Contacta conmigo.

Escríbeme a: sergi_rodco@hotmail.com (en el asunto haz constar "Blog").

divendres, 29 de juliol del 2011

Fotomusical de Singapur.

Y aquí os dejo el fotomusical de Singapur.


Fotomusical de Nepal.

Aquí tenéis el primero de los fotomusicales, del primer país que visité: Nepal. Es una versión sencilla y reducida de lo que serán los videos definitivos del viaje, que verán mi familia y aquellos amigos que quieran ser torturados con mis batallitas, jajajaja. Además, parece que las fotos con música, como que saben mejor, ¿verdad?. Disfrutadlo...




dimecres, 27 de juliol del 2011

Viaje e historia se funden en Laos.

Vieng Xhay (Laos), 26 de Julio de 2.011.
Tenía esta entrada pendiente desde hace días, para explicar los días en Luang Prabang, con varios reencuentros, lo que fue la capital de Laos, Vientiane, y el nordeste del país, con Phonsavan y Vieng Xhay. Y lo he ido demorando por diversos motivos. Así que tras tanta demora, mi idea evolucionó hacia un post algo más histórico-socio-cultural, que creo que es necesario ante el desconocimiento más absoluto de este país por parte de los europeos.
Pero situémonos…
 
Tat Kuang Si Waterfalls.
Llegué a Luang Prabang con Jorge y Tatiana. Ellos tenían prisa porque querían entrar a Vietnam en pocos días y estuvieron en la ciudad apenas dos días, por lo que cenamos juntos pero durante el día ellos salían a ver lugares o coger la bicicleta y yo descansaba, tomaba un café en una terracita, revisaba mis fotos… La primera noche, tras ver el atardecer desde un templo en una colina en el centro de L.Prabang, paseamos por el mercado nocturno Hmong (una de las decenas y decenas de etnias que habitan el país). Allí, Tatiana comenzó a hablar con Tiffany y John, una encantadora joven pareja estadounidense, con los que estuvimos cenando. Al día siguiente, tras marcharse Jorge y Tatiana, me los encontré y quedamos para cenar, además de que llegaba también Li, el chino que había conocido en Ayyuthaya (Thailandia). Así que esa noche cenamos Li, John y Tiffany. Al día siguiente, llegaba Robin por la tarde, así que aproveché el día para ir a ver las Pak Ou Caves y las cataratas del pueblo de Tat Kuang Si, realmente preciosas (las cuevas os las podéis ahorrar: no valen mucho y las dos horas remontando el Mekong tampoco son una delicia que digamos) y por la noche cenamos juntos Robin y yo. Un agradable reencuentro tras nuestros días juntos en el norte de Thailandia. Yo también había esperado a que llegara él para ver la ciudad en bicicleta, como hicimos con Ayyuthaya, Sukhothai, Lampang y Chiang Mai (ciudades de Thailandia). Mi último día en Luang Prabang fue de visita al palacio real, una pequeña siesta, un masaje con aceite… En el masaje coincidí con una chica francesa que Robin me había comentado que le había cortado el pelo, bajando el Mekong en slow boat desde Huay Xai (frontera con Thailandia) hasta Luang Prabang. Mi masaje fue espectacular, pero ella no disfrutó tanto. Al salir me la encontré, estuvimos hablando y le dije que iba a cenar con Robin (que había estado visitando otras partes de la ciudad) y que si quería unirse… Así que esa noche cenamos Robin, Fanny y yo.
Calle de Luang Prabang, junto al Mekong.
Finalmente, me marché de Luang Prabang hacia Vientiane. En la guía dice que LP es la ciudad más fotogénica del sudeste asiático. Bueno, bajo mi punto de vista, es una aseveración un tanto presuntuosa. Si bien es cierto que es una ciudad relajada, la ciudad turística por excelencia de Laos (junto a Vang Vieng, luego hablaré de ella), con templos preciosos, fácil de recorrer, con el Mekong y el Nam Khan que la circundan, con un clima agradable, multitud de guest houses y cafés para turistas, etc… aseverar que es la más fotogénica me parece un pelín desproporcionado. Eso sí, yo he pasado ahí seis días realmente tranquilos, bien acompañado, buenas cenas en el mercado nocturno… me ha recordado en muchos aspectos a Chiang Mai (Thailandia).
Lo típico es que quienes están en LP se dirijan hacia Vang Vieng, ciudad meca del turismo y famosa por el tubbing, una práctica que mezcla el rafting, con el paseo en flotador por rápidos, con un poco de alcohol, un mucho de inconsciencia y una dosis de riesgo bajo mi punto de vista del todo innecesaria. Consiste en montarse en un megaflotador, así redondo, del tamaño de una rueda de camión y dejarse llevar río abajo, por entre los rápidos. La cuestión es que no llevas chaleco salvavidas, en muchas partes no hay nadie a ambas riberas del río y, lo que es peor, mucha gente lo hace tras haberse bebido varias cervezas. Consecuencia: varios turistas mueren cada año ahogados. Una manera estúpida de perder la vida, vamos. De hecho, Li me explicó que la semana pasada murió un turista ahogado. Absurdo.
Yo pasé de largo Vang Vieng. No me interesan esas experiencias. Así, me dirigí hacia Vientiane, la capital. Tras buscar más de media hora alojamiento, di con mis huesos en una especie de guest house un tanto destartalada regentada por chinos, con un dormitorio colectivo, donde pasar la noche costaba 35.000 kips, aunque me lo rebajaron a 30.000 kips (unos 3 €), con wi-fi disponible 24 h. No estaba mal, teniendo en cuenta que los precios que había visto en las anteriores guest houses no bajaban de los 9-10 € por noche. Y estaba en relativas buenas condiciones (he dormido en cuchitriles realmente mucho peores).
Li, mi amigo chino, había llegado a Vientiane unas horas antes, pero no pudimos volver a vernos hasta el día siguiente, cuando quedamos para desayunar y ver la ciudad. En su guest house conoció a dos chicas chinas que estaban haciendo un viaje loco, de ir a toda pastilla, dormir un día en una ciudad, verla, coger tren nocturno, volar, otra ciudad en unas horas, coger otro nocturno… una locura, vamos. Total, que fuimos a ver los 3 puntos turísticos de la ciudad, las dos chinas, Li y yo, lo que hicimos en apenas 2 horas y media. Sinceramente, si buscas información sobre Vientiane te diré que si no viajas hacia Thailandia (que está justo al otro lado del Mekong), puedes ahorrártela por completo.
Por cierto, que en Vientiane me encontré nuevamente con Fanny, la chica francesa, con Françoise, la mujer francesa que estuvo con nosotros en Muang Ngoi, con dos chicos españoles con los que hablamos en el mercado nocturno de Luang Prabang… y hasta me crucé con el holandés con el que tuve el incidente desagradable en Nong Khiaw (no hace falta decir que se me quedó mirando para que lo saludase y lo ignoré por completo, pasando de largo).
