Contacta conmigo.

Escríbeme a: sergi_rodco@hotmail.com (en el asunto haz constar "Blog").

dimarts, 29 de març del 2011

Breve aventura tibetana en Nepal.

Tashi Palkhel, 26 de Marzo de 2.011.
Pokhara es a Nepal lo que Benidorm a España. Para deciros que algunas personas que he conocido han llegado a decirme que “Pokhara” es una calle… bueno, sería como decir que BCN es las ramblas. Lo que sucede es que en esa calle la oferta de hoteles, hostels, guest houses, agencias de trekking, restaurantes de todo tipo, tiendas de recuerdos, cajeros automáticos, lavanderías, bares musicales, tiendas de ropa de trekking, etc. superan al resto de todo Nepal. Lamentable… Está junto a un bello lago y muy cerca del inicio del trekking hacia los Annapurnas, por lo que es refugio de cantidad de montañeros. Pero en cuanto llegué, me dí cuenta de que no estaría mucho tiempo aquí. Así que anoche, pensé que no podía estarme demorar mi estancia tantos días como pensaba, pues no sabría qué hacer. Un trekking de varios días descartado por tiempo, dinero y ganas, básicamente.
Decidí que hoy me iría a dar una vuelta fuera de la “calle” que es Pokhara…  evidentemente, es mucho más que una calle. De hecho es una ciudad inmensa, pero en cuanto te alejas 200 metros de esa calle, no ves turistas. Y yo decidí irme hacia… Old Pokhara. Han sido unas dos horas caminando y callejeando donde he pasado de observar a ser observado. He pasado de ser uno más, a ser el diferente. De caminar pasando desapercibido a despertar miradas de curiosidad, supongo que pensando algo así como “qué narices hace un occidental por aquí…”.
Total, que cuando visité Old Pokhara, decidí que era el momento de subir hasta Tashi Palkhel, un pequeño pueblecito tibetano con un gran monasterio, donde rezan los monjes budistas de 15.30 a 17 h. Y para llegar allí, una pequeña odisea… Ya estaba saliendo de la ciudad y la cosa pintaba a que estaba medio perdido, porque me había salido del mapa que hay en la Lonely Planet. El pueblecito lo nombra de pasada, pero poco más. Así que como llevaba casi 3 horas caminando bajo un sol de justicia, decidí que era el momento de coger un taxi. No tardé en encontrar uno, pero su nivel de inglés era igual a mi nivel de chino: celo patatelo. Cuando le dije el nombre del lugar donde quería ir, no me entendió. El hombre, me hizo señales para que le acompañara a una tienda donde 5 mujeres jóvenes hablaban, esperando a que alguna de ellas hablara un poco de inglés. Entre los 7, el taxista, las 5 mujeres y yo, más o menos acabamos entendiéndonos. “A un pueblecito tibetano!!. Menudo loco”, debieron pensar. Total, que al final creí que me entendió y discutimos el precio. Me dijo 300 rupias… lo dejamos al final en 250 (2’5 €). Cuando apenas llevábamos 100 metros, para el coche… una rueda pinchada. Joder, con lo que me había costado que me entendieran y ahora se le pincha la rueda. Me bajo y el hombre, desesperado, mirando la rueda… “fifty rupees”….. Pero tíoooooooooo, si hemos hecho 100 metros!!. Total, que me despedí de él y seguí caminando. Poco más tarde, finalmente, me senté al borde de la carretera esperando a que pasara algún taxi. Una mujer, sentada delante de su pequeño negocio de alimentación, me miraba divertida y sonriente. Le devolví la sonrisa sin perder de vista la carretera. Al poco, pasó uno. Costó unos minutos, pero al final, entendió dónde quería ir. Five hundred rupees”… jajajaja…  A taxi driver said me just now 250 rupees… five hundreds it’s too expensive”. “It’s so far”. “Ok, I can wait another one”. “Ok, 250 rupees”…  ahora nos entendemos, por fin. Así que, carretera arriba.
Tashi Palkhel, mi destino de hoy. Bajo y me meto en las calles, desiertas, salvo por comerciantes tibetanos sentados delante de sus puestecitos, hablando distendidamente. Me saludan y ofrecen de todo. Declino las invitaciones amablemente, alegando que estoy empezando el viaje y no puedo cargarme mucho (es una excusa que, además de cierta, es perfecta porque muchos dejan de molestar ipso-facto). Llego al monasterio tibetano, el Jangchub Choeling Gompa, prácticamente vacío. Empiezo a hacer algunas fotos por el exterior y a dar la vuelta al monasterio, dentro como de un recinto con patio interior y viviendas que lo rodean, una escuela, una cantina… Se escucha apenas un grupo de jóvenes gritar, en alguno de los “partamentos que rodean el patio. Dos ancianos caminan por allí. Doy la vuelta y me detengo delante de una gran piedra, con caracteres tibetanos pintados de mil colores.
                                 
