no.
o   Si respondes “sí”, la siguiente pregunta es: ¿puedes?.
§  Sí: ok, pues mira destinos, fechas, vuelos, dónde quieres ir, qué te apetecería ver…
§  No: pasa al punto “no” de la primera pregunta.             
o   Si respondes “no”: entonces… ¿cuándo quieres volver?. Mira fechas, vuelos, precios…
Esta es una secuencia lógica y racional para entender el dilema, pero no fue la que utilicé yo, porque no me empeñé en obtener la respuesta, sino que dejé que ella llegara a mí. Es decir, adopté un papel pasivo para solucionar el problema, no ir a buscar la respuesta, sino dejar que apareciera. Así fueron pasando las últimas semanas de Junio y las primeras de Julio. Y, poco a poco, fue tomando cuerpo la respuesta: me apetecía volver en septiembre. No es que no me apeteciera seguir viajando, por supuesto que me apetecía, pero el grado de intensidad en la que deseaba seguir el viaje, aún siendo fuerte, era inferior al grado de intensidad del querer volver.
Y eso fue ganando peso, poco a poco, en mi mente, en mi corazón. Llevaba cuatro meses de viaje cuando me di cuenta de cuál era la respuesta: volver en septiembre. Así, a finales de Julio, compré mi billete para volver a finales de la tercera semana de septiembre.
Había estado mirando vuelos para ir a Japón (Bangkok-Tokio por 250 € ida), o pasar por Egipto (pero las cosas no están muy tranquilas en esa zona del mundo), incluso dar el salto a Suramérica para visitar Argentina y Perú, dos destinos que tengo pendientes, pero los billetes no bajaban de 1.000 €. Así, entre unas cosas y otras, decidí que sería el momento de volver.
Miquel me decía que quizás eso lo he decidido así porque inconscientemente yo había planteado un viaje de seis meses. Puede ser. Es muy posible. Pero no es menos cierto que era yo quien decidía y podía haber alargado. Pero no. Me vuelvo en menos de un mes.
Vaya, menos de un mes… Para quienes tienen dos semanas o incluso tres de vacaciones, les puede parecer una obscenidad mi siguiente reflexión. Por favor, contextualízalo con más de 5 meses de viaje que llevo a mis espaldas (¡¡más de 5 meses!!). Pues la sensación es que esto toca a su fin, que languidece lentamente, que se duerme en mis brazos, que se acurruca dejándose ir, me mira con una medio sonrisa, orgullosa, satisfecha. Mi experiencia personal vive sus últimas semanas. Yo trato de acariciarla, observarla, mimarla, cuidarla. La miro y la admiro. La siento, la percibo. Sus latidos comienzan, poco a poco, a disminuir su ritmo. Sabe que tiene los días contados, pero se va en paz consigo misma. Y conmigo. Ha cumplido, con creces, su cometido. Ha superado las expectativas y se dispone a ser criogenizada para, quién sabe, ser reanimada en un futuro y vivir otra experiencia similar.
De momento, la aparcaré en menos de un mes. La guardaré a buen recaudo, junto a las imágenes que acuden, esporádicamente, a mi mente. Porque ahora pienso en aquel día, aquel 16 de marzo, cuando tomé el primer avión hacia Kathmandú. Personas que se cruzaron en mi camino, con quien tanto compartí. Lugares mágicos. Fotos de postal. Delicias gastronómicas. Autobuses infernales. Habitaciones de todo tipo. Inmersiones. Playas. Trenes. Ciudades congestionadas. Sonrisas. Regateos. Trekkings. Animales. Mi blog. Mi sonrisa. Mis temores. Mis momentos más delicados. Los ánimos de quienes me quieren. Compartir todo esto con vosotros pero, principalmente, un recuerdo para mí. Siempre podré explicar a mis nietos (bueno, antes tengo que tener hijos y para tener hijos tengo que tener pareja… estoooooo… creo que no se lo explicaré a mis nietos) aquella aventura que emprendí en el 2.011. Y lo haré con una sonrisa, con un punto de brillo en mis ojos, con orgullo.
La historia toca a su fin, con cuatro semanas por delante para visitar el resto de Camboya en solitario. Hace un par de días se marcharon de vuelta a casa Saha, Miquel y Valdi. Los despedí con un nudo en la garganta, tras tres semanas intensas, llenas de momentos inolvidables, risas, bromas, trabajo en equipo, mirar en la misma dirección, respeto, entendimiento, buen rollo. Es magnífico viajar con tus amigos y que no haya ni una fricción en 24 días, como ya nos pasó en Tanzania y Zanzíbar. O en India con Saha y Valdi. O con Valdi en New York y Estambul, México y Guatemala. Es difícil encontrar a personas con las que puedas compartir tanto, tantos días, las 24 horas del día y todo fluya. El año que viene se ha decidido la costa oeste de USA, como proyecto. Por mi parte, acepto la derrota (yo estoy empeñado en ir a Japón) porque USA puede ser espectacular también, pero un año es muy largo y en este momento de nuestras vidas nuestro camino puede cambiar de un día para otro. De momento, dejadme que os diga que estoy muy orgulloso de haber compartido estas semanas con vosotros (aunque me llevarais con la lengua fuera del ritmo de viaje), porque es difícil que uno encuentre a personas con las que encajar de manera tan sincronizada para un viaje tan largo sin problemas de ningún tipo. Ya sabemos que una mala compañía puede arruinar el mejor de los viajes. Así que desde este modesto blog, mostraros mi más profundo respeto, agradecimiento y admiración.
Y lo de viajar en solitario es relativo. Hoy creo que llega Yoann a Siem Reap. Y Eva está en Phonm Penh. Iñaki y Elena llegarán a Camboya en los próximos días, creo. Y las personas que aún tengo que conocer, compartir, enriquecerme están ahí, en el camino, en mi camino.
Lo que sí decidí fue alargar una semana que no estaba prevista. La idea es, tras visitar Camboya las dos-tres próximas semanas, volver a Thailandia para pasar seguramente la última semana en alguna isla de estas de postal. Descansar allí unos días. Escribir las últimas entradas para rematar el blog. Leer. Volver moreno (que no se diga que pareciera haber estado en Noruega de viaje)… pero, sobre todo, pensar. Asumir. Interiorizar. Dejar que los pensamientos, los sentimientos, los meses, se aposenten, se estabilicen. Procesarlos. Recordarlos.
Y prepararme para mi vuelta. Cuando despegué de Barcelona sabía que un día volvería. Todo en esta vida tiene un principio y un final. Todo. Bueno, exceptuando las pirámides de Egipto y la Gran Muralla China. Todo lo demás, empieza y acaba. Y mi viaje no iba a ser una excepción. Mientras llega ese momento, dejadme que siga disfrutando, dibujando mi tiempo con un compás a mi absoluto deseo, sin prisas, sin pausas. Y si me queda algo de tiempo, tras todas esas cosas en esa islita thailandesa, igual hasta hago el Advanced de submarinismo. Pero tengo mucho trabajo por delante: Barcelona me espera.
Te veo muy pronto.
PD: tengo trabajo atrasado… en los próximos días publicaré enlaces a las fotos de Laos, Vietnam y las primeras de Camboya, así como los mapas… y hablar del Sur de Vietnam. Y de Angkor Wat…