En el autobús de Vientiane hacia Phonsavan conocí a Lecointre, un francés que comenzó su viaje justo un día antes que yo. Va a viajar un año entero, dando la vuelta al mundo, comenzando por Asia, pasando a Oceanía y luego unos meses por Suramérica y que también está escribiendo un blog (podéis verlo en el enlace a su blog que he dejado a la derecha de la página). Casualidades de la vida, también tiene su entrada para Vietnam el 27 de Julio, así que hemos pasado 4 días juntos.
En Phonsavan conocimos a una pareja húngara, con quienes visitamos la Plain of Jars. Bueno, pues igual que Vientiane, no es nada espectacular para el turista… si no conoces la historia de la región, claro. Y Phonsavan es una ciudad sin muchos alicientes (por no decir ninguno). Pero en la Plain of Jars (llanura de las jarras) se pueden contemplar muchos cráteres de bombas… y es que fue una de las zonas más bombardeadas por USA entre 1.964 y 1.973… (comienza la lección de historia del día).
Cuevas de Vieng Xhay.
Tras la 2ª guerra mundial, USA comenzó a preocuparse por el alzamiento y la creación de nuevos países del bloque comunista (guerra fría) y de ahí vino en parte la guerra de Vietnam y lo que sucedió en Laos. ¿Y qué sucedió en Laos?. Laos era una antigua colonia francesa perteneciente a Indochina, que consiguió su independencia en 1.953. Los años posteriores fueron de luchas internas entre los partidarios del bloque comunista y los contrarios, a cuya cabeza se encontraba, cómo no, metiendo las narices en todos sitios, USA. Las consecuencias del temor americano a un nuevo país comunista en el sudeste asiático comportaron 9 años de intensos bombardeos. Entre 1.964 y 1.973, Laos fue bombardeado con más bombas que todas las que cayeron en toda Europa en la 2ª guerra mundial. Sí, sí… Léelo otra vez: en 9 años cayeron en Laos más bombas que en toda Europa en 6 años. Mientras la población huía, se formó un movimiento de resistencia de ideología comunista, con diversos líderes al mando, desde intelectuales, miembros del ejército y hasta la realeza, que se refugiaron en las cuevas de las montañas del nordeste de Laos, cercanas a la frontera vietnamita y de cuyo país obtenían ayuda, en la ciudad de Vieng Xhay. Durante 9 años estuvieron viviendo en cuevas en las montañas, asediados día sí y día también, por intensos bombardeos de USA. Los relatos son realmente estremecedores: no poder salir durante el día de las cuevas, las dificultades para conseguir comida, vivir en la oscuridad absoluta, muerte de familiares, civiles inocentes… una masacre.
Alrededores de Vieng Xhay.
A Vieng Xhay llegan pocos turistas, apenas unos pocos que normalmente se dirigen hacia Vietnam por la frontera cercana, ignorando la historia de este lugar. Si te tomas un par de días para visitar las cuevas y los alrededores de la ciudad, quedarás impresionado. Las cuevas, sin ser espectaculares, son emocionantes, con el relato de la audioguía de supervivientes, de cómo se organizaban para pasar un día tras otro, de cómo vivían los bombardeos… Vieng Xhay, ciudad de la victoria en idioma Lao, con preciosas montañas de formación calcárea que la rodean, lagos, ritmo pausado, ausencia de turistas y gente amable.
Pero con el fin de los bombardeos y la retirada de USA en 1.973, no se acabó la pesadilla para este país, uno de los más subdesarrollados del mundo. Comenzó, entonces, lo que se denominó “guerra secreta”. ¿Qué es la guerra secreta?. Básicamente, las miles y miles de bombas que no estallaron y que estallan ahora, al ser pisadas o manipuladas por civiles indefensos. Las consecuencias: unas 300 personas mueren cada año al pisar o manipular esas bombas, mientras caminan por la jungla o, peor aún, cultivan sus campos. Y la sociedad laosiana depende del cultivo, pero vive atemorizada ante la posibilidad de cultivar nuevas tierras con bombas sin explotar (UXO, en inglés). Además, quienes no mueren sufren amputaciones, lesiones severas en el sistema nervioso central, etc… Un drama, vamos. Y muchos son niños, que sabiendo el riesgo que corren, intentan recoger chatarra, metales y demás, para venderlo por algunos céntimos de euro y ayudar a sus familias. No son pocos los niños que mueren cada año por estas bombas.
En Phonsavan hay dos centros con exposiciones fotográficas y detalladas de las UXO y los esfuerzos que se realizan para localizar bombas, desactivarlas y hacerlas explotar por el MAG. Se calcula que tardarán más de 20 años en limpiar la mayor parte del país. ¿Os imagináis vivir en un lugar donde puede haber una  bomba en cualquier sitio donde pises?. Tremendo.
Cuando llegué a Laos tuve la sensación de que la gente no era tan amable o abierta como en Thailandia, donde te saludan en cualquier parte. Lo atribuí a un carácter algo más introvertido, como más tímidos, desde mi desconocimiento e ignorancia más absoluta… Tras casi tres semanas y, especialmente, tras haber pasado por Phonsavan y Vieng Xhay, me doy cuenta de que no se debe a un carácter diferente, sino más bien a una historia turbulenta, invasiones, bombardeos incesantes, bombas que siguen explotando, país pobre… Aún así, si te tomas unas molestias de ir a según qué lugares, descubrirás el fondo realmente delicado de esta gente. Si te quedas en el tubbing de Vang Vieng o los lujos de Luang Prabang, podrás decir que has estado en Laos, pero si quieres conocer el país, debes visitar otras zonas, como Phonsavan o, sobre todo, Vieng Xhay. La primera no es nada especial, pero sus exposiciones sobre las UXO son estremecedoras; la segunda es una delicia que te hará comprender de golpe, el pasado trágico de este precioso país, con paisajes espectaculares, ríos caudalosos, jungla, villas desperdigadas, gente desconfiada de inicio pero encantadora… y el carácter se nota especialmente en las personas más mayores, que son más reacias a mostrarse abiertas con el extranjero, pero los jóvenes y niños, quizás aún desconocedores de la trágica historia de sus antepasados, no dudan en regalarte una sonrisa en la que ponen todo su corazón. Y eso, amigos, no tiene precio.
Laos, un país encantador por descubrir. De ti depende.