Una anciana se me acerca y me explica que es la famosa oración budista. Chapurrea algo de inglés, lo que tiene un mérito… Tras dar la vuelta, otro hombre me ofrece ver el interior. Hoy no hay oraciones, puesto que los monjes se han ido de vacaciones a ver a sus familias, sólo hay jóvenes aprendices. Así que entramos dentro y me explica algunas cosas. Es precioso, decorado con budas, banderas de colores, los bancos de color granate, el suelo de madera… no me deja hacer fotos… aix…. Cuando salgo, el hombre sigue hablando conmigo. Al poco, se va. Me quedo en el centro del patio, sólo, mirando y admirando, palpando la quietud, la soledad, el silencio. Desde la entrada a un pequeño templito, me observa la anciana. Me hace señales de que me acerque y me siente a su lado. Y yo, con las personas mayores, suelo ser obediente (mentira, pero vamos, quedaba genial decirlo). Me dispone un cojín a su lado y da unos golpecitos en él, mientras sonríe. Así es como me puse a hablar con esta encantadora señora. Hablamos de su vida aquí, de cuánto tiempo iba a estar yo por aquí, que si de dónde eres, etc.  Me explica algo de sus hijos que no logro entender. Creo que me dice que tiene 4 y uno es de mi edad, más o menos. Cuando le pregunto por la situación del Tíbet, su mirada se empaña. No ha estado allí desde que murieron sus padres. Y ahora están los chinos. Está triste… Le explico que estuve en Dharamshala, refugio del Dalái Lama en el exilio, en el noroeste de India. Se le ilumina la mirada y desde ese momento no hace más que decirme: “You lucky, you lucky!!”, mientras golpea suavemente mi rodilla con sus dedos. Observo el dorso de su mano, totalmente desfigurado. Empieza a tocársela y me cuenta que cocinando se derramó agua hirviendo. Pobre mujer… Me dice que en Nepal están bien, junto a las montañas, que son libres y nadie los molesta mucho. Se nos une un joven monje, que domina mucho mejor el inglés así que la conversación se vuelve algo más fluida. Tras las preguntas de rigor (“de dónde viene, señor?”, “la primera vez en Nepal?”, “¿cuánto tiempo va a estar aquí?”) nos ponemos a hablar de otras cosas. Anoche justo pensé que quizás podía acercarme a Lumbini, casi en la frontera con India, lugar de nacimiento de Siddartha Gautama, Buda para los profanos en el tema. He leído que es un lugar precioso, aunque algo alejado. Y este joven monje me habla de Lumbini sin yo comentarle nada, así que acabo por convencerme de que debo ir a allí. Le gusta el fútbol y me habla de la victoria de España en el mundial, del Barça y de Messi, algo habitual cuando dices que eres de BCN. Tras un rato de charla distendida y agradable, me despido de ellos. Me detengo en la puerta, me giro, les dedico una última sonrisa y cruzo el arco que da entrada a este refugio  de paz tibetano… No sin antes hacer una última foto…

Vuelvo a pasar por las tiendas y un hombre, amable, comienza a hablar conmigo. Me invita a sentarme y así lo hago, hablando de otros tantos temas. Cuando le digo que voy a ir a Tíbet, dice que el dinero será para China, que sólo me enseñarán lo que ellos quieran y que eso ya no es Tíbet. Que aquí estaban muy bien hasta hace unos años, que comenzaron a meterse en todo los políticos (antes era un reinado que era aquello de “campi qui pugui” que decimos en catalán), que los tibetanos ahora no tienen tierra, ni patria, que está bien aquí, junto a las montañas, pero que ellos deberían estar allí. Y me dice que yo soy de un país capitalista, con esa cámara, con dinero… Sí, diferentes modos de vida, le digo, ni mejor ni peor, diferentes. Sonríe. Me despido y le pregunto por dónde se coge el autobús hasta Pokhara, que tengo que ir hasta Lakeside. Me dice que soy joven, que puedo ir caminando hasta allí, que él lo ha hecho muchas veces, tardando hora y media, que es cuesta abajo. Sí, amigo, pero yo no conozco el camino… Ríe a carcajadas y me dice que tengo razón, que mejor coja un taxi o un autobús.
Salgo a la carretera tras unas horas en este mágico espacio del centro-oeste nepalí. ¿Cuántos lugares así habrá en el mundo?. Cientos, seguro…  pero cuando estás en uno de ellos, te sientes en paz contigo mismo porque has llegado hasta donde nadie llega para rozar, ni que sea por unos minutos, la paz interior, la quietud, el silencio...

divendres, 25 de març del 2011

"Estoy en sombra"