diumenge, 21 d’agost del 2011

Un poco de todo por el centro de Vietnam

Nha Trang, 12 de Agosto de 2.011.

Tras nuestro paso por el norte de Vietnam, sin tregua, ni respiro, ni tiempo de saborearlo, llegamos a Hue después de una larga noche en autobús, algo más cómodo que el que tomamos entre Sapa y Hanoi, pero tampoco para tirar cohetes.
Valdi, Saha y Miquel, a la entrada de la ciudadela de Hue.
Hue, interesante ciudad para pasar dos días (ni uno más, por favor), viendo la ciudadela, el mercado junto al río y respirando un poco algunas reminiscencias francesas, además del tour por el río del Perfume, viendo sus diversos monumentos a lo largo de este, como tumbas y algunas pagodas. Nosotros no pudimos hacerlo en bote porque ese día, casualmente, había una fiesta religiosa y no había botes disponibles, por lo que tuvimos que hacerlo en autobús y la sensación de borregos inherente a sumarte a un tour de grupo equivalente a un autobús, en nuestro caso, algo así como 30 personas. El guía, un tanto repelente, se ponía a gritar para que le hiciéramos caso, diciendo algo así como “45 minutos. A las 12.15 aquí. No se retrasen”. A todo esto, al lado de donde nos colocamos, había dos señoras ya avanzadas de edad que viajaban con agencia (les costó casi 3.000 eurazos 16 días por Vietnam… yo creo que con eso he hecho 4 meses de viaje, o más). Tengo la impresión de que no se conocían y que las juntaron a las dos en el viaje, no sé, por la manera cómo se hablaban, por la interrelación entre ellas… En fin, una de ellas, de Salamanca y residente en Madrid, dijo que se negaba a hablar inglés, que ella tan feliz con su español y que viajaba sin problemas. Además, la mujer convencida en su postura, aunque tuviera que preguntarnos a nosotros constantemente: “¿a qué hora hay que estar aquí?”, “¿qué ha dicho?”, etc. Y reconociéndole parte del mérito que tiene el viajar a avanzada edad (como unos 55 años) y sin inglés, acabé por mirarla con cierto desdén e indiferencia tras decir: “bueno, es que para mí el francés es casi como una lengua muerta, que no se utiliza” (sic). Nos miramos Valdi y yo sin salir de nuestro asombro, porque además había un chico francés con nosotros, que llevaba varios meses viviendo en Valencia y se defendía bastante bien en castellano. Pues ahí, con un par de ovarios, la mujer suelta esa burrada. Qué osada es la ignorancia y qué pocas luces aporta el señor a quienes más lo necesitan.
Yo, Miquel, Saha y Valdi, en uno de los mausoleos a lo
largo del Río del Perfume (Hue).
En uno de los mausoleos de Hue. Esta foto es que
me encanta...
En fin, que el tour lo finalizamos tras la comida, porque se iba hacia la ciudadela (realmente bonita y que merece una buena visita) que ya habíamos visitado el día anterior y como luego sólo quedaba una pagoda, decidimos que era nuestra primera tarde de descanso desde el inicio del viaje, por lo que volvimos al hotel, dormimos un ratito para recuperar algunas horas de sueño y por la tarde buscamos un centro de masajes. No tardaron mucho en decidirse mis compañeros (yo he tratado de decidir lo mínimo posible en estas semanas con ellos) por un masaje de piedras calientes y aceites esenciales. Salieron encantadísimos, con anécdota incluida de Valdi, que en su afán por adelantarse para coger la camilla que utilizaba la masajista guapa (Miquel y Saha lo hicieron antes y nos dijeron dónde se ponía ella), se puso en una especie de camilla que había tras un biombo en un pasillo. Yo, que iba detrás, lo dejé hacer, partiéndome de la risa por su equivocación, y adelantándolo en la última curva de la última vuelta, cual Valentino Rossi, llegando a meta el primero y siendo atendido, como es menester, por la masajista guapa. Aysssssssss… jajajajajaja.
Delante de una de las pagodas de Hoi An.
A la mañana siguiente, hacia Hoi An. Muy acertadamente, dadas nuestras estreches calendáricas, decidieron no hacer parada en Hoi An más que por unas horas. El trayecto Hue-Hoi An son unas tres horas y media en bus, por lo que a las 11.30 llegamos a esta última ciudad. Li, mi amigo chino al que conocí en Ayuthaya (Thailandia) y que volví a ver en Luang Prabang y Vientiane (Laos), estaba por allí, nos vio llegar en el bus (ya habíamos hablado acerca de nuestra llegada ese día a esa hora) y se nos unió al paseo relajado, bajo un calor intensísimo por esta agradable ciudad para el turista. No me pareció espectacular. Ni tan siquiera bonita. Aunque no es menos cierto que tiene algunos templitos coquetos, un puente japonés por el que tienes que pagar para cruzarlo y tiendas de todo tipo, artesanías, un río que iluminan por la noche… En fin, que estuvimos unas horas de paseo por la ciudad, sin mucho que hacer tampoco, comimos de aquella manera y, a las 18.30 h. cogimos el bus nocturno hacia Nha Trang (habíamos comprado el billete por la mañana, al llegar, en un hotel, donde nos guardaron las mochilas grandes para nuestro paseo por la ciudad).