¡¡5.000 visitas!! 1 millón de gracias...

Cuando la idea de escribir un blog para el viaje comenzó a rondarme por la cabeza y algunas personas me animaron definitivamente, ni se me pasó por la cabeza el llegar, tras apenas 5 meses de vida, a las 5.000 visitas. Guau… ¡¡son muchas!!
Así que desde este modesto blog, quiero daros las gracias a todos los que seguís, fielmente, todas y cada una de las entradas (que haberlos, haylos… que se tragan todo lo que a mí se me ocurre escribir), a quienes son seguidores asiduos y a los esporádicos. A todos: un millón de gracias.
Espero seguir ofreciéndote, al menos, un rato de diversión, un viaje con tu imaginación, un poco de compartir mis vivencias y experiencias y un mucho de ilusión. Todo mezclado con unas gotitas de aventura, dosis esporádicas de historia, algunos datos prácticos, un ramito de anécdotas, una pizca de fotografías y todo cocido a fuego lento.
¡¡Nos vemos en la próxima!!

divendres, 22 de juliol del 2011

Aspectos no tan positivos de viajar en solitario (y mucho).

Todos los que me conocéis sabéis de mi carácter optimista y positivo casi siempre, sin que viva en los mundos de Yupi, donde todo es de color de rosa, claro. Pero siempre pienso que cuando voy a hacer algo, me va a salir bien. De lo contrario, mejor que me ahorre esfuerzos. Es la profecía del autocumplimiento: si piensas que algo te saldrá mal, te saldrá mal, seguro. Si piensas que algo te saldrá bien, seguramente ese impulso extra, esa seguridad, esa creencia hará que pongas un plus de tu parte y tus probabilidades de que seas exitoso serán mayores, así en la tierra como en el cielo.
Pues bien, siendo todo lo optimista que soy, tampoco soy tan ciego, necio o negligente como para obviar los puntos algo más oscuros, complejos o delicados de una experiencia así. Y ya que escribí acerca de las ventajas de viajar en solitario, voy a describir algunos inconvenientes. Nótese que en el título dije “no tan positivos”, porque el adjetivo “negativo” no me parece del todo adecuado para la idea que quiero transmitir. Además, en estas últimas semanas, algunas personas (amigos/as) se han puesto en contacto conmigo porque se han animado a viajar en solitario, tras comprobar mi experiencia. Me alegro que os hayáis animado y os deseo toda la suerte del mundo. Cualquier cosa que necesitéis, me preguntáis… Y en otra entrada os redactaré algunos “consejos para viajar en solitario”. Así que tampoco hay que dejar de explicar la otra cara de la moneda, ¿no?.
Hecha esta aclaración, prosigo.
Pensando en ello, llegué a la conclusión de que habría unos puntos más tangibles (palpables, evidentes, obvios) y otros intangibles (casi invisibles, sutiles, difíciles de cuantificar).
Comenzaré por los tangibles, de los que ya dejé alguna pincelada en la entrada “ventajas de viajar en solitario”.
A nivel tangible, logístico, económico, las desventajas de viajar en solitario, podríamos decir que serían:
-          A menudo no es posible encontrar single rooms, lo que implica tener que pagar tú solo por una habitación doble. Ya os diré cómo negociar algunas veces algún precio un poco más ajustado en la entrada de “consejos”.

-          Lo mismo sucede con los taxis, tuc-tucs, mini-vans… a menudo pagas tú por un trayecto que si fueras con alguien, sería a dividir, claro. Lo mismo, ya daré algún consejo para intentar compartir estos gastos.

-          En ocasiones, no puedes ver según qué sitios so pena de dejarte un ojo de la cara (por no decir de otra parte de tu anatomía) en el intento. Quizás sea caro hacer algo por tu cuenta y necesitas encontrar a otras personas interesadas… o unirte a algún grupo en alguna agencia. Y si tienen algún grupo pero para otra excursión… pues igual tienes que renunciar un poco a lo que tú querías ver y ver eso otro con ese grupo de desconocidos.

-          El tema de las fotos… Lo puedes solucionar con algún temporizador en la cámara, apoyándola en algún lado… o directamente, pidiendo a alguien que te haga la foto. Pero vamos, que tampoco es un drama, ¿verdad?.

-          En algunas ocasiones, el ir en solitario es un problema para dejar tus cosas a alguien y poder disfrutar de según qué. El otro día, por ejemplo, no pude bañarme en las cascadas del sur de Luang Prabang, porque iba solo y no podía dejar la cámara a nadie. Otro caso típico es cuando tienes un apretón de esos de vaciar las cañerías, que tienes que meterte en un baño, en ocasiones realmente minúsculo o, peor aún, realmente sucio, con tus mochilas, haciendo auténticos malabarismos para no depositar la mochila en según qué suelos, bajarte los pantalones, no apoyar tus posaderas en según qué váteres, limpiarte… y salir indemne.

-          En algunas situaciones, puedes cruzarte con personas un tanto desagradables, que haberlas, haylas, sea tu compañero de asiento en un bus, una persona que comparta contigo un tour organizado e, incluso, compartiendo alguna mesa de algún restaurante/puesto callejero. Este es muy fácil de solucionar: en cuanto puedas, le pierdes la pista o te pierdes tú y que piense lo que le dé la gana.
Como veis, son nimiedades la mayoría, nada insalvable con un poquito de picardía, sentido común, intuición y, por qué no decirlo, incluso algo de morro.
Y luego estarían las cuestiones más intangibles, esos aspectos más invisibles, difíciles de cuantificar, pero que también existen. A saber:
-          En ocasiones sucede que estás solo cuando te apetece estar con alguien, pero no tienes compañía por los motivos que sean. Pues nada, un poquito de ajo y un mucho de agua y mañana será otro día (para los no españoles: se utiliza la expresión “ajo y agua” como abreviatura de manera coloquial de “a joderse y aguantarse”).

-          Te acostumbras a hacerlo todo a tu manera, cuando quieres, al ritmo que quieres… Y esto puede ser un baño de autoestima, confianza, etc… pero luego quizás te cueste acoplarte a viajar con otras personas, tomar decisiones juntos, consensuar el ritmo de viaje, etc. Es como si vives solo mucho tiempo, que luego compartir tu piso con alguien, como que cuesta algo más… Pero ahí radica el encanto: que seas flexible para saber adaptarte a cada momento. Por tanto, si eres capaz de viajar en solitario y en grupo (o pareja), eres todo un campeón. Enhorabuena. (Yo ahora tendré que hacer el “esfuerzo” de adaptarme al grupo y pasar de pensar en “yo” a pensar en “nosotros”, cuando lleguen Miquel, Saha y Valdi a Hanoi, en 10 días. Sé que no habrá problemas con ellos, porque ya hemos viajado juntos y no hemos tenido nunca problemas entre nosotros. El año pasado 24 días en Tanzania y Zanzíbar sin ningún problema, ni una discusión… bueno, miento… Valdi se cabreó en el aeropuerto de Nairobi, cuando volvíamos, tras perder una partida al póker conmigo, jajajajajjaaja. De todos modos, yo ya les dejé claro que yo en Vietnam sería un “acoplado” y que no tomaría decisiones, que lo que ellos decidieran ya me estaría bien…  después de varios meses decidiendo todo, intentaré tomarme un descanso a nivel mental y que sean ellos los que solucionen la papeleta. Ok, ¿chicos?.)

-          El ritmo de viaje. Bueno, esto no sería por viajar en solitario, per se, sino por viajar en solitario y durante bastante tiempo. Inevitablemente, tu ritmo de viaje, disminuye, tienes más tiempo para visitar lugares y en algunas ocasiones necesitas descansar, porque no puedes estar todos los días haciendo/deshaciendo mochila, subiéndote a autobuses, cambiando de hotel, caminando durante horas y bajo un sol acuciante, etc. Cuando llevas varias semanas de viaje largo, necesitas hacer paradas de algunos días en algunos lugares, tener tu “casita” (que sería tu habitación, vamos), deshacer bien la mochila, colocar bien las cosas del neceser en el baño, sacar toda la ropa… a veces cuando estás en un lugar una o dos noches, no deshaces la mochila, sino que vas metiendo y sacando según lo necesites (venga, va, haz el chiste fácil con el “metiendo” y “sacando”… ¿ya?... Bien, tras tu carcajada, sigo). Esto, como digo, no es porque viajes solo o acompañado, sino por lo largo que sea tu viaje, cuanto más largo, más despacio viajas. He conocido a gente durante estos meses que llevan años viajando: 2, 5 o hasta 10 años…, evidentemente, estos no van al ritmo de uno que tiene 3 semanas de viaje, llega a un país y quiere ver el máximo de cosas en el menor tiempo posible. (Esta es otra de las cosas que me dan cierto respeto ahora cuando lleguen los 3 mosqueteros: ellos deseando conocer Vietnam y algo de Camboya en 3 semanas y yo, tras 4 meses y medio de viaje… pues que me cambien ahora el ritmo, ya veremos cómo lo llevo. Imagino que bien, pero no será fácil que me despierten a las 6 de la mañana para ir a coger un bus de no sé cuántas horas, ver una ciudad una tarde y salir a la mañana siguiente o, peor aún, coger un tren nocturno… llegar a un sitio, visitarlo… Uffff… hace muuuuuuuuuchas semanas que no hago eso!!. Os pido un poco de paciencia conmigo, eh,  ¿chicos?. Por supuesto, me lo tomo como otro pequeño reto de adaptación y flexibilidad, que seguro que luego no será nada importante (estoy intentando convencerme a mí mismo, se nota, ¿verdad?).).