Pokhara, 25 de Marzo de 2.011.
Acabo de llegar a Pokhara, la puerta de entrada al famoso circuito del Annapurna. Ya he encontrado un hotel, por 500 rupias (unos 5 €) en una habitación espaciosa, con baño propio y buenas vistas de las montañas. El viaje desde Sauraha (Chitwan) ha sido largo, más o menos unas 5 horas, en tramos con carretera sin asfaltar, sin apenas espacio…
Pero voy a recapitular un poco estos últimos días. Las dos últimas noches en Kathmandú cené con Pahbra, una chica californiana que está viviendo en Thailandia este año pero ahora está un mes aquí. Mi inglés ha mejorado mucho porque la entendía perfectamente y… hablar tantas horas seguidas en inglés… guau!!. Una chica muy agradable. Quizás la vea en Thailandia cuando pase por allí. Visité también Swayambhunath (el templo de los monos, vamos), una preciosidad, y Durbar Square, patrimonio de la Humanidad.
En el autoús a Chitwan, un parque nacional con rinocerontes, tigres, osos, etc., conocí a Sergio (un chico chilerno) y a Abel (un chico de Barcelona, el hombre del tiempo de RAC1). Me sonaba su nombre y cuando le pregunté si se apellidaba “Queralt” alucinó un poco. No sé, me vino el flash de algún día que lo habré escuchado. En Chitwan he hecho un safari de dos horas en elefante, pero un fiasco. El paseo está bien, pero cuando vas con 20 elefantes más, cuatro personas en cada uno de ellos y personas que se conocían en diferentes elefantes, gritándose unos a otros, pues como que era complicado ver animales. Me tocó con una pareja nepalí y el tío hablando por teléfono. Qué digo hablando, gritando!!!. Aggggggggggggg… Así vimos lo que vimos: un monito a lo lejos, dos cocodrilos al pasar el río y un facóquero (pumba). Desastre!!. Como las oportunidades de ver tigres y rinocerontes no son habituales, contraté un safari de 4 horas en jeep, descartando el “walking tour”. No me hacía mucha gracia meterme caminando en la jungla con la posibilidad de encontrarte con un tigre o un rinoceronte ahí delante de ti. Bueno, no estuvo mal: vimos un rinoceronte. Depende mucho del azar, aunque estás siempre en tensión ansiando que aparezca ante ti un tigre de bengala, pero no tuve suerte. De hecho, iba con dos parejas de turcos y otra persona (la llamo así porque después de día y medio incluso hablando con ella, no sé si es él o ella), y los turcos también hablaban en un tono que no podríamos decir que fuera suave. Creo que estar en el Serengeti y Ngorongoro en agosto ha hecho mucho daño a mis expectativas reales en los safaris: no se pueden ver tantos animales siempre!!!. Y esta mañana, antes de partir hacia Pokhara, un paseo en canoa por el río donde vimos varios cocodrilos muy cerca y una visita al centro de cría de elefante.
En el autobús, me he vuelto a encontrar a Sergio, el chileno. Y estaba con otro chico irlandés, así que no he estado sólo, tampoco.  Después de comer, Sergio me dijo: “estoy en sombra”. Lo miré, medio curioso, porque estaba debajo de un árbol y, era evidente, estaba en sombra. “Ya, ya te veo”, contesté. “No, no… que estoy hasta arriba de comida”. Mi mirada ya se torció. Fruncí el ceño como pidiendo aclaraciones. Él, solícito, pronto las ofreció: “¿Cómo se dice estar en sombra en inglés?”. “In shadow”, respondí. “Pues eso, estoy hinshadou….” (hinchado, comer, estar lleno….). Os podéis imaginar, que no he parado de reír. Y a propósito de esta anécdota, he hecho un recordatorio de varias que ya me han sucedido y he pensado que podía ser un buen post: algo gracioso.
Ahí van.
Para llegar al templo de los monos (no me hagáis repetir su nombre original), hay que subir una empinada cuesta, con cientos de escalones. Sin exagerar, como subir a un 20º piso. Así que cuando llegas arriba, vas con la lengua fuera, agotado. Bien, después de visitar el templo y adyacentes durante un par de horas, me dispuse a bajar. Dos chicos subían al templo, les quedaban pocos escalones ya, y uno de ellos, así más regordete, lo estaba pasando realmente mal. Yo sonreí, como condescendiente. Me miró, se paró y me dijo (en inglés, claro): “qué suerte la tuya, que vas de bajada”. Me lo miré, seguí sonriendo y pensé: “¿Acaso te piensas que yo he nacido aquí arriba?”.