Este bus ya estaba mejor, pero la noche volvía a ser en ruta. Y lo mejor que puedes hacer en un sleeping bus en Vietnam, es tomarte la pastillita y dormirte tal y como te subas a tu cama, porque lo de la conducción en Vietnam (bueno, en Vietnam, en Indonesia, en Laos, en India, en Nepal… ufffffffffffff) merecería capítulo aparte. Total, llegamos a Nha Trang al día siguiente a las 5.30 de la mañana. Buscamos un hotel que no estaba mal, aunque un poco caro para mi gusto, cerca de donde estaba Yoan, mi amigo francés con el que compartí mis últimos días por Laos y los primeros en Vietnam, que estaba en la ciudad con una amiga que había venido de París un par de semanas para ver el país con él. El pobre, de Hanoi que estaba con nosotros, cogió un tren hasta Saigón (Ho Chi Min) que tardó 35 horas, para estar en esa ciudad cuando ella llegara. Lo que no haga un hombre por una mujer, no lo hace Epi por Blas…
En Nha Trang contratamos ya para el día siguiente, nuestras inmersiones, ya que Miquel y yo lo teníamos marcado en el calendario: inmersión en Nha Trang. Li nos había dicho que no estaba muy bien, pero vamos, nos gustó, sin ser tampoco espectacular. Valdi y Saha hicieron otro bautizo, como el año pasado en Zanzíbar, aunque menos impactados que entonces. Ya llevan dos bautizos. Menos mal que estos de PADI no son como la iglesia católica, tanto bautizo, tanto bautizo… ¡¡ni que hubieran apostatado!!.
Miquel, yo y Saha en la playa de Nha Trang.
Tras contratar esas inmersiones, nos fuimos un par de horitas a la playa. Sorprendentemente, una playa larga, con poca gente, de agua realmente cristalina, arena blanca, con un fondo estilo Benidorm, de hoteles altos y algunos chiringuitos de cierta clase a pie de playa, junto al paseo marítimo. Comimos con Yoan y su amiga y volvimos por la tarde a la playa. Con lo fuerte que daba el sol, no tardamos en quemarnos, consecuencia de lo cual puedo afirmar que tengo la espalda totalmente pelada: desde los hombros hasta media espalda.
A última hora de la tarde, ellos decidieron irse a ver una pagoda con un buda blanco, que yo decliné, más que nada porque pagodas y budas, llevo unos cuantos y necesitaba descansar. A su vuelta, fuimos a cenar. La idea era una pequeña mariscada, al estilo de la de Stone Town (Zanzíbar) de hace casi un año, pero los precios eran algo desorbitados, así que nos conformamos con unos calamares, gambas, algo de arroz… Y luego, a tomar una copa a uno de los elegantes garitos que hay a pie de playa. Al llegar, había poca gente, casi todos vietnamitas (o asiáticos, que ya sabéis que a veces uno no sabe si son vietnamitas, chinos, japoneses, coreanos o taiwaneses), bailando un poco al estilo ye-ye de hace 45 años en España. Luego fueron llegando turistas y la mezcla era un poco extraña, con estilos de comportarse, bailar y relacionarse taaaaaaaaaaaaan diferentes. Yo opté por una posición un poco más observadora (me encanta eso de ver cómo se comporta la gente) y ves cosas realmente curiosas. Pero eso daría para una entrada por sí misma y no es cuestión de alargar esta entrada. Nos fuimos a dormir tarde (casi a la una), que sí, que ya sé, que os podéis reír, pero era tardísimo para nosotros, acostumbrados en estas semanas a desayunar a las 6 ó las 7 de la mañana, comer a las 12 y cenar a las 18 ó 19 h… y teniendo en cuenta que a las 6:30 debíamos despertarnos para irnos a bucear.
Las inmersiones estuvieron bien, como dije antes, sin ser nada del otro mundo, pudimos ver Miquel y yo dos pulpos enormes, moviéndose por entre las rocas, una morena de algo más de un metro deslizándose por el fondo (información: “una morena” en el mar no es una mujer con pelo negro que padece enanismo, sino un tipo de pez alargado, como una serpiente), nos adentramos en alguna cavidad (¡¡mis primeras cuevas!!) y alucinamos un poco con el bajísimo consumo de oxígeno del dive master que nos guiaba: yo bajé a 60 BARs y él tenía… ¡¡140!!!. Nos comentó que alguna vez había llegado a estar dos horas buceando. ¡¡Ufff, increíble!!. Aunque he mejorado muchísimo mi nivel de buceo tras 11 inmersiones por Asia (Bali, Borneo, Malasia, Thailandia y ahora en Vietnam), tengo que aprender aún a mejorar y reducir mi nivel de respiración bajo el agua. Como también me ronda por la cabeza hacer algo de yoga a mi vuelta (a probarlo, que creo que puede ser interesante) pues eso seguro que también me ayudaría con el tema de la respiración.
Esa misma tarde, último autobús nocturno: Nha Trang-Saigón (Ho Chi Minh). Unas 13 horas de camino. Miquel y yo decidimos ponernos al final del bus, con unas literas en la parte baja, que formaban 3 camas juntas. Nos pusimos a ver “El Padrino”, allí, los dos tranquilitos en mi netbook… hasta que el autobús se llenó y un vietnamita se acostó junto a Miquel, en la cama que quedaba libre de las tres. Creo que se enamoró de él, porque invadía su espacio vital, le pasaba la pierna por encima, se le acercaba… jajajajaja… Vaya nochecita que le dio, pobre.
Sabía que tenías éxito con las mujeres, pero esa faceta con los hombres la desconocía, jajajaja…
Mientras, Saha, a lo suyo: leyendo libros uno detrás de otro porque es incapaz de dormir en los transportes. Y Valdi… Valdi se duerme de pie, así que cuando se acuesta… Hay videos que lo atestiguan, amigo. Te has ganado a pulso el título de dormilón 2.011.
El sur y las atrocidades de la guerra, para la siguiente entrada.
Un abrazo.