-          Finalmente, otro aspecto que no es positivo cuando viajas, más que en solitario, mucho. Y sería el conocido efecto de habituación, que sería, como ya os expliqué en una de las primeras entradas, el tomar como algo normal o cotidiano, algo que previamente era un estímulo extraordinario. Os lo expliqué cuando decía aquello de que nos habíamos habituado a ver en las noticias coches bomba en Irak o Afganistán y casi no le dábamos ni importancia, porque nos habíamos habituado a verlo en las noticias. Pues en un viaje, pasa algo parecido, pero respecto a tu capacidad de sorpresa. Sí, sí, no exagero y me vais a entender rápido. Cuando haces algo por primera vez, vives una experiencia por primera vez o sientes algo por primera vez, todo es nuevo y tu sorpresa es infinita. Eso sí, cuando ese acontecimiento extraordinario se torna en ordinario, cotidiano, dejas de valorarlo igual. Esto lo aplico, básicamente, a la disminución de entusiasmo que he ido sufriendo a lo largo del viaje con según qué cosas. Cuando has visto mil setecientos cuarenta y ocho templos, el siguiente, te cansa y casi no le prestas atención. Si te has pasado no sé cuántos días de playa paradisíaca en playa paradisíaca, quizás llegue un punto en el que pienses “pufff, otra más” (sí, sí, que he conocido a personas, eh, Iñaki y Elena??) que se habían cansado hasta de las playas espectaculares. Cuando pruebas el primer Pad Thai, es delicioso. Cuando has comido 20, es indiferente. Si has estado en el Vaticano, difícil que te sorprenda una iglesia pequeñita. Cuando has visto las ruinas de Palenque, Tikal o Chichén-Itzá, difícil que te sorprenda un templo en Bali. Cuando has visto miles de animales en Tanzania, no te emocionas al ver un cocodrilo o un rinoceronte negro en Nepal. Cuando montas en elefante por cuarta vez, piensas “bueno, otra más”. Cuando entras en una mezquita musulmana, es difícil que te sorprenda cuando has visto la “blue mosque” de Estambul. El distrito económico de Singapur es espectacular, pero si ya has estado en New York… Lo mismo con el submarinismo: una inmersión en la costa brava puede ser bonita y espectacular si es tu primera inmersión, pero si has buceado en Zanzíbar, Borneo, Malasia o Thailandia, pues como que piensas: “bueno… no está mal”. Y así, podría seguir hasta el infinito con los ejemplos. El ser humano es así de estúpido y yo soy el primero. Lo único que puedes intentar hacer es disfrutar de cada experiencia de manera individual, en el momento presente: el pasado no existe y el futuro… ya veremos. Así que, si no quieres cansarte hasta del sexo, practícalo con moderación, no sea que lo tomes como algo habitual y dejes de emocionarte, jajajajajajaja. Como decían los griegos en el friso de un templo de Delfos: “nada en exceso”. Si viajas mucho, perderás tu capacidad de asombro en estos aspectos y tendrás que buscar otros detalles que te emocionen.
En fin, si a algún viajero se le ocurren más puntos a añadir como inconvenientes o menos positivos por viajar en solitario y/o mucho tiempo, que lo añada a la lista, que será bienvenido el apunte (para luego dejarlo a un lado y valorar, siempre, los aspectos positivos).
Un abrazo.

dijous, 21 de juliol del 2011

Laos: recorrido y fotos.

Aquí dejo el mapa con el recorrido por Laos y enlaces a las fotos.

Al final, entré por el norte de Laos, por lo que de momento sólo estoy viendo el norte del país. El sur, para ver Tadlo, Pakse y Si Phan Don (las 4.000 islas) seguramente para después de Camboya, que desde ese país está muy cerquita. De Vientián ya marcharé hacia Phonsanvan y luego Viang Xei, justo en la frontera con Vietnam.

En otro post os explico más cosas...

Entrando por Huay Xai, Luang Nam Tha, Nong Khiaw, Muang Ngoi, Luang Prabang y Vientiane.
Y el enlace a las fotos de LAOS:
 
 
Además, vuelvo a dejar los enlaces a las fotos de los países visitados anteriormente en este viaje:
 

dijous, 14 de juliol del 2011

El agreste norte laosiano.

Muang Ngoi, 12 de Julio de 2.011.
Abandoné Thailandia no sin cierta sensación de pena, porque ha sido un país espectacular en todos los sentidos, pero con la lógica incertidumbre de cómo sería el próximo país que visitaría: Laos.
Cruzando el Mekong, entre Thailandia y Laos.
Tras varias horas en bus desde Chiang Mai, se llega a la frontera para entrar a Laos, cruzando el Mekong y llegando al primer pueblo de este país que he pisado: Huay Xai. Al bajar del bus para cruzar la frontera, conocí a un británico y una canadiense, así que los tres juntos cruzamos el Mekong y realizamos los trámites fronterizos típicos. Esa noche acabé compartiendo la habitación con el británico para ahorrarnos dinero, porque además la habitación era muy grande y con dos camas grandes. Salí a cenar por ese pequeño pueblo fronterizo y al poco acabó uniéndose a mí Medi, un marroquí que vive en Francia desde hace años, habla fluidamente árabe, francés, español e inglés y tiene una formación académica impresionante. Además, había viajado mucho y la conversación fue agradable. Tras la cena, nos despedimos, sin intercambiar mail, ni facebook ni nada… Sucede a menudo que compartes con alguien unas horas pero sabes que la relación no irá más allá, disfrutando de ese momento de conversación, sin esperar nada más. A ver si un día me animo a hablar de afinidades, complicidades, afiliaciones, acercamientos, etc. que se producen mientras uno viaja, con los turistas en general y con los que te encuentras de tu país en particular. Pero eso, quizás, en otra entrada.

Terrazas de arroz, en los alrededores de Luang Nam Tha.