Creo que el primer día que estuve en Kathmandú, tuve un encuentro con una entrañable pareja de semi-jubilados australianos. Claro, viajando sólo, normalmente no me hago fotos a mí mismo, así que como mi cámara tampoco es darle al botón y ya está, sino que hay que enfocar, etc. , pues cuando veo a alguien con una cámara parecida, pienso que debe entender. Pues estaba yo en una placita con un templo precioso haciendo unas fotos, cuando llegaron estos amables señores australianos. Su cámara, Nikon, réflex digital. Me acerqué para pedirles que me hicieran una foto. La foto, un desastre. Pero eso no fue lo peor. Hablamos apenas 3 minutos de la ciudad, el tráfico, los atascos, la contaminación… y el hombre, avispado él, se dio cuenta de que mi dominio de la lengua shakespeariana tampoco es para tirar cohetes. Además, me costaba mucho entender su cerrado acento australiano. Así que cuando nos despedíamos, el hombre me dice: “quizás el próximo viaje que hagas, puedes ir a Argentina que hablan español”. Me quedé boquiabierto y pensé: “Y a Australia iré cuando tú te quites la zapatilla de la boca para hablar!!”.
En el autobús Kathmandú-Chitwan, me tocó en la última fila. Entré de los primeros. Al poco, llegan dos chicos y se ponen a hablar en castellano. Así que comencé a hablar con ellos (Sergio y Abel, de los que ya os he hablado). Empezamos a hablar de muchas cosas, porque ellos se había conocido un rato antes, también. Total, que no recuerdo por qué (quizás porque vimos subir a dos japonesas al autobús, no sé), les comento que yo debería haber estado ahora en Japón y no en Nepal. Sergio, me mira, y me pregunta: “¿Y a qué se debe tu cambio de planes?”. Me lo quedo mirando, atónito, y le respondo: “Bueno, un terremoto y un tsunami, entre otras cosas. Soy un poco cobarde, claro”… Se le subieron los colores por la pregunta y añadió: “Qué pregunta más absurda la mía!!. Por no hablar de un desastre nuclear!!”. Así que empezamos a reír y estuvimos, sin exagerar, como dos minutos. Yo lloraba de la risa, os lo juro. Un recuerdo para Japón… Aunque Nepal me está encantando, ojalá lo hubiera conocido en otra situación, vamos.
A todo esto, comenzamos a contar anécdotas de nuestros viajes. Yo les expliqué la de la hiena en el Serengeti, el bautismo de buceo en Zanzíbar, alguna experiencia con conductores y sus peripecias en India, etc…. Y Abel, el de RAC1, nos cuenta que en Vietnam (uno de los próximos destinos), iba un día en autobús y se sube un oficial del ejército, borracho. Se sienta a su lado y, al poco, se cae a su lado, como un saco de patatas, apoyando su cabeza en las piernas de Abel. Dice que comenzó a acariciarle la cabeza como si fuera un niño pequeño!!. Jejeje.
Finalmente, os explico la última vivencia, de anoche mismo. Tras el safari en jeep, ducharme y cenar, nos llevaron a un espectáculo tradicional de la etnia Tharu: bailes y músicas regionales. Aparecen chicos jóvenes bailando, cantando, golpeando bastones unos contra otros (al estilo dels bastoners catalans), mientras tres hombre mayores tocan una especie de tambores. De entre los más jóvenes, destaca uno: alto, fuerte, con el pelo así más largo y de tez oscura. Bien, en uno de los bailes, que se presenta por el speaker-presentador (con voz así bien-bien aguda, ahí lo dejo) como un baile tradicional femenino, yo espero ver a las mujeres bailando. Cuál es mi sorpresa, que aparece el chico este más mayor, de unos 25 años (los otros deben rondar los 20) y otro hombre ya de unos 55 años… vestidos de mujeres!!!. Lo peor no es eso, no. El chico de los 25 años, empieza a dar vueltas como un poseso y el otro… el otro, pos eso… pufffff… No sé si he visto alguna vez una imagen más grotesca en mi vida. Este, el de los 55 años, iba vestido con una especie de camisón, del que llevan nuestras abuelas. Baila dando saltitos, cogiéndose el camisón a la altura de los muslos. Y, para rematar la imagen surrealista, lleva un gorro alto, rojo, del estilo David el gnomo. Vamos, grotesco, de verdad.
Y durante el baile final, formando un círculo y con ciertos movimientos que podríamos considerar “básicos”, animaban a la gente a subir al escenario. Los primeros que se animan son tres jóvenes, con vaqueros, chaqueta “guays” y gorra estilo rapero medio calada. Curioso el contraste con los chicos que bailaban, todos de blanco inmaculado con un pañuelo rojo a la cintura. Pero aquí no acaba la cosa, porque empiezan a subir personajes de lo más variopintos: hombres mayores arrítmicos totales, mujeres con bebés en brazos y, cómo no, los turistas más desenfadados y que más hacen por integrarse con la cultura local, que acaban por provocar risas hilarantes en quien esto escribe por su descaro, su nulo sentido del ritmo y su ausencia total de vergüenza. Así que ya podéis ver el escenario: chicos jóvenes de blanco y expertos en el baile, personas mayores arrítmicas, jóvenes medio raperos y turistas desenfadados con ganas de hacer el ridículo. Llamadme “tiquismiquis”… Pero es que yo tengo el sentido del ridículo afinado hasta donde no me conoce nadie.

dilluns, 21 de març del 2011

Amanecer junto al Everest.

Nagarkot, 20 y 21 de Marzo de 2.011.