dilluns, 15 d’agost del 2011

MyM: Maravillas naturales y multitudes en el norte de Vietnam.

Halong Bay, 7 de Agosto de 2.011.

Mi ritmo de viaje ha cambiado. Ni mejor, ni peor. Diferente. Y ese ritmo, inevitablemente, afecta a las actualizaciones en el blog, selección de fotos, mapas, correos, etc. Desde que llegaron Miquel, Valdi y Saha a Vietnam, el 31 de Julio, hemos cogido un night train y cuatro sleeping bus, lo que implica viajar de noche (muchas horas), llegar al destino, visitar ciudad y/o iniciar excursión…
Sus mochilas llegaron el 2 de agosto. Esa misma noche, tren nocturno hacia Sapa, donde coincidimos con algunos catalanes en el mismo vagón. Nosotros, cosas del azar, íbamos en el último compartimento del último vagón de un total de 21. Vamos, en el culo del tren. Apenas dormimos 5-6 horas y, al llegar a Sapa, entramos a desayunar en un restaurante de un hotel. Allí mismo contratamos la excursión de trekking para dos días por Sapa, volviendo al día siguiente por la tarde-noche hacia Hanoi, para llegar el 5 por la mañana y coger, sin descanso, la mini-van para iniciar el tour por Halong Bay. Así que contratamos ya el trekking para dos días y compramos los billetes de bus para volver por la noche hacia Hanoi. Tras desayunar y preparar nuestra mochila pequeña para el trekking, allá que nos fuimos. A caminar, que hay que estirar las piernas.
Terrazas de arroz alrededor de Sapa.
Sapa es un pueblo montañoso, con unas vistas impresionantes del valle, repleto de terrazas de arroz, altas montañas cuyas cumbres aparecen cubiertas por esporádicas nubes, mujeres de la etnia hmong vestidas con trajes tradicionales por todos lados… y unas mil quinientas tiendas, restaurantes, hoteles, masajes, etc. Vamos, paquete turístico para que sin mucho esfuerzo te sientas cómodo quemando tu tarjeta de crédito o, en su defecto, los cajeros automáticos. Yo vi uno que sacaba humo del trabajo que le daban los turistas (nótese la hipérbole).
En fin, que tras llegar a las 6:30, desayunar y preparar nuestras mochilas pequeñas, comenzamos nuestro trekking. Nos esperaban unas 6-7 horas de caminata por delante. La primera sorpresa era ver grupos de viajeros/turistas desfilando por el mismo camino. A decenas. Para más inri, cada grupo era custodiado por un grupo de mujeres en igual número al grupo de turistas: o sea, prácticamente una mujer hmong con su cesta colgada de la cabeza y pendiendo en su espalda, vestida con sus trajes tradicionales y sus modestas sandalias, caminando junto a nosotros. Puedo asegurar y aseguro (sí, Scarlett O’Hara, te he plagiado) que en algún momento pensé: “hay más gente aquí que en el metro de BCN en hora punta”. Joder… Y las mujeres que nos acompañaban, curiosamente, es como si eligieran a su turista para acompañarlo, como si de ángeles de la guarda se tratara, sin prácticamente hablar inglés, sonriendo constantemente y atentas por si necesitabas ayuda para subir o bajar en algún lado. Llevabas a la misma todo el rato a tu lado, un metro por delante, un metro por detrás… y no hacían nada más que sonreír e intentar ayudarte si lo necesitabas. Era un poco extraño.
Una chica caminando entre las terrazas de arroz.
El camino, tras salir de la carretera, comenzó una bajada empinada y embarrada, muy resbaladiza y peligrosa, por lo que cada paso había de medirse con extrema cautela si no querías  acabar con tus posaderas manchadas de barro o con algún mal mayor.
Pronto el paisaje comenzó a desvanecer la sensación de turismo enlatado, porque el entorno era espectacular: terrazas de plantaciones de arroz de un verde intenso allá donde miraras; ríos que discurrían serpenteantes silenciosos, elegantes, por entre riscos y villas; montañas altas vigilantes y majestuosas; pequeños pueblecitos con personas que sonríen, niños que juegan descalzos, se bañan desnudos en una fuente, saltan al río o te miran curiosos sentados junto a un gran búfalo. Así, subíamos y bajábamos, cruzábamos un campo de arroz, salíamos al sol o una sombra espesa nos cubría.
Cada poco rato nos deteníamos en una especie de cabañas estratégicamente situadas donde podías comprar comida y bebida (a precios turísticos, claro). Volvimos a ver a los catalanes del tren, cómo no.