Al día siguiente salí hacia Luang Nam Tha. La mayoría de turistas que llegan a Laos por esta zona, suelen coger un barco lento que baja por el Mekong hasta Luang Prabang en dos días. Yo no quería bajar aún hacia Luang Prabang, porque además he cambiado un poco la ruta y en vez de entrar por el sur de Laos, he entrado por el norte, por lo que tengo más de tres semanas en el norte del país y puedo ver muchos más lugares. Así que me fui hacia Luang Nam Tha, a pocos kilómetros de la frontera con China.
Al llegar, me informé sobre tours de trekking para 1, 2 ó 3 días, pero los precios eran desorbitados completamente, en relación a lo que había visto en los países anteriores. Por un trekking de 2 días, más de 50 €. Vamos, que ni por asomo. A última hora vi una opción de pasar un día practicando kayaking y allí me apunté. El kayaking era con una familia australiana. No me llevé la cámara porque siendo grande, me daba respeto que se me mojara… como hubiera sucedido, vamos. El día fue precioso, bajando 31 km. por el Nam Tha, afluente del Mekong, surcando por entre montañas repletas de jungla, alguna villa tribal, la niebla cubriendo algunas montañas, ligera lluvia en algunos momentos… Un paisaje salvaje, delicioso, como de cuento. A la hora de comer, fue en una de esas villas, sentados en un pequeño taburete de unos 10 cm. de altura, de madera, comiendo steaky rice (para los profanos en el tema: arroz apelmazado que tienes que coger con la mano, arrancándolo del resto del arroz), con ensalada de papaya, morning glory (que es como algo de judías con espárragos en una salsa muy buena), pollo frito y pescado frito. Vamos, todo comido con las manos y delicioso.
Pasé la tarde y cené con Maxim, una chica holandesa que estaba viajando sola también. Un poquito de práctica de inglés, que no va mal.
Alrededores de Luang Nam Tha.
El día siguiente fue más bien tranquilo. Tras desayunar y leer un rato, mientras paraba la tormenta impresionante que descargó al mediodía, alquilé una scooter para conducir por primera vez en mi vida una motillo de esas. Nunca me han gustado las motos, pero algunas personas me animaron y seguramente ese era el lugar ideal, con carreteras entre montañas selváticas, terrazas de arroz, pequeñas aldeas, casi nulo tráfico… Así que durante unas horas estuve recorriendo las carreteras cercanas a Luang Nam Tha, deleitándome con su paisaje.
Y esa noche conocí a Jorge y Tatiana, dos amigos de BCN que han estado estudiando un semestre en una universidad de Beijing y ahora están viajando por esta zona un tiempo.
Como ellos también iban hacia Muang Ngoi, mi siguiente destino, a la mañana siguiente nos fuimos hacia la estación de autobuses. Un trayecto de unas 7 horas precioso, por entre escarpadas montañas, algunas terrazas de arroz, la carretera que zigzaguea, aldeas pequeñas del Laos profundo… y tras ese trayecto otra hora en tuc-tuc para llegar a Nong Khiaw. En ese trayecto conocimos a Fabien y Aurelia, franceses, que se conocieron no hace mucho viajando también. Tuvimos que hacer noche en ese pueblecito ribereño, porque no había embarcaciones para subir río arriba hacia Muang Ngoi. Esa tarde hubo un malentendido con un neerlandés y me hizo sentir bastante incómodo, así que cuando cenamos los 6, aceleré mi marcha y me fui a mi habitación antes que los demás, pues el neerlandés me cansaba y no tenía ganas de compartir con él ni un minuto de mi tiempo.
Nong Khiaw.
Finalmente, al día siguiente, cogimos la embarcación que nos llevó a Muang Ngoi, un pueblecito aislado, junto al río, con montañas que la rodean, las nubes bajas que cubren las cimas de estas montañas, el río chocolate que baja tranquilo, el ritmo pausado de su gente… Aquí no hay ni luz durante 20 horas al día, sólo de 18 a 22 h. De internet, ni soñarlo. Y muchos restaurantes están cerrados. Pocos turistas, porque la mayoría no llegan tan al norte, sino que se dirigen hacia Luang Prabang, Van Vieng o Vientián. Así que es un pueblecito para relajarse, bajar el ritmo y hacer alguna excursión si te apetece.
En la embarcación conocimos a Arielle y Shane, una pareja californiana que van a estar viajando un año entre Asia y Europa…
Muang Ngoi.
Fabien, Aurelia, Jorge, Tatiana, Françoise (una mujer francesa, también, que viaja sola) y yo, nos fuimos tras comer a ver una cueva en una montaña cercana y el mirador sobre la población, el río… Pensábamos que sería más fácil de lo que fue realmente, porque íbamos todos con chanclas y la subida era realmente peligrosa, resbaladiza, apuntalada con troncos y palos en toda su ascensión… Vamos, una locura subir allí con chanclas. También entramos en la cueva, con 3 linternas que nos dejaron, dos de ellas iluminando menos que una vela, totalmente a oscuras la cueva… murciélagos sobrevolando nuestras cabezas, el sonido del agua filtrándose y cayendo gota a gota en algún lugar…
Y por la noche estuvimos cenando nosotros 6, con Arielle y Shane y además también se unieron Elena e Iñaki, una pareja de BCN que van a estar viajando casi un año, con varias paradas largas… Bueno, también se paró un momento con nosotros un americano de 51 años que lleva 5 años viajando… 5 años… puffff… alucinante.
Estoy tumbado en la hamaca, junto al río, con las montañas observándome, el sol que apenas comienza a asomar tras las nubes, después de una noche de truenos, relámpagos y lluvia intensa durante horas. Hoy lo tomo como día de relax, de no hacer muchas cosas. Hemos desayunado juntos y ellos han decidido irse a caminar un rato, pero yo he preferido quedarme en el porche de la guest house, arreglando fotos, escribiendo esta entrada para el blog, recoger una bolsa de ropa que dejé en la lavandería, leyendo un rato, cosiendo a mi mochila las banderas de Thailandia y Laos que aún no había tenido tiempo, durmiendo un ratito, comiendo algo de fruta… vamos, relax total.
Mañana quiero ir ya hacia Luang Prabang, con un recorrido de varias horas en autobús.
Imagino que desde allí será mi próxima entrada.
¡Hasta entonces, amigos!.

dijous, 7 de juliol del 2011

Ventajas de viajar en solitario.