Sangram pasa a buscarme por el hotel a las 9 h., puntual. Es de etnia sherpa, aunque nosotros lo de sherpa lo asociemos a los que acompañan a los alpinistas. Voy a estar dos días con él, de trekking hasta las faldas de los Himalayas.
Callejeamos por Katmandú hasta llegar a la estación de autobuses de Ratna Park, donde tomamos un autobús de línea hasta Sakhu. Somos los primeros en subir. Vamos cómodos, dentro de lo que es un autobús de línea en un país como este. Poco a poco comienza a subir gente: estudiantes, ancianos, mujeres con niños… Yo soy el único occidental. La música de estilo hindú resuena con fuerza.
Vamos alejándonos del centro y la realidad de los suburbios comienza a hacerse visible. La pobreza y las condiciones de vida de esta gente vuelven a impactarme. Asumo cuál es su realidad.
Dejadme que realice aquí un inciso. Para mí hay tres estadios en el pensamiento, o tres profundidades: pensar, asumir e interiorizar. En el primero piensas, algo fugaz que pasa por tu mente y se desvanece al cabo de pocos segundos, sin dejar huella alguna. Cuando asumes el poso que queda es más profundo. Sería como tomar conciencia de algo. Finalmente, cuando interiorizas es cuando esos pensamientos asumidos se transforman en actos acordes a aquellos. Es como transformar un pensamiento en un modo de vida.
Así que cuando asumo, una vez más, en otro país diferente, y van…….. que hay mucha pobreza en el mundo, vuelve a mí el pensamiento aquel de: “Qué afortunados somos en Occidente”. Aunque bien podría decirse aquello de “cuánto hemos explotado los recursos de este tipo de países en América, África, Asia…”. Pero bueno, ese debate lo dejaremos para otro día.
El autobús deja atrás las últimas casas de Katmandú, tomando una carretera a medio asfaltar, repleta de baches, agujeros, piedras… Los cristales traquetean y ahogan la música hindú que, supongo, aún suena. Sangram, a mi lado, duerme y nuestro espacio vital se ha reducido considerablemente. Tras poco más de una hora y cuarto, llegamos a Sakhu. Aquí comienza nuestro trekking que nos llevará en casi seis horas hasta Nagarkot, famoso por sus vistas de los Himalayas. El día está nublado, pero con un poco de suerte despejará  y podremos admirar las montañas más altas del planeta, con varios ochomiles y el Everest.
Lo que al principio son suaves desniveles, pronto se convierten en subida pronunciada e incesante. Nos cruzamos con algún habitante local, alguna moto, una camioneta. Nos sobrepasa, en bicicleta, el único occidental que veremos en el camino. “Olé tus huevos”, pienso. “Yo voy con la lengua fuera caminando y tú en bici… sí señor!!!”. Sangram me explica que ayer algunos amigos suyos ingresaron en el hospital, con congelaciones en los pies. Hicieron ascensiones con sandalias, pisando nieve constantemente.
Tantas horas caminando, en silencio, roto por alguna breve conversación con mi guía, dan para pensar mucho. Así que empiezo a pensar que no me apetece nada ir a China. Requiere un esfuerzo que ahora mismo no sé si estoy dispuesto a hacer. Tener que gesticular para absolutamente todo pues… puffff… Nunca me gustaron los juegos esos de adivinar películas, palabras o vete a saber tú el qué mediante gestos. Así que, además, debo ser malísimo en el intento. Mentalmente rehago mi ruta: bajar de Tíbet a Chengdu, bajar luego a Yunnan y entrar a Myanmar, ahorrándome el cruzar China de oeste a este, hasta Hong Kong, y de este a oeste, hasta Yunnan. Así, podría llegar a Thailandia a mediados de mayo. Me apetece mucho bucear y descansar en aquellas playas.  ¿Pienso esto porque ahora mismo estoy en plena ascensión?.
En algún momento pienso, incluso, qué narices hago aquí sólo. ¿Quién me habrá mandado cometer semejante locura?. Sí, definitivamente, me falta oxígeno en el cerebro.
Pasadas las 15 h., llegamos a Nagarkot. Los Himalayas se intuyen, pero el denso manto de nubes que lo cubren impide su visión. Nos alojamos en un hotel por apenas 5 €. Bebo agua y coca-cola. Acabé mi bebida hacía horas y he llegado exhausto, agotado, sediento. Declino la propuesta de comer. Voy directamente a mi habitación. Me ducho y me echo una siesta de apenas hora y media. Cuando despierto, unas galletas de sésamo y coco rematan la terapia reparadora: el oxígeno ha vuelto a mi cerebro… aunque lo de China sigo pensándolo!!.
Salgo a dar un paseo con Sangram, pero volvemos pronto: se avecina una fuerte tormenta. En el comedor del hotel, con colchones al estilo tetería árabe, pido un té negro y me estiro en uno de los colchones. Delicioso!!. Comienza a oscurecer fuera. Encienden unas velas que acaban por crear una atmósfera cálida, acogedora, íntima, casi mágica. La lluvia comienza en el exterior. Pronto, arrecia con fuerza. El viento agita los árboles. Se escuchan truenos. Un relámpago. Sangram me comenta que si es fuerte, quizás aclare el cielo y mañana pueda ver los Himalayas. Mi mirada se concentra en la llama oscilante de la mesa. Por lo demás, silencio… apenas alterado por alguna conversación en nepalí de los jóvenes trabajadores del hotel. Pasan los minutos y así hasta dos horas. Pienso en muchas personas: en quienes están y son importantes en mi vida. Y en aquellas personas que pasaron y ya no están. ¿Cómo le irá?. ¿Qué habrá sido de él/ella?. Son unas horas que justifican, con creces, el esfuerzo, sin nada más que hacer ni que pensar.
Y pienso en todos los que me quieren y esperan mi vuelta. “Todos ellos estarán ahí, esperándote….” 

Ceno una thupka tibetana: una riquísima sopa. Mañana, 21/03, justo el día que cumplo un año. Hoy yo no debería estar aquí. Es un milagro que viera el amanecer del 22/03/2.010. Y he visto muchos desde entonces. Tantos como 365. Y cada día es un regalo, es una oportunidad para vivir. Pero también es un día menos. Así que trato de no desaprovecharlos. Ver el amanecer es suficiente motivo para sonreír, sea junto al Everest o sea en tu dormitorio, a punto para ir a trabajar. Estás vivo!!.
Me acuesto temprano. A media noche me desvelo… A las 6 Sangram llama a la puerta. Subimos a la azotea de otro hotel, en la cima de este pequeño risco y ahí está: la cordillera de los Himalayas. Tantos ochomiles juntos, teñidos de blanco, uno junto al otro, en un incensante baile de montañas, impresionan. Abajo, el valle, se cubre de una tupida niebla. El sol, a punto de aparecer tras ellos. Contengo el aliento. Allí, al fondo, el Everest, majestuoso. “Qué pequeño soy”.
Amanece en el Everest y, un día más, doy las gracias por estar vivo.


PD: Ahora colgaré algunas fotos en Facebook.


divendres, 18 de març del 2011

Una burbuja en una corriente...