Bajamos por un camino terroso, cruzamos un puente herrumbroso, nos llovió un poco… pero el sol abrasador reinó durante prácticamente todo el día. Al parar a comer, nuestro angel de la guarda-mujer hmong, se nos acercó y nos rebeló su secreto: cómprame algo. Ya decía yo que contratar un guardia de seguridad tenía un coste, no podía ser gratuito. De todos modos, lo siento mucho, pero no voy a comprar pulseritas, collares, piedras, tabaco, monederos que destiñen o bolsitos estilo hippie. Mis amigos sí que compraron alguna que otra pulserita, pero yo, teniendo mes y medio de viaje aún por delante, no compro nada. Qué mala elección la de mi ángel de la guarda…
Tras comer y caminar un par de horas, nuestra guía nos propuso parar en un pueblecito antes del que estaba previsto para dormir en una casa de una familia. Después de cinco minutos hablando decidimos quedarnos allí. Como era pronto, nos bajamos al río, con rocas justo en medio de él y, como habíamos dejado el bañador en la mochila grande, si queríamos bañarnos tenía que ser en ropa interior. Pensábamos que estaríamos solos pero es que no aprendemos… debía haber como 15 personas más. Y tras vencer la vergüenza inicial (cuestiones culturales, porque a ver cuál es la diferencia entre un calzoncillo y un bañador ajustado… enseñas lo mismo, vamos), nos tiramos los 4 al río. Uffffffff… ¡¡qué fría!!. La corriente era bastante fuerte y alguno intentó nadar contra corriente, un minutito nadando y unos 12 metros de río remontados… jajajaja… Luego ya, desatados en nuestra locura exhibicionista, nos tumbamos en las rocas que se interponían en el curso natural del río a tomar el sol.
Observando el paisaje de Sapa desde la cascada.
El segundo día de trekking fue más suave, pasando por una cascada, arrozales, más montañas, pueblecitos… una delicia, sin duda.
Tal y como llegamos a Sapa, ellos tres se fueron a visitar un poco el pueblo, pero yo, con mi ritmo pausado cambiado a “modo frenético”, decidí quedarme a tomar un capuccino, esperándolos una hora en la cafetería, antes de tomar el autobús nocturno que nos llevaría de vuelta a Hanoi, donde llegamos a las 5.30 de la mañana. Era tan temprano, que no estaban ni las cafeterías abiertas, así que estuvimos más de una hora en la calle, contemplando el lento despertar de la gran urbe vietnamita, junto a la St. Joseph Cathedral. Tras reponer fuerzas, minivan y hacia Halong Bay.
Halong Bay… la bahía del dragón descendiente, según la leyenda vietnamita, que bajó de los cielos para ayudar a este pueblo a defenderse de la invasión china, hace bastantes siglos (una de tantas), formada por 1.966 islas e islotes, destino turístico por excelencia de Vietnam. Y, siendo turístico, en pleno mes de agosto, ¿qué puedes esperar?. Pues sencillo: islas e islotes a cientos (hasta llegar a 1.966), barcos y barcas a decenas surcando esa bahía y turistas para dar y vender: centenares y centenares…
Tras superar la prueba del conductor suicida, llegamos a la bahía a media mañana, nos empaquetaron en un barco y ale, uno más. Parecíamos el ejército español llegando a América en el siglo XV: mirabas a un lado y a otro y un montón de barcos, parecidos a galeones, de madera, navegando en la misma dirección. Sólo faltaban los cañones y las velas, porque el Jack Sparrow ya lo llevábamos a bordo, jajajajajaja… Tras un rato de navegación, nos detuvieron para visitar la gran cueva, que es espectacular, con una iluminación acorde a la majestuosidad del entorno. Posteriormente, una hora de kayak con más desorden que otra cosa, porque podías ir por cualquier lugar con tu pequeño kayak, moviéndote por entre los grandes barcos, barcas rápidas y demás. Un poco caótico…
Halong Bay. ¿Hace falta decir algo más?.
Después, ya, navegación lenta hacia otra parte de la bahía donde el barco se detuvo para pasar la noche a bordo. Era precioso navegar por la bahía durante el atardecer, tiñéndose el cielo de tonos azulados a naranjas y rojos, oscureciendo lentamente y nosotros observando semejante espectáculo en cubierta. Uno de esos momentos que se te quedan grabados a fuego en tu memoria.