Algún lugar de Laos, cerca de la frontera con China, 7 de Julio de 2.011.
Si alguna vez te planteaste viajar en solitario pero no acabaste de decidirte o atreverte, espero poder aportar un poco de luz para que puedas tomar una decisión la próxima vez.
En mi caso, muchas personas me preguntaron en su momento aquello de “¿no te da miedo viajar sólo?”. La respuesta era contundente: “no”. De hecho, creo que es un aspecto cultural arraigado en España, puesto que no es normal o habitual que un joven salga a viajar varios meses en solitario. Y aunque yo tampoco soy ya tan joven, sigue siendo un hecho casi extraordinario. De hecho, sólo conozco a una persona que haya emprendido una aventura parecida, pero ella acompañada. Así que en solitario, personalmente, de mi círculo así algo más cercano, no conozco a nadie. Si sales de España, es algo común, incluso bien visto y valorado por la experiencia personal que supone, la madurez que se alcanza, etc. Y ya he conocido en estos meses a jóvenes (eso sí son jóvenes, con apenas 19, 20, 21 años) que se lanzan a viajar con su mochila. Por tanto, si lo hacen jóvenes de 20 años, tú, que eres algo más mayor, también puedes hacerlo, no lo dudes.
Me preguntaban el otro día las chicas de ZGZ que cómo se planeaba un viaje para tanto tiempo. La respuesta fue algo así como que se realiza un bosquejo del trayecto, el recorrido aproximado, los países y, quizás, incluso más o menos algunas ciudades o lugares, pero todo bastante abierto. Luego, una vez en marcha, el camino se va dibujando delante tuyo, se va abriendo a tu paso, te va mostrando qué dirección puedes tomar, cuáles son las opciones y a medida que avanzas va tomando cuerpo en el momento presente y el futuro más inmediato. Más allá de ese futuro inmediato sólo hay incertidumbre que se resolverá cuando llegue a ser futuro inmediato. Casi sólo importa el presente y el mañana. Más allá de mañana, casi es inútil pensar. Los imprevistos están a la orden del día, los retrasos, las dudas sobre qué camino escoger, así como los lugares que te atrapan en su ritmo, en su gente, en su paisaje y te tientan, cual sirena, a disfrutar de ese lugar unos días más. Con todas esas variables, vas pasando un día tras otro… y así pasan semanas. Y pasan meses. Y tú sigues en el camino, en el viaje, en tu experiencia vital. Y aunque a simple vista eres el mismo de siempre, en tu interior se han producido cambios que quizás ni tú mismo/a puedes apreciar aquí y ahora, pero no tengas dudas de que se han producido.
Y es justo en este punto donde comienzas a valorar el viaje más allá de los lugares que has visitado, las personas que has conocido o las vacaciones que te estás pegando. Es justo en este punto donde comienzas a valorar el bagaje emocional, intelectual, personal y psicológico que esta experiencia te aporta.
Entre las ventajas que se me ocurren, podría destacaros las siguientes:
-          Ganas mucha confianza en ti mismo. Has resuelto situaciones a veces incluso complejas, en un lugar extraño para ti y comunicándote en un idioma que no es el tuyo. Si eres capaz de eso, puedes resolver casi cualquier situación en casa.
-          Lo anterior tiene como consecuencia que tu autoestima también aumenta. Te valoras mucho más, con un concepto más positivo. Y aprendes a perdonarte según qué errores. Sucede, a menudo, que somos nuestros jueces más implacables y aquí, en una experiencia de este tipo, te concedes un margen de error y aprendes a convivir con esos errores, como parte del proceso, pero tu autoestima crece y crece.
-          Sin duda, ganas seguridad. Cuando confías en ti mismo y además tu autoestima ha aumentado, tu seguridad es mayor para todo: relaciones interpersonales, resolución de problemas, etc.
-          Eres más independiente, pues todo depende de ti y únicamente de ti. Si tú no decides, te adaptas o te relacionas, nadie lo hará por ti, ni te cogerá de la mano para llevarte a un lado u otro. A nivel emocional tampoco dependes de nadie (esto lo desarrollaré más adelante).
-          Te vuelves más flexible y tolerante. Aprendes a ver la vida y el mundo que te rodea con otros ojos, eres menos categórico en tus juicios, menos absolutista y aprendes el valor del relativismo. No todo es blanco o negro. Aprendes a valorar en mayor medida la flexibilidad en tus planes, a tomarte la vida con otro humor, a aceptar los hechos que suceden como parte del juego, intentando cambiar lo que no te gusta y aceptando lo que no depende de ti.
-          Tu capacidad de decisión aumenta exponencialmente. Una vez que tienes que decidir absolutamente todo lo que entrañan tus días, semanas y meses (TODO), tomas decisiones con una facilidad pasmosa, sin titubeos, sin vacilaciones. Decides. Actúas. Y hasta la próxima. Y esto es algo que para quienes no han salido del cascarón y dejan que los demás tomen todas las decisiones por ellos, es realmente dificultoso.
-          Por supuesto, tus capacidades de interrelacionarte mejoran, pues te relacionas con gente con la que no hay idioma en común (ni tan siquiera un poco de inglés), o con gente de cualquier parte del mundo, con historias particulares y visiones del mundo que pueden ser muy diferentes: USA, Canadá, Argentina, Chile, Australia, Nueva Zelanda, China, Japón, Francia, Inglaterra, Dinamarca, Alemania, Holanda, Portugal, Turquía, Corea, Marruecos…
-          Por supuesto, la capacidad de adaptación es necesaria. Si la tienes, la mejoras. Y si no la tienes, la adquieres. Debes adaptarte constantemente: un lugar que no te gusta, un cambio de horario, un retraso, un autobús incómodo, una cama dura, un calor insoportable, unos horarios diferentes, cultura y religiones diferentes, costumbres diferentes… Adaptarse o morir debe ser el lema del viajero, pienso.
Por tanto, según mi punto de vista y resumiendo, las ventajas de viajar sólo a nivel personal son:
-          Aumenta tu confianza.
-          Aumenta tu autoestima.
-          Mayor seguridad.
-          Mayor independencia.
-          Aumentas tu flexibilidad y tolerancia.
-          Mejoras tu capacidad de decisión.
-          Aumenta tu capacidad de interrelacionarte.
-          Mejoras tu capacidad de adaptación.
¿Qué te parece?. No está mal, ¿verdad?. Siendo toda una experiencia a nivel turístico, a nivel personal es una delicia que os recomiendo totalmente. Evidentemente, tiene sus puntos negativos, como todo, la otra cara de la moneda, aunque suelen ser, contrariamente a lo que la gente piensa, más temas logísticos y económicos que afectivos o relacionales.
¿Qué desventajas puede haber?. A vuela pluma, la primera que se me viene a la cabeza es que a menudo pagas por una habitación doble siendo sólo una persona; o pagas un taxi/tuc-tuc tú sólo. Después un aspecto que puede ser anecdótico es cómo aparecer en tus propias fotografías. Yo que llevo la cámara réflex digital con un objetivo 18-270 mm. de Tamrom, pues como que hacérmela a mí mismo con una mano es imposible por el peso de la cámara. Así que tengo dos opciones: o busco un lugar para apoyar la cámara y me hago la foto con el temporizador o busco a alguien con una cámara parecida que pueda tener una ligera idea de cómo hacer una foto (a menudo sólo aprietan el disparador y ale… con resultados un tanto lamentables, pero bueno).
Claro, muchas veces desayunas, comes o cenas tú sólo. Ajá… ¿Acaso no lo hacéis estando en casa a menudo?. Y tanto. La única excepción seria la cena, que no es habitual ver a alguien cenando en solitario fuera de casa, pero desayunos y comidas… ¡a patadas!. Y ese temor nace de un prejuicio, del pensar: “pobre, no tiene con quién comer/cenar”… o “¿qué van a pensar de mí si me ven comer/cenar sólo?”. Bua… tonterías.
Y el tema más delicado sería el afectivo. No os negaré que en algunos momentos uno echa de menos los abrazos, los besos y la compañía de sus seres queridos, pero un ser que viaja en solitario no es un ser carente de afectos. Primero porque vas conociendo a otras personas que de algún modo pueden suplir esa pequeña carencia afectiva, con los que creas ciertas complicidades, te sientes aceptado, como uno más, como parte de un grupo y dejas de sentirte sólo. Por otro lado, las nuevas tecnologías facilitan una barbaridad recibir el afecto de tus seres queridos. Es muy fácil hablar por skype con la familia y amigos, enviar y recibir e-mails, recibir sms… estar en contacto, en definitiva. Y ese contacto permite sentir el afecto que tienen por ti. Aunque sea una paradoja, la lejanía ayuda a acercarte a algunas personas. Es aquello de que cuando notas a alguien lejos empiezas a sentir lo importante que es para ti. De igual modo, no es menos cierto que la lejanía ayuda a tomar perspectiva sobre algunos asuntos personales, ver quién se preocupa por ti, quién no se acuerda… y eso ayuda a tomar decisiones a la vuelta a BCN. Sin duda, para mí, los momentos que me arrancan una sonrisa, que me remueven por dentro, que me emocionan son aquellos en los que alguien te envía un sms o un e-mail y te dice: “te echo de menos”, “te quiero mucho”, “tengo ganas de verte”, “espero que vuelvas pronto para darte un abrazo”. Cuando alguien se acuerda de ti y te dice eso… ¿no es bonito?. Para mí es muy especial y lo valoro infinitamente. Y quienes no se acuerdan de ti (alguna sorpresa negativa también hay, por supuesto), te están ayudando a ubicarlos quizás en otro plano en tu vida. Así que tras todo este rollo a nivel afectivo-emocional, ¿dónde pensáis que debe ubicarse este aspecto, en el de ventajas o desventajas?. Casi os diría que en ventajas, vamos.
Tras esta extensa entrada y tras casi cuatro meses de viaje, hablando con conocimiento de causa: ¿te decidirás a viajar en solitario?. Espero que sí. No te arrepentirás nunca. Es tu vida, la de nadie más. Si tienes la oportunidad, hazlo. Olvida tus miedos o míralos a la cara, de frente, con valentía. Lánzate a la aventura. Los beneficios son tantos y tan importantes para otros aspectos de tu vida, que será una inversión en ti mismo. Sé egoísta, haz un viaje así y mejora como persona. Abre tu mente, cree en ti mismo, olvida tus prejuicios y déjate llevar.
Viajar es una delicia. Pruébalo. Sólo hay una contraindicación: se vuelve adictivo.
Disfruta y sonríe.
Un abrazo.