Katmandú, 18  de Marzo de 2.011.
“Así pensarás de todo en este mundo fugaz.
Una estrella al alba, una burbuja en una corriente,
Un relámpago en una nube de verano,
Una luz parpadeante, un fantasma y un sueño”.
Sutra del diamante.
El viaje fue plácido. Las horas en Heathrow se diluyeron entre páginas de la guía de Nepal, “Los miserables” de Víctor Hugo y “Cometas en el cielo”, una película ambientada en Afghanistán, con la llegada al poder de los talibanes.
En una página de la guía, encuentro el poema con el que inicié la entrada y que resume la visión budista de lo efímero. Y eso me hace pensar en ese concepto “efímero”. ¿Y qué es efímero?. ¿Dónde está la delgada línea que separa lo efímero de lo permanente?. Efímero puede ser un beso. O una mirada. Incluso, una vida. Permanente… permanente es un monumento, el calor del sol o la huella que dejamos en una persona.  Y la huella que dejamos en una persona es el fruto de nuestros actos, nuestras palabras, nuestros gestos. Son cosas que uno aprende con el tiempo. Y hay huellas que una vez impresas, cuestan mucho de cambiar, aunque esos zapatos no correspondieran a nuestros pies. Así, pues, lo mejor es no calzarse zapatos que no correspondan, so pena de causar impresiones que luego te cuestan dios y ayuda cambiar, por mucho que te pongas tus zapatos.
Lo efímero y lo permanente. Hoy estamos aquí, mañana, no. Yo sé que hoy estoy en Katmandú, pero no sé dónde estaré mañana. Es más, ¿llegará mañana?. Nunca sabremos cuál es el último día que veremos amanecer. Así de incierta es nuestra existencia.
Bueno, voy a cambiar el registro, que ya veo que alguno me está imaginando ya con sotana de color azufre, pelo rapado y sandalias raídas, a imagen y semejanza de un monje budista. Y si me pongo a cantar “ohhmmmmmmmmmm”…. Seguro que sale corriendo!!. “Eh!!. Dónde vas?!?!?. Que soy Sergio!!”.
Ojeo la guía para organizar un poco lo que serán unos 20 ó 25 días por Nepal. Parece claro que visitaré Katmandú, Bhaktapur, Patan, Bandipur, Ghorka y Pokhara. También el Parque Nacional de Chitwan, donde intentaré hacer un safari para ver el rinoceronte asiático de un cuerno y, con mucha suerte, algún tigre. Este safari se puede hacer a lomos de un elefante o en jeep. Ya veremos qué decido.  Incluso se puede hacer a pie con un guía, que va muy bien armado por si aparece un tigre o un rionceronte. Sí, lleva como arma un… palo de madera. Creo que a pie lo he descartado, sí.
También he mirado cómo poder cruzar la frontera Nepal-Tíbet y continuar luego hacia China. No va a ser nada sencillo. Me parece que el ejército chino tiene muy controlados a los turistas y, más aún, a los que viajan solos. De todos modos, en los próximos días intentaré informarme en agencias locales, puesto que lo que es seguro es que para entrar en Tíbet desde Nepal, tengo que unirme a algún grupo de turistas. En solitario, imposible.
También he reestructurado el timing de días, países, etc., aunque China aún tengo que estudiarla bien a fondo. Creo que me dará tiempo a visitar Nepal, Tíbet, China, Myanmar, Laos y Camboya para llegar a finales de Julio a Hanoi y encontrarme con mis amigos.
La mochila me pesó, finalmente, 16 kg. Muchos más de los previstos. La explicación es sencilla: el cambio de viaje. No es lo mismo ir a la primavera japonesa que a la primavera nepalí, a 2 ó 3.000 metros de altura. Venir a Nepal y Tíbet, obliga, sí o sí, a meter algo de ropa de abrigo, aunque mi madre se echó las manos a la cabeza cuando le dije que me venía con 2 pantalones largos, 2 cortos, 2 camisas, 2 camisetas de manga larga y 3 de manga corta, además de un forro polar, una camiseta interior térmica y un pantalón térmico, también. Así que algo más de ropa de abrigo, una guía más (enorme, por cierto… la de China), el saco de dormir para el frío y algún elemento más, inflaron el peso hasta tener 4-5 kg. más de los deseados. El problema es relativo, pues cuando llegue a Hong Kong me desharé de varios de esos kilos, enviando de vuelta la ropa que ya no necesite, las guías que no necesite, el libro que ya habré leído y también haya podido ya consumir algunos de los productos que llevo en cantidad superior a 1: barritas energéticas, repelentes de insectos, etc.
En el transfer internacional, en el aeropuerto de Delhi, conozco a María, de Madrid. Ha estado varios años viviendo por China, India y Nepal. Intercambiamos impresiones de varios temas, arreglamos el mundo, cómo no y me da algún que otro consejo para llegar a Tíbet.  En el último avión, ya el Delhi-Katmandú, un trayecto de apenas dos horas, el sueño me va y me viene. Estoy agotado, porque anoche no dormí casi. Cuando estamos a punto de aterrizar, diviso desde la ventana del avión la cordillera del Himalaya, alzándose majestuosa y desafiante por encima de un espeso manto de nubes. Sus picos, nevados, son el sueño de alpinistas de todo el mundo, que se enfrentan al desafío constante de vencer a los elementos. Si ya me parece una locura cuando lo pienso sentado en el sofá de casa, ahora se me antoja un auténtico disparate. Pero se enfrentan a estos picos. Y los suben. Aunque muchos se dejan la vida en el intento.
La llegada al aeropuerto de Katmandú es gris, como el día. María habla con un chico brasileño. Realizamos los trámites de la frontera para obtener el visado. Luego, salimos de la terminal y el brasileño y yo nos despedimos de ella. Intercambiamos mail porque quizás vaya hacia Pokhara para hacer algún trekking más o menos en las fechas que yo estaré por allí. Al brasileño vienen a buscarlo del hostel que tiene reservado y como es de la misma zona a donde quería ir yo, me uno a él y me ahorro las 500 rupias nepalíes (unos 5 €).