Saha saltando desde la cubierta del barco.
Cuando ya anochecía, nuestro guía nos propuso saltar desde la cubierta del barco a bañarnos al mar. Estuvimos discutiendo sobre cuál sería la altura y al final llegamos a una estimación aproximada de 6 a 7 metros de altura, que aunque numéricamente no es muy alto, cuando estás ahí arriba y miras para abajo, es alto de narices. El que rompió el hielo fue Saha, que saltó sin pensárselo mucho. Y luego fueron saltando los demás hombres que había por allí, alguno incluso con cierta edad… La sensación de vértigo que te entra cuando te lanzas al agua de esa altura es importante, el estómago se te encoge…
La segunda vez que nos tiramos, el guía propuso que lo hiciéramos todos de golpe, aunque había alguno ya en el agua, entre los que estaban los tres mosqueteros. Así que los que quedábamos arriba pasamos al otro lado de la valla y nos situamos sobre la visera. “Cuidado que resbala”, dijeron. Cierto… y además, mojados. Total, que cuando dijeron a la de tres, a mí se me resbaló el pie izquierdo y caí de lado desde esa altura. A medida que iba cayendo iba pensando “qué ostia, qué ostia, qué ostia”… Splashhhhhhhhhhhhhhhhhh… caí como un escarabajo pelotero de esos que los pones del revés y mueven las patas pero no pueden darse la vuelta, pues así. Movía mis brazos y mis piernas, pero fue imposible enderezarme, por lo que el tortazo que me di en el costado izquierdo fue importante. Ellos lo vieron desde el agua y al principio no osaron reírse porque me podía haber hecho daño. Cuando nadé los 4 metros que me separaban de la escalerilla y vieron que sonreí (pese al dolor), estallaron en una carcajada… Evidentemente, decidí no tirarme más desde cubierta.
Subí a bordo, recogí las cámaras de Miquel, Saha y mía que estaban en cubierta y volvía para la habitación. Chanclas mojadas, escalones mojados… “Sergio, esto resbala, cuidado”, exclamaba mi vocecita prudente. Un escalón. Dos escalones. Tres escalones… el pie que me resbala. La llave, vuela. Mis reflejos me hacen abrir los codos, lo que no impide que mis posaderas golpeen los escalones. Bajo los 5 escalones que me faltaban de golpe, cayendo de pie… ¡¡menudo ostión!!. Miquel me ve a lo lejos y se parte de risa…. El dolor en el glúteo izquierdo me dura días. "Mejor me voy a dormir", pienso...
El segundo día lo pasamos entre la bahía de Halong y el PN Cat Ba, visitándolo en bicicleta y durmiendo en lo que sería el Benidorm vietnamita. Teníamos la posibilidad de dormir en bungalow u hotel y al final, yendo 4 hombres, decidimos que lo del bungalow igual era más para parejas. Y el hotel era de bastante lujo para lo que está siendo mi viaje (incluido en el tour por la bahía, claro). Esa tarde salimos a la playa que hay cerca del pueblo, creo que era Cat Ba 2. Alucinamos un poco con lo que vimos allí: en una franja de unos 200 metros, no había toallas en la arena, pero el agua estaba llena de gente, el 95% vietnamitas (o asiáticos que a nuestros ojos eran como vietnamitas, claro), siendo poquísimos los no asiáticos… pero es que en el agua había como 2.000 personas o más. Increíble. Estaba a tope de gente, bañándose en tejanos, con vestidos, hasta con chanclas, mientras en la arena había algunos grupos que jugaban a juegos diversos, con un par de organizadores gritando por un megáfono. Ellos se descojonaban de la risa, se tiraban a la arena, se arrastraban, gritaban… todo un poco surrealista, vamos.
Última navegación por Halong Bay.
Al día siguiente, ya de vuelta hacia Hanoi, pasando de un autobús a otro, de un barco a otro, cambiando compañeros de tour constantemente, pero todo de una manera suave, sin retrasos, sin esperas. Es algo que nos sorprendió gratamente: pese a haber cientos y cientos de turistas, todo es fácil, te mueven como fichas, te cambian de un lado a otro, todo de una manera aparentemente planificada. Organizar tanta gente, cada día y de una manera tan precisa no debe ser tarea sencilla. Pero lo consiguen.
El norte de Vietnam, demasiado turístico para mi gusto pero, pese a todo, espectacular, y recomendable. Si vienes a Vietnam, no te puedes perder la doble M: MyM: maravillas y multitudes en Vietnam.