dimarts, 5 de juliol del 2011

Robin y el norte de Thailandia.

Chiang Mai, 5 de Julio de 2.011.
Nos instalamos en Lampang en una guest house junto al río, con un acogedor porche donde podíamos sentarnos a conectarnos a internet, charlar o tomar una cerveza.
Uno de los templos de Lampang.
Lampang no es una ciudad grande. Tampoco bonita. Ni muy turística. Seguramente, atrae poco la atención. Pero fue un acierto llegar a ella. Al día siguiente a nuestra llegada, alquilamos una bicicleta (por apenas 1,30 € todo el día) y recorrimos esta apacible ciudad a dos ruedas. Robin hacía de guía y yo con la cámara detrás, ambos cómodos en nuestro papel, jeje. Y así fuimos descubriendo decenas y decenas de templos preciosos, diseminados por toda la ciudad, adentrándonos en callejuelas pequeñas y poco transitadas, saludando a los locales o devolviendo sus saludos y sus sonrisas, disfrutando de un agradable y tranquilo paseo. Sin esperar mucho de ella, fue todo un descubrimiento de esos que a menudo realizas cuando viajas sin destino fijo, improvisando un poco y dejándote llevar. Nos gustó muchísimo, sinceramente.
 
En el centro de conservación de elefantes.
Robin quería ir a ver el centro de conservación de elefantes, a medio camino entre Lampang y Chiang Mai. Así que allí nos fuimos… Llegamos a las 9.45, justo cuando los estaban bañando, pero no  pudimos verlos porque entramos hacia donde realizaban el espectáculo (más propio de un circo que de otra cosa) y no hacia el lago. Es curioso de ver, pero cuando has visto decenas de elefantes ya deja de impresionarte. Lo que me sigue sorprendiendo es la capacidad humana de habituarse a según qué estímulos y que dejen de ser relevantes para nosotros. Es como con las ciudades y los templos: al principio, los quieres ver todos, haces mil fotos y tienes que cerrarte las mandíbulas para no parecer lo que no eres. Cuando has visto 15 templos magníficos, llega un punto en el que estás un poco saturado y los ves desde la calle, quizás, con suerte para el templo, le haces una foto, y sigues tu camino. Ya lo decían los griegos: nada en exceso… y aquí hay exceso de templos!!!. Qué empacho, por dios!!.

En fin, que tras los elefantes y su espectáculo circense, salimos de nuevo a la autopista (3 carriles, lo que no está nada mal) a esperar a que pasara el siguiente bus con destino a Chiang Mai. Esperamos algo más de media hora y alrededor del mediodía llegamos a esta ciudad.
Buscamos alojamiento en el interior de la ciudad amurallada, la Old City, con callejones y casitas realmente acogedoras. Pasamos por uno donde estaba Pedro, un portugués que conocimos en Ayutthaya, pero no nos acabó de convencer y tras visitar dos o tres más, paramos en uno que es genial, con su jardincito a la sombra, muy tranquilo, conexión wi-fi… y todo por apenas 4 € cada uno. Ah, claro… además, limpio y baño en la habitación, separado de la ducha, lo que es todo un acontecimiento aquí.
Al rato, Robin escribió a Pedro un mensaje sobre dónde estábamos y poco después llegó éste. Tras charlar un rato, nos comentó que había quedado con 3 brasileños, un francés y 4 inglesas para cenar que si queríamos ir. Sí, claro, puede ser divertido. Nos duchamos y demás y vamos a buscar a Pedro. En el camino, noto que unas chicas me miran, cuando voy hablando en castellano con Robin y le comento: “españolas”. Recogemos a Pedro y mientras esperamos al francés, llegan las tres chicas españolas. Nos miran y saludan en castellano… qué ojo tengo!. Son Ana, Marta y Alejandra, que estarán 15 días por Thailandia. La típica charla de cuál es vuestro viaje, cuánto tiempo, etc… así que como iban también a cenar, las invitamos a que se unan a nosotros. Llega el francés… ya estamos todos en esta parte. Ale, a buscar un taxi-van para 7 personas. Durante la cena, la verdad, hablas con quien tienes al lado, porque con los brasileños y las inglesas creo que sólo intercambié una frase. De hecho, al final de la cena comentaron algo del Barça, el fútbol y demás y le dije a Pedro en voz baja y al oído: “Pedro, tú que eres quien nos ha unido a todos, propón de irnos a otro sitio ya… que como sigamos hablando de fútbol se nos van las mujeres”, jajajajajaja…
Como anécdota, el nivel de inglés del francés. A Alejandra le pasó un poco como a mí (ella lo tenía al lado): pensamos que hablaba francés… bueno, ella le llegó a decir que no entendía el francés y éste le dijo que no, que le estaba hablando en inglés!!!. Ufffff… debió ser tan cortante para él como el comentario que me hicieron los australianos en Katmandú: “el próximo viaje quizás mejor vas a Suramérica que allí podrás hablar en español”. Pero es que realmente parecía que hablaba francés…
Estuvimos tomando unas copas en una zona donde hay varios pubs aquí en Chiang Mai, pero en algunos momentos la sensación de padre es tremenda, porque la mayoría son veinteañeros con ganas de fiesta y emborracharse. Y uno, que ya peina canas, pues como que se siente algo fuera de lugar. Así que con las chicas de ZGZ buscamos un lugar algo más tranquilo para poder charlar.
En uno de los templos principales de Chiang Mai.
Volvimos a alquilar una bicicleta (y van ya 4 tras Ayutthaya, Sukhothai y Lampang) para recorrer la infinidad de templos del interior de la ciudad vieja de Chiang Mai. Algunos realmente preciosos, pero una vez más, la sensación de libertad, de callejear, recorrer la ciudad libremente, perderte y reencontrarte, pasar por donde no pasa nadie, llegar a un templo totalmente aislado alejado del templo más visitado, es realmente especial. Justo en el último, en el más importante, nos volvimos a encontrar con las chicas y quedamos para cenar con ellas. La conversación fue realmente interesante, con temas tan dispares como Alemania, los valores del budismo vs. valores del cristianismo, la comida tailandesa, etc. Alejandra y yo alargamos la charla cuando los demás ya se retiraron. Con lo que me gustan a mí las conversaciones profundas e interesantes, os podéis imaginar que no han sido muchas las ocasiones en mi idioma, así que poder disfrutar de esa conversación con ella fue realmente magnífico.