La primera impresión de Katmandú es parecida a algunas de las ciudades del norte de la India que ya conozco: mucho tráfico, motos, gente caminando por todos lados, miradas curiosas, ritmo frenético, tiendas abiertas a pie de calle… y una contaminación horrible!!. Muchas personas llevan máscara de protección.
Encuentro un hostel donde me albergaré al menos las primeras noches. La ubicación está bastante bien y el precio es genial: 400 RN (unos 4 €) por una habitación con dos camas simples. ¿Inconvenientes?. Hummmm… me ducho a oscuras, bueno, con una linterna, puesto que hay cortes de luz programados en toda la ciudad. Al menos es agua caliente, vaya. Tampoco es un prodigio de limpieza. Ni su decoración. Seguramente, muchas personas correrían al ver el baño. Pero vamos, que entra en mi rango de lo “mínimamente aceptable”.
Después de la ducha de rigor, he salido a dar un paseo por la zona, equipado con mi linterna, pues hay callejones con una tibia luz en la cerrada noche (nótese el eufemismo). Enseguida me ubico, me oriento en el plano  y encuentro bares, restaurantes, hoteles, etc. que tenía marcados.
Mañana comenzaré a mirar temas del tour hacia Tíbet con continuación a China, porque aunque no será inminente, quiero mirarlo antes de irme hacia otras zonas del país.
Hoy, necesito dormir y recuperar energías.
Finalmente, dejadme que envíe algunos agradecimientos:
A Eva, por su ayuda en la improvisada preparación de la visita a Nepal y China. Tu experiencia en estos países me será utilísima!!.
Por supuestísimo, a todas aquellas personas que de un modo u otro me hicieron llegar su apoyo, cariño y entusiasmo, vía mail, llamadas, sms o mensajes en el facebook. Os puedo asegurar que me he sentido muy querido estos días y que cada mensaje, cada llamada o cada escrito en el FB, por escueto que fuera, me reconforta, me ilusiona y me recarga aún más de energías.
Y, cómo no, a quienes me organizaron una cena de despedida y asistieron a ella el pasado sábado. Tanto aplauso, tanto aplauso porque me fuera… ejem…
Quien tenga skype y me quiera agregar, que me lo haga saber vía correo (sergi_rodco@hotmail.com) o me agregue directamente: Sergio Rodríguez Cobos. A poco que pueda, de vez en cuando haré llamadas si tengo wi-fi, como en este hotel de la capital nepalí.
Un abrazo a tod@s.
Sed felices.

divendres, 11 de març del 2011

Terremoto en Japón. Cambio de planes.