Fotomusical de Malasia.

Y ahora el fotomusical de Malasia...


dilluns, 8 d’agost del 2011

Fotomusical de Indonesia.

Aquí dejo el fotomusical de mi paso por Indonesia. Espero que os guste...



Los taxistas de Hanoi... ¡¡al loro!!.

Hue, 8 de Agosto de 2.011.

Hay cosas, situaciones, hechos que, hasta que no los ves con tus propios ojos, no piensas que lleguen a ser tan exageradamente extremos como te explicaron. Y eso me ha sucedido a mí con lo que me habían explicado otros viajeros respecto a Vietnam y la gente que vive del turismo, básicamente.
Contextualicemos que la gente de Vietnam es amable, cordial, sonriente, como en la mayoría del sudeste asiático, así que esta entrada no se refiere a la gente vietnamita, sino al subgrupo llamado “taxi-ladrones de Hanoi”.
Llegamos Yoan y yo al mediodía procedentes de Ninh Binh tras haber visitado por allí Hoa Lu (no tiene mucho atractivo), Trang An (realmente bonito el paseo de dos horas en barca, por el río, atravesando cuevas y entre montañas preciosas) y Tam Coc (mucho más masificado que Trang An, entre arrozales y con el agua no tan limpia como Trang An)… así que si sólo quieres ver una de ellas por tema de tiempo, te aconsejaría que fueras más hacia Trang An que no a Tam Coc: menos gente, más limpia el agua y paisaje más impresionante.
Bueno, llegamos Yoan y yo a Hanoi en tren y en la estación, cómo no, unos 200.000 taxistas esperando clientes. Lloviznaba e íbamos cargados con las mochilas, en una ciudad nueva, por lo que decidimos coger un taxi entre los dos, aunque fuera un recorrido de apenas kilómetro y medio, pero para orientarnos y demás… total, que vamos a preguntar a un taxista y nos dice: 200.000 dongs cada uno… Ja… 6 € cada uno por 1’5 km????. Ni de coña. Me lo miro muy serio y le digo que es la 3ª vez que vengo a Vietnam (mentira cochina, pero hay que dejar claro que conoces según qué cosas) y que sé que el precio correcto es de 50.000 dongs desde la estación de autobuses hasta la catedral de Saint Joseph. Se ríe y dice que no… “Ok.. Tam Biet” (“adiós” en vietnamita). El tío se nos queda mirando y no reacciona. Paramos otro taxi y nos dice 150.000 dongs cada uno. Repito procedimiento y le digo que 50.000 dongs cada uno (1,66 €). Reniega un poco pero al final acepta y nos lleva al destino. De inicio, esto sólo sería algo habitual en Asia sin nada más a reseñar. Pero es que esta fue la experiencia más light… Abróchense los cinturones, que empieza la guerra.
El 31 llegaron Miquel, Valdi y Saha a Hanoi. Por tema de enlaces y retrasos, las mochilas no llegaron con ellos. El domingo noche llegada a Hanoi el lunes no hay vuelos entre Moscú y Hanoi con Aeroflot, por lo que debíamos esperar hasta el siguiente vuelo, el martes por la mañana para recibir sus mochilas. Pasamos día y medio con la ropa que llevaban y mi ropa, haciendo un poco de malabarismos…
Total, esa tarde nos fuimos a ver la Pagoda de la Literatura ellos 3, Yoan y yo. Diluviaba y decidimos coger un taxi para ir los 5 (apretados, eso sí, jajajjaa). Al salir de la pagoda, llovía a cántaros nuevamente, por lo que decidimos coger un taxi para volver al hotel (sus chubasqueros estaban en las mochilas, en Moscú y se tuvieron que comprar una bolsa de basura con mangas que los “protegiera” mínimamente). Salimos de la pagoda y paramos un taxi. Le decimos que 150.000 los 5 hasta el lago, que queríamos visitar esa tarde, que no pusiera el taxímetro en marcha, que eran 150.000 dongs (los taxímetros suelen estar trucados y no corren, vuelan!!!). Ok, ok… se lo repetimos tres veces y el tío asiente con la cabeza. Yo iba sentado delante, con Valdi en mis rodillas, y ya llevaba dos días en Hanoi, por lo que me orientaba bastante bien. Llega un punto que me dice Valdi “¿has visto el taxímetro?”. Miro el taxímetro y marcaba 490.000 dongs. Le digo al taxista que está dando una vuelta importante, que el lago queda a la izquierda y que lo ha rodeado por otras calles para que no lo viéramos, además de que no era el precio del taxímetro, que habíamos acordado 150.000 dongs. El tipo se pone a gritar y nos dice que son 150.000 cada uno. Eso significaba que serían 750.000 dongs (unos 25 €). Grita, gesticula y se pone agresivo. Le digo que pare inmediatamente, que nos bajamos. Miquel, Saha y Yoan que iban sentados detrás, abren las puertas y se bajan. Valdi sale también y el taxista me da un manotazo en la pierna, gritando y fuera de sí. Le vuelvo a apartar la mano de un manotazo (otra vezzzzzzzzzzz, como con los del autobús) le digo que ni me toque, pero ya gritándole también. Al final le damos 170.000 y arreando. Demasiado me parece para un tipo que intenta estafarte, engañarte, maleducado, agresivo, coaccionador, desagradable, antipático,…