El Dui Sothep de Chiang Mai.
Al día siguiente alquilamos una motocicleta para subir a Sui Dothep, el templo en la montaña, a unos 20 km. de la ciudad. Fue una pequeña aventura en sí misma porque nos llovía, íbamos en moto con los chubasqueros, de pronto salía el sol… el templo es el más bonito de los que hay en Chiang Mai, a mi entender, especialmente por su ubicación y es lugar de peregrinaje para los budistas de la zona.
En moto con Robin.
Y ese mismo día contratamos un tour de dos días para salir ya al día siguiente. Realmente una experiencia un tanto desconcertante. Por un lado, genial, porque vimos muchas cosas, lugares preciosos, con la gente que nos unimos muy bien… pero la falta de información es alarmante. Te dicen que el primer día vas a ver a las mujeres de cuello largo (refugiadas birmanas), después hay un paseo en elefante (estoy ya de elefantes hasta la trompa), luego un trekking de 3 horas, duermes en una aldea tribal… y el segundo día, trekking de dos horas, una cascada, un rafting y una bajada de un tramo en bamboo. Sobre el papel, todo pinta genial, pero luego hay que mirar, rascar un poco y comprobar in situ. Ya cuando recogimos a algunas personas, Robin y yo comentamos que algunas no iban muy preparadas para un trekking. Yo con pantalón largo, botas de trekking… y alguna con pantaloncitos, chanclas, camisetas de tirantes… vamos a la selva!!!. Por si fuera poco, el trekking del primer día fue realmente duro, con tramos constantes de subida proncunciada, embarrado el camino, resbaladizo… y así más de tres horas. Realmente duro. Además, las chicas menos preparadas, se iban rezagando y había que esperarlas cada poco. En un tramo, había una zona empantanada por la que había que atravesar sí o sí. Yo pasé el segundo y mi pierna se hundió hasta por encima del tobillo. Tras pasar, ayudé a los demás, pero fue imposible que no acabaran con el pie cubierto de barro hasta el tobillo… 
Ayudando a pasar la zona en cuestión...

Una longneck refugiada birmana.
Después, lo de las long-necks, refugiados birmanos cuyas mujeres son famosas por los aros en su cuello, realmente largo, es un tanto deprimente, bajo mi punto de vista, porque acaba más pareciendo un zoo humano que otra cosa. Si viven de eso, pues mira… pero la sensación que te queda es de vacío.
Ya el año pasado no quisimos ir a una aldea masai en Tanzania por evitar esa sensación… en fin, que si quieres ver las long-necks, mejor te vas un poco más al noroeste de Thai por tu cuenta y te buscas poblados más auténticos que no en los alrededores de Chiang Mai. Bueno, claro, todo esto si tienes un poco de escrúpulos y habiéndote explicado esto. Si no te importa, entonces no te rompas la cabeza y hazles una foto como hacemos todos (yo incluido).
Con la gente que hicimos el trekking, bastante bien. Un inglés y dos inglesas, un alemán, un neozelandés, dos australianas, una americana, una hongkonesa, Robin (neerlandés, no holandés) y yo. En algunos momentos (a menudo, para qué engañarnos) me perdía en los acentos australianos, neozelandés y algo también con los ingleses y me costaba seguir la conversación. Cuánto tengo que mejorar aún mi inglés.

Con el grupo tan internacional...
Tras cenar, el guía se nos puso allí a tocar canciones con su guitarra y la chica de Hong Kong, CiCi, le ayudó poniendo su voz a dichas canciones… Yo me retiré pronto, que estaba cansado porque llevaba 3 noches en las que apenas había dormido 15 horas en total por diferentes motivos.
Me despierto con un ojo casi cerrado. El día anterior me molestaba, pero ahora se confirma: creo que tengo una infección en el ojo. Lo tengo hinchado y morado. Menuda pinta, madre mía…
Si el ascenso fue duro, el descenso fue casi peor, no por la dureza del recorrido, sino por bajar por laderas resbaladizas en las que cada paso era jugarse un buen revolcón. Las chicas, además sin calzado adecuado, iban cayendo como fichas de dominó. Y yo me hubiera salvado de dar con mis posaderas en el suelo de no haber sido por Robin. Llegamos a una ladera con una pendiente inclinada, sin vegetación y con una buena disponibilidad para ponerse de cuclillas y dejarse deslizar por esa pendiente unos metros. Yo iba el primero y lo pensé, comentándoselo al neozelandés. Total, que estaba ya a media bajada cuando me puse a un lado para hacer una foto de ese tramo y cuando tenía ya la cámara en la mano y estaba con el disparador a punto, Robin, que venía por detrás, pensó exactamente lo mismo que yo había pensado un par de minutos antes, pero él sí se atrevió… de verdad, con 42 años y jugando como un niño!!!. Jejeje… Lo que sucedió a continuación fueron apenas 5 segundos. Robin que desciende deslizándose por la ladera empinada a toda velocidad. Percibo que va directo al árbol junto al que estoy y que va muy, muy, muy rápido. Mi instinto es cogerlo del brazo para detener su descenso… pero es mi brazo izquierdo el que está libre y el que es más torpe en mi cuerpo, en el derecho tengo cogida la cámara… intento agarrarlo… pero viene con tanta fuerza, que al agarrarlo, me tumba. Salgo despedido. Él se choca con el árbol, aunque creo que a menor velocidad. Ruedo por el suelo enfangado. Tengo un golpe en la frente. Una herida en la pierna. Mi reloj, roto. La cámara, embarrada… El resto del grupo nos mira atónito. Me levanto, intento limpiarme un poco y… continuamos el descenso. Me quedo el último con una de las chicas australianas a la que le cuesta horrores bajar y yo voy ayudándola. Visitamos una preciosa cascada, caminamos por el borde del río, lo cruzamos varias veces pisando en rocas que sobresalen o por encima de troncos cruzados en el río. Es un trayecto, este sí, bonito, muy bonito.
Robin iniciando el descenso, momentos antes de que
yo intentara detenerlo, sin éxito.
Finalmente llegamos al rafting, que disfrutamos mucho. Del rafting en bamboo, mejor no hablar, porque era realmente complicado mantenerse en pie en esa barca. De hecho volcamos dos o tres veces y el río nos arrastraba corriente abajo.
Despedidas finales, intercambio de algunos e-mails y… “enjoy your trip!!”.
Hoy de descanso total en Chiang Mai. Ahora iremos a darnos un masaje, que tenemos el cuerpo baldado y creo que tengo el cuello contracturado.
Mañana Robin y yo nos separamos, después de unos 10 días juntos. Él va hacia el noroeste de Thailandia en moto y yo ya me dirijo hacia Laos. Iré hacia Chiang Khon y de allí cogeré un barco hasta la primera población Laosiana que visitaré, al noroeste del país. Nos vamos a echar de menos mutuamente, sin duda. No es fácil viajar con alguien que conoces, mucho menos aún compartir tantos días con alguien que es un desconocido para ti. Hemos compartido la mayoría de horas de estos últimos días, muchos planes juntos, hemos decidido entre los dos y cuando él o yo queríamos hacer algo diferente, cada uno lo hacía por su cuenta lo que fuera y todos tan contentos. Es genial conocer a alguien así. Nos veremos pronto, amigo!!. O te vienes a BCN o cuando vaya a Amsterdam.
Y a finales de mes, llegan los tres mosqueteros para ver Vietnam. Qué poquito falta…
Thailandia, cuánto te voy a echar de menos!!.