El sábado, ingresó mi tía en el hospital. El martes, murió. Ayer, jueves, la enterramos.
Hoy se ha producido un terremoto de 8,9 grados en la escala de Richter en Japón. Mañana tengo el examen del First Cerfiticate de inglés y entre unas cosas y otras, no he podido estudiar. No se puede decir que haya sido la mejor semana de mi vida…
Hoy me desperté y pensé: “Ya es viernes. El miércoles te vas y el jueves llegas a Tokio!!. Comienza tu sueño”. Tras desayunar, deshice la mochila y repasé mi equipaje: todo en orden, ya tengo todo lo que necesito. Sólo me faltaban dos cosas: recoger otra tarjeta de crédito en el banco (para no ir sólo con una) y comprar paracetamol para mi botiquín de viaje.
Así que a media mañana, me dispuse a cumplir los últimos trámites pendientes, que me llevarían apenas 15 minutos. Estaba cambiando el pin de la nueva tarjeta de crédito cuando suena el teléfono: mi cuñado, Javi. Pensé que sería para decirme algo de dónde celebraríamos el cumpleaños de mi sobrina, que hoy hace 2 años. Jamás se me pasó por la cabeza que esa llamada sería el inicio de una serie de cambios, modificaciones e, incluso, replanteamientos importantes.
-          Hola…
-          Hola… ¿dónde estás?.
-          Pues mira, aquí cambiando el pin de la nueva tarjeta de crédito, en el cajero me pillas.
-          Ah… oye, ¿has visto lo de Japón?.
-          ¿Lo de Japón?. ¿Qué ha pasado en Japón?.
En este punto, empiezo a pensar que algo serio pasa.
-          Sí, ha habido un terremoto esta mañana… y ahora tsunamis…
Un silencio, apenas 2-3 segundos. Trato de analizarlo desde el punto de vista racional y digo:
-          Bueno, Japón es un país preparado para los terremotos. Tienen constantemente, vaya…
-          No, no… este ha sido muy fuerte: 8’9 grados en la escala de Richter.
-          No sé, yo tengo el vuelo para el miércoles… luego veré las noticias y a ver qué hago, pero vamos, mi intención es ir.
-          Míratelo bien… bueno, esta noche nos vemos.
-          Vale… hasta luego.
Por unos segundos, la estupefacción es el sentimiento que se apodera de mí. No puede ser. Debe ser una broma de mal gusto. ¿Un terremoto, justo ahora, que yo voy para allí?.
Tras comprar el paracetamol, vuelvo a casa. Enciendo la tele y me dispongo a ver un espectáculo dantesco, grotesco, surrealista: la fuerza de la naturaleza en su máximo apogeo. Me horrorizan algunas imágenes y enseguida cambio mi foco de atención: lo mío es un “simple” viaje. Por mucho que sea el viaje de mi vida, es sólo eso: un viaje. Y no tengo derecho a quejarme, patalear o fustigarme por este contratiempo, cuando habrá cientos, quizás miles de muertos en Japón y en otros países que se verán afectados en las próximas horas por el tsunami devastador. La vida está por encima de todo y mi categoría moral sería nula, inexistente o ridícula si ahora me pusiera a lamentarme de por qué sucede el peor terremoto de Japón en los últimos 150 años justo 5 días antes de que yo llegue.  Asumo que no voy a Japón, tras meses ansiando pisar el país del sol naciente, el país de Kawabata, Mishima, Kenzaburo Oé, Murakami, las geishas, el sumo, el sushi, el nigiri…
Como os comenté en una entrada anterior, “¿Quién se ha llevado mi queso?”… toca actuar, buscar soluciones, moverse,… Bien, piensa, Sergio… Ok. El miércoles fui a comprar el Japan Rail Pass para 21 días a una oficina que hay en la estación de Sants: 530,84 €. En principio, no creo que haya problemas. Los vuelos de avión… Hummmm… El BCN-Tokio del miércoles, quizás lo pueda recuperar. Lo tengo con Alitalia. El Tokio-Bali del 07/04, lo veo más complicado.
Me voy para Sants y, tal y como pensaba, puedo anular el pase del Shinkanshen y me devuelven el 100% del dinero. De ahí, al aeropuerto, a ver qué me dicen en Alitalia. En el trayecto en coche, voy escuchando la radio y las noticias sobre el país nipón cada vez son peores. Mi cerebro sigue trabajando como en un segundo plano. Busco alternativas.
    En el aeropuerto, me dicen que si he comprado el billete por internet, tengo que hablar con esa agencia ahora para solucionar este tema. Vuelvo para casa pero pienso que necesito pensar, que no quiero llegar aún a casa. Además, con lo de mi tía, no he podido aún comprarle nada a mi sobrina, así que me detengo en el centro comercial de Gran Vía 2. Justo cuando voy a entrar a comer, suena el teléfono: Saha. Se ha enterado de lo de Japón y me llama a ver qué tal… “Pues mira, estoy aquí en Gran Vía 2, voy a comer algo y a pensar un rato a ver qué hago”. Él iba también ahí y le espero para comer. En estas dos horas desde que me enteré, ya he trazado un plan alternativo, que luego explico. Desde luego, la ruta que quería hacer (Japón-volar a Bali-Indonesia con Borneo-Malasia-Thailandia-Laos-Vietnam y Camboya) debe ser reinventada.
Hablo con él, que aún no ha visto imágenes y le comento que tengo otra idea en la cabeza: en vez de hacer Japón, volar a Bali y luego ir desde el sur hacia el norte, cambiaré algunas cosas. Japón, lo elimino, obviamente. Por muy hacendosos, disciplinados y trabajadores que sean los japoneses, los efectos no se diluirán en unos días. Ni unas semanas. Quizás ni en algunos meses. Y viajar a Bali, Indonesia, Borneo, etc. es una incógnita por cómo quedarán las zonas costeras tras el tsunami. Así que, invertiremos recorrido, con algunas modificaciones, obvio. Pero hablo con Saha y le comento lo que está siendo mi vida estos días: muere mi tía, hoy esto y no sé qué voy a hacer, si podré irme o no, dónde iré… quizás me quedo… personas que reaparecen en mi vida. Mañana el examen del First. Tantos meses estudiando y, justo ahora, no puedo estudiar por esta serie de contratiempos. Joder… Todo un poco surrealista. Demasiadas emociones que asumir. Del cosquilleo a la incertidumbre. De la ilusión a la tristeza. De Japón… a Nepal…
Sí, Nepal era un país que quizás vistaría en septiembre, si decidía alargar el viaje. Así que tras despedirme de Saha (habiendo comprado, por fin, el regalo para mi sobrina), llego a mi casa y voy a las guías de Nepal y China. Las compré allá por septiembre, cuando empecé a plantearme el tema de dar la vuelta al mundo. Rápidamente, sección “cuándo ir”. Perfecto!!. A ambos países se puede viajar en esta época: marzo-abril… son buenos meses.
El vuelo… cuánto cuesta?. Lo miro: 358 €, saliendo el mismo miércoles 16/03. Bien, ya tengo el plan alternativo: llegaré a Kathmandú el 17/03, tras escalas en Londres y Delhi. Visitaré Nepal. Luego pasaré al Tíbet, por la carretera de la amistad y después visitaré parte de China central y sur. De ahí cruzaré hacia Myanmar… Luego seguramente el norte de Thailandia y Laos, Vietnam y Camboya… para acabar viendo el resto de Thailandia y valorar cómo está la situación para bajar hacia Malasia e Indonesia y poder hacer submarinismo allí. Es decir: quito Japón, seguro. Malasia e Indonesia, ya veremos. Y añado Nepal, Tíbet, China y Myanmar. En vez de sur a norte, pues de norte, a sur.
¿No ha quedado mal, verdad?.
El vuelo BCN-Tokio me han dicho que hasta el lunes, tengo que esperar, pero que es probable que me devuelvan el dinero (500 € más). El que veo casi imposible (300 € más) es el Tokio-Bali. Estoy intentando hablar con la delegación de Air Asia en Europa, a un teléfono de Londres, pero no me lo cogen. Al final, sólo es dinero. Podía haber sido un buen ejercicio de speaking para el examen de mañana... pufffffffff...
Para finalizar: agradezco las múltiples llamadas, sms y comentarios en el facebook de amigos que se han preocupado de cómo estaba yo y qué pensaba hacer ahora.
Mañana me han organizado una cena de despedida. Si alguien más quiere apuntarse, en el “chino” de sant feliu, en la rambla marquesa castellbell, sobre las 21.30 h. Tiene cojones la cosa: hace 3 semanas cenaba en mi japonés favorito con 4 amigos y les decía que en poco tiempo estaría en Japón. Será que no… Mañana voy a un chino… en pocas semanas estaré en China. Espero que el domingo a nadie le dé por llevarme a cenar a un Libio... No me veo esquivando balas del ejército de Gadafi, vamos.
En fin, con pequeños cambios, pero la aventura está a punto de comenzar. Deseadme suerte.