Ellos se quedaron un poco alucinados al ver el espectáculo. Para mí no era nuevo ni sorprendente, pero como ya os decía, la realidad supera la ficción.
El martes fuimos a ver el Mausoleo de Ho Chi Minh y la pagoda de un pilar. Cogimos un taxi los 5, pues esto sí estaba lejos y nos costó 150.00 dongs (5 €, 1 € por cabeza). Con este mismo taxista acordamos que a las 10 nos recogiera para que ellos fueran al aeropuerto a recoger las mochilas. Y lo dijimos hasta 3 veces: 500.000 dongs ida y vuelta al aeropuerto… ok, ok… A las 10 nos recoge y nos deja a Yoan y a mí alrededor de la catedral de S.Joseph y ellos tres se van al aeropuerto a recoger su mochila y comprar el billete de tren (si han llegado sus mochilas) para ir hacia Sapa esa misma tarde-noche. Casi 3 horas más tarde, aparecen de nuevo en el hotel y me cuentan otra historia surrealista con el taxista que esa mañana se había mostrado tan simpático y agradable…
Resulta que el tipo cuando llegan al aeropuerto les dice que no puede esperarse por allí, les dice que son 500.000 dongs (al aeropuerto el precio normal son 300.000 dongs) y cuando ellos se niegan, empieza a gritarles, gesticulando y poniéndose super agresivo. Ellos, un poco de novatos aún, acaban pagando solo por la ida lo que debía pagarse por ida y vuelta, como habíamos acordado por la mañana. Llegan con un buen disgusto al hotel, casi a las 13 h., eso sí con mochilas y billetes de tren para irnos por la noche hacia Sapa.
Y ya volviendo de Sapa, esta misma mañana, nos viene un taxista y nos pide 20 $ por un trayecto que no debe superar los 3 $, que es lo que hemos acabado pagando, eso sí, tras hablar con varios taxistas y, lo reconozco, ya ir predispuesto a enfrentarme con ellos. Que una cosa es que se regatee, se quieran ganar algo más de dinero y demás… y otra muy diferente es que intenten timarte, estafarte, que acuerdes un precio y luego en destino te lo cuatripliquen, se pongan agresivos y hasta intenten agredirte. Por ahí, lo siento, no paso.
La mujer del hotel donde nos alojamos (muy correcta, nos informó de todo y con ella contratamos tanto la pagoda del perfume como el tour de 3 días por Halong Bay) alucinaba un poco cuando le contamos lo que nos había sucedido con los taxistas de Hanoi. Y nos explicó que el precio del aeropuerto a la ciudad no debe ser superior a 300.000 dongs y que de la estación de buses al centro de la ciudad, debe ser entre 50 y 70.000 dongs el taxi, no por persona. A esto, nos añadió que son todas compañías piratas que cuando ven policía tratan de alejarse, por lo que sólo hay dos compañías serias: Mailinh (con unas rayas verdes) y Hanoi (con una raya roja), que son legales, no inflan precios y son educados con los turistas, además de los Taxi Airport, que también es del mismo estilo. Lo demás son compañías piratas que inflan precios, intentan estafar, engañar, timar al turista.
Así que si vienes a Hanoi y necesitas coger un taxi, intenta localizar un taxi de esas compañías, deja muy claro el precio… y si no, prepárate para una aventura, para que te griten y no te acobardes ni te dejes intimidar. La cuestión sería pactar un precio, que quede muy claro que es para todos los que seais ese precio y no por persona y tener preparado exactamente el precio acordado para no tener que sacar la cartera y estar buscando entre los billetes. Si aún poniéndote firme no te respetan, igual sería buena idea buscar a la policía, ya verás cómo salen corriendo…
Esos son los taxistas de Hanoi. Una experiencia realmente desagradable que te deja un mal sabor de la ciudad totalmente injusto. Si lo analizas racionalmente, es un pequeño aspecto de los muchos que engloban la visita a la ciudad (bonitas pagodas, un lago precioso en medio de la ciudad, comida deliciosa y barata, gente amable…), pero si dejas que sea percibida más emocionalmente, igual tienes el regusto amargo de estas experiencias. Sea como sea, si dejas que te falten el respeto, estás perdido/a.